La lectura, sana

Mujer leyendoQue la lectura ofrece a quien la practica múltiples posibilidades es algo que no merece discusión. Los libros nos proporcionan nuevos conocimientos o puntos de vista, nos permiten desarrollar la imaginación, nos transportan en el tiempo y el espacio, nos acompañan en momentos de soledad… Desde el momento en el lector es capaz de identificarse con situaciones y personajes, la lectura puede transformar su ánimo, de proporcionarle nuevos valores y provocarle nuevas actitudes que le permitan superar las dificultades que deba afrontar en su vida diaria. Ésta es la base fundamental de la biblioterapia, una disciplina que utiliza la relación de las personas con el contenido de los libros como recurso terapéutico.

La capacidad trerapéutica de la lectura parece reconocida desde muy antiguo. No en balde, según Diodoro Sículo la biblioteca del faraón Ramsés II (Ozymandias) era conocida como Clínica del alma. Para los griegos los libros eran una forma de tratamiento médico y espiritual. Durante la Edad Media era habitual la lectura de textos sagrados en el transcurso de una intervención quirúrgica para aliviar el dolor y amortiguar la angustia. Ya en el siglo XIX, algunos religiosos recurrían al uso terapéutico de la lectura en hospitales. Pese al creciente desarrollo de los servicios bibliotecarios en los hospitales durante la Primera Guerra Mundial, no será sin embargo hasta la Segunda Guerra Mundial cuando se desarrolle la práctica biblioterapéutica en el ámbito de la psiquiatría clínica, aplicada preferentemente para la recuperación de los combatientes.

La biblioterapia —definida por algunos especialistas como el «empleo de materiales escritos para ayudar a los pacientes a modificar su conducta, sus pensamientos o sus sentimientos»— tiene como objetivo proporcionar al lector los conocimientos y habilidades necesarias para fortalecer su carácter y su autoestima, así como para adquirir nuevos hábitos:

  • Favoreciendo el desarrollo personal
  • Potenciando la capacidad de elección (empowerment)
  • Orientando en la toma de decisiones
  • Aportando imaginación para la resolución de problemas
  • Alimentando la asertividad y la confianza
  • Mejorando las aptitudes comunicativas
  • Reduciendo las tensiones, tanto internas como en la relación con los demás y el entorno
  • Motivando un cambio de actitud hacia el optimismo

Puede consistir únicamente en la lectura íntima de una obra, pero también puede utilizarse la lectura para exteriorizar dolencias mediante la posterior conversación u otras actividades complementarias (el dibujo, la dramatización…) bajo la dirección del psicoterapeuta, que suele emplear en estos casos literatura didáctica. Sin embargo, el temor o la vergüenza pueden limitar el recurso a estos especialistas. De ahí que sea muy común asociar el concepto de biblioterapia con la literatura de autoayuda y superación personal, cuya eclosión vivimos hace ya algunos años: Deepak Chopra, Paulo Coelho, Viktor Frankl, Osho… En la mayoría de los casos estos autores aportan su propia experiencia de superación, de modo que al identificarse con sus miserias el lector se convierte en compañero de viaje de quienes han sabido superar aquellas limitaciones y se siente arrastrado o impulsado hacia el éxito en la superación de las suyas propias.

Pero lo cierto es que la  biblioterapia trasciende géneros literarios, barreras idiomáticas, contextos sociales y paisajes culturales, extendiéndose más allá de los estrechos límites de la literatura de autoayuda para entrar de lleno en la de ficción. De hecho, será en 1949 cuando Caroline Shrodes defina esta disciplina como un proceso dinámico de interacción entre la personalidad del lector y la literatura de ficción que puede movilizar sus emociones y utilizarlas para su uso consciente. La clave está en el acierto al seleccionar el libro de lectura, cuya fórmula debe ser relevante para la situación vital del lector; por ejemplo, para un niño en duelo por orfandad reciente, la lectura de historias donde se describa una situación similar le permitirá compartir su trance y sentirse menos solo.

En 2001 la IFLA presentó las «Pautas para bibliotecas al Servicio de pacientes de hospital, ancianos y discapacitados en Centros de atención de larga duración», lo que da la sensación de que la práctica biblioterapéutica queda restringida al ámbito estrictamente sanitario, algo que no es en absoluto cierto. Así, en 2008 la librería londinense The School of Life puso en marcha su servicio Bibliotherapy de prescripción literaria; en Cuba, la Biblioteca Provincial de Camagüey ofrece servicios biblioterapéuticos para niños en condiciones precarias, mientras que en Chile la Biblioteca Pública n. 27 “Carlos María Sayago” cuenta con su propio programa de biblioterapia… La verdad es que, en cierto modo, como prescriptor de lecturas el bibliotecario ya actúa como biblioterapeuta. Pero no siempre somos conscientes de la trascendencia de nuestro papel, puesto que en muchas ocasiones nos quedan veladas las verdaderas necesidades del usuario/lector, dificultad a la que se suma la conveniencia de contar con
ciertas habilidades:

  • para comprender la naturaleza psicológica del problema que padece el lector,
  • para identificar los libros susceptibles de ser prescritos en relación con el problema identificado, y
  • para formular hipótesis en cuanto al impacto que los libros prescritos tendrán sobre la solución del problema.

De ahí la conveniencia de que los bibliotecarios contemos con la cooperación de otros profesionales (psicólogos, trabajadores sociales…) para elaborar estrategias de biblioterapia, en todo caso conscientes de que —como dice Quentin Schoëvaërt-Brossault— «un libro no está hecho para borrar la realidad, sino para darle una perspectiva».

Rafael Ibáñez Hernández

Colaborador en BiblogTecarios Bibliotecario en la Biblioteca Municipal. Curioso de las nuevas tecnologías (aunque ya no sean tan nuevas), pero empeñado en mantener los pies sobre el suelo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *