Después de estudiar Ciencias Económicas Aplicadas, Peter van Olmen fue profesor de psicología y ciencias medioambientales, aunque decidió prestar más dedicación a la literatura tras el éxito alcanzado con su novela Odessa y el mundo secreto de los libros, con la que obtuvo en 2010 el premio Bockenwelp. Se trata de una obra de fantasía metaliteraria dirigida a un público muy joven, un título con el que sus personajes pretenden llenar el hueco que en su día ocuparon los habitantes de la Tierra Media o, ya más tarde, alumnos y profesores en Hogwarts.
¿No sería fascinante que existiera una ciudad habitada por famosos escritores y en la que el mundo que encierran los libros cobrara vida?
La joven Odessa viaja a Scribópolis, la ciudad donde viven Shakespeare, Kafka, Dostoievski, Hamlet o el Minotauro, esperando encontrar en ella a su padre, a quien no conoce. Allí se verá amenazada por Mabarak, un siniestro escritor que fue desterrado y que quiere apoderarse a toda costa de Librus, un libro mágico en el que todo lo que se escribe sucede en la realidad.
Crítica personal:
Con semejante presentación, cabía esperar que esta novela me resultase especialmente atractiva, aunque hayan transcurrido ya muchos años desde que cumplí la edad del lector a quien Olmen pretende dirigir su obra. Los ingredientes que ha empleado auguraban no sólo el éxito editorial sino la satisfacción lectora: aventura, fantasía y misterio, todo ello aderezado con una cierta dosis de erudición literaria, podían hacer de Odessa y el mundo secreto de los libros un título que mereciese compartir anaquel con esas obras que enseguida nos vienen a la mente. Pero lo cierto es que más parece un remedo lleno de préstamos que una obra de brillante originalidad. La influencia de la figuración de J. R. R. Tolkien es sumamente evidente: los escritores constituyen una “raza” distinta a la de los “hombres”, aunque requieren la intervención de un ejército de éstos para derrotar al personaje que encarna el Mal, que se apoya en los gnorks, “orcos malogrados a los que Mabarak ha dado vida sacándolos de El Señor de los Anillos” (p. 455). La existencia de universos paralelos no fue —claro está— invención de J. K. Rowling o C. S. Lewis, pero el portal Iciar —con sus peculiaridades— no puede dejar de recordarnos el armario que llevaba al reino de Narnia o el andén 9 y ¾ de la londinense estación de King’s Cross. Con todo, si estos elementos estuviesen debidamente amalgamados con la dosis suficiente de misterio… “Odessa deseaba tener un padre”. Ésta es la primera frase de la novela, que pretende prometer intriga y lucubraciones en torno a la personalidad del progenitor de la protagonista. Sin embargo, la resolución de este misterio es más que evidente al poco de introducirnos en sus páginas; baste, para el lector poco avisado, recordar quién es el padre de Luke Skywalker, el protagonista de la trilogía original de La Guerra de las Galaxias.
Ni siquiera la combinación del dato erudito en una trama literaria con fines más o menos pedagógicos resulta una aportación original, aunque en este caso no alcance la brillantez con la que Jostein Gaarder ideó El mundo de Sofía. Porque es verdad que el mundo secreto de los libros en que Odessa vive su aventura está poblado por legendarias estrellas de la mitología griega o héroes de la historia universal, numerosos genios de la literatura y personajes salidos de su pluma, todos identificados en un ilustrativo “Dramatis personæ”. Sin embargo, todos estos seres carecen de la sustancia suficiente para proporcionar al texto una densidad narrativa suficiente. Sólo dos personajes consiguen llevar sobre sus hombros la carga de la obra. Uno es Odessa, la joven adolescente cuya capacidad tal vez se deba a la propia fuerza del protagonismo: rebelde frente a la autoridad protectora de su madre, debe superar los temores que la atenazan cuando el incomprensible mundo adulto se le torna hostil. El otro es, indiscutiblemente, Ludovico Aquila, el inteligente y atrevido canario —infatigable consumidor de cigarros puros— que acompaña a Odessa en su aventura y cuyas erudición y altivez logran esbozar en el lector alguna sonrisa en algunos momentos de tensión narrativa.
Con todo, creo que Odessa y el mundo secreto de los libros puede resultar atractiva al joven, al preadolescente más bien, interesado por la mitología clásica y la literatura. Descubrirá en sus páginas algunos nombres que acaso exciten su curiosidad, le impulsen a acercarse —tal vez algo más adelante— a alguno de esos clásicos de la literatura universal que todos deberíamos leer alguna vez. No es, para nada, una novela aburrida; es más, el entretenimiento está asegurado. Posiblemente ése sea su objetivo mejor logrado.
Conociendo al autor:
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