Clásicos literarios, ¿un jaque mate en el fomento de la lectura?

En los tiempos que corren, todos estamos de acuerdo en la necesidad de fomentar la lectura entre los niños y los adolescentes para conseguir personas lectoras y formadas en el futuro. Sin embargo uno de los mayores problemas es que el primer acercamiento de los jóvenes a los libros suele provenir del colegio/instituto  en los que se imponen los llamados clásicos literarios que no siempre son la mejor opción para conseguir el hábito de lectura en un grupo de adolescentes.

La Regenta (2ªed.)
Portada de «La Regenta» (2ªed.) de Leopoldo Alas Clarín, conservada en la BNE

Este tipo de lecturas obligatorias suelen comenzar en la época de instituto y alargarse hasta el Bachillerato o, incluso, la universidad. Hace ya algún tiempo, cuando esta etapa se dividía en BUP y COU y la palabra ESO sólo respondía a un determinante demostrativo, los libros que tocaba leer sí o sí eran grandes clásicos de la literatura española como Don Quijote de la Mancha, La Regenta o La Colmena. Si bien estamos de acuerdo en que son obras fundamentales, también es cierto que son  libros pesados y complicados, difíciles de leer para cualquier joven, y más si no está acostumbrado a una lectura reflexiva y pausada. Con esta postura, algunos profesores de literatura lo único que consiguieron es atormentar a sus alumnos, que odiaron la clase de literatura y, tal vez, los libros.

Con el cambio de sistema educativo iniciado por la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo de España (LOGSE) de 1990 y continuado por la Ley Orgánica de Educación (LOE) de 2006 y la actual Ley de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), no ha servido para paliar los problemas ya existentes, si acaso para agravarlos. Hace un par de meses, el profesor de Secundaria y Bachillerato Fernando J. López escribía un post sobre el tema en el que se muestra la situación y parte de la solución del problema. Los estudiantes continúan viendo la literatura como una imposición y no como el disfrute en el que se puede convertir una lectura. La principal causa es la imposición de memorizar datos, fechas y títulos que se suelen aprender de carrerilla, sin tener mucha idea de lo que quiere decir y con la dificultad que eso conlleva. Los títulos de las lecturas obligatorias que los estudiantes tienen que leer actualmente suelen ser otros como San Manuel Bueno Mártir, Luces de Bohemia o La vida es sueño. Aunque es cierto que estas obras son de un tamaño más reducido, siguen requiriendo un nivel intelectual quizá demasiado alto para algunos jóvenes.

Sin entrar a valorar los posibles métodos docentes que puedan fomentar la lectura, desde mi punto de vista basado en mi época no tan lejana de estudiante, la solución podría prodecer de inculcar el hábito de la lectura en los últimos cursos de Primaria y Secundaria mediante la mezcla de obras de calidad, tanto antiguas como actuales que resulten atractivas para formar auténticos lectores que en los años sucesivos y durante el resto de su vida, se puedan enfrentar a los clásicos literarios de forma más competente y compleja.

Muestra de los libros que entraron en mi estantería como 'lecturas obligatorias'
Muestra de los libros que entraron en mi estantería como ‘lecturas obligatorias’

Sandra Clemente

Colaboradora en BiblogTecarios A veces bibliotecaria, a veces documentalista, siempre con ganas de seguir aprendiendo y conociendo las novedades del sector. Amante de la lectura, la música y las redes sociales.

2 respuestas a «Clásicos literarios, ¿un jaque mate en el fomento de la lectura?»

    1. Por mi experiencia lo ideal sería la alternancia de libros actuales con clásicos. Ni yo ni ninguno de mis compañeros olvidaremos nuestro curso de 2º ESO en el que leímos «Marina» de Carlos Ruiz Zafón. Fue una muestra excelente de animación a la lectura ya que hasta los compañeros que no solían aparecer por clase, siempre estaban presentes en Lengua y Literatura para comentar los avances que habían hecho en el libro. En cuanto a los clásicos, yo empezaría por obras sencillas como alguna de Shakespeare o «El retablo de las maravillas» de Miguel de Cervantes. Pero como todo, es cuestión de gustos 😉

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