“Estas tres #biblogtecarias Ana Ordás , Rebeca Hernández Alonso y yo misma, estamos y estaríamos encantadas de seguir disfrutando de #Matilda, de #charlieylafabricadechocolate, de #Jamesyelmelocotóngigante, de #Relatosdeloinesperado y de otros tantos libros tal y como fueron escritos por su autor #RoaldDahl. Que sí, que seguramente no es ningún santo, pero los libros hay que seguir leyéndolos tal y como fueron escritos y lo que hay que hacer es contextualizar y explicar aplicando el lenguaje inclusivo, no sexista, ni discriminatorio, en esa contextualización, pero dejarlos tal y como están, porque sin duda, modificarlos es una forma de censura…”
Esta publicación en mis redes sociales el pasado martes 21 de febrero, al hilo de la modificación de los libros de Roald Dahl fue el germen del post de hoy, un poco más largo y elaborado. Parece ser que finalmente las versiones en español de los libros infantiles de Roald Dahl se libran de los ‘retoques’. Igualmente retomo el tema que en esencia se resume con el hagstag #contextualizarnocensurar.
¿Por qué lo llaman inclusión cuando quieren decir censura?
Las disputas a propósito de los libros se están acalorando, y algunas personas están exigiendo que reescriban ciertos libros e incluso que se saquen de las bibliotecas y de los planes de estudios en nombre de una “supuesta” sensibilidad, corrección política o inclusión, todo es muy supuesto últimamente…
Periódicamente nos amenazan con modificaciones o prohibiciones de determinados libros, algunos ya clásicos de la literatura, obras maestras del canon universal, tratados científicos o ensayos filosóficos han sido condenados, quemados y puestos bajo arresto. En este momento le ha tocado a Roald Dahl y a ese intento absurdo de modificar un “supuesto” lenguaje “ofensivo”, para adecuar la obra del novelista británico a los tiempos que corren. En virtud de esta intención, ya no habrá adjetivos como “hombre pequeño”, “feo”, “gordo” o “negro”, “delgada”, incluso cuando refieren a objetos o animales.
El tema es bien preocupante, pero lamentablemente, no es algo nuevo, en este mismo blog ya se han escrito sobre el tema de la censura varios post. Tan absurdos pueden ser los motivos para prohibir o censurar, como variados los temas: LGTB, diversidad sexual, religión, política, historia, desigualdad social, racismo… todo puede valer con tal de imponer ideologías, supuestamente acertadas (supuestamente, de nuevo).
Estamos entre el “movimiento woke”, término que «se utiliza para describir una amplia gama de ideas [y] movimientos relacionados con la justicia social», como el antirracismo, el feminismo interseccional, los derechos de los transexuales y la llamada era de la cancelación y el resultado es que cada vez hay más libros prohibidos en Estados Unidos. En 2021 se batió el récord de libros cuestionados: los de temática LGBT+ encabezan la lista. El fenómeno se intensificó tras la caída del fallo que daba acceso al aborto legal. Unos días antes de la Semana de los Libros Prohibidos promovida por la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos y Amnistía Internacional que celebra la libertad para leer y resalta a aquellas personas perseguidas, del (18-24 de septiembre) de 2022, según datos de la Asociación Americana de Bibliotecas ALA recogidos en diferentes post del blog Universo Abierto, el número de intentos de prohibir o restringir los recursos de las bibliotecas en las escuelas, universidades y bibliotecas públicas, superaría los recuentos récord de 2021 y así exponencialmente.
El número y la lista de los libros cuestionados y/o prohibidos es larga y desafortunadamente, sigue creciendo. En estos enlaces se pueden comprobar los títulos cancelados, modificados o prohibidos: Tintín, Astérix, Lucky Luke, Los Cinco, ¿Dónde está Wally?, Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, son algunos. Pero no me detengo en su análisis (la lista es larguísima) ya que mi objetivo con este post es otro, es considerar que sí, que los libros pueden ser altamente peligrosos, pero solo porque pueden cambiar el mundo y abrir las mentes…
#contextualizarnocensurar
Como dice Viet Thanh Nguyen en su artículo en el New York Times, “Los libros sí son peligrosos. Por eso no debemos prohibirlos”, “por muy peligrosos que los libros puedan ser, quienes quieren prohibirlos se equivocan. Los libros son inseparables de las ideas, y eso es lo que de verdad está en riesgo: la lucha por lo que se le permite pensar, saber y cuestionar a un niño, a un lector y a una sociedad. Un libro puede abrir puertas y mostrar la posibilidad de nuevas experiencias, incluso nuevas identidades y futuros.”
Y coincido con él, en que “Esta es la cuestión: si estamos en contra de que se prohíban algunos libros, deberíamos estar en contra de que se prohíba cualquiera. Si nuestra sociedad no es lo bastante fuerte como para soportar el peso de las ideas difíciles y desafiantes —e incluso odiosas o problemáticas—, entonces hay algo en nuestra sociedad que necesitamos reparar. Prohibir libros es un atajo que nos manda al destino incorrecto. Como retrató Ray Bradbury en Fahrenheit 451 —otro libro que, a menudo, ha estado en la mira de quienes prohíben libros—, con la quema de libros se pretende que las personas dejen de pensar, lo que las hace más fácil gobernar, controlar y, en última instancia, dar paso a la guerra. Y, una vez que una sociedad consiente la quema de libros, tiende a ver la necesidad de quemar a las personas que aman los libros. Y es amar los libros de lo que se trata, en realidad, no de leerlos para instruirse o ser más consciente o más activo políticamente (los cuales pueden ser beneficios adicionales).”
El historiador Kevin Kruse, como recuerda Viet Thanh Nguyen, fue un paso más allá y tuiteó: “Si te preocupa que tus hijos lean un libro y no tengan más remedio que identificarse con los villanos en él, bueno…, quizá es algo en lo que debas trabajar por tu cuenta”.
Como sigue diciendo Viet Thanh Nguyen en su maravilloso artículo: “Aquellos que prohíben libros quieren circunscribir la empatía y reservarla a un círculo limitado, más cercano al tipo de personas que ellos perciben ser… Si es posible odiar y temer a los que nunca hemos conocido, entonces es posible amar a los que nunca hemos conocido. Ambas opciones, el amor y el odio, tienen consecuencias políticas, y por eso algunos intentan ampliar nuestro acceso a los libros, y otros limitarlo. Estos dilemas no son solo políticos; también son profundamente personales e íntimos.” A veces, “la verdadera razón por la que algunas personas quieren prohibir libros que puedan plantear cuestiones complicadas: implican e incomodan a los adultos, no a los niños. Al prohibir libros, también prohibimos los diálogos y desacuerdos difíciles, que los niños son perfectamente capaces de mantener y que son cruciales para la democracia… Tal vez acabemos teniendo menos guerra, menos racismo y menos explotación si nuestros hijos pueden aprender a hablar sobre estas cosas. Para que estas conversaciones sean sólidas, es necesario que, en primer lugar, los niños tengan el suficiente interés para querer tomar un libro. La literatura infantil es cada vez más diversa y muchos libros plantean ahora estas cuestiones, pero a algunos los estropean las buenas intenciones. La santurronería y la pedagogía no me parecen interesantes en el arte, y a los niños tampoco”.
Más opiniones y otras reflexiones
La actriz Cate Blanchett, muy acertadamente, como casi todo lo que hace, comenta que “de nada sirve pretender que la censura lo arregle todo si no se tienen en cuenta los motivos que llevaron a la producción de ese tipo de discursos: Si no leemos en su contexto histórico libros antiguos que son ofensivos, nunca lidiaremos con las mentes de la época y estaremos destinados a repetir esas cosas”.
Vaya por delante que entiendo que no hay por qué enfrentar a los pequeños a situaciones para las que aún no están preparados, porque puede afectarles de muy diferentes maneras, pero la solución no es la revisión, reescritura, ni mucho menos la prohibición, esto es lo más fácil. Nadie puede ni debe convertirse en guardaespaldas o salvadores del resto. Desde mi punto de vista, vuelvo a coincidir con Viet Thanh Nguyen, cuando dice que: “Prohibir es un acto de miedo: miedo a las ideas peligrosas y contagiosas. Los mejores libros, y tal vez los más peligrosos, presentan estas ideas envueltas en algo que es igual de problemático e infeccioso: una buena historia.”
En mi modesta opinión como bibliotecaria, no es conveniente prohibir. Existen formas mucho más eficaces de proteger a los menores sin recurrir a la censura. Por ejemplo, leer con ellos cuando son pequeños, orientarlos en sus lecturas más adelante, comentar los libros que leemos y explicarles y contextualizar las expresiones o situaciones que inevitablemente les llegarán sobre las injusticias, las desigualdades sociales, la violencia, el sexo…, siempre de forma explicada, contextualizada y adaptada a su grado de madurez.
Salman Rushdie, se posicionó al respecto en el tema del que partíamos: “Roald Dahl no era un ángel, pero esto es una censura absurda…deberían estar avergonzados”. Y sin duda, esta declaración abre otro melón, el eterno debate de si es posible separar la obra de su autoría.
Y al hilo de todo esto, me surge otra pregunta, que también se hace Esteban Ramón, “¿Hasta dónde tenemos que tratar a los niños como si no fuesen capaces de tener un criterio propio?” Y en la misma línea, otra más, la que se plantea Maika Ávila y con la que también coincido, “¿Por qué nos empeñamos en tratar a los niños como idiotas?”, y aún otra más, ¿por qué no probamos a tratarlos como a personas normales limitándonos a explicarles aquello que necesitan saber?. Ella misma nos responde recordando que cuando Luis García Montero escribió “Lecciones de poesía para niños y niñas inquietos” vio que en los colegios se les consideraba, en ocasiones, tontos y lo que el propio Montero decía entonces: «Hay que recuperar la meditación de Juan de Mairena, pseudónimo de Antonio Machado, que dice que ninguna cosa importante de la vida está ajena a los niños. Se trata de encontrar el lenguaje adecuado y lograr esa comunicación… Caminar con los niños, enseñarles formas de mirar. Creo que el libro se tendría que llamar ahora Lecciones de poesía para personas inquietas porque vivimos un proceso de infantilización tremenda en la sociedad, existe una falta de madurez y un responder a los instintos.”
Acabaré este post, con otra reflexión que quizá (es tanto el lío en mi cabeza…) deshecha mi planteamiento inicial, y es abogar por la libertad de expresión. Si alguien considera que lo mejor es una modificación de los textos originales, por ser considerados no aptos para nuestra nueva sociedad, ¿por qué no va a poder manifestarlo? Hagamos que sea válido mostrar disconformidad con lo que alguien dice o piensa pero respetando el fundamental derecho a la libertad que todo el mundo debe tener para expresar sus opiniones. Siguiendo la cita ‘Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, como “supuestamente” (otra vez) dijo Voltaire… Y en este caso lo supuesto es bien cierto, ya que en realidad jamás pronunció dicha frase (o al menos no hay ninguna constancia escrita de que así fuera) y debemos realmente la autoría de la misma a la escritora británica Evelyn Beatrice Hall, quien fue una gran estudiosa de la vida y obra de Voltaire y autora de una importante biografía titulada ‘Los amigos de Voltaire’ (The Friends of Voltaire) publicada en 1906. Fue la propia Evelyn Beatrice Hall quien la pronunció por primera vez y solía utilizarla ilustrativamente cuando quería referirse al modo de pensar, creer y vivir del filósofo al que tanto admiró.
Ya veis, empezamos con cancelaciones y acabamos con bulos… Extraño momento este que nos está tocando vivir…
Si se quieren hacer versiones de los libros, como se hace de películas y canciones, que se haga, pero siempre quedando claro que son eso, versiones. Pero los originales hay que respetarlos siempre. Si se quieren contextualizar históricamente y con las circinstancias del autor en el prologo que se haga, de hecho ya lleva haciendose hace bastante tiempo. Pero esto es otra cosa, esto es censura, y eso no. Estos censores/adaptadores que escriban sus propios libros con el lenguaje que les de la gana pero sin reescribir los de los demás, generalmente con mucho más talento que ellos.
Además, es un contrasentido, un absurdo, esta persecución censora, en este caso a libros infantiles. teniendo en cuenta lo que después los niños pueden ver en los programas basura, en internet, en los video juegos…