En estos tiempos que corren el tema del Fediverso es de crucial importancia para nuestro sector. Después del post de nuestra compañera Ana Ordás, llega esta firma invitada de Luis de la Cruz, desde la UC3M que esperamos que disfrutéis.
La presencia de una biblioteca en las redes sociales puede obedecer a distintas circunstancias. El objetivo de las cuentas institucionales puede ser difundir servicios (marketing), comunicarse con los usuarios o hacer uso de la herramienta para el desarrollo de su compromiso social con la información y el conocimiento.
La consecución de los dos primeros objetivos, eminentemente utilitarios, hace lógico que la biblioteca esté presente en las redes sociales de masas, donde se encuentran una mayoría de sus potenciales usuarios. El tercero, más complejo y profundo, tiene implicaciones en la relación de la biblioteca con aspectos ideológicos — que no partidistas— , lo abierto y la deontología profesional. Es en este punto donde la elección ética de herramientas es un mandato alineado con la tradición bibliotecaria.
“La libertad, la prosperidad y el desarrollo de la sociedad y de los individuos son valores humanos fundamentales. Estos valores solo podrán alcanzarse mediante la capacidad de ciudadanos bien informados de ejercer sus derechos democráticos y desempeñar un rol activo en la sociedad. La participación constructiva y la consolidación de la democracia dependen tanto de una educación satisfactoria como de un acceso libre y sin límites al conocimiento, el pensamiento, la cultura y la información”. Así comienza el famoso Manifiesto de la UNESCO sobre la biblioteca pública, que guía el desarrollo de la profesión — no solo de las bibliotecas públicas— desde la década de los noventa.
La participación en la información sin trabas es un mandato que se ha desarrollado también en los últimos años a través de la profundización en el paradigma científico de lo abierto. Son muchas las experiencias que riman con este impulso abierto y participativo las que hemos tratado de abrazar en los últimos años, desde el software libre a los hoy omnipresentes mundos del open access o los datos abiertos. En estos campos hemos trabajado a menudo en conflicto con las lógicas mercantiles de la ciencia.
¿Cómo podríamos entonces no atender a las limitaciones para el acceso igualitario a la información que suponen el algoritmo y las redes privativas empresariales en el actual panorama de desinformación militante? Podría ser el momento de poner un pie en el mundo libre de las redes sociales y el fediverso es un entorno muy adecuado para ello.
El fediverso no es otra cosa que una federación de redes sociales capaces de entenderse a través del protocolo ActivityPub. La parte más complicada de entender es el hecho de que podamos interactuar con personas que operan desde distintos servidores y, por lo tanto, sus usuarios se apelliden de distinta manera (tienen diferentes dominios, como sucede con el servicio de correo electrónico).
Las redes sociales que conforman este ecosistema funcionan habitualmente con software libre y suelen contar con comunidades activas de usuarios que, en cierta medida, se involucran en su gestión. Esto es, “la participación constructiva y la consolidación de la democracia” que se nombra en el Manifiesto de la UNESCO, así como el paradigma de lo abierto que mueve a la profesión en esta era.
La creación de una comunidad es también uno de los retos a los que se enfrentan las bibliotecas en el horizonte de estos tiempos de disolución de lazos fuertes. A nadie se le escapa que la tendencia actual a dotar al espacio bibliotecario de una mayor importancia a la hora de pensar el servicio (con creative spaces, zonas de descanso confortables, espacios para la comunidad local, etc.) obedece en buena medida a esta necesidad.
La cultura de generar tejido comunitario que este tipo de redes ha desarrollado ofrece buenas oportunidades para un uso mixto de la biblioteca (virtual y físico), y el principio de la federación añade la ventaja de poder diseñar un ecosistema comunitario escalable. Otras redes alternativas, como Blusky, ofrecen alternativas a las redes mainstream en las casuísticas de la difusión del servicio y la comunicación con los usuarios, pero carecen del mismo grado de compromiso ético con lo abierto de las opciones del fediverso y de sus posibilidades para el desarrollo de un ecosistema comunitario propio, como trataré de explicar a través de un ejemplo.
Breve propuesta para un entorno comunitario y federado en tu biblioteca pública
Las oportunidades de desarrollo comunitario del fediverso son variados y tendrán formas distintas si pensamos en comunidades de interés científico, institucional o local. Vamos a esbozar hoy una propuesta para una biblioteca pública y su relación con el entorno.
El fediverso ofrece a día de hoy distintas opciones capaces de interactuar entre sí a través de ActivePub. Podemos tener blogs (WriteFreely es un servicio, pero WordPress o Drupal también son capaces de hablar fediverso), podcasts (Castopod), imágenes (Pixelfed)…y un largo etcétera que incluye las redes sociales al modo Twitter (Mastodon es el más conocido, hay otras) o la recomendación social de lecturas (BookWyrm, con implementaciones pequeñas en el ámbito hispanohablante como Lectura Social).
Imaginemos por un momento la biblioteca pública/local como un nodo de acción colectiva y acceso al conocimiento del territorio inmediato. Un espacio que sirviera de cuartel de invierno y facilitador de una red de información local (blogs o podcasts); para la preservación de la memoria visual, de forma similar al proyecto de Memoria de los barrios en la ciudad de Madrid; para centralizar la crítica y recomendación de libros (adiós, Goodread)…y que todo ello, articulado de manera modular, pudiera confluir en una misma área de conversación local (una instancia propia de Mastodon).
Una característica del fediverso es que cuenta con administradores y moderadores voluntarios. Algunos compañeros de la profesión están pensando al leer esto: “la enésima propuesta para endilgarnos tareas que tienen poco que ver con nuestro trabajo con la excusa de la última moda, lo que viene después de lo de los content curators y antes de no se sabe qué.” (Tranquilos, el fediverso ni siquiera está de moda).
Sin embargo, en una biblioteca pública hace mucho tiempo que (felizmente) suceden muchas cosas que exceden al trabajo de los bibliotecarios. A nosotros nos puede corresponder coordinar actividades que se desarrollan en los espacios de la biblioteca, como ya sucede con clubes de lectura o reuniones de grupos locales. Nos podemos involucrar en asuntos tocantes con la recomendación social de la lectura (habilitando pantallas en la sala o compartiendo nuestras guías bibliográficas, por ejemplo). Deberíamos ser agentes de la alfabetización informacional que toca. Si existen los medios, ser el lugar donde se graban los podcasts o se edita un diario vecinal. O desarrollar programas de clasificación y preservación digital del acervo comunitario volcado socialmente en este ecosistema. Pero en muchos casos, las comunidades que confluyan en el espacio bibliotecario se autogestionarán y en otros la red de bibliotecas contará con profesionales que coordinen las distintas actividades. Igual que sucede ahora.
Es obvio que estos párrafos no son sino un garabato falto de trabajo y reflexión colectiva (la de cada comunidad bibliotecaria), que necesitaría también de medios técnicos y presupuestarios para ser una realidad. Su intención no es otra que la de esbozar un ejemplo de los muchos posibles en la relación activa de las bibliotecas con el fediverso más allá del marketing. Un ejemplo para aterrizar lo que es hoy, más que nunca, una necesidad ética: el compromiso democrático con los paradigmas de lo libre, lo abierto y el conocimiento.
Luis de la Cruz. Bibliotecario (Proceso técnico e Información especializada) en la Biblioteca de la Universidad Carlos III de Madrid. Antes en otras bibliotecas, públicas y universitarias, a lo largo de dos décadas. Historiador, autor de los ensayos Contra el running: corriendo hasta morir en la ciudad postindustrial (Piedra Papel Libros, 2016) y Barrionalismo (Decordel, 2018). Aunque no esté de moda, me gusta pensar que, después de dos décadas largas escribiendo en blogs puedo seguir llamándome “bloguero”.