Después de semanas de revuelo y multitud de rumores en la Red, llega el servicio de almacenamiento en la nube de Google: Google Drive.
La nueva herramienta online ofrece un espacio gratuito de 5 GB, donde no sólo podemos almacenar archivos, sino también crearlos, compartirlos y colaborar en línea de forma segura. Un disco duro virtual al que accedemos a través de una cuenta de Google, que nos permite alojar todo tipo de documentos (PDF, vídeos, fotos…) con un tamaño máximo de 10 GB y visualizar de forma directa treinta formatos de archivo diferentes.
Drive garantiza el acceso a los documentos desde cualquier ubicación, y para ello cuenta con aplicaciones para PC, Mac y dispositivos móviles, con la posibilidad de trabajar offline. Su integración con Google Docs proporciona la creación colaborativa de documentos en tiempo real, sin perder de vista el aspecto social, ya que permite añadir comentarios a los archivos compartidos con nuestros amigos.
Una de las principales novedades que aporta la nube de Google es la opción de aplicar reconocimiento óptico de caracteres (OCR) sobre imágenes con texto o PDF, para convertirlos en documentos editables. Pero el gran potencial de Drive se encuentra en la recuperación de archivos. Como no podía ser menos, cuenta con un completo buscador a través del que podemos filtrar resultados de forma muy variada e incluso buscar mediante imágenes.
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De esta forma Google entra con fuerza en el mercado del almacenamiento de archivos en línea, donde otros veteranos servicios como SkyDrive de Microsoft, iCloud de Apple, Box o Dropbox ven amenazada su posición, hasta ahora dominante.
Tras esta breve aproximación a Google Drive, es el momento de preguntar ¿qué podemos hacer las bibliotecas con este tipo de servicios en la nube?
Almacenamiento en la nube y bibliotecas
No existen actualmente experiencias destacables sobre el uso de servicios de almacenamiento online en bibliotecas, pero sí es posible señalar algunas opciones:
- Trabajo interno: compartir archivos de trabajo, fotografías, etc. entre los bibliotecarios, que podrán acceder a los mismos en cualquier momento y lugar, tal como en su día señaló Ester Vivó. Dadas las características de Google Drive, también podemos crear documentos de forma conjunta en este sentido.
- Documentos accesibles para el usuario: compartir documentos con un grupo de usuarios reducido, como miembros de un club de lectura o profesores universitarios. Esto último es lo que hace el bibliotecario Tom Boone con Dropbox, utilizando el espacio para dar respuesta a las peticiones de artículos por parte de los usuarios. En este caso, hay que tratar de no cruzar la delgada línea en lo respectivo a derechos de propiedad intelectual.
- Servidor propio: pese a que se trata de una cantidad de espacio aparentemente escaso para un uso de este tipo, es probable que sea de utilidad para bibliotecas de tamaño reducido, como las escolares, que no pueden disponer de un servidor propio. Una solución económica para dar acceso a los usuarios a todo tipo de documentos, que pueden ser creados por la misma biblioteca, con la posibilidad de enlazar dichos documentos mediante URL pública desde blogs o redes sociales propias.
La rápida y progresiva evolución de los servicios de almacenamiento en línea posibilitará que surjan mayores oportunidades de uso.
Y vosotros, ¿usáis ya Google Drive? ¿qué nuevas formas de uso véis en vuestros centros de trabajo?