En 2024 se publicó el estudio Barómetro de la lectura en los centros penitenciarios 2023, con el objetivo de conocer el comportamiento lector de la población reclusa, y así planificar e implementar programas de animación a la lectura más acordes con la realidad.
En concreto, el informe abarca todos los centros dependientes de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, con lo que quedan excluidos los localizados en Cataluña y el País Vasco.
Para ello, aparte de la recogida de datos de la propia población interna por medio de una muestra de 386 entrevistas, se han comparado los resultados con el estudio Hábitos de lectura y compra de libros en España 2023 y los datos ya obtenidos por el Área de Formación para 2014, con el fin de alcanzar una comparación entre la población reclusa y la libre, y de conseguir vislumbrar la evolución de conductas lectoras en los últimos diez años para las personas en régimen penitenciario.
Más allá de los datos pormenorizados sobre la población reclusa, a los que iremos aludiendo más adelante, se pueden extraer conclusiones más generales en la línea referida en el párrafo anterior:
La población reclusa lee más que la población en libertad, mientras que para la primera el 72,2% lee como mínimo una vez al trimestre, la segunda este porcentaje desciende al 68,3%. Lo que no quita un descenso del 3,6% en los centros penitenciarios con relación a 2014.
Los internos que más leen se encuentran en Galicia, Asturias, Cantabria, Navarra y Melilla, con un índice superior al 90%.
Entre mujeres y hombres no existen diferencias sustanciales en cuanto al volumen de lectores, más sí en la cualidad de lo leído, ya que entre las primeras abundan los libros de estudio y las revistas, mientras que entre los segundos domina la prensa.
Un dato significativo es el aumento del número de mujeres lectoras en los últimos diez años, que ha pasado del 64% en 2014 al 77% actual.
Por edades, la franja lectora predominantes oscila entre los 46 y los 55 años (81% de los lectores), seguida de los comprendidos entre los 36 y los 45 años (79%), y en tercer puesto los que se sitúan entre los 26 y los 35 años (66%). Son los jóvenes y los mayores de 65 años los que presentan menores lecturas (61/60% respectivamente)
El nivel de estudios también es determinante a la hora de leer, puesto que las personas internadas con estudios superiores presentan un índice de lectura del 95%, las de estudios secundarios, un 69%, y las de estudios primarios, un 60%; estos porcentajes coinciden con los de las personas en situación de libertad, aunque en menor volumen.
Un item muy interesante del informe está referido a la motivación de la población reclusa para mantener sus hábitos lectores. En este sentido, el entretenimiento supera con creces al resto de factores para leer con un 51% (7 puntos mayor en los hombres sobre las mujeres), y le sigue la mejora del nivel cultural con un 18%, en el que las mujeres superan a los hombres en 11 puntos. El tercer factor de motivación lo constituyen los estudios, con el 8%.
En comparación con el informe de 2014, el entretenimiento se ha visto ligeramente aumentado, mientras que las razones de estudio se han duplicado, no así la mejora del nivel cultural, que ha descendido 4 puntos.
Por edades, los más motivados para el entretenimiento son los mayores de 55 años, mientras que los comprendidos entre los 36 y 45 años sobresalen por mejorar su nivel cultural, y los motivos de estudios pesan especialmente en la franja de 26 a 35 años.
Si la motivación es un elemento ilustrativo de por sí, también lo es la motivación negativa, de la que el estudio se ocupa ampliamente. Así, el motivo predominante para no leer es «Otras preferencias» (33%), de entre las que sobresalen la práctica de deporte y el gimnasio (51%) y pasear (19%); la segunda causa de negación de la lectura es la falta de tiempo (20%). Por su significado, son relevantes ítems como la ausencia de afición por la práctica lectora (13%), problemas de visión (10%) y analfabetismo (9%)
En cuanto al sexo, los hombres que no leen tienen otras preferencias y les falta tiempo; sin embargo, en el caso de las mujeres presentan dificultades visuales y analfabetismo.
Por edades, los más jóvenes (18-25 años) son los que más prefieren otras actividades, mientras que del rango entre 26 y 35 años son los que confiesan que menos les gusta leer y más tiempo les falta.
La literatura es la materia principal de lectura, donde destaca el género de la novela; y el español es la lengua abrumadoramente predominante a pesar del alto índice de extranjeros en régimen de reclusión.
Con relación a la dotación bibliotecaria de los centros, apenas facilitan la lectura del 34% de las personas internadas, incluso un 9% menos que en 2014,
En la misma línea, sólo el 20% de los internos utiliza la biblioteca de su centro como lugar habitual de lectura, incluso en torno a un 35% nunca la ha visitado en el último año, bajo la justificación de falta de interés, tiempo y fortuna en encontrar los libros deseados. Generalmente son hombres, personas mayores o personas con estudios primarios.
En cambio, el 53% de la población reclusa ha visitado la biblioteca como mínimo una vez al mes en el último año, muy por encima del 26% de la población en libertad.
La valoración de la biblioteca por la comunidad penitenciaria es de 6,7 puntos sobre 10, en clara diferencia con los 8,4 puntos sobre 10 que le da la ciudadanía en libertad.
En consecuencia, podríamos esbozar el perfil más frecuente de personas lectoras privadas de libertad en nuestro país como hombres o mujeres, recluidas en centros del norte de España, entre los 46 y los 55 años, con estudios superiores, que leen buscando entretenimiento, para lo que se valen de la literatura, preferentemente de la novela. Suelen acudir a la biblioteca del centro en busca de documentos, al menos una vez al mes, pero no suelen utilizar sus instalaciones para leer.
Por el contrario, las personas internas que no leen suelen ser hombres que prefieren ejercicio físico o no tienen tiempo para leer, y mujeres con problemas de visión o deficiencias de alfabetización. En ambos casos los grupos de edad más alejados de la lectura son los más jóvenes (hasta los 25 años) y los más mayores (a partir de los 65 años)
A pesar de todo, en torno al 80% de la población reclusa valora la lectura como un instrumento emocionante y estimulante, que le ayuda a comprender el mundo, y a mantener una actitud más abierta y tolerante. A pesar de todo, las bibliotecas penitenciarias no alcanzan a desarrollar todo su potencial para materializar esta actitud en un mayor volumen de logros, en lo que quizás tenga buena incidencia la falta de actualización de las colecciones, y la ausencia de una gestión profesionalizada.