La brecha digital de género

La Brecha digital, como elemento de exclusión social, supone hoy en día una preocupación para muchos países. Se podría decir que la era digital no solo ha traído consigo progreso, también ha supuesto un duro revés a determinados sectores poblacionales con problemas de acceso a las nuevas tecnologías.

La lucha para reducir estas diferencias constituye una prioridad pero también un desafío pues el imparable avance tecnológico supone un problema de adaptación para quienes no cuentan con recursos suficientes.

Lo cierto es que el desarrollo tecnológico, basado en una economía de mercado, no tiene una implantación uniforme, ni siquiera justa. Al contrario, es asimilada por la sociedad creando segmentos de desigualdad. No hay que olvidar que las nuevas tecnologías no sólo son un bien en sí mismo sino que proporcionan múltiples posibilidades a aquellos que las utilizan. Se podría decir que la tecnología es multiplicadora de oportunidades.

Por todo lo anterior, se puede concluir que existen fracturas o brechas digitales determinadas en función de los usos y capacidades del sujeto, principalmente, una brecha por posibilidad de acceso, otra por frecuencia de uso, y otra por capacidad y competencia. Además, son observables diversos grupos de riesgo en función de su edad, su género, su ubicación geográfica, su preparación, etc.

Las brechas digitales de mayor calado de ámbito nacional son observables en países con grandes desigualdades socioeconómicas, mientras que en los países más equilibrados consiguen reducir esa separación notablemente. Sin embargo, muchos países de los llamados “desarrollados” continúan con índices significativos de exclusión digital o, al menos, con ciertas desigualdades entre diferentes sectores de población.

En la Declaración de Principios del CMSI en Ginebra (2003) se señalaba:

“las ventajas de la revolución de la tecnología de la información están en la actualidad desigualmente distribuidas entre los países desarrollados y en desarrollo, así como dentro de las sociedades. Estamos plenamente comprometidos a convertir la brecha digital en una oportunidad digital para todos, especialmente aquellos que corren peligro de quedar rezagados y aun más marginados”.

Es decir, la comunidad internacional está dispuesta a aplicar políticas de información que faciliten la inclusión digital de las personas. No obstante, se debe tener en cuenta que el fenómeno de la brecha digital no es directamente proporcional al número de ordenadores por habitante y que, por tanto, no deberían reducirse las políticas de inclusión digital a un mero reparto de unidades informáticas. Existen más variables en la compleja ecuación de la inclusión digital que hay que tener en cuenta, como pueden ser las competencias y habilidades del sujeto, su interés, o la interacción que haga en su vida diaria con estas tecnologías.

En España existen diversas políticas de información que tratan de luchar contra la brecha digital que se percibe principalmente en determinados ámbitos socioeconómicos, aunque también es apreciable entre hombres y mujeres.

El pasado 28 de abril, tuvo lugar la presentación del Observatorio e-igualdad en el que se presentaron los resultados de diversos estudios sobre la brecha digital de género en España. En ellos, se pone de manifiesto que la brecha digital entre hombre y mujeres, a pesar de tender a igualarse, sigue existiendo. El volumen de mujeres usuarias de Internet sigue siendo menor al volumen de los hombres, al igual que la intensidad y frecuencia de uso que también es menor. Estos datos contrastan, por ejemplo, con el uso de telefonía móvil que se traduce prácticamente en el mismo porcentaje. Como señala uno de los estudios “se detecta la existencia de una tercera brecha digital de género, circunscrita al uso de los servicios TIC más avanzados (…) Las diferencias en el aprovechamiento de las aplicaciones más innovadoras de Internet advierten de la presencia de una nueva brecha cuyas implicaciones se proyectan hacia el futuro, en la medida en que están relacionadas con los entornos en los que se diseñan y construyen las aplicaciones tecnológicas”, es decir, existe una brecha importante en cuanto a uso y aprovechamiento de las últimas tecnologías que se van incorporando.

Las mujeres españolas que son usuarias de nuevas tecnologías tienen, en general, menor inclusión digital. A medida que la edad de la muestra aumenta, se amplía la diferencia entre ambos sexos en el acceso y uso del ordenador y de Internet. Sigue habiendo también una importante brecha digital relacionada con la informática más avanzada que sigue siendo mayoritariamente masculina. Solo entre estudiantes las mujeres superan a los hombres en el uso de Internet.

A pesar del avance considerable, sigue siendo un elemento a tener en cuenta, más si cabe cuando determina en gran medida el acceso a determinados puestos de trabajo. Sin embargo, creo que la tendencia cambiará definitivamente con la madurez de los “incluidos digitales” y, al contrario de la opinión e interpretación de los datos de las responsables del estudio, no creo que estas nuevas generaciones de jóvenes que crezcan habituados al uso de las TIC se vean influidos por estereotipos que señalen determinadas salidas profesionales tecnológicas como masculinas. Y vosotros, ¿Qué opináis?

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Victor Villapalos

Mi bitácora pretende ser un punto de encuentro para estudiantes y profesionales del sector y, por supuesto, para todos aquellos interesados en este ámbito del conocimiento. Desde esta pequeña ventana asomarán pensamientos y reflexiones sobre todos aquellos temas que, relacionados con la Biblioteconomía y la Documentación, merezcan una buena pincelada de bits. Estáis invitados a participar activamente en él con vuestros comentarios y/o sugerencias. Podéis conocer más sobre mi en www.victorvillapalos.es

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