Contra todo pronóstico las Humanidades no han muerto. Y no será porque no se anunció veces su inminente defunción por innecesidad, inservibilidad e irrentabilidad. Simplemente se están reinventando, se están definiendo. Las Humanidades Digitales (HD), aún en proceso de gestación, surgen para ocupar su propio espacio dentro de una nueva sociedad nacida de la revolución digital, que no es ni más ni menos que el último estadio de las revoluciones industriales. Se trata de una ruptura con lo anterior que no sólo estamos viendo, sino que estamos protagonizando.
Pero, si ya el campo de las Humanidades tradicionales es multidisciplinar ¿cómo se determina el rol que ocupa el Humanista Digital? ¿Qué hace exactamente el profesional de las Humanidades Digitales?
Independientemente de su campo de especialización, debe ser un científico, pero sobre todo un difusor, uno de los protagonistas en entender y propiciar el enlace entre cultura y tecnología. El profesional de las Digital Humanities, es hoy por hoy, un investigador, debe generar contenidos de calidad, revisarlos, salvaguardarlos de la intoxicación informacional, pero sobre todo, y es aquí donde está el gran reto de las HD, difundirlos, procurar que lleguen a la mayor cantidad de gente posible y convertirlos, por qué no, en elementos sujetos a la crítica.
En junio de 2013, participé, como representante del mundo de las Bibliotecas y la Documentación, en una mesa redonda sobre el futuro de las Humanidades con profesores y estudiantes de la Universidad de Castilla-La Mancha. El incierto futuro laboral que generan estos estudios universitarios, difusos y a menudo incomprendidos, fue el tema sobre el que pivotó el debate. Fue ahí donde pregunté a los alumnos y profesores de la facultad sobre qué había que hacer con las Humanidades en la era 2.0 y la pretensión sobre avanzar hacia un desarrollo serio, con garantías en este campo, si la Universidad tiene en este momento un plan de investigación o formación sobre esta disciplina (lo tuvo hace unos años con un Máster), y si los alumnos conocen el tema o tienen pretensiones de especializarse en HD. La conclusión fue rotunda: ni profesorado (salvo algún caso), ni estudiantes conocían la dimensión que las Humanidades Digitales están adoptando en otras latitudes, sobre todo en países anglosajones. Y ya va siendo hora de que nuestro país, con su ingente patrimonio histórico, bibliográfico, cultural, lingüístico ejerza el liderazgo que le debería corresponder dentro de la digitalización humanística. Como hoy por hoy viene siendo habitual, los mejores españoles especializados en la disciplina trabajan fuera de España: en este sentido hay que destacar la labor del profesor Juan Luis Suárez (@suarez_juanluis), director de The CulturePlex Lab, de la University of Western Ontario, autor del blog «El Humanista Digital«, quien a pesar de “la indefinición de la(s) disciplina(s), de la juventud de los métodos y de la incertidumbre acerca de la naturaleza humanística de algunas de las cosas que aparecen bajo esta rúbrica” trabaja para dar sentido a las HD mediante múltiples proyectos. Además, ha sido este 2013 el año del primer Congreso Internacional de las HDH (Humanidades Digitales Hispánicas). Algo se está moviendo.
A día de hoy se están generando experiencias profesionalizantes, incipientes y quizá no pasan de labs. Pero en el nuevo mundo de bibliotecas, archivos y museos digitales, de libros electrónicos, minería de datos y gestión de la información, el desarrollo de la cultura digital y la colaboración con diferentes especialistas del mundo digital es una herramienta clave para romper el aislamiento que desde hace ya muchos años sufre el campo humanístico. En socializar las Humanidades Digitales reside la riqueza y todo el potencial de este nuevo campo de conocimiento a través de profesionales aún en construcción. Generar valor, ese es el reto.