No es muy corriente ver una Biblioteca pintada de amarillo, rosa o azulón (aunque sea muy recomendable), tampoco son frecuentes las Bibliotecas que sustituyan su fachada por una valla publicitaria sobre sus servicios (aunque también pueda ser muy recomendable); y sin embargo, esa es la apariencia normal de los Bibliobuses.
La apariencia exterior de un Bibliobús es propaganda en sí misma para él, para sus prestaciones, para los servicios públicos de biblioteca y para la lectura en general.
Tanto espacio debe ser (y es) aprovechado. Es un lujo disponer de esos metros cuadrados, gratuitos y desplazables de un lugar a otro, que de no optimizarse constituiría el despilfarro de un recurso por el que otras entidades pagan cantidades ingentes.
Pero además la decoración exterior de un Bibliobús es algo más que una fuente publicitaria, es un elemento consustancial a él, es su imagen, la primera que tienen de él los usuarios, y, por ende, es su identidad.
En España tenemos tantos ejemplos como servicios funcionando. Desde principios de los 80, la transferencia de las competencias bibliotecarias a las comunidades autónomas, con la llegada de la Democracia, originó la ruptura de la uniformidad iconográfica dispuesta hasta el momento desde el gobierno de la nación, de quien dependían la mayoría de los Bibliobuses.
Ahora nos encontramos con una gran multiplicidad de diseños, motivos y colores, que distingue unos servicios de otros, o incluso a distintos bibliobuses dentro de un mismo servicio, dándose también casos en los que la imagen hoy vigente ya ha sustituido a otra anterior también propia, como en los Bibliobuses de Lleida, Barcelona o Gandía.
Haciendo un pequeño esfuerzo de sincretismo, podemos distinguir varias tendencias a la hora de clasificar el aspecto exterior de los Bibliobuses españoles :
- Los que se centran en los dos elementos claves de su existencia, es decir, las personas a las que se dirigen y los servicios que les ofrecen. A nuestro juicio es la concepción más completa, con un mensaje sencillo y veraz en el que todo se resume en los beneficios que la población (siempre diversa, según sus colores, posturas, edades…) recibe del Bibliobús (que se adapta a esa diversidad). Buenos ejemplos de ello son el Bibliobús Escolar de Zamora, el Bibliobús Municipal de Zaragoza o los Bibliobuses de Segovia.
- Los que reparan en sus prestaciones, tanto de una forma gráfica como por medio de texto; tales son los casos, entre otros, de los Bibliobuses de Barcelona, Castilla-La Mancha, Salamanca o Gandía.
- Dentro de este último grupo los hay que se centran exclusivamente en el soporte libro-papel y en la cultura escrita; los diferenciamos por su gran número, así encontramos en esta categoría a los Bibliobuses de Valladolid, Castellón, Murcia, León, Zamora, Burgos, Soria…
- Otros hay que se fijan en una obra literaria universal como reclamo e identificación de sus funciones, como ocurre con dos de los Bibliobuses respectivos de Burgos y Soria, dedicados al cantar del Mío Cid, o el propio Bibliobús Escolar de Burgos, decorado con escenas de El Quijiote. Un caso aparte lo constituye el Bibliobús Municipal de Badajoz que hace referencia al mundo de los cuentos y de la fantasía en general; también uno de los de Segovia.
- Por último, tenemos bibliobuses con una decoración abstracta donde predomina la palabra “Bilbiobús” y los emblemas de pertenencia a su sistema de bibliotecario, como los Bibliobuses de Lledia o Madrid, el de Ávila, Granada, el Municipal de Málaga o la Biblioguagua de Santa Cruz de Tenerife.
Sea como fuere, todos cumplen perfectamente con su función de llamada en el fomento de sus prestaciones y en la publicacidad de los servicios públicos de lectura allí por donde pasan, y no digamos nada de las localidades y/o barrios que visitan, pues en el caso de los Bibliobuses el movimiento se demuestra parando.
En consecuencia, la decoración exterior del Bibliobús ha de ser, ante todo, un reclamo. Nunca ha de pasar desapercibida, pues lleva implícita la obligación de provocar y de sorprender. Elementos como un diseño original, la combinación y profusión de colores, la gracia en los dibujos, la audacia en los motivos fotográficos, las propuestas lúdicas, la utilización de pictogramas, el recurso a falsas perspectivas o la inclusión de textos atrayentes son algunos instrumentos para conseguirlo.
Evidentemente la primera fase del mensaje ha de ser informativo, debe contener su presentación y, aunque sea perogrullada, la palabra “bibliobús” (o la utilizada en cada lugar para designar una biblioteca ambulante) ha de ir destacada y atraer la primera atención del viandante.
Superado ese estadio, el siguiente mensaje profundizará sobre las prestaciones o beneficios que la población puede esperar del Bibliobús, bien siguiendo la línea informativa bien cambiando al contenido emocional.
En ningún caso las ansias de destacar deben causar rechazo, todo lo contrario, el diseño exterior ha de provocar la atracción del usuario, la curiosidad por conocer un interior prometedor a juzgar por la imagen externa, y, sobre todo, despertará su confianza.
Es muy beneficioso que diferentes Bibliobuses de un mismo servicio, aunque mantengan el mismo diseño, puedan distinguirse entre ellos por su diferente color, pues ello ayuda a los usuarios a identificar su Bibliobús del resto, creando además unos lazos de exclusividad en su relación con él y evitando confusiones del tipo “porqué no paró mi Bibliobús si pasó por mi población”, cuando no era el suyo, y otras de índole parecida.
En pocas líneas hemos pretendido poner de manifiesto la importancia del aspecto exterior en los Bibliobuses, cuya línea de diseño tendría que verse continuada en la gama de productos impresos y merchandising que genera, si bien esto será tema para otro post.