Hace más de 70 años, un hombre escribía una carta muy especial a su familia (su mujer y sus siete hijos), en realidad, era su última carta. En la misiva, se despedía de sus seres queridos con unas emotivas palabras. Términos que huían del rencor y del odio mientras intentaban consolar a su esposa, tratando de buscar alguna explicación a aquella situación tan desesperada en la que se encontraba: en capilla de la cárcel franquista de Porlier, la madrugada previa a su fusilamiento. Aquellas palabras jamás lograron consolar a ninguno de sus hijos.
Memoria histórica en archivos militares
En aquella hoja, llena de anhelos insatisfechos y resignación, la desesperanza ponía fin a los breves párrafos de despedida legando las pocas pertenencias que aun poseía: una pluma, unas gafas, unas tijeras, una cartera y un lápiz tinta. Objetos que serían entregados a un compañero carcelario cuando le llevaran sin remedio, en unas pocas horas, hacia las tapias del antiguo cementerio del este (actual cementerio de la Almudena), para que más tarde ese compañero hiciera la entrega de los mismos a su esposa. Fue allí, en la tapia del cementerio del este, el lugar donde un pelotón de fusilamiento puso fin a su existencia física, mientras, la maquinaria administrativa del régimen franquista se encargaría de enterrar la documentación generada por dicho proceso judicial, si es que puede llamarse así al método represor empleado con él y con tantos otros represaliados y condenados a la pena capital, o a penas altísimas de internamiento, por ideas políticas tras la guerra civil española.
Y todo siguió así hasta la llegada de la democracia. Con la desclasificación de documentos gracias a la Ley 16/85 de 25 de junio de Patrimonio Histórico Español, se puso al alcance del ciudadano la documentación histórica clasificada con más de 40 años, es decir, se desclasificaba la documentación relacionada con las causas y los procesos sumarísimos que, tras la guerra civil española, trataron de ajusticiar a todas aquellas personas que habían permanecido fieles a la República (a la legalidad vigente en aquel momento).
Por diversos motivos, hace ya algún tiempo (va para 3 años) que visito asiduamente el Archivo General Militar de Madrid, archivo histórico de titularidad estatal, que es gestionado por el Ministerio de Defensa (Ejército de Tierra), y que actualmente se ubica en el Paseo de Moret de Madrid, desde que fue trasladado en el año 2008. Generalmente, voy para buscar y consultar documentación relativa a diversos procesos, y casi desde el primer día, pensé en dedicarle una breve entrada en Biblogtecarios, principalmente, por ser un archivo no muy conocido pero con importante documentación para la recuperación de una memoria que estaba enterrada y perdida entre esos inmensos depósitos llenos de legajos. Entre la documentación que posee este archivo, se pueden encontrar fondos sobre campañas militares en África, Filipinas, Cuba, Italia, guerras carlistas, además de toda la documentación que he señalado con anterioridad sobre los tribunales militares de postguerra.
Pero comentar las características físicas o las instalaciones de este archivo, así como su cuadro de clasificación, sería destacar lo menos importante de un lugar imprescindible para todos aquellos interesados en saber algo más acerca de unos hechos históricos que no deben dejarnos indiferentes, pues el tiempo y el olvido tienden a moderar hechos y conductas totalmente reprobables e injustificables, y si no os lo creéis, podéis consultar casos como el del Diccionario biográfico de la Real Academia de la Historia y juzgar vosotros mismos.
La consulta de documentación en este tipo de archivos es un elemento fundamental para la investigación y la recuperación de la memoria histórica, pero en este proceso de recuperación juega un papel protagonista el propio ciudadano, que tiene la posibilidad, como señalaba hace un tiempo Ana Doñate en su post titulado “¿El olvido está lleno de memoria?”, de consultar numerosos archivos y centros de documentación que están a su disposición para sacar a la luz esa memoria enterrada durante tantos años. Aunque desde determinadas esferas se empeñen en mantener clasificada documentación que debería salir a la luz pública.
Isidro, procesado por un tribunal militar del régimen franquista, murió fusilado el 12 de julio de 1939, después de estar detenido desde el 21 de abril y ser condenado a la máxima pena por el art. 237 del Código de Justicia Militar. Sus hijos no tuvieron acceso a la sentencia hasta el año 2010.