Hoy la censura y la libertad se cruzan en el ecosistema digital, un entorno cada vez más vigilado y controlado por grandes corporaciones. Las redes sociales, los algoritmos y la concentración del poder tecnológico ponen en riesgo derechos básicos como la libertad de expresión y el acceso a la información. Pero no todo está perdido: existen alternativas que demuestran que otro modelo de Internet es posible: proyectos basados en la cooperación, el software libre y las redes comunitarias ofrecen nuevas formas de defender la soberanía digital y recuperar la autonomía ciudadana frente a la vigilancia y el control.
En este contexto, durante las #JEID25, Efraín Foglia, diseñador, investigador y coordinador científico del Medialab de la Universitat Oberta de Catalunya, participó en la charla Tiempos hostiles: asociacionismo y activismo bibliotecario frente a la censura en bibliotecas. A partir de las experiencias de censura en las bibliotecas de València, compartió una mirada crítica sobre los derechos digitales, la tecnología libre y las infraestructuras cooperativas.
Hoy hablamos con él sobre los desafíos de la censura digital y las posibilidades reales de construir una Internet más libre, crítica y comunitaria.
¿Quién es Efraín Foglia?
Efraín Foglia es diseñador de interacciones digitales, investigador y docente. Doctor en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona, su trabajo se sitúa en la intersección entre el diseño, el activismo social y las tecnologías en red. Es miembro fundador de guifi.net, la red de telecomunicaciones autogestionada más grande del mundo, y ha creado proyectos como Mobilitylab y la Xarxa de Ràdios Comunitàries de Barcelona. Actualmente, forma parte del grupo de investigación Mediaccions de la Universitat Oberta de Catalunya, donde reflexiona sobre cultura digital, comunicación y derechos digitales, combinando teoría crítica y práctica experimental.

¿Cómo definirías hoy la censura digital? ¿En qué forma la encontramos en internet?
La censura digital contemporánea ya no es primariamente un acto gubernamental de clausura obvia, sino un fenómeno de control infraestructural y opacidad algorítmica. Encontramos su forma más peligrosa en el capitalismo de la vigilancia, donde las plataformas ejercen un poder editorial de facto sobre la esfera pública. Lo hacen a través de la priorización o el filtrado algorítmico (el shadow banning es una de sus expresiones), garantizando que ciertos contenidos (generalmente aquellos que desafían el status quo corporativo o el modelo de negocio) simplemente no existan en el plano de la visibilidad. Es una censura suave, microsegmentada, pero con efectos macroeconómicos y profundamente políticos.
¿Qué papel crees que desempeñan las bibliotecas públicas u otras entidades similares en la defensa de los derechos digitales y del acceso libre a la información?
Las bibliotecas, junto a los centros cívicos, representan la tercera infraestructura de la sociedad: no son la casa (ámbito privado) ni el mercado (ámbito comercial), sino el espacio neutral y público destinado a la autonomía cognitiva y la deliberación. En la era digital, su papel se vuelve crucial: pasan de ser depósitos de libros a ser nodos de soberanía tecnológica. Son la única entidad con mandato democrático para ofrecer acceso libre (en el sentido de libre de vigilancia) a las herramientas y la información, educando a las personas no solo en la alfabetización técnica, sino en la alfabetización política del código. Su función es ser un banco de pruebas y un espacio físico donde se puede experimentar con una Internet radicalmente diferente.
¿Puedes destacar algunos de los proyectos vinculados a la biblioteca pública en relación a Internet libre y gestionada de forma cooperativa?
La conexión entre proyectos de soberanía y la biblioteca pública se articula cuando la biblioteca asume el rol de incubadora. En Barcelona, la interconexión de proyectos como la Xarxa de Ràdios Comunitàries de Barcelona (XRCB), de la que somos fundadores, y el proyecto de la red de telecomunicaciones abiertas guifi.net es clave. Si bien no son proyectos exclusivos de las bibliotecas, sí muestran el camino: la biblioteca puede convertirse en un nodo físico de esta nueva infraestructura, ofreciendo espacios para la emisión de contenido local y sin vigilancia (radios comunitarias) y albergando la infraestructura del hardware descentralizado (mesh networks). El proyecto Xarxa Oberta de Barris (XOB) es el ejemplo más reciente, buscando paliar la brecha digital con infraestructura ad-hoc y metodología participativa.
A veces creemos que es demasiado complejo resistirse al control digital o no tenemos medios para saber por dónde empezar. ¿Qué le recomendarías a una biblioteca que quiere introducirse en algún proyecto de soberanía tecnológica?
La resistencia debe empezar por lo pequeño y lo concreto. La recomendación es adoptar la metodología de la Investigación-Acción Comunitaria (CAR).
No se trata de comprar el último hardware, sino de cambiar el proceso. Una biblioteca debe:
- Empezar con una pregunta local: ¿Cuál es el problema digital específico de mi barrio (acceso, privacidad, desinformación)?
- Actuar y Prototipar: Implementar un pequeño proyecto piloto de baja tecnología (por ejemplo, un taller de email encriptado, un nodo de radio) con la comunidad.
- Observar y Reflexionar: Evaluar el impacto. El error es querer construir un ‘Internet paralelo’ de golpe. La soberanía se construye paso a paso. La clave es el prototipado constante y la validación comunitaria.
Se habla de la descentralización como vía para rescatar la esencia de Internet. ¿Qué ejemplos destacarías sobre redes o proyectos que estén logrando una descentralización real y participativa? ¿Nos das un poco de esperanza? 🙂
La esperanza reside en la batalla social tecnopolítica. La descentralización real se logra cuando se desacopla la infraestructura del control corporativo y estatal. Ejemplos claros son las redes gestionadas por la ciudadanía:
- guifi.net: La red de telecomunicaciones de código abierto más grande del mundo. Es un modelo exitoso de infraestructura neutral que demuestra que la propiedad colectiva y el bien común pueden gestionar tecnología de escala.
- Protocolos P2P: Proyectos basados en protocolos peer-to-peer y tecnologías como el blockchain que buscan asegurar la inmutabilidad y la distribución de datos sin necesidad de intermediarios centralizados. Aunque aún están en fase de desarrollo, ofrecen un marco técnico para la resistencia.
La esperanza no es una utopía; es una realidad técnica y organizativa. Cada nuevo nodo de guifi.net, cada nueva cooperativa de telecomunicaciones éticas como Som Connexió, es una grieta en la muralla de la Big Tech.
Quizá una de las cosas más importantes para desarrollar conciencia y activar el compromiso en el activismo digital sea la educación digital crítica. ¿Cómo promovemos ese pensamiento crítico y qué consideras indispensable para lograrlo?
Debemos distinguir radicalmente entre la alfabetización digital y la educación digital crítica. La primera es técnica y mercantil: te enseña a usar las herramientas para ser un consumidor eficiente. La segunda, la crítica, te enseña a leer el código como lo que es: un texto político y arquitectónico.
Lo indispensable es:
- Desnaturalizar la tecnología: Mostrar que los algoritmos son decisiones humanas y no fuerzas naturales, que las cajas negras tienen autores y responsables.
- Promover el ‘derecho al desuso’: Enseñar que la resistencia también está en saber desconectarse y elegir alternativas open source y éticas.
- Entender la infraestructura: Los talleres deben ir más allá de la aplicación; hay que enseñar los protocolos, los cables y las redes que sostienen el poder. No se puede criticar el poder si no se entiende su infraestructura.
