Aurora Cuartero y su manual de Bibliobuses de la década de 1950

Las entidades, también los servicios públicos, son las personas que estás de detrás de ellas, que frecuentemente permanecen anónimas pero que impregnan de su personalidad y forma de hacer lo que diariamente tienen entre manos. Un ejemplo claro es la figura de Aurora Cuartero, la responsable técnica de crear y poner en marcha los Bibliobuses de la Antigua Dirección General de Archivos y Bibliotecas, en 1953.

Sin apenas más datos sobre ella que sus escritos, por los mismos la suponemos una mujer valiente, decida, audaz, práctica y comprometida con su tarea.

Aparte de sus consecuciones con los bibliobuses, nos quedan diversos artículos en el Boletín de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas en defensa de los servicios bibliotecarios móviles, y la obra que hoy comentamos, “El servicio de bibliobuses y su actuación en España”, salida de la Imprenta Juan Bravo, de Madrid, previsiblemente en la primera mitad de la década de 1950.

Es una publicación de 72 páginas y 21 cm., un “librito” podríamos decir, donde, sin embargo, Aurora Cuartero teoriza sobre lo que debería ser un servicio de bibliobús en la España de la época plasmando el plan elaborado por ella, con una concepción extraordinariamente moderna, para cuya defensa no le duelen prendas en arremeter contra “dogmas” bibliotecarios aún hoy vigentes y lacras de la administración que también seguimos sufriendo en nuestros días.

El primer párrafo del prólogo ya anuncia la dirección que se va a seguir en la totalidad del texto: “No hace falta ser profeta para prevenir el romanticismo aprofesional caluroso que querrá utilizar con una versatilidad que invierte los fines del servicio… Por lo que puede significar su utilización en nuestro país, y no por el servicio mismo, es por lo que la autora de este trabajo se ha capacitado cuanto ha podido en los problemas del servicio móvil”.Aurora Cuartero

Su punto de partida fue el mundo anglosajón, tanto el estadounidense como el británico, como va apareciendo tanto en sus citas y comentarios a lo largo de la obra como en la escueta bibliografía final, así como en las tres hojas de fotografías incluidas.

Así mismo defiende la necesidad de un plan, un “plan de zona”, por la cercanía connatural del servicio a sus lectores, frente a los que lo veían como un “experimento”, como algo pasajero y de prueba; con la “evidente necesidad de que los Centros Coordinadores de la zona cubierta tengan una representación importante en el desenvolvimiento del mismo”.

En los primeros capítulos, Aurora Cuartero repasa la situación financiera y organizativa del panorama bibliotecario español, defendiendo el uso de organismos autónomos para el desarrollo de los bibliobuses, por la menor rigidez operativa que conlleva, donde también hace sitio a la presencia de agencias privadas antes de llegar a la figura de las bibliotecas comunitarias, a la manera de las cooperativas ciudadanas de consumo, “dada la tendencia individualista de nuestro pueblo… [que] preferirá todavía pagar a ese comerciante una cuota mayor con tal que le ahorre el reunirse con un grupo para una obra común” (pág. 7)

Con este preámbulo, la autora enumera los 36 artículos de su “Proyecto de Reglamento para la red autónoma del Servicio Nacional de Lectura” (S.N.L.), donde, en sus once capítulos, se hace un repaso al papel de las agencias privadas, su relación formal con el S.N.L., y el trasvase del sistema a los Centros Provinciales Coordinadores de Bibliotecas.

Para Aurora Cuartero, “el bibliobús es el creador de los centros futuros” cuando actúa en zonas sin otros servicios, mientras que en lugares con bibliotecas fijas tiene “un papel de tornasol que sirve para demostrar, con toda claridad, cuáles son las unidades estáticas realmente utilizadas, y cuáles son una ficción presupuestaria y una estadística sofisticadamente aumentada”. (pág. 41)

La planificación bibliotecaria de acuerdo a las necesidades reales del territorio es una máxima fundamental para nuestra autora: “¡Qué conocido es el fruto del trabajo de unos señores que se congregan en torno a un mapa –a veces, sin mapa- y trazan sin moverse de su despacho un plan de brillantez asombrosa, verdaderamente merecedor de enhorabuenas como tal plan! Pero ¡qué poco han caminado esos señores por ‘las calle y los caminos’ de su servicio!” (pág. 41)

En cuanto a la colección, más allá de reconocer la necesidad de una selección diaria atendiendo las diferentes localidades visitadas, y la relevancia de las obras con mayor tirón lector dadas las limitaciones de espacio, defiende como imprescindible un sistema de ágil para las adquisiciones: “Si el servicio de compras del que depende el bibliobús está montado en una excesiva rigidez burocrática, entonces la caridad obligaría a recomendar que ningún desgraciado se hiciera responsable de semejante servicio móvil” (pág. 42). Setenta años después el número de «desgraciados» de ese tipo en nuestra profesión va cada vez es mayor…

La clasificación debería ser sencilla, sin dejar de ser sistemática ni decimal, pero “adaptada con absoluta y pragmática libertad a las necesidades no ya sólo sumarias, sino completamente especiales del bibliobús… A nuestro juicio, sería completamente inconveniente aplicar en una sucursal móvil ninguna ortodoxia rígida, ni aún siquiera en su desarrollo elemental” (pág.51). Defendía ya, Aurora Cuartero, “sí interesan una serie de clases que responden a los pedidos habituales de los lectores de este tipo –por ejemplo: clasificación por edades, de las obras infantiles; o novelas de aventuras, de viajes, policíacas…” (pág. 51)

La publicidad del servicio y de las paradas es fundamental, “en la Prensa y en la Radio, e incluso en la calle”, donde también el reclamo acústico identificativo esté operativo desde el primer día, en el caso de Aurora Cuartero, por medio de una bocina especial.

El personal, como pieza clave, ha de procurar la puntualidad de las paradas, atender a las comunidades según sus necesidades y “mantener la moral extraordinariamente atendida so pena de que el servicio se hunda” (pág. 44)

Los primeros Bibliobuses de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas estaban formados por una cabeza tractora y un remolque. El diseño de este modelo dotacional permitió a nuestra autora proponer dos tipos de paradas: las que dependían del remolque estacionado durante bastante tiempo, y las que eran servidas por la cabeza tractora, que por su menor duración podían ser atendidas en un mismo día sucesivamente. Las primeras las denominó estaciones y las segundas subestaciones.

Igual que la colección, a la hora de emplear un vehículo, éste tendría que estar acondicionado para las características de las zonas a servir. En este sentido, es curioso, desde nuestra perspectiva actual de mejores infraestructuras, como la autora distingue características distintas según el servicio fuera urbano o rural, atendiendo siempre a las malas condiciones de este último en cuanto al estado de la red viaria o el pobre o nulo urbanismo de los pueblos. Así aconseja para el servicio a los pueblos puerta de acceso trasera, para evitar las cunetas de las calles, estanterías de madera, que suenan menos con los baches en el trayecto entre localidades, o chasis más elevado para mantener el vehículo íntegro a pesar de las malas condiciones del firme por el que se circulaba.

Concluye la autora el libro con una Apéndice que contiene las características técnicas sobre las que se fabricó el primer bibliobús que puso en marcha para la Dirección General de Archivos y Bibliotecas.

El acercamiento a esta publicación de Aurora Cuartero ha sido un viaje apasionante a los orígenes de nuestros servicios móviles tal como los entendemos hoy, lleno de asombro por la modernidad de sus propuestas y la actualidad de sus soluciones a problemas que después de setenta años siguen tristemente vigentes; ha sido un recorrido sobre los logros de una bibliotecaria formada y capaz de llevar a término una obra de la que todos somos deudores, que supo aprovechar unos momentos de aperturismo en un país atrasado y anclado en la tradición para extender los servicios bibliotecarios en favor de las clases sociales, hasta ese momento, ausentes de cualquier planificación bibliotecaria profesional.

Roberto Soto

Colaborador en Biblogtecarios. Jefe de Bibliotecas en la Diputación de León y Presidente de la Asociación de Profesionales de Bibliotecas Móviles de España (ACLEBIM). Convencido de la Biblioteca Pública e incondicional de los Bibliobuses.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *