Tribulaciones y alegrías de una autónoma que nunca quiso serlo

15 años de Biblogtecarios… ay, cómo hemos cambiado. 

En el siguiente texto, trato de explicar mi propio proceso de cambio, qué tiempos aquellos en los que era colaboradora de Biblogtecarios (2013-2017) y trabajaba para terceros… 

Por cierto: ¡feliz aniversario! #15añosBBT

Empiezo a escribir este artículo en Murcia. Anochece, llueve, y estoy en un hotel ubicado en una calle con jacarandás y moreras. Las flores y los frutos empapados han caído a la acera, y resulta bastante engorroso, y conlleva algo de riesgo, caminar. Así que he encendido el ordenador en mi habitación de hotel, y observo cómo titila el cursor sobre el lienzo luminiscente del procesador de textos. 

He venido a Murcia a impartir un curso de formación sobre clubes de lectura a una treintena de compañeros de profesión. La acción formativa se desarrolla en la Biblioteca Regional de Murcia, una biblioteca de referencia en el ámbito de lo público, por su manera de trabajar, por su forma original de conectar con los usuarios. Es inevitable que recuerde aquella noche lejana de 2006 en la que nos recibieron, en el contexto del III Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas, con alfombra roja, champán y fotocol (poniendo en el centro al profesional bibliotecario, han estado siempre en la vanguardia). Entonces, aún trabajaba para terceros, en concreto, para la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Casi veinte años después, he vuelto a la BRMU como bibliotecaria autónoma, o como me gusta resaltar (y perdonen el anglicismo), freelance (lanza libre). 

Foto de Daniel Thomas en Unsplash

 

Tengo unos cuantos años de experiencia profesional a mis espaldas (ningún mérito, son cosas de la edad) y, por tanto, algo de experiencia vital. Es complejo explicar, sin caer en la tentación de la narrativa auto exculpatoria, cómo pasé de trabajar en uno de los centros de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez a ser autónoma, con todo el engorro y riesgo que esto último conlleva. No fue una decisión libre, sino que la vida decidió por mí. Cuando la Fundación decidió poner fin a mi contrato (en el marco de una reestructuración profunda de la institución, que implicó el despido de plantillas al completo), pasé por todas la fases del duelo, y es que una ruptura laboral puede ser igual de dolorosa que una sentimental. Doy fe. Cuando has puesto tanto de ti misma en un proyecto que has hecho tuyo, por el que has peleado, al que has defendido, que has contado a lo largo y ancho de la geografía española, por el que has vertido sudor y lágrimas (también muchas sonrisas, no se vayan a creer…),  ¿cómo no lo vas a pasar mal? 

Ya ha pasado tiempo de aquello (ocho años y medio) y, claro, duelo superado. He llegado a la aceptación y al reconocimiento de todo lo bueno que viví, todo lo que aprendí de la mano de personas fantásticas, de los buenos profesionales que me guiaron cuando yo solo tenía ganas, entusiasmo y vocación. Algunos de ellos se convirtieron en amigos que aún conservo. Todo eso me acompaña, y estoy agradecida por ese recorrido vital y profesional. No, tranquilos, esto no es un texto de filosofía wonderful; (otro anglicismo, pero así se me entiende, ¿verdad?). Coincido con Rosa Montero en que, para aprender, no es necesario sufrir. El dolor no te enseña nada, es más, si no aciertas a jugar con las cartas que te tocan, puede hundirte. Así que, aquí estoy, ocho años y medio después, jugando a esto del vivir, no sé si bien o mal, pero aunque algunas partidas se pierdan, mientras exista espacio y tiempo para seguir jugando, todo está bien. 

Nunca entró en mis planes ser autónoma, pero, de nuevo, la vida decidió por mí. Tras mi larga etapa en la FGSR (casi diecisiete años), coordiné un plan de fomento de la lectura en bibliotecas municipales de la provincia de Badajoz. Organicé exposiciones, encuentros con autor, sesiones de narración oral para todos los públicos. Tres años estupendos que se interrumpieron en 2020. Sí. Llámese vida o pandemia. 

Y, muy poco tiempo después, empezaron a llamarme para hacer colaboraciones, para dar una charla, para impartir un curso en línea, para moderar clubes de lectura virtuales… y caí en la cuenta de que la única forma que tenía de desarrollar todos esos proyectos era siendo autónoma. Como les digo: nunca quise ser autónoma (me niego a decir que soy emprendedora o que he invertido en mí y en mi proyecto. Nótese un poquito la ironía), pero aquí estoy, casi cuatro años después. 

Y, ¿qué es lo que hago, para quién trabajo, quiénes son mis clientes? Fundamentalmente, coordino clubes de lectura virtuales para instituciones públicas, como la Red de Bibliotecas del Instituto Cervantes, las Bibliotecas de Castilla-La Mancha o las bibliotecas municipales pacenses, a través del Servicio Provincial de Bibliotecas de Diputación de Badajoz. Se puede decir que soy especialista en clubes de lectura y esa es la base que sustenta (casi) todo lo demás. También imparto cursos para diferentes redes de bibliotecas públicas, asociaciones profesionales, no solo acerca de clubes (en todas sus modalidades) sino también sobre otras cuestiones relacionadas con los públicos y las actividades a realizar con éstos, en el entorno de las bibliotecas públicas. A veces, me invitan a dar alguna charla o ponencia, relacionadas con estos temas, en jornadas y encuentros.

Además, tengo un vínculo profesional y sentimental con la Fundación Alonso Quijano, y la revista Mi Biblioteca, de la que soy, en la actualidad, subdirectora. Trabajar en los contenidos de la revista me permite conocer a muchos profesionales valiosos, y saber, casi de primera mano, que se está haciendo en muchos ámbitos bibliotecarios. Simultáneamente, y desde hace tres años, formo parte del equipo coordinador de las Jornadas Internacionales Biblioteca Pública y Compromiso Social, organizadas por la Fundación Alonso Quijano, y suelo colaborar en algunos proyectos más, como el Congreso Internacional de Lectura y Escritura COILES que comenzó a celebrarse el año pasado. 

Hay por ahí algunos otros proyectos más, pero en esto soy como las folclóricas: no hablo de ellos hasta que no se cristalicen (para que no se gafen. Compréndanlo, soy autónoma y tengo una edad, de ahí la referencia). 

Nunca pensé en ser autónoma porque intuía la soledad, la continua búsqueda de trabajo, el estado permanente de alerta para saber si podré seguir trabajando un año más, seis meses más, tres meses más. Dicen que si trabajas por cuenta propia no tienes jefes, pero discrepo. En mi ambiente íntimo (vaya, voy a considerarles a ustedes como “íntimos”, discúlpenme) suelo decir que “tengo más jefes que días la semana”, y en cierta medida, es así. Siento mucha responsabilidad, quiero realizar una buena labor que se aproxime, todo lo que pueda y me permitan mis circunstancias, a lo impecable. Y lo quiero así para cada una de las instituciones que apuestan por mi trabajo. Y eso implica, necesariamente, adaptarme a las necesidades de cada proyecto, al modo de hacer y de comunicar de cada una de las instituciones.  

Es verdad que nunca quise ser autónoma, pero pensando en este artículo he caído en la cuenta de que, ahora mismo, no me veo trabajando para terceros… pero, ¿quién soy yo para ir en contra de la vida? Solo resta seguir jugando con las cartas que me toquen. 

Si han llegado al final del texto, gracias. Y disculpen los anglicismos, las batallitas y los intentos de chiste. 

María Antonia Moreno Mulas, profesional independiente. 

Especialista en promoción de la lectura, bibliotecaria y docente.

María Antonia Moreno

Especialista en fomento de la lectura y redes sociales, especialmente en entornos de clubes de lectura, tanto virtuales como presenciales. Los últimos dieciséis años en los que he trabajado en uno de los Centros de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, he descubierto que el club de lectura es un espacio privilegiado de creación, aprendizaje, diálogo y sorpresa. En este blog, transmitiré todo tipo de reflexiones derivadas de la experiencia, así como noticias sobre nuevos proyectos que se desarrollen en el entorno de la Biblioteca Pública.

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