Otras tipologías bibliotecarias. Las bibliotecas de museos

Un museo es, según el diccionario de la RAE, una «institución, sin fines de lucro [sic.] abierta al público, cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de los objetos que mejor ilustran las actividades del Hombre, o culturalmente importantes para el desarrollo de los conocimientos humanos». Su nombre deriva del griego museion, el templo de las musas que formaba parte de la gran biblioteca de Alejandría que fundara el macedonio Ptolomeo, amigo y general de Alejandro Magno y uno de sus sucesores (los diádocos). Ptolomeo I Sóter fue el primer soberano de la última dinastía egipcia, la Ptolemaica o Lágida, quienes convirtieron Alejandría en una capital helenística, una nueva Atenas, con un complejo cultural nunca igualado, integrado por dos bibliotecas (la más pequeña en el Serapeion y la mayor en el Brucheion) y un museo. Desde entonces (S. III a.C.) al menos, bibliotecas y museos han ido de la mano —junto con los archivos— al ser, ambas instituciones, conservadoras y difusoras de documentos, entendiendo como tales —en su acepción más amplia— a los testimonios de la actividad cultural del ser humano, bajo cualquier soporte (librario, archivístico, o artístico).

En el Renacimiento surgieron los llamados «gabinetes de maravillas» como antecedentes de los museos de hoy. Eran colecciones de obras de Arte, habitualmente privadas, vinculadas habitualmente a aristócratas humanistas que poseían también importantes bibliotecas, habitualmente ubicadas físicamente en, o junto a, dichos gabinetes. El S. XVIII, también llamado «el siglo de las Luces» nos trajo la apertura al público de dichas instituciones culturales. Un ejemplo evidente fue la Real Cédula de 17-02-1771 mediante la cual Carlos III mandaba que los obispos de todos sus reinos (ibéricos y ultramarinos) abriesen al público sus bibliotecas, y que se aumentasen y mantuviesen económicamente, y fueran atendidas por un bibliotecario nombrado por el Gobierno. Este fue el origen de numerosas colecciones de fondos bibliográficos y artísticos que con el tiempo pasaron a formar parte de instituciones públicas. El más conocido y mejor, por la gran importancia de sus fondos, fue el Gabinete de Maravillas (en realidad un Museo de Arqueología e Historia Natural) y Biblioteca Arzobispal de Toledo, fundados ambos por el Cardenal Fco. Antonio de Lorenzana en el mismo edificio, institución que tras las desamortizaciones de la primera mitad del S. XIX dio lugar a la Biblioteca Pública del Estado y su hermano, el Museo Arqueológico Provincial y de Bellas Artes (desde 1961 llamado Museo de Santa Cruz).

Casón del Buen Retiro, sede de la Biblioteca del Museo Nacional del Prado - CC BY-SA 3.0 Xausa vía Wikimedia Commons
Casón del Buen Retiro, sede de la Biblioteca del Museo Nacional del Prado – CC BY-SA 3.0 Xausa vía Wikimedia Commons

La tradicional y evidente vinculación entre museos y bibliotecas ha hecho que todos los principales museos de nuestro país tengan desde su origen una biblioteca auxiliar, aunque la naturaleza de sus fondos, la riqueza de los mismos y la existencia o no de personal permanente que esté al cargo de las mismas (ya que algunas sólo tienen personal temporal y otras ni siquiera eso) depende de muchos factores, como la administración o administraciones de las cuales depende, la titularidad pública o privada y el interés que por ellos se tome el político de turno. Hubo normativas en tiempos de Alfonso XIII que contemplaban el funcionamiento de algunas bibliotecas de museos, aunque el Siglo XX, en general, no favoreció específicamente a esta tipología bibliotecaria. Los recortes presupuestarios, habituales en tiempos de crisis, tampoco ayudan a favorecer el buen funcionamiento de las bibliotecas de los museos, utilizadas casi exclusivamente por investigadores.

Para favorecer la coordinación de las mismas y el máximo aprovechamiento presupuestario, fue en el cuatrienio 2004-2008 cuando el Ministerio de Cultura creó la Red de Bibliotecas de Museos (BIMUS) como una parte del programa de Documentación del Área de Colecciones del Plan de Museos Estatales (los antes denominados Museos Nacionales, cuya titularidad y gestión son del Ministerio de Cultura, al contrario que los museos provinciales, en su mayor parte de titularidad estatal pero cuya gestión fue transferida a las comunidades autónomas). No obstante los primeros pasos se habían dado ya en la década de los noventa.

El proyecto BIMUS se inició a través de la informatización de sus colecciones (ya que muchas bibliotecas de museos aún no tenían sus fondos informatizados, y en otros casos no habían usado un programa único y normalizado). Para ello se creó un equipo de trabajo definiendo objetivos y pasos a seguir, y se decidió la utilización del software Absysnet, de la empresa Baratz, utilizado también por las Bibliotecas Públicas del Estado y por la mayor parte de las bibliotecas regionales y universitarias. En 2009 y tras un periodo de pruebas, el catálogo colectivo abría a todos los ciudadanos que podían consultarlo desde la web de la Subdirección General de los Museos Estatales. En una segunda fase a los Museos Estatales se sumaron dos importantes subcatálogos: el de la magnífica y centenaria Biblioteca del Museo Nacional del Prado, reinstalada en 2009 en el Casón del Buen Retiro, y el de la Biblioteca del Museo Nacional y Centro de Arte «Reina Sofía», especializada en Arte Contemporáneo. Actualmente se puede consultar en BIMUS también el catálogo de la Biblioteca del Museo Nacional del Teatro, adscrito al Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música.

Uno de los museos estatales con biblioteca propia es el Museo Nacional del Greco, que recientemente ha procedido a la reinstalación de la misma en unas mejores instalaciones, compartidas con el vecino Museo Nacional de Cultura Judía y Sefardí, ambos pertenecientes a la red del Estado y que llevan tiempo compartiendo actividades y recursos con una gerencia única.

BIMUS ha realizado una normalización a través de la adopción de normativas comunes, manuales de procedimientos y depuración del catálogo, se ha realizado la catalogación retrospectiva de los fondos y se han creado grupos de trabajo integrados por personal de distintas bibliotecas, para abordar temas específicos. Se define como un proyecto de trabajo cooperativo que pretende la creación de un gran catálogo bibliográfico de Arte y Patrimonio español, y está abierto a la colaboración con otras instituciones. Además, posee una biblioteca virtual, con los fondos históricos más destacables que existen en los museos que la integran, y que se puede consultar a través de la web de BIMUS y que a su vez forma parte de la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico Español. También da acceso al portal de Bibliotecas Digitales de España, y, a nivel internacional, colabora con ArtLibraries.

En lo que se refiere a los sesenta y cuatro museos que, aún siendo de titularidad estatal, su gestión ha sido transferida a las comunidades autónomas, la situación depende de muchos factores: Algunos no poseen bibliotecas y otros poseen bibliotecas pero no poseen bibliotecario, dependiendo de contratos temporales, becas de colaboración, o de la buena voluntad del personal técnico de los respectivos museos. Se supone que las respectivas comunidades autónomas deberían dotar dichas bibliotecas de personal técnico permanente y de presupuestos para su funcionamiento, aunque no es lo habitual, lamentablemente. En el caso del Museo de Santa Cruz, citado supra, cabe decir que posee una biblioteca auxiliar que forma parte de la Red de Bibliotecas Públicas de Castilla-La Mancha y cuyos fondos fueron retrocatalogados y pueden ser consultados por público e investigadores. Su catálogo se puede consultar vía web a través del Portal de la Red de Bibliotecas Públicas de la comunidad autónoma, como también el de la biblioteca del Museo Provincial de Cuenca. No así los de las otras tres provincias.

Hay otros museos poseedores de bibliotecas auxiliares que funcionan autónomamente o dentro de sus propias redes: Museos de titularidad de las comunidades autónomas o de la administración local (Diputaciones, Ayuntamientos y Cabildos), museos militares, museos privados o de fundaciones, museos de la Iglesia Católica… Pero lo normal, lamentablemente, es la carencia de medios económicos y hasta de mínimas plantillas profesionales.

¿El futuro? Tal y como están las circunstancias, en el momento actual, entiendo que pasa por tres vías: Por un lado, por la definición de unos mínimos irrebasables por las administraciones gestoras de dichos museos en lo que se refiere a dotación de plantillas, a presupuestos ordinarios para adquisición y renovación de fondos, así como para equipamientos de material inventariable y para la realización de proyectos. Por otro, por el incremento de cooperación entre las distintas bibliotecas, aún cuando dependan de diferentes administraciones, ya que es casi la única forma de reducir el gasto común en partidas tradicionalmente costosas como las suscripciones a publicaciones periódicas, adquisición de nuevos fondos, el software, el uso de recursos digitales, y otros tantos. Y por último, por la cooperación público-privada a través de proyectos concretos, instalaciones y contrataciones subvencionadas por fundaciones y empresas patrocinadoras. Aunque para esto último sería necesaria una atractiva Ley de Mecenazgo. Pero esta es otra historia.

Para saber más:

Antonio Casado

Responsable de Biblioteca en Campus Tecnológico de la Universidad de Castilla-La Mancha. Historiador, postgrado en Archivística. Interesado en Gestión Cultural y del Patrimonio, Museología, CRAIs, asociacionismo y gestión de la colección.

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