El valor de la lectura y otras animosas proposiciones

Por José Luis Sánchez

El asunto de las sanciones por retraso, provoca entretenidos debates en el mundillo bibliotecario, que dan mucho juego en cursos, reuniones y jornadas. Particularmente, nunca he sido muy partidario de sancionar las pequeñas demoras, ni siquiera las grandes, si existe causa justificada. En un altísimo porcentaje, las lectoras que acuden a la biblioteca, porque la gran mayoría son mujeres, cumplen escrupulosamente con los plazos de préstamo y llaman por teléfono para renovar si no han terminado de leer el libro, pero hay muchas ocasiones en que se desplazan desde pueblos cercanos y no pueden venir en la fecha indicada o en días concretos.

Suelen llegar pidiendo disculpas por la demora, pero siempre acabo levantando la sanción, porque, entre otras cosas, no me gusta dejar a una lectora o a un lector sin su dosis de libros. Otra cosa son los tardones recalcitrantes, o los abusones acaparadores de novedades que no van a poder leer en el plazo fijado (se lo advierto antes), o aquellos a los que llamo por teléfono para que devuelvan la obra porque hay alguien esperando, y no me hacen ni caso.

Lástima no poder sentenciar un escarnio público en la picota para casos así. No obstante, prefiero que los libros estén en las manos de los lectores que durmiendo el sueño eterno en los estantes. Y prefiero también levantar sanciones a espantar lectores por ponerme muy dogmático con este asunto. Ponderar cada caso es mucho más eficaz que limitarse a aplicar al pie de la letra la normativa.

Es mi opinión, claro, formada en las circunstancias locales de una biblioteca rural. Lo que seguro compartís conmigo es que es mucho más agradable premiar al cumplidor, que sancionar al informal. Además, transmitimos a las usuarias y usuarios un mensaje mucho más positivo y generamos simpatía hacia la biblioteca y hacia el personal que trabajamos en ella. Y es que hay pocas cosas que agraden tanto como recibir dinero. Ante un hermoso fajo de billetes, todo el mundo vuelve la vista.


– Yo también quiero que me des unos billetes.
-Pues vas a tener que devolver alguna vez los libros dentro del plazo marcado.

Ciertamente, la idea es simple, pero encaja bien con una filosofía de actuación que desde siempre ha caracterizado a la Biblioteca de Peñaranda: la de mimar a los usuarios.

Lo que no ha resultado tan simple ha sido el diseño de los billetes, que a simple viste dan el pego por utilizar colores similares a los de verdad. En su diseño se emplearon a fondo mis dos compañeros, Pitxi Gil e Inma Salinero, dos artistas con Canva. Todos ellos comparten el mismo anverso, con el rostro de D. Germán Sánchez Ruipérez, como homenaje al que fue nuestro mecenas, y los edificios más emblemáticos de la localidad. El reverso es diferente en cada uno de los billetes, si bien todos contienen una imagen de la biblioteca.

El valor facial de los billetes es de 0,10; 0,20; 0,50 y 1 € y se entregan en función del número de páginas que tenga el libro entregado a tiempo.

Y una vez con el dinero en nuestro poder, ¿qué podemos hacer con él? Pues lo que hacemos con el de verdad, hay quien lo gasta y hay quien lo guarda. Si decides gastarlo podrás pagar con esos billetes en el mercadillo de libros procedentes del expurgo que todos los años organiza la biblioteca. Este año el precio del kilo de libro expurgado o donado está a 6,99 €, por lo que no resultará difícil hacerse con fondos suficientes para llevarte a casa un par de kilos de libros. Ahora bien, también puedes entregarlos en diferentes establecimientos de la localidad, como librerías, fruterías, panadería, tienda de dulces y churrería. No creo que la iniciativa potencie el comercio local, sino más bien le implica en proyectos que tienen que ver con el fomento lector y eso es una manera de tender redes. Nuestros usuarios identificarán donde pueden gastar sus billetes gracias a un distintivo como este:


La campaña se inició el día 1 de julio y, de momento, permanecerá abierta hasta que agotemos los billetes, si bien y dado que el trabajo ya está realizado puede ser ampliada sin mayor problema hasta que nos venga en gana mientras vamos sembrando la idea de que “la lectura enriquece”.
A veces, las ideas más disparatadas o las propuestas más disruptivas son una buena forma de fomentar la lectura y promocionar la cultura. Hemos podido comprobarlo con iniciativas similares que hemos puesto en marcha en años anteriores, como los Posavasos literarios, que repartimos en los bares de la localidad durante la pandemia para hacer llegar la literatura a los veladores de la hostelería, tan necesitados en ocasiones de conversaciones con enjundia.

Las tarjetas de #VersosEnLosLabios, que las tiendas incluían en cualquier artículo que envolvieran para regalo. La tarjeta contenía un verso y un código QR que redirigía a un vídeo en el que una actriz o un actor recita un poema de amor. ¿Imaginas recibir un perfume de la persona amada con una tarjeta en la que la actriz Marta Poveda recita para tus oídos este magnífico soneto de Lope de Vega?

También hemos intentado difundir la lectura repartiendo en mano flyers publicitarios similares a los que te entregan las compañías de Compro Oro a la salida del metro. En nuestro caso, la publicidad era una fábula de Esopo, o de Iriarte, o de Samaniego, adornada con vivos colores, que también podías encontrarte en el limpiaparabrisas de tu coche o en el buzón de casa. Fabuloso. Al menos en el contenido y porque podías descargarte las fábulas completas de cualquiera de los autores citados.

Y las recetas y cajas de medicación de nuestra Biblioterapia, que fueron repartidas en el Centro de Salud y las farmacias y que tanto éxito tuvieron gracias a su viralización en redes y por proponer remedios literarios para males ordinarios.

Como veis, compañeras y compañeros de profesión, nuestro propósito es el mismo en todas las propuestas: la promoción de la lectura, pero nos gusta hacerlo sorprendiendo a los usuarios con iniciativas inesperadas, soportes impensables y lugares imprevistos. Queremos que la literatura sobrepase los muros de la biblioteca y que llegue al lugar en el que esté el lector. Nos gusta creer que nuestro centro transpira cultura por su piel de cristal y ladrillo y entendemos que nuestra tarea se cumple cuando hacemos llegar un poema, un fragmento de novela o un libro en digital a personas que, posiblemente, no tenían ninguna intención de acercarse a la biblioteca, pero que, gracias a ella, reciben su “enriquecedora” dosis de cultura.



José Luis Sánchez Rodríguez
Bibliotecario Coordinador de la Sala de Adultos
Biblioteca Pública Municipal de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca) 

@JLBracamonte

Firma invitada por Marta García Rodríguez.

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