En España funcionan 75 bibliobuses según las estadísticas del Ministerio de Cultura y Deporte para 2019[1], si bien para este 2022 hay que sumar tres más, dos pertenecientes a los municipios asturianos de Taramundi y San Tirso de Abres[2] y el navarro del Proyecto Berragu[3].
Afortunadamente, pronto serán algunos más, como el recientemente presentado en Castellón, o sobre los que se viene trabajando en Salamanca, Navarra y Valencia. En uno o dos años, tendremos en España unos 82 bibliobuses a pleno rendimiento.
El nacimiento de nuevos bibliobuses y el esmero en la renovación y modernización de los ya existentes están plenamente justificados por el significado cultural, social y de políticas de igualdad que supone su asistencia a las personas y colectividades más desfavorecidas y vulnerables. Sin embargo, este número de bibliobuses no es suficientemente para garantizar la universalización de los servicios bibliotecarios entre la población.
No es este el espacio para ahondar en las labores de inclusión y empoderamiento de los más débiles desde las bibliotecas públicas y, especialmente, desde los bibliobuses como sus agentes en la vanguardia contra la desigualdad cultural y social; pero no viene mal recordar cómo el acceso a la cultura está recogido por la Constitución de 1978 como parte del Título I. De los derechos y deberes fundamentales; concretamente su artículo 44 establece que «Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho».
La universalización de los servicios bibliotecarios está recogida en una rica lista de legislaciones, tratados, pautas y recomendaciones. El propio Manifiesto de la Unesco para la Biblioteca Pública, defiende la eliminación de cualquier barrera que dificulte su acceso y disfrute, incluidas las relacionadas con la residencia de las personas[4].
Si en una sociedad moderna, como pensamos que es la nuestra, somos incapaces de concebir personas o grupos sociales sin atención sanitaria o educativa, ¿por qué nos ha de parecer tolerable que miembros de nuestra comunidad, que pagan los mismos impuestos que nosotros, (o más, en proporción de lo que reciben) y que las leyes les atribuyen los mismos derechos que a los demás, se vean desprovistos de todo servicio bibliotecario?
Según las estadísticas oficiales para 2019, en España aún quedan 1.485.976 personas sin ningún tipo de servicio bibliotecario[5]. Su ubicación preferente en la España Vaciada y su asentamiento en poblaciones pequeñas y dispersas convierte a los bibliobuses en la solución más pertinente por su sostenibilidad y grado de calidad en sus prestaciones para procurarles la atención que se les debe.
En España la figura del bibliobús no es algo anecdótico, pues tanto su nacimiento en 1938[6] como su labor ininterrumpida desde 1953[7] son garantías suficientemente sólidas para demostrar la necesidad y valía de su labor.
Testimonios más que autorizados en torno a estas experiencias profesionales, ya comentados en este Blog, como los de Julia Méndez Aparicio y Aurora Cuartero, coinciden en señalar la avidez de lecturas de la población rural, especialmente de la más débiles, y cómo, cuando se le dotan de servicios, emite una respuesta extraordinariamente positiva y volcada en su beneficio y disfrute.
En esta línea, de vez en cuando llegan a los medios de comunicación social iniciativas vecinales para formar su propia biblioteca, a falta de la atención oportuna por parte de los poderes públicos. Son ejemplos muy loables, pero muchas veces infructuosos a medio y largo plazo, ante la ausencia del personal bibliotecario profesional preciso para el óptimo aprovechamiento de los recursos con los que cuentan, su adaptación a la comunidad y su evolución para ir de la mano con ella.
Ya el Grupo de Trabajo, del Consejo de Cooperación Bibliotecaria, para el Plan de Especial Atención al Medio Rural, estableció como una de las conclusiones provisionales de su Informe 2020, la necesidad de «Dotar al resto de poblaciones menores al valor que se estableciera tras la propuesta de modificación de la Ley de Bases, también de servicios de biblioteca pública de calidad, es decir, con la presencia de bibliotecarios profesionales, suficientes y sostenibles»[8].
El caso del bibliobús es un ejemplo palmario de la labor bibliotecaria profesional tan dilatada en el tiempo como productiva para las comunidades que sirve. Personal comprometido, motivado, formado y con una perspectiva amplia de sus servicios, usuarios, recursos y posibilidades de actuación.
Es lógico, pues, por todo ello, que los bibliobuses constituyan la fórmula de servicio propicia para atender a ese casi millón y medio de personas sin servicios bibliotecarios, si tenemos la pretensión de optimizar recursos, conseguir una continuidad temporal, perseguir garantía en los resultados y disponer de una gestión capacitada para el cumplimiento de sus objetivos.
Aplicando la ratio del Ministerio de Cultura y Deporte, según la cual, un bibliobús no debería sobrepasar las 15.000 personas en su atención, necesitaríamos crear ahora mismo 99 nuevos bibliobuses[9], para conseguir esos fines.
Por otro lado, si atendemos a la mejora en los índices de calidad, actualmente tenemos funcionando 35 bibliobuses con una periodicidad superior a los quince días entre visitas, lo que disminuye las oportunidades de servicio para las poblaciones atendidas. La mayor parte de ellos emplean un mes en volver a cada localidad, con lo que, en el mejor de los casos, podrían ofrecer a sus usuarios hasta doce visitas anuales. Esta insuficiencia, hace necesario el desdoblamiento de estos bibliobuses en dos, de forma que serían necesarios otros 35 a mayores para paliarla.
En consecuencia, el respeto del derecho del acceso universal a los servicios bibliotecarios y la defensa de una calidad óptima en sus prestaciones, extendida para todos los efectivos en funcionamiento, conllevaría la necesidad de aumentar las flotas actuales en 134 nuevos bibliobuses a mayores de los ya existentes en nuestro país, con lo que, sumados a los actuales, España debería alcanzar una flota de 212.
[1] Ministerio de Cultura y Deporte. Bibliotecas públicas españolas de cifras. 2019
[2] Premio ACLEBIM para el Programa «Rompiendo distancias»
[3] Premio ACLEBIM para el Proyecto Berragu
[4] Manifiesto de la IFLA/UNESCO sobre la Biblioteca Pública de 1994
[5] Ministerio de Cultura y Deporte. Bibliotecas públicas españolas de cifras. 2019
[6] CUGUERÓ, Maria C, BOADA, M. Teresa i ALLUÉ, Vicenç: El Servei de Biblioteques del Front. Barcelona: Diputació de Barcelona, 1995.
[7] CUARTERO, A. El servicio de bibliobuses y su actuación en España, Madrid. 1954.
[8] Consejo de Cooperación Bibliotecaria. Grupo de Trabajo para el Plan de Especial al Medio Rural. Informe (marzo, 2020) https://www.ccbiblio.es/wp-content/uploads/07.Informe-2019-2020.-GT-especial-atenci%C3%B3n-al-medio-rural.pdf
[9] El servicio de bibliobús. Pautas básicas para su funcionamiento, 2002. https://bibliobuses.com/wp-content/uploads/documentos/pautasbibliobusesministerio.pdf
Interesante estudio y demoledor balance de la situación, Roberto. Pues sería de justicia que nadie en este país se sintiera privado del acceso mínimo a medios públicos bibliotecarios. Necesario y una manera de empezar a hacer las cosas bien.
Muchas gracias, Juan, por tus palabras. Coincido totalmente con tus planteamientos.
Un saludo.