Servicios bibliotecarios para refugiados

La llamada “crisis de los refugiados” —con sus dramas humanos, su problemática gestión y su trasfondo geopolítico— ha sido sin duda alguna el tema informativo clave durante este verano que ahora se desliza hacia su fin en toda Europa, ocupando titulares televisivos, portadas de prensa, opiniones y llamamientos de toda índole: pateras arribando en nuestras costas meridionales, frágiles embarcaciones naufragando durante su singladura hacia Lampedusa, angustioso hacinamiento en Lesbos, diarios asaltos a los convoyes ferroviarios a través del Canal de la Mancha, la masiva marcha a través del Este europeo…

Son muchos los factores que han impulsado el aumento de los flujos migratorios internacionales, ya sea en busca de nuevas oportunidades o huyendo de conflictos y persecuciones, si bien estos motivos dan pie a cierta distinción. Así, la Organización Internacional para las Migraciones considera migrantes a aquellas personas que van a otro país o región con miras a mejorar sus condiciones sociales y materiales y sus perspectivas y las de sus familias, por razones de conveniencia personal y sin intervención de factores externos que le obliguen a ello. En cambio, la Convención de Naciones Unidas sobre el Estatuto de los Refugiados —al que España se adhirió en 1978— define como refugiado a toda persona que «debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera regresar a él», definición recogida en el art. 2. d) de la Directiva 2011/95/UE de 13 de diciembre de 2011. Esta distinción no es baladí, puesto que las normas internacionales no establecen los mismos derechos para unos y otros, puesto que a los refugiados se les reconoce un Estatuto por el que los Estados contratantes deben conceder determinados derechos en las mismas circunstancias que a sus nacionales tales como la protección de su propiedad intelectual e industrial, el acceso a los tribunales o la enseñanza elemental. Sin embargo, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) reconoce que migrantes y refugiados frecuentemente usan las mismas rutas y medios de transporte, recurriendo a los servicios de bandas criminales traficantes de personas, en condiciones inhumanas, con un alto riesgo de explotación y abusos.

Jugle Books - Calais
Jungle Books en el campo de Calais (Francia)

Tradicionalmente, las bibliotecas han tratado de atender con mayor o menor fortuna a las minorías desplazadas y asentadas durante un tiempo más o menos prolongado en un territorio. Incluso en los momentos de crisis migratoria como los que se está viviendo en la actualidad han brotado servicios bibliotecarios destinados a paliar de alguna manera las necesidades sociales, informativas y de ocio de los desplazados retenidos en campos de refugiados, sean o no oficiales. De tales servicios acaso el más conocido sea el de la Jungle Books, la biblioteca abierta por la profesora de inglés Mary Jones en el campo de refugiados de Calais (Francia), uno de los más grandes de Europa occidental, surgido a comienzos de 2015. Planteada inicialmente como instrumento de apoyo a la formación que ella misma impartía a quienes aspiraban llegar al Reino Unido, con diccionarios o libros de historia, pronto comprendió que la lectura era una vía muy útil para la evasión intelectual de la dramática situación que allí se vive.

Myanmar
Niños birmanos en la biblioteca de un campo de refugiados en Tailandia

Iniciativas como ésta ya se han puesto en marcha con anterioridad. Desde su creación en 1980 durante el éxodo de refugiados de Camboya, la Shanti Volunteer Association ha incluido en sus programas los servicios bibliotecarios. Convencidos de que el desarrollo saludable de los niños depende no sólo de comida y refugio, sino también de historias que nutran el alma, SVA les ayuda con estas bibliotecas a desarrollar su creatividad, reforzar los valores y la actitud de cooperación y difundir la posibilidad de curación de sus heridas psicológicas. En la actualidad mantienen 21 bibliotecas comunitarias en siete campamentos de refugiados procedentes de Myanmar en Tailandia, para lo que cuentan con el apoyo financiero de ACNUR. Además de los servicios tradicionales, la publicación de libros en las diferentes lenguas birmanas y la difusión de información a la comunidad —incluida la relativa a la repatriación—, desarrollan seminarios de promoción de la lectura para los maestros de los educadores de los campamentos, fomentando así el uso y la necesidad de las bibliotecas.

Existen entidades dedicadas casi exclusivamente a la implantación de servicios bibliotecarios para refugiados, como Bubisher, de la que ya nos hemos ocupado en alguna otra ocasión en este blog. También el caso de Seraj Library Project, que en colaboración con Life Organization abrió su primera biblioteca en el campo de refugiados de Deir ‘Amar, en Cisjordania. En 2013 inauguraron su sexta biblioteca en el campo de refugiados de Aida, muy próximo a la ciudad de Belén, donde en colaboración con Al-Ruwwad Cultural and Theater Society ofrece además a los niños la oportunidad de aprender teatro, música y danza.

Malindza
Biblioteca del campo de refugiados de Malindza (Swazilandia)

La problemática situación en el continente negro, con millones de desplazados, ha provocado la proliferación de los campos de refugiados, en los que afortunadamente tampoco faltan iniciativas bibliotecarias. El campo de refugiados de Malindza (Swazilandia), por ejemplo, es el hogar de unos 400 refugiados de Somalia, Ruanda, Burundi, República Democrática del Congo, Mozambique y Sudáfrica que huyeron de sus hogares debido a la guerra, el genocidio, los ataques xenófobos y la inestabilidad política. Con la asistencia de ACNUR, Caritas y el Departamento de Asuntos de Interior de Swazilandia, una subvención norteamericana y la ayuda del Peace Corps Volunteers Ryan and Adelyn Hall, los residentes han rehabilitado un bloque de edificios abandonados para albergar un centro de educación preescolar y una biblioteca. Atendida por voluntarios entrenados por la National Library Association of Swaziland, en ella se imparten clases de inglés, aumentándose así la oferta de recursos bibliotecarios tradicionales: libros de referencia y ficción para niños y adultos, un ordenador…

La crisis de Darfur provocó una oleada de refugiados que, procedente de Sudán, se instaló en el este de Chad. Con el objetivo de proporcionar a los refugiados información sobre sus derechos i-ACT ha impulsado R2E: Human Rights Mobile Library, un programa para la distribución de cofres con diferentes herramientas de aprendizaje, incluidos lectores de libros electrónicos, mapas, utensilios y otros recursos, así como material para el aprendizaje de inglés, mesas, sillas y colchonetas que visitan las escuelas de los campamentos (un proyecto similar a las Ideas Box). Por su parte, basado en su programa What You Wish For, la Book Wish Foundation impulsó en 2012 la instalación de una biblioteca en el campo de refugiados de Iridimi, con una capacidad de 20.000 volúmenes y atendida por profesionales bibliotecarios refugiados en el propio campo.

Kakuma
Nueva biblioteca en el campo de refugiados de Kakuma (Kenia)

Obviamente, el sostenimiento de estos servicios bibliotecarios no resulta nada fácil. Fundada en 1991, con apenas seis libros de ficción escritos en la lengua nacional etíope cuando este campo se encontraba en Walda, la biblioteca del campo de refugiados en Kakuma (Kenia) llegó a albergar 30.000 volúmenes. Su primer edificio fue construido gracias a una donación japonesa, y posteriormente reemplazado por otro sostenido por la Lutheran World Federation. Sin embargo, el fin de este apoyo económico y el deterioro de las instalaciones forzó a lanzar un llamamiento en solicitud de ayuda. La donación periódica conjunta de libros por parte de Book Aid International y Windle Trust ha mantenido el servicio durante los últimos años. De esta manera el lugar se convirtió en un punto de encuentro para los refugiados de diferentes etnias y nacionalidades, contribuyendo a la convivencia, el entendimiento mutuo y la construcción de la paz entre las comunidades. En agosto de 2014 el embajador de Francia en Kenia inauguró las nuevas instalaciones de esta biblioteca —que incluso cuenta con su espacio en Facebook—, destinadas a ofrecer servicios bibliotecarios de calidad a los refugiados de habla inglesa y francesa.

Lamentablemente, con resultar necesarios y útiles los servicios bibliotecarios en los campos de refugiados, no son lo único que precisan sus habitantes. Si en un principio Mary Jones solicitaba diccionarios y libros en las lenguas nativas de los refugiados para Jungle Books en Calais, ahora se muestra escandalizada por la cantidad de dinero gastado en el envío de libros inútiles que no tienen cabida en las pequeñas instalaciones de la biblioteca mientras los refugiados carecen de cosas muy elementales para cubrir otras necesidades prioritarias. Por eso ha decidido abrir una campaña de crowfounding para poder suministrar generadores eléctricos, kits de cocinas de gas, lámparas de leds, calzado, plástico agrícola… y, por qué no, adquirir algunos ordenadores portátiles para acceder a recursos en línea y facilitar a los inmigrantes la comunicación con sus familias.

Rafael Ibáñez Hernández

Colaborador en BiblogTecarios Bibliotecario en la Biblioteca Municipal. Curioso de las nuevas tecnologías (aunque ya no sean tan nuevas), pero empeñado en mantener los pies sobre el suelo.

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