Nombre propio para bibliotecas y bibliobuses

Atribuir un nombre propio a lo que amamos es una conducta natural, que nos consigue mayor cercanía e identificación con ello. Igual que lo hacemos con nuestras mascotas también dotamos de nombre a determinados edificios, medios de transporte e incluso a algunas infraestructuras.

Pero yendo más allá, también renombramos a los objetos que nos rodean, sin que necesariamente tengan que ser muñecos, especialmente a los que despiertan en nosotros un cariño especial, quizá por la oportunidad de su llegada, quizá por el servicio que nos dan, o quizá simplemente porque nos caen simpáticos, y con ello los humanizamos y, por ende, los hacemos más nuestros.

Si las bibliotecas públicas tienen un papel tan fundamental en la construcción, en el desarrollo y en el enriquecimiento de sus comunidades, ¿por qué no todas tienen nombre propio?; y si hablamos de proximidad y de interacción constante y en primera línea, ¿qué tenemos que decir de los bibliobuses españoles?

En estos días hemos de celebrar la iniciativa del Ayuntamiento de Elche por su intención de aplicar el nombre del escritor y periodista local Manuel Segarra a su Bibliobús. Sin embargo, la mayoría de bibliobuses españoles se designan fríamente con un número o con una letra, como si se trataran de muestras arqueológicas, experimentos de laboratorio o miembros de un catálogo de subastas.

Este panorama denota una falta de visión sobre las posibilidades de los bibliobuses en su relación con la comunidad a la que sirven, así como una cortedad de miras al desaprovechar la increíble oportunidad de promoción cultural a coste cero que supone el posible “bautismo” tanto para que el que lo recibe (bibliotecas y bibliobuses) como para quien presta su nombre.

Aparte del Bibliobús Bibliobuses con nombre propioMunicipal de Elche, en España apenas existen bibliobuses con nombre propio, salvo los de Lleida, Barcelona y el desaparecido de Granada, denominado Hermenegildo Lanz

Efectivamente, los Bibliobuses de Barcelona llevan nombres de montañas, específicamente de aquella presente en la comarca que atienden; así, nombres como Pedraforca, El Castellot o Puigdon, entre los diez que configuran la flota, ayudan a identificar el bibliobús con su entorno geográfico y cultural, a reforzar su anclaje en la zona y a facilitar su aceptación natural entre los habitantes de la misma.

Por su parte, cada uno de los Bibliobuses de Lleida supone un caso concreto, puesto que el Garrigues-Segrià adquirió este apelativo en atención a las dos comarcas en que presta sus servicios, mientras que el Pere Quart constituye un homenaje al escritor homónimo que casualmente también fue conductor del que hoy conocemos como Bibliobús del Frente, puesto en marcha por la Generalitat de Cataluña entre en 1938 y 1939 para propiciar la lectura entre los soldados republicanos en combate durante la Guerra Civil.

Utilizar el nombre de una personalidad para designar recursos culturales, especialmente bibliotecas y bibliobuses, aparte del consabido homenaje, es un oportunidad magnífica para redireccionar las simpatías que despierta en la población hacia nuestros equipamientos culturales, de ligar también nuestra biblioteca o bibliobús a su prestigio y a su poder mediático, y si el personaje está vivo, conseguir su atención constante, su mención y difusión y su patrocinio en colecciones, actividades, contactos… que tan bien nos vendrán en un contexto demasiado común de presupuestos limitados.

Roberto Soto

Colaborador en Biblogtecarios. Jefe de Bibliotecas en la Diputación de León y Presidente de la Asociación de Profesionales de Bibliotecas Móviles de España (ACLEBIM). Convencido de la Biblioteca Pública e incondicional de los Bibliobuses.

2 respuestas a «Nombre propio para bibliotecas y bibliobuses»

    1. Estimado Daniel:

      Siempre hay múltiples posibilidades para estos casos, todo está en función de lo que queramos conseguir.

      Si pretendemos resaltar la figura de algún científico (puede ser local o no), sería la ocasión. Pero no hace falta que el personaje se sitúe en el mundo de la ciencia, podemos ir más allá buscando personalidades que se distingan o se hayan distinguido en su defensa e impulso de la ciencia, la investigación o su aplicación práctica sobre la población, bien de forma general bien en un proyecto particular.

      Asimismo se ha de sopesar si nos interesa que la persona esté viva (despertaremos su simpatía, influencia y poder mediático para con nuestra biblioteca), o haya fallecido (bien para rescatarlo de un olvido injusto, bien para aunar los apoyos y empatías que la comunidad pueda haber desplegado en torno a su figura)

      Espero que esta breve exposición te haya sido útil, de no ser así sigo a tu disposición.

      Un cordial saludo.

      Roberto Soto.

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