Siguiendo con los relatos de la 3ª edición del ciclo Lab Bibliotecas del Instituto Cervantes (2020-2023) «En qué piensas cuando te preguntan si te gusta leer» 2023, hoy contamos con la firma de Víctor Arbe, responsable de la Biblioteca «Luis Rosales», Instituto Cervantes de Bucarest, que con sus «Lentes para ver el mundo» nos narra una valiente y atrevida «Crónica de un éxito inverso», porque a veces no es oro todo lo que reluce, y sin embargo es muy, pero que muy valioso… ¡No os la perdáis!!
Introducción
En general, y sin entrar en grandes profundidades, podemos decir que los laboratorios ciudadanos y, en consecuencia, los laboratorios bibliotecarios buscan:
- crear colectivamente propuestas que generen nuevas actividades o servicios que supongan mejoras sencillas en las condiciones de vida de los ciudadanos, que les abran nuevas vías en el acceso a la cultura, que faciliten su formación o, simplemente, que sirvan para su disfrute;
- proponer colectivamente soluciones a problemas específicos para paliar ciertas disfuncionalidades o corregir los efectos de una situación desventajosa.
A partir de esta premisa, en el marco de la participación en la 3ª edición del ciclo Lab Bibliotecas del Instituto Cervantes (noviembre 2023), la Biblioteca Luis Rosales del Instituto Cervantes de Bucarest formó parte de un grupo de personas de diferentes lugares del mundo, que colaboró en la producción de un prototipo que debía resolver una debilidad previamente identificada: desde la pandemia de COVID-19, el acceso a los servicios, recursos y espacios de la biblioteca ha disminuido con respecto a la era pre-pandémica; y alcanzar un objetivo: cambiar la relación jerárquica de la biblioteca con los usuarios (la biblioteca ofrece servicios y actividades sin contar directamente con los usuarios).
Y si la disminución de público es general para todas las franjas de edad, en nuestro caso, el interés por las bibliotecas como proveedoras de conocimiento parece haber desaparecido casi por completo si hablamos de la franja de los adolescentes, en los que estábamos especialmente interesados.
Pensamos que la forma de atraer a este colectivo sería ofreciéndoles una actividad que pudiera ser atractiva, que pudieran desarrollar en su tiempo de ocio al tiempo que les pudiera aportar formación en alguna (cualquiera) área de conocimiento y que, además, pudiera servir de cauce de expresión de sus necesidades, de sus carencias, de sus inquietudes o de sus intereses. Así, relacionando las actividades más con el ocio y la cultura que con lo «académico», creíamos poder moverlos a que propusieran ellos mismos a la biblioteca «sus» propias actividades… y, como consecuencia, estaríamos abriendo un resquicio en la gestión de algunas de ellas tanto a usuarios reales como a potenciales, para que se ajusten más precisamente a esas inquietudes.
Esto significaría, a su vez, un primer paso para modificar la habitual escala de jerarquía que existe en la relación de las instituciones con los ciudadanos, de la que no escapa la biblioteca. En fin, queríamos cambiar ese «paradigma relacional» de la biblioteca con sus usuarios. Para esto, reconocemos que, hasta ahora, todas las actividades han seguido este esquema jerárquico: la institución, para atraer lectores, ofrece al usuario una actividad pensada, diseñada, difundida e ilustrada por la propia institución y su participación es, en esencia, pasiva: se ciñe a la adquisición y aprovechamiento de ciertos conocimientos. Y determinamos qué queremos lograr: abrir a los participantes (miembros o no de la biblioteca) la puerta a la gestión de estas actividades; no ya a la simple asistencia sino a colaborar en su diseño y gestión. En definitiva –¡ni más ni menos!–, democratizar mínimamente y de una manera más simbólica que real, la relación de la biblioteca con los ciudadanos. Por algo se empieza.
Y los valores e ideas que queremos incorporar, como la idea de que la información debe ser accesible para todos y su censura es un obstáculo para el crecimiento y desarrollo de la sociedad; la idea de aprender haciendo y experimentando; la idea de que compartir conocimientos y proyectos es crucial para que otros puedan, a su vez, aprender y mejorar, y promover, así, el crecimiento colectivo del conocimiento; la idea de que participar (activamente) es una forma de fortalecerse y de encontrar apoyo y motivación; la idea de que es lo que hacemos –y no lo que consumimos– lo que nos define.
Desde estas ideas y principios, a largo plazo nuestro objetivo es llegar a compartir con los propios usuarios –e incluso con los no usuarios– nuestros conocimientos, nuestros recursos y nuestros espacios para poner en marcha actividades autodiseñadas por ellos mismos. Se trata de crear un modelo de actuación que anime a los usuarios a tomar la iniciativa y requieran a la biblioteca los medios para llevar a cabo sus propios proyectos de autoformación o de ocio.
En resumen, queremos poner en el centro de la biblioteca:
- El autoaprendizaje.
- La colaboración con otros.
- La cooperación entre iguales.
- La creación de redes.
- El intercambio de conocimientos.
- El compromiso con el grupo.
- La asunción de responsabilidades.
El prototipo
El reto que nos propusimos en el grupo giraba en torno a la pregunta ¿cómo podríamos crear una experiencia cultural junto con los adolescentes que los lleve a explorar las diversas posibilidades del español?
Porque…
- queríamos explorar un modelo de actividades culturales orientadas a la autoformación en materias paralelas que los complementan los planes educativos reglados.
- queríamos ofrecer experiencias interesantes y atractivas
- queríamos atraer a los jóvenes a la participación
- todo esto buscando la complicidad de profesores implicados, o de las propias escuelas
Todas las propuestas que emergieron en la dinámica compartían unas ideas-fuerza:
- la idea de recomendación (entendida como causa y efecto, en ambos sentidos);
- la idea de actividad grupal;
- la idea de que el colectivo participante fuera autogestionado (decisiones colectivas);
- y, relacionada con la anterior, la idea de co-creación, de creación colectiva.
De todas las propuestas que surgieron, elegimos la de cinemóvil (cine hecho con móvil, movilycine…). Y, como motivo, el lema LENTES PARA VER EL MUNDO, con el que queríamos visibilizar el carácter transformador de la lectura (en cualquier soporte) y de la expresión (en cualquier forma). Además, buscábamos que la actividad incorporara temáticas, no necesariamente artísticas, que pudieran ATRAER a los adolescentes. Temas que no se tratan habitualmente en la escuela o en la familia pero que, sin embargo, son atractivos para ellos por diversos motivos. Entre los temas posibles que se propusieron destacaron, entre otros, la identidad de género, la etnicidad (en el caso rumano, la biblioteca como posible espacio de diálogo entre gitanos y gagio (payos)), las culturas de paz… o la ecología, que fue, finalmente, la disciplina elegida.
La idea que se propuso fue:
- Realizar con un teléfono móvil un cortometraje de una duración aproximada de 5 min.
- El colectivo participante, adolescentes de entre 12 y 17 años con conocimientos de español equivalentes a B1.
- Los vídeos podrían ser formalmente tan variados como quisieran los participantes: ficción, documental, animación, teatro…
- El tema del cortometraje es la ecología, entendida como la relación que se da entre los seres vivos de una zona y el medio en el que viven.
- Deberían ir acompañados de un diario de trabajo (storyboard) en que los alumnos expusieran en español el desarrollo del proyecto, sus impresiones y sus conclusiones finales.
- Todas las herramientas para el montaje o la subtitulación serían aplicaciones libres y gratuitas, o que estuvieran previamente a disposición sin coste de los participantes.
- Periódicamente, expertos en cine o en la ciencia estarán disponibles para intercambiar ideas con los participantes y para orientarles sobre cualquier aspecto o duda que surgiera.
- Los profesores que quisieran participar lo harían como miembros del mismo nivel que los propios alumnos.
- Finalmente se haría una presentación pública de la actividad y la proyección de los resultados en el Instituto Cervantes de Bucarest.
Como «premio sorpresa» (¡ya no!), el IC de Bucarest editaría un libro con los storyboards de los grupos, fotos, dibujos e impresiones personales.
Por nuestra parte, les ofreceríamos un espacio en el que reunirse para llevar a cabo la actividad (o partes de ella); los aportes teóricos (conversaciones y charlas con expertos) para alcanzar el objetivo de crear el cortometraje; la incorporación a la colección de los recursos informativos que necesitaran y la cesión del espacio de la biblioteca para el trabajo en grupos, agregando elementos sorpresas a las reuniones, incorporando precisamente la idea de la biblioteca como espacio de sorpresas.
Descripción de la difusión del proyecto
En resumen, se hicieron dos campañas de correos electrónicos. En cada una de ellas se enviaron correos a una lista de, aproximadamente, 250 profesores de español de las ciudades más importantes de Rumanía. En el correo se explicaba el proyecto, se invitaba a los profesores a participar en él –al menos como transmisores– y se emplazaba a los interesados a una reunión, que se ofrecería en línea para los participantes de fuera de Bucarest.
Se promocionó en las redes sociales con las que cuenta el IC de Bucarest.
Se colocaron carteles en los liceos en los que se enseña español (tanto bilingües, como no), así como en el propio instituto (aulas, pasillos, biblioteca).
El resultado de esta difusión fue la respuesta de solo dos centros, uno de Bucarest y otro de Cluj-Napoca. Finalmente, la actividad se suspendió porque, tal como estaba planteada, no tenía sentido llevarla a cabo si no se formaban, al menos, cinco grupos.
En el análisis de la situación, detectamos una serie de dificultades y de errores que pueden servir para corregir los procedimientos de posteriores propuestas.
Dificultades
Dificultad 1: Al ser un proyecto que potencialmente afecta a numerosos centros educativos y muy dispersos (en nuestro caso, todos los centros de secciones bilingües de Rumanía y aquellos en los que se imparte español como segunda lengua), la coordinación es crítica.
Dificultad 2: Una dificultad añadida del proyecto es que pretendemos implicar a NO usuarios de la biblioteca y, por tanto, el acceso directo a este grupo es imposible sin una inversión en promoción. El destinatario final está oculto y se requiere de intermediarios para llegar a él y en consecuencia se depende de terceros, perdiendo el control sobre el impacto.
Dificultad 3: Las redes sociales que se usan en el centro del Instituto Cervantes de Bucarest son comunes para todas las áreas. La información sobre una actividad de la biblioteca corre el riesgo de perderse entre otras actividades y mensajes promocionales de otras áreas.
Las redes sociales en cuestión no son, precisamente, las más usadas por el grupo de edad al que va dirigido el prototipo.
Dificultad 4: Tiempo insuficiente para difundir y poner en marcha adecuadamente un proyecto tan complejo, con unos plazos de implementación cerrados de antemano y la coordinación con especialistas, profesores y alumnos, y sus correspondientes agendas.
Dificultad 5: El trabajo diario de una biblioteca unipersonal, como en el caso de Bucarest, deja un tiempo muy escaso para poder desarrollar adecuadamente proyectos de este calado, teniendo que relegar otros proyectos propios de la biblioteca del centro, al tiempo que se mantiene la actividad diaria de la biblioteca.
Evaluación de errores
Fundamentalmente, los errores se cometieron en la difusión:
Error 1: Los mensajes no eran personalizados. Los receptores no se sentían aludidos como alguien a quien se interpela personalmente.
Error 2: No haber tenido en cuenta que, a menudo, el correo-e se posterga o, directamente, va a la papelera.
Error 3: Al haber un intermediario –los profesores–, el mensaje no llega directamente al destinatario final: el NO usuario de la biblioteca. El éxito o no de la difusión va a depender de la actitud, implicación o interés, etc., de terceros. En definitiva, se escapa de nuestro control.
Error 4: Las redes sociales habituales que se manejan en las instituciones suelen ser tradicionales y orientadas a un público adulto (o «muy» adulto), de formación (y tendencia) más analógica que digital. No llegan a un público adolescente nativo digital, con mucha más versatilidad y variedad y amplitud de redes sociales. En definitiva, el error de no haber ensayado otros medios alternativos de transmisión.
Error 5: No haber tenido en cuenta la eventualidad de ofrecer el proyecto directamente a los centros, a sus equipos directivos, como una opción de colaboración entre dos instituciones educativas.
Error 6: Al no tratarse de un proyecto competitivo (no hay concurso entre equipos, no hay premios al mejor director, corto o actor), en la difusión se debería haber resaltado el valor del aprendizaje de técnicas de rodaje, de montaje, de técnicas narrativas, de subtitulación, sonido, etc., que podrían suponer un plus de interés para el destinatario.
Colofón
Paradójicamente, a pesar de lo dicho hasta ahora sobre…
- la apertura de la gestión a los usuarios,
- la incorporación de propuestas de los usuarios a las actividades,
- la apertura de los espacios,
- la adaptación de las colecciones y servicios a los requerimientos,
- la participación activa de los usuarios,
- la mayor horizontalidad…
…El resultado es una actividad que no surge directamente de la necesidad de los no usuarios, sino de la voluntad y de la imaginación de un grupo de personas que quieren abrir esos espacios, sin tener objetivamente en cuenta los deseos reales de los destinatarios. De nuevo, vuelve a ser la institución quien tiene la idea, quien la desarrolla, quien busca el público destinatario y quien la propone, de arriba abajo…
Bibliografía urgente
- Bibliotecas ciudadanas: espacios de desarrollo y participación, de Ramona Domínguez Sanjurjo y João Sousa Guerreiro. Barcelona, Universitat Oberta de Catalunya (UOC), 2018
- Makerspaces y bibliotecas, de Julio Alonso-Arévalo. Barcelona, Universitat Oberta de Catalunya (UOC), 2018
Víctor Arbe Díez es Licenciado en Filología Alemana por la Universidad de Valladolid, diploma en Documentación digital (postgrado) por la Universidad Pompeu Fabra, ha desarrollado su labor profesional en el Instituto Cervantes como responsable de la Biblioteca «Gonzalo Rojas» en el centro de Bremen; en el Departamento de Bibliotecas y Documentación de la sede central en Madrid y, actualmente, en la Biblioteca «Luis Rosales», Instituto Cervantes de Bucarest.
Su experiencia anterior recorre distintos tipos de centros de información y documentación, entre otros, la Biblioteca Universitaria de Burgos, el Centro de Documentación Ambiental (Valladolid), la Biblioteca de Castilla y León, el Centro de Documentación de la Coordinadora de ONG’s para el Desarrollo (CONGDCYL) o el Archivo General de Castilla y León.