ALFIN en la Universidad: 5 claves de éxito

De nuevo estamos en septiembre, el mes en el que abandonamos las rutinas veraniegas y nos incorporamos a un nuevo curso académico. Es buen momento para volver a uno de mis temas favoritos: la gestión y uso de la información científica entre los estudiantes. Ya he hablado en este mismo lugar acerca de cómo la cultura del plagio se ha instalado en las aulas, y algunos profesores, como Jaume Sureda, alertan de un exceso de permisividad en torno al tema, convertido en una práctica habitual. Algunos estudios (véase este o este otro) muestran que los estudiantes no tienen una percepción negativa de la copia indiscriminada, debido en parte al uso de métodos de enseñanza basados en la repetición y no en la construcción de conocimiento.

Keep calm & love ALFINTratar la información adecuadamente es hoy una exigencia, sobre todo entre una población joven que ya se ha criado en un ambiente condicionado por la tecnología. Cada vez hay menos migrantes y más nativos digitales. Aquí es donde entra en juego el término clave: ALFIN. Podemos definirla como «saber cuándo y por qué necesitas información, dónde encontrarla y cómo evaluarla, utilizarla y comunicarla de manera ética» (CILIP, 2004). ¿Qué podemos hacer desde las bibliotecas universitarias y centros de recursos para capacitar al alumnado en la búsqueda, uso y manejo de la información? Mucho, si sabemos enseñarlo y sobre todo, aplicarlo. Lo he condensado en 5 estrategias básicas:

  1. Utilizar lo que los estudiantes ya conocen. Es la clave más segura, ya que necesitamos encontrar un conector con el alumno para garantizar un aprendizaje más activo de la información nueva. Por ejemplo: realizar prácticas de búsqueda sobre temas que les interesen en motores de búsqueda como Google, para luego pasar a otro tipo de bases de datos más especializadas en función del ámbito.
  2. Seleccionar la información crítica. Una vez que tenemos el resultado de la búsqueda, hay que depurarla. Establecer previamente con el alumno/a los criterios que se considerarán relevantes para decidir que una información es apropiada y fiable les ayuda a orientarse y a tener capacidad de decisión sobre los resultados. Vivimos saturados de información, pero no podemos ser pasivos ante ella: reducirla a términos manejables y adecuados a la finalidad que le vamos a dar resulta fundamental para conseguir un buen resultado. Las simulaciones en el aula  y las presentaciones orales suelen funcionar muy bien, ya que obligan al alumno a verbalizar qué es lo que ha encontrado (o no) y qué es lo que ha desechado.
  3. Entender el nuevo el papel del alumno/a con respecto a la información. En la era pre-tecnológica, el conocimiento podía reducirse a una serie de fuentes más o menos conocidas, cuya relación con el destinatario era por fuerza unidireccional. Hoy, el alumnado que llena las aulas no solo consume, sino que produce información. Este cambio de paradigma resulta complejo de asimilar para muchos profesores, que sienten que sus pupilos van a un paso por delante. Por eso es importante incorporar esta realidad a la clase, y no solo utilizar las nuevas tecnologías para modernizar lo que ya sabemos hacer. Ejercicios como suscribirse a un blog de un tema de interés y analizar sus contenidos durante un tiempo limitado, o crear un blog de clase donde el alumnado pueda publicar sus contenidos y recibir retroalimentación de los lectores suelen ser tareas muy motivadoras para los estudiantes.
  4. Hacerles reflexionar sobre las consecuencias del plagio. La mayor parte del alumnado llega a la Universidad sin una conciencia clara de lo que significa: solo sabe que implica cierto riesgo, pero sigue cometiéndolo por desconocimiento o falta de habilidades. Apropiarse de una idea ajena es igual que robar, aunque el objeto no sea tangible. Redactar mucho y practicar la realización de citas es el único modo de evitar el plagio y hacer avanzar la disciplina que nos interesa.  Y es importante hacerlo de manera progresiva, para llegar seguros y rodados a los últimos cursos. Hay solución al sufrimiento del Trabajo Fin de Grado y se llama citación.
  5. Pensar fuera del aula: extrapolar estas habilidades al mundo real. Realmente, saber manejar y seleccionar información es tan básico como caminar o comer, porque estamos tomando decisiones de forma constante. Obviamente, no todas tienen la misma trascendencia pero condicionan nuestro día a día. Comprar un portátil nuevo, elegir compañía telefónica, planificar los gastos mensuales u organizar un viaje fin de carrera son actividades que también necesitan una buena dosis de ALFIN. La mejor forma de aprender algo es usarlo.

En general, ser una persona alfabetizada en información ayuda a desarrollar el pensamiento crítico y a tomar decisiones conscientes mucho más rápidamente. Porque nunca fue tan cierto aquello de información es poder, debemos dar a nuestros estudiantes la capacidad de ejercerlo sabiamente.

 

Laura Novelle

Documentalista, consultora, formadora e investigadora. Licenciada en Historia y Especialista en Gestión documental. He ejercido como docente en universidad pública y como documentalista (tanto en centros públicos como privados). Nací con discapacidad, por eso en este blog encontraréis aspectos relacionados con la accesibilidad, pero también sobre el libro y las bibliotecas, el proceso de edición, las fuentes de información y en general, sobre todas las implicaciones sociales de esta maravillosa profesión.

4 respuestas a «ALFIN en la Universidad: 5 claves de éxito»

    1. Gracias por el aporte Félix!
      Sin duda, hoy en día los recursos electrónicos son muy utilizados. Citarlo bien forma parte del proceso de aprendizaje de cualquier estudiante o investigador/a

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