Se acerca el final de un año y con él llegan los días de análisis, valoraciones y balances. Los que nos dedicamos a la profesión bibliotecaria tenemos amplia experiencia en hacer números y estadísticas para justificar nuestra existencia e, incluso me atrevería decir, que somos expertos en el arte de la magia para sacar adelante programaciones con presupuesto limitado -cuando no inexistente. Pero también son días en los que reflexionamos -algunos especímenes raros incluso lo hacemos por escrito- sobre nuevos propósitos, metas y objetivos para el año nuevo que está por venir.
Y hoy me gustaría compartir con vosotros mi lista de deseos para las bibliotecas teniendo en cuenta tres elementos fundamentales: política, usuarios y profesionales de la información y documentación.
Con respecto a los responsables políticos
- Que la cultura se convierta en una prioridad en la agenda política. Y no sólo en los discursos sino también en los programas electorales con medidas específicas a implementar para mejorar la situación actual de recortes y precariedad.
- Que se dote a las bibliotecas de los recursos humanos, económicos y materiales necesarios para poder adaptarse a las nuevas demandas de la sociedad en relación a cultura, formación, aprendizaje y conocimiento.
- Que sean conscientes y valoren positivamente el poder de biblioteca como motor de transformación social, idea que quedó patente en las conclusiones del VII Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas:
Las herramientas y el uso de los espacios físicos y virtuales de la biblioteca pública y sus posibilidades de interacción con las personas pueden constituir un factor importante a la hora de ayudar a los gestores públicos en sus procesos de toma de decisiones. La biblioteca es un motor para el cambio».
- Que se conviertan en defensores de un modelo de biblioteca con marcada vocación social, con espacios abiertos de creación y experimentación, así como también bibliotecas libres que propicien el debate y el pensamiento crítico.
Con respecto a los usuarios
- Que valoren las bibliotecas como centros socioculturales donde desarrollarse y crecer como personas, como lugares de acceso a cultura, formación e información, así como también como espacios de convivencia.
- Que defiendan la biblioteca como una necesidad básica y así lo exijan a los responsables políticos. Y es que como decía Henry Ward Beecher «una biblioteca no es un lujo sino una de las necesidades de la vida».
- Que los estudiantes universitarios comprendan las distintas facetas y funciones de la biblioteca pública, más allá del concepto de lugar de estudio y consulta donde tiene que reinar el silencio.
- Que las familias se impliquen activamente en el proceso lector de los más pequeños, inculcando respeto y amor por los libros, así como también por las bibliotecas.
Con respecto a nosotros mismos como profesionales
- Más autoestima como colectivo, así como también el desarrollo o mejor manejo de habilidades relacionadas con la inteligencia emocional como pueden ser la escucha activa, la empatía, la asertividad, la resiliencia o la proactividad.
- Mayor flexibilidad para adaptarse a los cambios y gestionar la incertidumbre.
- Más y mejor trabajo en equipo, aplicando el modelo de las 5 C de Thomas J. Peters, escritor estadounidense considerado por muchos el padre del management moderno: complementariedad, coordinación, comunicación, confianza y compromiso.
- Pasión, valor y energía para seguir luchando por nuestras bibliotecas y trabajando para nuestros usuarios. Yo, como dice el docente y bibliotecario Pepe Trivez en su blog Apalabrazos, también «Sueño con una biblioteca donde se presten sueños. Abierta siempre para renovarlos. Y con un buzón enorme para devolver los malos rollos y la tristeza».
Nota –> Esta lista puede seguir creciendo con vuestras aportaciones. Si os animáis a compartir vuestros deseos para nuestras bibliotecas no os olvidéis de incluir el hashtag