Misiva de trinchera bibliotecaria a Gloria Fuertes

¡Hagamos del 2025 un año épico!

Querida Gloria Fuertes,

Pues otro año que no ha caído el María Moliner, ni el gordo, ni la lotería del niño. Y mira que ya se dice en La celestina: “la mitad está hecha cuando tienen buen principio las cosas”, pero nada, toca iniciar el 2025 con mucha más ilusión y sueños que recursos. 

Igualmente, te escribo esta carta con la misma confianza con la que mi ahijado les escribió a los Reyes Magos, pero en lugar de juguetes, mis peticiones ahora son para que las bibliotecas y todos los profesionales que las cuidamos dejen de parecerse a un poema de esos que lloran por falta de tinta y papel. 

Porque sí, este año hemos recibido carbón. Carbón en forma de censura y eliminación de libros en bibliotecas públicas, especialmente sobre los que abordan temas LGTBIQ+, raciales o de contenido crítico social. ¿Cómo es posible que a día de hoy en países supuestamente civilizados todavía se cuestione la libertad de expresión y el derecho de acceso a la información? Mal, Gloria, ¡mal!

¡¿Y los presupuestos?! Ni te cuento la de recortes que hemos tenido que sufrir. Como en años anteriores, a tal punto ha llegado el tijeretazo que algunas salas y bibliotecas han tenido que echar el cierre. Adquirir recursos nuevos, mantener programas y proyectos, modernizar instalaciones… ¡Utopías, en muchos casos! Las necesidades de determinadas comunidades (especialmente rurales) no han podido verse cubiertas con la consecuente desconexión con la historia, el patrimonio y la memoria colectiva, la limitación de acceso a la cultura y a la información, el incremento del aislamiento social, el desinterés por la lectura, la reducción de oportunidades laborales o la exclusión digital.

¡¿Qué somos, McGiver?! ¡A ver si ahora vamos a hacer que el servicio funcione con un chicle, un bolígrafo y un par de euros! Y nunca volveré a decir que la biblioteca es un servicio gratuito. Sé que puede ser polémico, pero la ciudadanía ha de sensibilizarse con el valor económico de este servicio público que pagamos con nuestros impuestos, y ha de tomar consciencia y conciencia del coste que tendrían que aportar si fuese gestionado de manera privada y tener que pagar por el uso de la biblioteca. En Galicia se estima que por cada euro invertido en bibliotecas, se retornan a la sociedad 3,85€. De hecho, para cuantificar su impacto económico y social, la Red de Bibliotecas Públicas de esta mi comunidad ha diseñado una herramienta en línea que permite a las personas usuarias poder calcular el valor de los servicios de los que hace uso en cualquiera de estas instalaciones, desde el empleo de los equipos informáticos o los préstamos de material, entre otros. Ahora sólo falta que las propias administraciones interioricen el mensaje… ¡Incongruencias, a mí!

Que no es esto ninguna novedad, los servicios bibliotecarios siempre han estado en entredicho, y más en los últimos tiempos: “¿si está todo en Internet, para qué hacen falta las bibliotecas?”. Y como se cuestiona nuestra utilidad, y el automatismo va ganando terreno (no lo comentes mucho, pero me he vuelto medio yonki de la IA), se reduce personal y también se va excluyendo de nuestra profesión la dimensión más humana. Así no hay manera de que potenciemos las capacidades de la ciudadanía, Gloria.

Espérate, que me limpio el hollín de la frente mientras te cuento que todo esto no hace más que desmotivarnos. Porque añade además la de burocracia y gestiones administrativas a las que se tiene que enfrentar alguien que trabaja en una biblioteca. Puede hacer que quieras encargar camisetas que digan “estoy para el expurgo”. Sobrecarga laboral sin incremento salarial + falta de recursos + falta de personal y de reconocimiento por parte de la administración, dan un total de empeoramiento en la calidad de los servicios que ofrecemos. Y me dicen por el pinganillo que añada también un incremento en terapia psicológica del personal de bibliotecas. 

Porque entre toda esta marabunta, la impresora sigue sin funcionar a la primera muchas veces, la inestabilidad de la WIFI te confisca el SIGB, las personas usuarias siguen pidiendo alquilar los libros y reclamando las bibliotecas como salas de estudio, o tienes que ordenar la sala infantil después de una actividad. Así que si me ves buscando camisas de fuerza en internet para comportarme como la persona entrañable y empática que quiero ser, no te extrañes. Con todo, todavía confío en la piedad de Ranganathan.

A veces, cuando tengo que catalogar un cartel o una ley, recurro a uno de tus poemas para seguir en la lucha:

Nací para poeta o para muerto,

escogí lo difícil

—supervivo de todos los naufragios—,

y sigo con mis versos,

vivita y coleando.

 

Nací para puta o payaso,

escogí lo difícil

—hacer reír a los clientes desahuciados—,

y sigo con mis trucos,

sacando una paloma del refajo.

 

Nací para nada o soldado,

y escogí lo difícil

—no ser apenas nada en el tablado—,

y sigo entre fusiles y pistolas

sin mancharme las manos.

Pero también hay que decir que no todo es tan catastrófico. Hace unos meses, salió una encuesta del CIS, en la que se señalaba que la sociedad española valora más “tener cultura” que una seguridad económica, en concreto un 69% de la población. ¿Cómo te quedas? Son de esos titulares clickbait que te dejan pasmado. No quieres ni leer el cuerpo de la noticia porque sospechas que el desarrollo va a anular un titular tan fabuloso. 

Y es que Gloria, tal y como tú expresaste: “dentro de una biblioteca se cura la ignorancia, los libros son para la mente como las tiritas para las heridas. Las bibliotecas son tan importantes que tendrían que estar por todas partes, como las farmacias”. Desde que te has ido, el personal de bibliotecas ha evolucionado para convertirnos en guías del conocimiento, gestores de información y creadores de comunidad. Si no has leído el artículo de Sandra Sánchez-García sobre la transformación social de las bibliotecas, te lo recomiendo mucho. En él habla sobre el nuevo rol social del personal bibliotecario y la necesidad de “incorporación en las plantillas de especialistas formados en los procesos y las prácticas socio-educativas, así como en la intervención con colectivos con necesidades especiales.” Me ha encantado. Somos manos tendidas ante el rechazo o la exclusión.

Un poquito de por favor con nuestro ámbito profesional, ¡hombre ya! Diles por ahí que nos tengan más consideración, que la cultura alimenta tanto o más que las lentejas de la abuela, ¡que ya es decir!

Te garantizo que nos comprometeremos con más ahínco a ser bibliotecas sostenibles, reduciendo nuestra huella ecológica, a seguir manteniendo la versatilidad que nos caracteriza para adaptarnos a los tiempos, a involucrar a la ciudadanía en la toma de decisiones respecto a colecciones y servicios. Crearemos espacios colaborativos, dinámicos y flexibles, seguiremos impulsando la lectura, fomentando el pensamiento crítico y el aprendizaje continuo, estableceremos más alianzas con las entidades de nuestro entorno y haremos del patrimonio local nuestra identidad. 

Y sí, que ya sé que lo estás pensando, también prometemos seguir formándonos continuamente. Porque el conocimiento nos rodea, pero a veces somos el propio personal de bibliotecas y centros de información los que lo esquivamos.

A María Moliner pongo por testigo de que ¡No dejaremos a nadie atrás!

Para el año nuevo me imagino talleres de poesía cada semana, las salas llenas de gente a rebosar en cada dinámica, que no me pregunten si tuve que estudiar para trabajar en una biblioteca, debates filosóficos, servicios de extensión bibliotecaria inclusivos que conecten a diferentes grupos sociales de la comunidad o que las estadísticas y el expurgo las haga el ChatGPT. Fantaseo con no tener que borrar más libros subrayados, con gente hablando en la calle de lo a gusto que se sienten en la biblioteca o del proyecto en el que colaboran, a la administración dotándonos de presupuesto suficiente, un colectivo de personas usuarias con una morosidad del 0%, un contestador automático para informar del horario de la biblioteca… Y todo esto con ilusión, motivada, pletórica, realizada, sin síndrome de la impostora ni nada. ¡¿Es tanto pedir?! Ya… mejor ni me respondas.

Gloria, dame fuerzas para seguir sonriendo incluso cuando alguien me pregunte si admitimos donaciones. Lo de si tenemos los libros de la serie esa de “neflis” ya lo he normalizado. Te pido especialmente por todas las bibliotecas, archivos, museos, y centros de información y documentación de las zonas afectadas por la dana en Valencia y otros territorios.

Un gran abrazo de una bibliotecaria con ganas de mejorar su reino de información y mediación.

P.D.: A ver si consigues que me financien el XII Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas en Granada, que seguro que se presenta muy apetecible.

Con cariño,

Fátima, bibliotecaria facunda y señora fetén.

 


Fátima Canosa Pena. 
Diplomada en Biblioteconomía y Licenciada en Documentación por la Universidade da Coruña (UDC). Desde el año 2016 coordino el servicio de bibliotecas municipales de Narón. He trabajado en bibliotecas públicas y de centros educativos desde hace casi 20 años. También en bibliotecas especializadas de museos y como digitalizadora.
Creo firmemente en el poder de las palabras como base del progreso, comunicar para entenderse y sonreír para humanizar. Todavía escribo postales y me inquietan quienes no les gustan las milhojas de merengue; por lo demás, soy pacífica, enamorada de nuestros mayores y amante de las aldeas.

A veces escribo y comparto por Instagram @fatimaenbrote y X @Fatimalimodre

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3 respuestas a «Misiva de trinchera bibliotecaria a Gloria Fuertes»

  1. Me uno con pasión a tus deseos, a ver si pidiéndolos más gente y más fuerte, se van cumpliendo… Venga, ¡¡que nada nos pare!!

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