La gestión del tiempo es un elemento decisivo en los servicios bibliotecarios móviles; los minutos de viaje que tardamos en llegar a nuestra cita con los usuarios, la duración de cada parada, y la periodicidad de las mismas (las ausencias), son tres perspectivas temporales cuya correcta atención es necesaria para el gobierno óptimo de los servicios.
El equilibrio entre el tiempo real de servicio (duración de las visitas) y el tiempo de viaje es fundamental para la justificación del correcto empleo de nuestros recursos. Lo mismo podemos decir de la administración del tiempo de parada con relación a parámetros como el volumen de población, las distancias que recorrer, el número de localidades por atender o las posibilidades propias del medio de transporte del que dispongamos. Son muchos de ellos elementos no bibliotecarios que inciden sin embargo en los resultados de nuestro servicio.
Uno de los aspectos más significativos en la gestión temporal de los servicios móviles de bibliotecas son las ausencias, es decir, el intervalo que transcurre entre visitas. Durante ese lapso hemos de intentar, al menos, que el bibliobús continúe en las mentes y en la vida cotidiana de los usuarios, a sabiendas que físicamente falta. Conseguir integrar un servicio en el universo cotidiano de sus usuarios no es tarea fácil, más si la periodicidad con la que acude a ellos no es diaria.
Es cierto que la especial naturaleza de las bibliotecas itinerantes despierta una empatía tan real como beneficiosa entre el público general, que suele plasmarse en esa relación de proximidad entre ambos tan característica de estos servicios; y lo mismo podríamos decir de que no hay mejor propaganda como el trabajo bien hecho. Ambos elementos son los primeros resortes para perpetuar la presencia del bibliobús en las comunidades que atiende más allá de su presencia física.
Con la gestión del tiempo de ausencia hemos de pretender prolongar el beneficio dispensado al usuario en la propia visita, de forma que el bibliobús acabe configurado como un elemento más de su existencia cotidiana.
Los primeros medios que se utilizaron para ello lo constituyó la amplia gama de instrumentos que configuran el merchandising (bolsas, llaveros, bolígrafos, camisetas…) en los que, dentro de las posibilidades de diseño, se tienden a aprovechar sus superficies también para la información, especialmente relativa a las fechas de visita, así como de los datos de contacto (teléfono, correo electrónico, dirección postal, redes sociales…).
Un escalón más elevado lo constituyen los folletos, carteles y demás productos informativos en papel, fundamentalmente referidos al calendario de visitas, reglamentos o normas de uso.
La gamificación no deja de ser un recurso tan válido como sencillo para inculcar la imagen y principios de nuestro servicio al tiempo que se consigue el divertimento del público (recortables, juegos…)
Así mismo las actividades de animación a la lectura diseñadas para ser aplicadas desde el propio bibliobús constituyen un recurso poderoso, de muy buena aceptación por parte del público, que le dedica atención, interés y, por ende, tiempo (concursos, clubes de lectura…)
Aunque es deseable que la programación de fomento lector se desarrolle con el bibliobús presente, cuando no sea así, se ha de dejar siempre patente la procedencia de las mismas, con el fin de que su figura y la de su servicio concurran en la mente de los asistentes (carteles, propaganda…).
La aparición de Internet y la web informativa supuso un cambio cualitativo en favor de la proximidad y del aumento del tiempo de contacto en la distancia, aunque con una interactividad todavía muy limitada.
La web 2.0 y su más común manifestación en las redes sociales, no sólo liberó de horarios el flujo informativo sino que también duplicó su dirección, permitiendo el “diálogo” bibliobús-usuario y viceversa en cualquier momento.
La aparición de los dispositivos móviles ha conseguido que esta relación virtual aporte también la autonomía respecto del lugar desde el usuario la lleve a cabo.
Por último, la implantación de las aplicaciones móviles facilita y enriquece aún más esta relación no presencial, al tiempo que estrecha los lazos hasta extremos antes insospechados.
Sea cual sea el medio utilizado, o la combinación de varios de ellos, es necesario conseguir la atención del usuario también en los momentos en los que no se cuenta con la presencia física del bibliobús. Que nuestros usuarios sientan nuestro interés por ellos también en las ausencias facilita nuestra labor presencial y mejora la relación entre ambos.