No es la primera vez que escribo en Biblogtecarios sobre censuras y cancelaciones, y obviamente este tema se ha tratado en nuestro blog en varias ocasiones en diferentes momentos, siempre llevados, no por la moda, si no por la realidad que nos toca vivir, que como todo el mundo sabe, en ocasiones supera con creces a la más bizarra de las ficciones. Y lo cierto es que ante algunos acontecimientos no puedo dejar de preguntarme si es posible separar el autor de la obra… Debo de reconocer que a nivel personal mi respuesta al inicio de este post es que esa separación cada vez me resulta más difícil, pero en ese caso, y si mi criterio profesional tuviera alguna relevancia y poder de decisión, ¿qué pasaría con una buena parte de las colecciones de nuestras bibliotecas, tendríamos bibliotecas más vacías…?
En los últimos años, la discusión sobre si es posible o deseable separar la obra de quien la crea se ha vuelto cada vez más presente en espacios culturales, educativos y, por supuesto, en nuestras bibliotecas. Las acusaciones y denuncias contra artistas, músicos, escritores, cineastas e intelectuales por comportamientos delictivos, machistas, misóginos, abusivos o políticamente cuestionables (desde el apoyo a dictaduras hasta el negacionismo), nos confrontan con preguntas que atraviesan la ética, la libertad de expresión, la responsabilidad cultural y el rol de la biblioteca pública como garante del acceso al conocimiento.
Desde un punto de vista, algunos profesionales argumentan que la obra artística puede tener un valor independiente del comportamiento o las ideas del creador, permitiendo disfrutarla sin necesariamente apoyar sus acciones o ideologías. Otros, en cambio, consideran que la obra y el autor están intrínsecamente ligados, y que separar ambos puede ser una forma de justificar o minimizar conductas reprochables.
Vivimos en un mundo rabiosamente paradójico, donde la libertad de odiar jamás ha estado tan fuera de control en las redes sociales, pero la libertad de hablar y pensar jamás ha estado tan vigilada en la vida real y en el que la cultura de la cancelación es una práctica muy extendida cosa que algunas personas consideran necesaria y otras un peligroso acercamiento hacia una sociedad más intolerante…
Algunas preguntas para empezar
¿Es legítimo proyectar sobre la obra los comportamientos censurables o las aberraciones ideológicas de un creador? ¿Tendría que habérsele retirado el Premio Nobel a Peter Handke por la posición que adoptó durante la guerra de la antigua Yugoslavia? ¿Merecía Roman Polanski el reconocimiento del cine francés a pesar de las acusaciones de abuso sexual que pesaban sobre él? ¿De qué manera empaña la obra de Heidegger su compromiso con el nazismo? ¿Son dignos de algún tipo de honor literario autores tan políticamente viscosos como Charles Maurras o Louis-Ferdinand Céline? En “¿Se puede separar la obra del autor?”, Gisèle Sapiro, se sumerge en el espinoso asunto de las relaciones entre la moral de un autor y su obra analiza el caso de diversos escritores y artistas para tratar de esclarecer cuándo y bajo qué condiciones puede resultar admisible que una obra quede manchada por las posiciones de quien la ha creado.
¿Existe de verdad una «cultura de la cancelación» censora y puritana, que limite la libertad de los artistas? O, más bien, «¿por qué la llaman “cancelación” cuando quieren decir crítica?». Eso se pregunta Gonzalo Torné en su libro “La cancelación y sus enemigos” que recibe una respuesta inesperada: la de Clara Montsalvatges, uno de los personajes de sus novelas. Un ensayo agudo y cuestionador, que revela los intereses tras el término «cultura de la cancelación» y revisa los criterios con los que evaluamos el arte hoy.
¿Por qué J.K. Rowling no aparece en el documental conmemorativo del 20 aniversario de Harry Potter? Se pregunta Fernando Bonete Vizcaíno en “Cultura de la cancelación: No hables, no preguntes, no pienses” y continua su interrogatorio con: ¿Qué hay detrás del derrumbe de estatuas de Colón y Cervantes en América? ¿Por qué en la Universidad se deja de leer a Homero, y la Bella Durmiente se elimina del listado de lecturas infantiles? ¿Qué hay detrás de la cancelación de personajes tan dispares? La dictadura de «lo correcto» que advertimos en la sociedad actual impone la autocensura y castiga a las personas que piensan por sí mismas y se manifiestan y actúan en libertad. A través de estas páginas, el autor analiza el contexto y los métodos de los que se sirve la cancelación para perpetuarse como cultura, y ofrece soluciones para hacer frente a la situación. Sin rebajar la gravedad de los acontecimientos, este ensayo no pretende sostener el catalejo del catastrofismo desde el que muchos parecen atisbar el futuro. Más bien nos anima a reaccionar y cambiar el «estamos perdidos» por un «estamos a tiempo».
¿Sabías que las personas pueden ser canceladas? ¿Y que el escrutinio público también se ha manifestado en contra de objetos, películas, series, y hasta figuras públicas fallecidas? Nos cuestiona Juan Gabriel Batalla en “La Cultura de la Cancelación”, en la que el pasado siempre acecha. La cultura de la cancelación traza un recorrido por episodios protagonizados por celebridades y movimientos artísticos o culturales que han sido desterrados de la esfera pública: desde icónicas escenas cinematográficas hasta reconocidos escritores y cineastas cuya reputación fue destruida por algo que hicieron o dijeron. Juan Gabriel Batalla, licenciado en Periodismo, pone el foco en el presente y en cómo las redes sociales y las nuevas tecnologías de la información inciden en el pánico social de ser cancelado.
Jaime Garza se pregunta: ¿Cuál es el verdadero sentido de esta cultura de la cancelación? ¿Qué oculta?
En “Cultura de la cancelación: ¿puede afectar a la libertad?”, Caroline Fourest explica en su libro «Generación ofendida» cómo la hipervigilancia cultural puede llegar a ser un arma de doble filo que termina fomentando la discriminación y se Cuestiona hasta qué punto la cultura de la cancelación (el acto de quitar apoyo, anular o bloquear a personas o marcas por posturas que se consideran repudiables) puede llegar a afectar la libertad de expresión o pensamiento. La autora cuestiona si la tiranía de la ofensa y el miedo a ofender funcionan como preludio de la ley del silencio. ¿Cómo esperar derribar los estereotipos y hacer crecer el círculo de personas lúcidas si se juzga a seres y almas en función de su tez?
Pero, ¿qué es la cultura de la cancelación?
Para Jaime Garza, la cultura de la cancelación oculta una imperiosa necesidad de purificar egos mediante la aprobación en masas…Vivimos en tiempos en los que una opinión sacada de contexto puede hacer que perdamos nuestros empleos. Los internautas se han convertido en vigilantes de la moral que pasan horas enteras buscando comentarios que puedan resultar ofensivos o discriminatorios para alguien. Esto, en esencia, debería ser positivo. Si una persona hace algo malo, claro que debe ser juzgado. El problema es que esta clase de juicios muchas veces se hacen con base en supuestos y criterios meramente subjetivos. En consecuencia, no estamos cancelando a personas que hacen algo objetivamente malo. Estamos cancelando a alguien por hacer algo que algunos cuantos decidieron catalogarlo como incorrecto. En su opinión, la cultura de la cancelación oculta una imperiosa necesidad de purificar egos mediante la aprobación en masas. Y lo que es peor: se cancela a la persona, no al acto.
Para Francisco Blanco en ¿Qué es la cultura de la cancelación? (cancel culture), consiste en retirar el apoyo social, moral, económico, digital… a aquellas personas u organizaciones que tienen comportamientos o llevan a cabo acciones altamente cuestionables o impopulares. No se trata de promover la intolerancia contra quienes piensan diferente, o de establecer una especie de ‘caza de brujas’ hacia aquellos que discrepan del sentir mayoritario. De hecho, este argumento de victimización es el que emplean los “cancelados” cuando son reprendidos socialmente por algún tipo de comportamiento. La cancelación tiene más que ver con una especie de “acuerdo social” espontáneo, que persigue no amplificar, publicar, ni dar apoyo… a personas o entidades que mantienen discursos o actuaciones: delictivas, nocivas para otros sectores de la sociedad o contrarias a los derechos humanos. Es una respuesta en contra de los discursos del odio; promotores de bulos, acoso, machismo, racismo, LGTBIfobia…
Julio Túpac Cabello, considera que la cultura de la cancelación, es un peligroso mal de nuestro tiempo que se está saliendo de control. Cierta supremacía moral lincha, excluye, tacha e impide de segundas oportunidades a quienes considera «pecadores». Es una nueva forma de intolerancia que -curiosa y paradójicamente- se gesta desde valores liberales, pero que son como un boomerang, pues son el reflejo de una conducta que imita a las que dice oponerse. La cultura de la cancelación a veces se sale de control y es uno de los fenómenos espontáneos punitivos más nocivos que han resultado de la a veces supremacista moralidad de lo políticamente correcto. El poder de excluir que han logrado quienes actúan en nombre de los excluidos. Vaya paradoja. Siempre sorprendente aunque para nada nueva. Ocurre y ha ocurrido siempre entre creyentes que se fanatizan. Al tomar el poder, para reparar injusticias, lo que hacen es reproducirla, al canalizar sus venganzas en linchamientos morales. Basada en hechos reales o en rumores, una vez que una especie en el que se acusa a alguien de un estigma toma fuerza, ya no hay segundas oportunidades ni, en el caso de no ser cierto, desmentido que valga. Da lo mismo que se trate de un abuso, de adicción, de racismo o de una tendencia política. Si la persona fue tachada ya, sus entornos lo execrarán, le cerrarán las puertas, empezarán a ignorarlo, desparecerá del mapa. Es una actitud primitiva. El equivalente psicológico y metafórico a la pena de muerte. La eliminación del «otro».
Es obvio, que como considera Tupac Cabello, que se trata de una cultura dañina, en la que además de los consabidos perjuicios en los que por naturaleza incurre un juicio sumario, podría dar lugar a nuevas injusticias. Pone el foco en una persona, en un sujeto, y no en la transformación, en la reeducación y en el cambio de la cultura que amerita lo que produjo el rechazo. Y al estar basada en opiniones, los juicios son absolutamente subjetivos, construidos a veces sobre falsos supuestos, y aunque se admita luego el error, las consecuencias son casi siempre irreversibles. Tupac Cabello nos recuerda al filósofo y economista inglés John Stuart Mill cuando decía en su obra Sobre la libertad que «la utilidad de una opinión es en sí misma una cuestión de opinión: tan discutible, tan abierta a la discusión y que requiere tanta discusión como la opinión misma».
Para la psicóloga Becky Spelman, especialista en fenómenos sociales, la cultura de la cancelación «genera más problemas que los que soluciona. Tenemos que tener más conversaciones sobre ciertos temas, pero callar a la gente con la que no estamos de acuerdo es una acción desproporcionada”. Parece un fenómeno reactivo inevitable, producto de muchos años de injusticias a quienes no tenía el poder para hacer valer sus rechazos y quejas, pero sus probabilidades de desatino son altas, en vista de la arbitrariedad con que estos procesos se producen.
La cultura de la cancelación y su impacto en las bibliotecas
Las bibliotecas, como instituciones comprometidas con la libertad intelectual y el acceso a la información, se encuentran en una posición compleja con respecto a la cultura de cancelación y se nos plantea un desafío directo a estos principios. Al buscar silenciar o boicotear a individuos (a menudo autores o figuras públicas) por acciones o declaraciones consideradas ofensivas, la cultura de cancelación puede presionar a las bibliotecas para que retiren obras o dejen de promocionar ciertos autores. Esto entra en tensión con la misión de las bibliotecas de preservar el acceso a la información y resistir la censura. Si las bibliotecas ceden a las presiones de la cultura de cancelación y retiran sistemáticamente obras basándose en la opinión pública o el comportamiento del autor, se corre el riesgo de limitar la libertad intelectual, homogeneizar las colecciones y quedarnos sin buena parte de las mismas.
Por un lado, las bibliotecas defienden el derecho de todas las personas a acceder a una amplia gama de ideas y perspectivas, incluso aquellas que puedan ser controvertidas u ofensivas para algunos. Este principio fundamental se opone directamente a la idea de «cancelar» o silenciar voces basándose en opiniones o acciones pasadas. La Declaración de la IFLA sobre las Bibliotecas y la Libertad Intelectual subraya que las bibliotecas deben oponerse a cualquier forma de censura y garantizar que la selección de materiales se base en consideraciones profesionales, no políticas, morales o religiosas.
Por otro lado, las bibliotecas también buscan ser espacios inclusivos y seguros para toda la comunidad. Esto puede generar tensiones cuando se trata de materiales o autores que promueven discursos de odio, discriminación o que han causado daño. La pregunta de dónde trazar la línea entre la protección de la libertad intelectual y la creación de un entorno respetuoso es un desafío constante para las bibliotecas.
Algunos puntos clave sobre la relación entre las bibliotecas y la cultura de cancelación:
- Colecciones diversas: Las bibliotecas se esfuerzan por ofrecer colecciones que reflejen la diversidad de la sociedad, incluyendo diferentes puntos de vista, incluso aquellos que puedan ser impopulares o controvertidos. Esto se basa en la creencia de que los usuarios deben tener la oportunidad de formarse sus propias opiniones a partir de una variedad de fuentes.
- Resistencia a la censura: Históricamente, las bibliotecas han sido defensoras contra la censura. La cultura de cancelación, aunque a menudo impulsada por la sociedad civil, puede llevar a presiones para retirar ciertos materiales de las colecciones, lo que va en contra de los principios bibliotecarios.
- Debate y diálogo: Las bibliotecas pueden servir como espacios para el debate y el diálogo abierto sobre temas difíciles, incluyendo aquellos relacionados con la cultura de cancelación. Al proporcionar recursos informativos y facilitar discusiones, las bibliotecas pueden ayudar a fomentar una comprensión más nuanced de estos temas.
- Selección profesional: La selección de materiales en las bibliotecas se basa en criterios profesionales, como la relevancia, la calidad y la representación de diferentes perspectivas. Las decisiones de inclusión o exclusión no deben basarse en presiones externas o en la demanda de «cancelar» ciertas voces.
- Libertad intelectual vs. daño: Existe un debate en curso sobre si la libertad intelectual debe ser absoluta o si debe equilibrarse con la necesidad de proteger a las comunidades del daño causado por ciertos discursos.
En definitiva y como ya sabemos, las bibliotecas se encuentran en una encrucijada con respecto a la cultura de cancelación y se enfrentan al desafío de navegar por esta compleja cuestión. Si bien defienden firmemente la libertad intelectual y el acceso a la información, también son conscientes de su papel en la creación de comunidades inclusivas. La forma en que las bibliotecas aborden este desafío tendrá implicaciones significativas para el futuro del acceso a la información y el debate público.
Cineastas, escritores, músicos y otros artistas “cuestionados”
La actriz Gina Carano fue despedida de Lucasfilm después de dar unas declaraciones en las que expresaba su apoyo a Donald Trump y después de expresar controvertidas opiniones sobre el origen y los cuidados frente a la pandemia.
Cancelada, apartada del foco mediático, anulada de gala de los Premios Goya y borrada de la carrera por los Oscar, quedó la actriz Karla Sofía Gascón, nominada como Mejor Actriz en la película ‘Emilia Pérez’, después de que salieran a la luz unos polémicos tweets catalogados como racistas, xenófobos e incluso clasistas, que si bien son reprochables, no dejan de ser la expresión de una opinión, publicada de hace años. También cancelaron ‘Karsia’, su novela autobiográfica.En medio de esta tormenta se ha generado un importante debate sobre la doble vara de medir en la industria del cine. ¿Se juzga de una manera más dura a Karla Sofía por ser mujer? ¿Se ha puesto el foco en sus opiniones como miembro del colectivo LGTBQ+? ¿Es justo que quien hace unos días ponía a la estrella en un pedestal por romper moldes, ahora la haya dejando completamente de lado ignorando su existencia?
La Academia del Cine ha premiado con anterioridad a personas condenadas por delitos graves, incluso penales, teniendo conocimiento de los mismos. La opinión pública no ha cancelado a Roman Polanski, a pesar de que él mismo admitió en 1977 que mantuvo relaciones sexuales de forma ilegal con una menor de edad y en 2003 recibió el Oscar a Mejor Director por su película ‘El Pianista’. No se le canceló entonces ni ahora.
En 1992, Mia Farrow, expareja de Woody Allen, lo acusó de abusar sexualmente de su hija adoptiva, Dylan Farrow, quien entonces tenía 7 años. La menor ha reiterado con posterioridad, incluso en 2014, que lo que su madre denunció es cierto y sufrió abusos. Hay que aclarar que Allen nunca fue condenado por estos hechos y la Justicia no encontró indicios de que tal abuso se hubiera producido. El cineasta neoyorquino se casó posteriormente con su hijastra, también hija de Mia Farrow, Soon-Yi, comenzando la relación en 1991. Ella tenía 21 años y él 55, algo que muchos han considerado reprochable aunque no ilegal. A lo largo de su carrera ha recibido cuatro premios Oscar y 24 nominaciones.
Mel Gibson (Cine): Actor y director con películas exitosas. Ha sido objeto de controversia por comentarios racistas, antisemitas y misóginos.
Como apunta Fernando García, las obras monumentales de Shakespeare, Caravaggio, Egon Schiele, Picasso, Degas o Mark Twain podrían muy pronto ser expuestas como ejemplos de misoginia, abuso o racismo. Así, Paul Gauguin ya no representa solo una de las miradas que inspiró a las vanguardias en las primeras décadas del siglo XX sino a un abusador de menores y, en el mejor de los casos, a un producto acabado del colonialismo francés en el siglo XIX.
Asimismo, cuando J.K Rowling se refirió en un tuit a «las mujeres y toda la gente que menstrua», insinuando con sofisticado sarcasmo que quienes cambian de sexo no son para ella necesariamente mujeres, legiones de antiguos seguidores se enfurecieron, dejaron de seguirla, le insultaron de muchos modos y hasta llamaron a quemar sus libros.
Neruda y Picasso podrían ser también cuestionados: Neruda por mujeriego, por una violación, una relación clandestina y por el abandono de una hija, Picasso por misógino y maltratador…
Louis-Ferdinand Céline y su «Viaje al fin de la noche»: Céline fue un escritor francés brillante pero también un notorio antisemita. Algunos argumentan que su talento literario y la importancia de su novela en la literatura del siglo XX deben ser apreciados independientemente de sus deplorables opiniones políticas. Estudiar la novela puede ofrecer una visión de una época y un estilo literario, sin necesariamente endosar las creencias del autor.
Ezra Pound fue un poeta modernista influyente, pero también expresó simpatías por el fascismo y realizó propaganda a favor de Mussolini durante la Segunda Guerra Mundial. Algunos críticos separan su contribución a la poesía moderna de sus ideas políticas, argumentando que su obra tiene un valor estético e histórico propio.
Roald Dahl, autor muy querido por sus libros infantiles como «Charlie y la fábrica de chocolate», a lo largo de su vida hizo comentarios antisemitas y misóginos.
¿Quién no conoce e incluso ha leído a Los Cinco de Enid Blyton?, y ¿qué hacemos cuando Imogen Smallwood, la hija de la escritora británica, confiesa en su autobiografía, sin medias tintas, que tanto ella como sus hermanas sufrían en sus carnes la crueldad de la autora, su madre, y la califica de: «arrogante, insegura y sin una traza de instinto maternal».? Imogen y su hermana recordaban también como Blyton gritaba a los niños del vecindario por jugar y hacía fiestas del té en casa, a las que acudían niños que eran fans, mientras ellas eran obligadas a permanecer en la habitación contigua, con la puerta lo bastante abierta para que presenciaran el acto y la expresa prohibición de unirse.
Richard Wagner, el compositor alemán influyente en la historia de la ópera, fue un antisemita declarado y sus ideas influyeron en el nacionalismo alemán y, posteriormente, en el nazismo.
El productor musical Phil Spector, revolucionario conocido por su «muro de sonido», fue condenado por el asesinato de la actriz Lana Clarkson.
Miguel Bosé, todo un icono musical, ha pasado de ser un defensor de la vacuna del SIDA a convertirse en una voz prominente del movimiento negacionista y ha utilizado su influencia para propagar teorías conspirativas sobre el cambio climático, las vacunas o la Dana que afectó a Valencia.
Varios músicos acusados de agresión sexual: En la era #MeToo, numerosos músicos han sido acusados de abuso, acoso o agresión sexual. Mantener sus nombres aquí podría ser problemático sin el debido proceso legal en todos los casos, pero es un patrón que ilustra la cuestión.
Luisgé Martín, autor del libro de Bretón, paralizado: comenta que «Merece una reflexión que ‘El odio’, que poca gente ha leído, despierte odio» y defiende su derecho a narrar libremente, como lo hicieron autores de la talla de Emmanuel Carrère en “El adversario” y Truman Capote en “A sangre fría” o Nicola Lagioia en “La ciudad de los vivos”. Para Juan Soto Ivars ‘El odio’ es un libro terrible y lo dice sin paños calientes y como un mérito literario. Terrible, porque lo pretende. Dicho esto, no cree que deba impedirse la distribución y venta de El odio. La editorial Anagrama anunció la semana pasada la rescisión definitiva del contrato de edición de esta obra basada en el testimonio de José Bretón, condenado por el asesinato de sus dos hijos en 2011. Con esta decisión, el polémico libro no llegará a las librerías ni en papel ni en formato digital, y todos los derechos vuelven a estar en manos del autor. En su comunicado, Anagrama reconoce que, en una sociedad democrática, debe existir un equilibrio entre la libertad creativa y otros principios fundamentales, especialmente cuando se abordan crímenes reales que afectan a víctimas y familiares directos. En su comunicado, Anagrama reconoce que, en una sociedad democrática, debe existir un equilibrio entre la libertad creativa y otros principios fundamentales, especialmente cuando se abordan crímenes reales que afectan a víctimas y familiares directos. La editorial quiso dejar claro en sus comunicados que ni Bretón ha recibido contraprestación alguna por el contenido del libro, ni ha participado como autor de ningún modo. «El único autor de la obra es el escritor y periodista Luisgé Martín», recalcaron el pasado 27 de marzo, intentando frenar las especulaciones sobre un posible lucro del condenado. Con esta decisión, la editorial pone punto final a una controversia que ha enfrentado libertad creativa y ética pública, y deja la obra en manos de su autor, que ahora deberá decidir si busca otra vía para su publicación o renuncia definitivamente al proyecto.
O el caso de Mario Vargas Llosa, recientemente fallecido, un escritor gigante con un legado más que prolífero, pero que no ha estado exento de las contradicciones políticas y sociales, quizá inherentes a cualquier ser humano…
Como dice Isaac Belmar, el proverbio de que es mejor no conocer a tus héroes debería ser la regla básica. El escritor no es su obra pero, por desgracia, en una época en la que el Ad hominen goza de tanta salud y el arte de tan poca, obra y autor parecen algo indivisible a la hora de emitir juicios. Algo es «bueno» o no por sí solo y un montón de maravillas han salido de las manos de un montón de capullos. De hecho, el problema no es que han salido de un montón de capullos, sino de un montón de humanos, y que, como la obra despierta un interés, también lo hace la vida de los que la crearon, de modo que se indaga y nadie puede soportar un mínimo escrutinio. Es posible que la raza humana sea cruel, imbécil e inestable por naturaleza, pero eso no quita que también sea capaz de lo mejor, del arte y de ser una especie exploradora, de que al menos unos pocos tiren de los demás hacia las estrellas, en el arte, en la vida y en la historia.
Expuestos solo algunos ejemplos, parece que nuestras colecciones quedarían mermadas por un motivo u otro apelando a consideraciones morales y en más de una ocasión poco relacionadas con la objetividad. ¿Sería posible que en los libros de determinados artistas, escritores, cineastas, se hiciera referencia a la realidad de sus casos, eso es interesante si su obra es magnífica?…
¿Y entonces qué?
Jaime Garza considera que queremos que quien se equivoque sufra por lo que haga. Porque para la sociedad parecer ser más importante castigar al individuo que sumarle al colectivo. Y está bien, pero…¿Y el daño?¿De qué manera dicho sufrimiento va a reparar el daño provocado?‘Lo checamos’, te contestan. Pero nunca nadie lo ‘checa’. Y ojo, que no estoy diciendo que no se deba castigar ciertas conductas o censurar determinados comentarios. Prefiere ser muy enfático en lo siguiente: Si alguien fomenta algo verdaderamente negativo, como aquel que recomienda cosas para nuestra salud sin tener el menor conocimiento al respecto, claro que merece ser silenciado. Es necesario, de hecho. Pero cuando el punto de referencia es la creencia o prejuicio de un determinado grupo de personas, sean civiles o religiosas, vale la pena que al menos lo cuestionemos.¿No creen?
Francisco Blanco, nos ayuda con el tema de cuándo aplicar la “cancelación” y para no perdernos en un caos de intolerancia o censura previa, nos da una serie de tips o buenas prácticas para ello:
- ¿Qué se cancela? Como se ha señalado con anterioridad, se cancelan opiniones o actos que confrontan directamente con derechos humanos. ¿Esto quiere decir que ya nadie puede hacer comentarios que puedan entrar en conflicto con derechos sociales? No. Solo debe saber que en el caso de hacerlos, habrá una parte de la sociedad que se lo recrimine o cancele por ello.
- Evitar la censura: No se trata de censurar ideas contrarias a las nuestras. Cada uno es libre de expresar lo que considere, siempre amparado en la libertad de expresión. Pero en contraposición, el resto de la sociedad también es libre de opinar sobre estos comportamientos, criticarlos e incluso dejar de consumir su obra en el caso de personajes públicos conocidos.
- Tener en cuenta el contexto: Antes de cancelar, investiga. Ten especial cuidado con declaraciones, entrevistas o tweets realizados en años pasados. No todos estamos orgullosos de nuestro “yo” quinceañero.
- Creer en la reinserción: Todos nos equivocamos y todos tenemos derecho a pedir perdón. De la misma forma que se cancela, también se puede “descancelar”.
Criterios para una política de adquisiciones crítica en las bibliotecas
Como es evidente, si las bibliotecas tomaran partido en su política de selección considerando las conductas o posturas moralmente reprobables de los autores, esto podría tener varias implicaciones importantes para sus colecciones. Por un lado, podrían decidir retirar o limitar obras de autores cuyos comportamientos o ideas consideren inaceptables, lo que, como hemos visto, podría llevar a una censura o a una reducción en la diversidad de voces y perspectivas disponibles para los usuarios. Esto podría afectar la libertad de expresión y el acceso a diferentes puntos de vista, además de plantear debates sobre quién decide qué es aceptable y en qué criterios basan esas decisiones.
Por otro lado, si las bibliotecas optaran por mantener esas obras, podrían hacerlo con un enfoque crítico, contextualizando la obra y explicando las controversias, permitiendo así un espacio de reflexión y diálogo. Esto también implicaría un compromiso ético y educativo, ayudando a las personas usuarias a entender las complejidades y las implicaciones morales relacionadas con la obra y su creador.
En definitiva, la política de selección en las bibliotecas en relación con autores controvertidos puede influir en la colección, en la percepción pública y en el papel de la biblioteca como espacio de libre acceso al conocimiento y de debate sosegado y constructivo. La clave está en definir claramente los criterios y en mantener un equilibrio entre la libertad intelectual, la responsabilidad ética y el respeto por la diversidad de opiniones.
Algunas ideas sobre posibles políticas que las bibliotecas podrían adoptar para manejar obras de autores controvertidos, manteniendo un equilibrio entre la libertad de acceso y la responsabilidad ética, para garantizar el acceso a una variedad de voces y perspectivas, promoviendo la reflexión crítica y el respeto por la diversidad, mientras se mantiene un compromiso ético y responsable en la colección:
- Evaluación de obras: Las obras de autores controvertidos serán evaluadas en función de su valor literario, cultural o histórico, así como por su relevancia para la colección y el interés de la comunidad.
- Contextualización y notas explicativas: La biblioteca puede mantener las obras en su colección pero acompañarlas con notas o introducciones que expliquen las controversias relacionadas con el autor, fomentando la reflexión crítica entre los lectores.
- Selección basada en valor cultural y literario: Evaluar cada obra por su mérito artístico, histórico o cultural, independientemente de las acciones del autor, y decidir mantenerla en la colección con un enfoque crítico.
- Criterios claros y transparentes: Establecer políticas públicas que definan qué tipo de conductas o posturas llevan a la retirada de obras, y comunicar estas políticas a los usuarios para promover la transparencia y la confianza.
- Diversidad y pluralidad de voces: Incluir obras de autores con diferentes perspectivas, incluso aquellas controvertidas, para ofrecer una visión pluralista y promover el diálogo y la comprensión.
- Calidad y pertinencia: Seleccionamos obras que cumplen con altos estándares de calidad, relevancia y actualidad, asegurando que la colección sea útil y significativa para nuestra comunidad.
- Accesibilidad y apertura: La colección está diseñada para ser accesible a todos los usuarios, promoviendo el acceso libre y equitativo a la información y el conocimiento.
- Revisión periódica de colecciones: Realizar evaluaciones regulares de las colecciones para decidir si ciertas obras deben mantenerse, retirarse o complementarse con otros materiales que ofrezcan diferentes puntos de vista.
- Espacios de diálogo, debate y reflexión: Organizar actividades, como charlas o clubes de lectura, que permitan discutir temas relacionados con la obra y el autor, promoviendo un enfoque crítico y educativo.
- Neutralidad en la política de selección: Nos comprometemos a mantener una postura de neutralidad en nuestra política de selección de obras. Nuestro objetivo es ofrecer una variedad de perspectivas y voces, sin promover ni apoyar una visión particular sobre temas controvertidos. La colección busca reflejar la diversidad de ideas, fomentando el diálogo, la reflexión y el pensamiento crítico entre nuestros usuarios. La neutralidad en la selección garantiza que la biblioteca sea un espacio inclusivo, abierto y respetuoso, donde cada individuo pueda acceder a diferentes puntos de vista y formar sus propias opiniones de manera informada.
En general, las bibliotecas deben mantener una postura de neutralidad en sus políticas de selección. Esto significa que, si bien pueden y deben ofrecer una variedad de voces y perspectivas para promover el diálogo y la reflexión, no deben tomar partido ni promover una visión particular sobre temas controvertidos. La idea es facilitar el acceso a diferentes puntos de vista, permitiendo que los usuarios formen sus propias opiniones de manera informada y crítica. La neutralidad en la política de selección ayuda a garantizar que la biblioteca sea un espacio inclusivo, abierto y respetuoso de la diversidad de ideas y experiencias. Valoramos la diversidad de opiniones y promovemos un ambiente donde el conocimiento y el respeto mutuo sean la base de nuestra labor. Nuestra política de selección busca ofrecer recursos que enriquezcan el pensamiento crítico y la comprensión del mundo, siempre desde una postura neutral y respetuosa. Y hablando de neutralidad…
¿Neutralidad o posicionamiento ético? La biblioteca como espacio de pensamiento crítico
La idea de las bibliotecas neutras se basa, como hemos visto en el principio de la libertad de expresión. Una biblioteca que aspira a la neutralidad busca ofrecer un amplio abanico de voces y perspectivas, sin tomar partido ni censurar ideas, dentro de los límites legales y éticos razonables, como la incitación al odio o la violencia (aunque las dudas puedan nacer de cuales son esos límites y de quien los establece…
Históricamente, las bibliotecas han reivindicado una posición de neutralidad, defendiendo la libertad intelectual como principio fundamental. Pero, ¿es realmente posible la neutralidad cuando se decide qué libros se compran, qué películas se proyectan o qué autores se promueven?. ¿Qué implica la selección y qué implica la omisión?. ¿Por qué seguir leyendo a Neruda si reconoció haber violado a una mujer en su autobiografía?. ¿Es válido enseñar a Picasso sin hablar de su violencia hacia las mujeres?. ¿Puede proyectarse una película de Polanski sin mencionar sus causas judiciales por abuso sexual?
Estas preguntas no son fáciles, y no tienen una única respuesta. Para algunas personas, las obras deben juzgarse por sí mismas, sin que la vida personal de sus creadores afecte su valor artístico. Para otras, seguir difundiendo a autores y autoras con trayectorias moralmente cuestionables equivale a blanquear sus acciones o silenciar a las víctimas.
Desde esta perspectiva, la biblioteca no puede ni debe ser neutral: tiene que ser un espacio activo de pensamiento crítico, que juega un papel crucial en este debate. En lugar de simplemente, censurar, cancelar o prohibir obras, las bibliotecas pueden contextualizarlas y fomentar el desarrollo del espíritu crítico en sus usuarios. Significa generar herramientas para que las personas lectoras, espectadoras o usuarias puedan hacerse preguntas informadas sobre lo que leen o consumen. Esto implica enseñar a las personas a analizar la información de manera reflexiva, a comprender el contexto en el que se creó una obra, a identificar posibles sesgos y a formar sus propias opiniones fundamentadas. Un público con un espíritu crítico desarrollado está mejor equipado para interactuar con obras problemáticas o controvertidas sin necesidad de recurrir a la cancelación. Las bibliotecas pueden facilitar esto a través de programas de alfabetización informacional, debates y la contextualización de materiales que permitan comprender mejor el contexto de producción y las controversias que las rodean. También se pueden equilibrar los fondos, adquiriendo obras de autoras, disidencias y artistas históricamente silenciados, lo que contribuye a un ecosistema cultural más justo.
La neutralidad en la selección de materiales y la prestación de servicios se considera fundamental para garantizar que los usuarios tengan la libertad de explorar diferentes puntos de vista y formar sus propias conclusiones. La libertad de expresión, en este contexto, no solo se aplica a los autores, sino también al derecho de los usuarios a acceder a diversas ideas.
Conclusión: seleccionar (cons)cientemente y (con)ciencia crítica
Ante la pregunta de partida ¿se puede separar la autoría de la obra? no hay una respuesta única y definitiva, ya que como se ha expuesto, depende de varios factores:
- Naturaleza de la obra: ¿La obra en sí misma promueve activamente el odio, la discriminación o la violencia? En estos casos, la conexión entre el autor y la obra puede ser inseparable, y la biblioteca podría tener razones éticas para reconsiderar su inclusión o promoción.
- Contexto histórico y social: Obras creadas en un contexto histórico diferente pueden reflejar normas y valores que hoy consideramos inaceptables. Es importante entender este contexto al evaluar la obra, aunque esto no necesariamente justifica el contenido problemático.
- Impacto de la obra: ¿La obra sigue causando daño o perpetuando estereotipos negativos? El impacto continuo de una obra puede influir en la decisión de cómo abordarla.
- Intención del autor (si se conoce): A veces, comprender la intención del autor puede ofrecer una perspectiva, aunque esto no siempre justifica el resultado de la obra.
- Valor literario, artístico o histórico: Incluso obras problemáticas pueden tener un valor significativo en términos de su contribución a la literatura, el arte o la comprensión histórica de una época.
Argumentos a favor de la separación:
- Preservación de obras importantes: Algunas obras, a pesar de haber sido creadas por individuos con vidas personales problemáticas o con opiniones hoy consideradas inaceptables, pueden tener un valor histórico, artístico o literario significativo que justifica su estudio y preservación.
- Preservación del registro histórico y cultural: Retirar obras basándose en el comportamiento del autor puede llevar a la pérdida de información importante sobre el pasado y la evolución de las ideas.
- Foco en la obra en sí: Algunos argumentan que el valor de una obra debe juzgarse por sus propios méritos, independientemente de la vida personal del autor. Hay que evitar la falacia genética por la que se juzga una idea, una obra o una institución basándose únicamente en su origen o en las características de su creador, en lugar de evaluar el mérito de la cosa en sí.
- Evitar la censura basada en la moralidad actual: Aplicar los estándares morales actuales a obras del pasado puede ser problemático y conducir a una forma de censura retrospectiva.
- Enfoque en el texto/arte en sí: Algunos críticos argumentan que el análisis y la apreciación deben centrarse en la obra en sí misma, en sus méritos artísticos, su estructura, su lenguaje, sus ideas, sin dejarse influir por la biografía del autor, que puede ser irrelevante para la comprensión de la obra.
- La obra trasciende al autor: Una vez que una obra se publica o se crea, adquiere una existencia propia y puede ser interpretada y experimentada independientemente de las intenciones o la vida personal de su creador. El significado y el impacto de una obra pueden evolucionar con el tiempo y ser distintos para diferentes lectores o espectadores.
Argumentos y ejemplos en contra de la separación y a favor de una consideración contextual:
- El autor como creador de significado y su obra como reflejo: la vida, las experiencias y las creencias del autor inevitablemente se filtran en su obra, influyendo en los temas, los personajes, las perspectivas y los mensajes. Comprender al autor puede enriquecer la interpretación de la obra.
- La obra como extensión del autor: En algunos casos, la obra puede ser vista como una manifestación directa de las ideologías dañinas del autor, haciendo que la separación sea difícil o incluso indeseable.
- Responsabilidad ética: Algunas opiniones argumentan que ignorar el comportamiento dañino de un autor al celebrar su obra puede ser visto como una forma de minimizar o incluso apoyar ese comportamiento. Esto puede ser especialmente relevante cuando la obra en sí aborda temas relacionados con la ética, la moralidad o la justicia.
- Impacto en la comunidad: Las bibliotecas tienen la responsabilidad de crear espacios seguros e inclusivos, y la presencia de ciertas obras podría ser perjudicial para algunos miembros de la comunidad.
- Obras que promueven activamente el odio o la discriminación: Si una obra en sí misma difunde mensajes racistas, sexistas, homófobos, etc., la conexión con las creencias del autor es innegable y la separación se vuelve problemática. En estos casos, el valor artístico o literario puede verse eclipsado por el daño potencial de su contenido.
- Autores que se benefician directamente de la promoción de su obra a pesar de su comportamiento dañino: Algunos argumentan que seguir consumiendo y celebrando la obra de estos autores contribuye a su poder e influencia, perpetuando potencialmente su capacidad de causar daño.
- Obras autobiográficas o fuertemente influenciadas por la vida del autor: En estos casos, la biografía del autor puede ser esencial para comprender las motivaciones, los temas y el significado de la obra. Ignorar al autor sería ignorar una parte fundamental de la obra misma.
Otras consideraciones:
- La gravedad de la conducta: La naturaleza y la gravedad de la conducta reprobable varían significativamente entre estos ejemplos.
- El impacto de la conducta en la obra: En algunos casos, las opiniones o la ideología del autor pueden estar explícitamente presentes en su obra. En otros, la conexión es más indirecta o se limita a la vida personal del creador.
- El legado de la obra: A pesar de la conducta de sus creadores, muchas de estas obras siguen siendo estudiadas, apreciadas e influyentes en sus respectivos campos.
- La perspectiva actual: Los estándares de conducta y nuestra comprensión de temas como el antisemitismo, el racismo, el sexismo y el abuso han evolucionado con el tiempo, lo que influye en cómo juzgamos el pasado.
Si se prioriza la obra sobre el autor: Las decisiones de inclusión o exclusión de materiales se basarán principalmente en el contenido, la calidad, la relevancia y el valor informativo, literario, artístico o histórico de la obra en sí. El comportamiento o las opiniones personales del autor fuera de su obra tendrían menos peso en estas decisiones. Esto podría significar mantener en la colección obras valiosas a pesar de las acciones reprobables de sus creadores.
Si se considera inseparable al autor de la obra: Las acciones o la reputación del autor podrían convertirse en un factor más importante en las decisiones de selección y descarte. Las bibliotecas podrían optar por no adquirir obras de autores con historiales de comportamiento dañino o por retirar obras existentes como una forma de tomar una postura ética o responder a las demandas de la comunidad.
No obstante, como hemos visto, no existe un consenso universal sobre cómo las bibliotecas deben abordar esta cuestión. Las decisiones a menudo se toman caso por caso, considerando la naturaleza de la obra, la gravedad de las acciones del autor, el contexto histórico y social, el impacto potencial en la comunidad y los principios fundamentales de la biblioteca (como la libertad intelectual y la lucha contra la censura).
Muchas bibliotecas en lugar de una separación binaria, como hemos visto se inclinan por un enfoque que no implica una separación total pero sí una contextualización y una curación reflexiva. Esto significa mantener una amplia gama de obras, pero también proporcionar las herramientas y el contexto necesarios para que los usuarios interactúen con ellas de manera crítica e informada, sin necesariamente celebrar o dar protagonismo a autores cuyas acciones son moralmente reprobables. La transparencia en los criterios de selección y descarte, así como el diálogo con la comunidad, son también elementos clave en este proceso.
Separar la obra de su autor o autora no es por tanto solo una decisión técnica, sino que en ocasiones responde a presiones o situaciones políticas y o sociales. Como bibliotecarias y bibliotecarios, no podemos evitar tomar postura: decidir también es un acto ético. Pero en lugar de optar entre censura o indiferencia, quizás el camino más fértil sea el de la mediación crítica: crear condiciones para que la ciudadanía piense, cuestione y dialogue a partir de las obras, con toda su complejidad a cuestas.
Entonces, la biblioteca, lejos de ser un espacio neutral, puede convertirse en un lugar donde todas estas preguntas se hagan visibles, se discutan y se resignifiquen colectivamente, tal y como propone David Lankes cuando afirma que “Ser bibliotecario no es ser neutral, ni pasivo, ni esperar una pregunta, es ser un agente de cambio radical y positivo dentro de su comunidad”.
Para resolver todas estas cuestiones, como afirma el también compañero “Biblogtecario” Luis Miguel Macías-Vicente en su artículo “Repensar la neutralidad bibliotecaria para hacer frente a la desinformación: algunas propuestas desde la deontología profesional”, disponemos de los códigos deontológicos, que son una herramienta fundamental que facilita nuestro desempeño profesional. Por ello, en este artículo analizo los códigos de IFLA, ALA, CILIP, ALIA, SEDIC, ABF y BAD, APDIS e INCITE, centrándose en aquellos aspectos que tienen una relación más directa con la desinformación: el acceso a la información, la neutralidad y la libertad de expresión y opinión, entre otros. Y tras este análisis, teoriza sobre el concepto de neutralidad en el ámbito bibliotecario y defiende una actualización de los códigos deontológicos de las diferentes asociaciones y organismos que permita una actuación más directa por parte de los bibliotecarios para hacer frente a la desinformación.
Y también nos será de gran ayuda el recientemente creado grupo de trabajo estratégico “Libre acceso información y contra censura bibliotecas”, de carácter mixto, adscrito a todas las comisiones técnicas de cooperación, creado por el Consejo de Cooperación Bibliotecaria, en el marco del IV Plan Estratégico 2024-2028, cuya actividad se enmarca dentro del IV Plan Estratégico 2024-2028, en la Línea estratégica 1. Sostenibilidad y accesibilidad universal en bibliotecas, coordinado por Francesc Xavier González Cuadra, Secció de Gestió de la Col·lecció, Departament de Cultura, Generalitat de Catalunya.