Mario Vaquerizo va camino de cumplir su sueño

Parece que últimamente en este espacio web la música se ha ganado un pequeño hueco, fruto de la atención que le hemos prestado en algunos posts. Laura Novelle quiso saber qué leen los músicos cuando están de gira, mientras que Sandra Clemente nos ofreció una relación de festivales musicales que incluyen en su programación actividades de fomento a la lectura, y un servidor indagó en el maridaje literario-musical para reflexionar sobre su potencial en la difusión de las colecciones de las bibliotecas. Si esto nos llevara a reflexionar sobre la vinculación entre el universo de la música y el mundo de las bibliotecas, descubriríamos que no se trata de espacios tan ajenos. De hecho, las grandes formaciones sinfónicas, operísticas o de ballet, por ejemplo, cuentan en su plantilla con bibliotecarios especializados para gestionar las amplias colecciones de partituras completas, abreviadas, instrumentales, vocales, arreglos, coreografías, grabaciones… que componen su repertorio, lo que les exige una amplia formación musical con conocimientos prácticos. Por eso no es de extrañar que algunos músicos hoy famosos fuesen empleados como bibliotecarios con el fin de proporcionarles un sustento más o menos estable. Tal fue el caso —según nos cuenta Honorio Penadés en el número estival de este año de Mi Biblioteca— de Hector Berlioz, que logró ser nombrado bibliotecario del Conservatorio de París en 1838. Otros, en cambio, realizaron toda una carrera profesional, aunque no alcanzaran tan universal fama como músicos; es el caso de Julio Gómez, bibliotecario que fue en la Biblioteca Nacional de España y el Real Conservatorio de Madrid.

Julio Alonso Arévalo
Julio Alonso Arévalo, guitarra en ristre

Siendo los bibliotecarios personas con manifiestas inquietudes culturales, no es de extrañar que en el gremio abunden los amantes de la música e incluso quienes, de una forma más o menos esporádica o profesional, dedican parte de su tiempo fuera de las estanterías a la interpretación musical, una actividad en cuya práctica generalmente se iniciaron durante su etapa estudiantil. Recientemente tuvimos la oportunidad de descubrir el conjunto músico-vocal por GPS Project, compuesto por tres jóvenes miembros femeninos de APEI, durante las XIV Jornadas Españolas de Documentación de FESABID celebradas en Gijón. En el otro extremo de nuestra geografía, Ginés Cedrés compatibiliza su trabajo en la Biblioteca General de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (Campus de Tafira) con la guitarra de Los Salvapantallas, después de haber participado en otras formaciones como Los Coquillos. Seguro que hay otros muchos casos, aunque tal vez el más conocido sea Julio Alonso Arévalo —componente de The Tranky Band, La Pared o Alquibla—, bibliotecario en la Facultad de Traducción y Documentación de la Universidad de Salamanca y mantenedor de sendos programas radiofónicos de la USAL sobre sus pasiones: Planeta Biblioteca y Con la música a otra parte (en este último, dedicó un espacio a la imagen social de bibliotecas y bibliotecarios en el pop-rock). Por el contrario, algunos graduados han logrado superar la escasez de ofertas de empleo dirigiendo su carrera profesional hacia la música. Ernest Green, por ejemplo, pasó de entretener sus horas de ocio forzado programando beats en su laptop a alcanzar el éxito entre los seguidores del electro chillwave como Washed Out.

Honor y gloria a los punks de biblioteca
Grafiti en la Biblioteca de Villena (Alicante)

Algo tiene la figura del bibliotecario —a pesar de los estereotipos de los que tanto nos quejamos— que resulta atractiva para no pocos músicos, ya sea su estilo el de un melódico cantautor como Alfredo González —“Si no fuera músico me gustaría ser bibliotecario, la mitad de la vida me la paso rodeado de libros”, declaró hace ya algunos años— o se dedique al rap, como Piezas, que se resignaría a ser bibliotecario porque lo de “ingeniero de juguetes” no debe existir. Cuando Keith Richards, guitarrista de The Rolling Stones, publicó su autobiografía sorprendió a sus innumerables fans confesando su pasión por la lectura, que le ha llevado a contar con una vasta biblioteca personal cuya organización ha sometido al Sistema de Clasificación de Dewey. Pero el guitarrista de The Clash Mick Jones el dio un paso más al abrir The Rock ‘n’ Roll Public Library en el pequeño municipio londinense de Kensington y Chelsea, una muestra —temporal, eso sí— de cuanto había recopilado a lo largo de su carrera musical: libros, cómics, fanzines, discos, películas… y también equipos de grabación, camisetas y hasta cajas de pizzas.

Llegado a este punto, reconocerá el lector que aquello que podía resultar sorprendente no lo es tanto. Al fin y al cabo “ser punk y ser bibliotecario son cosas muy parecidas”, tal como se sostiene en este post sobre la visión que de las bibliotecas tiene Henry Rollins, quien fuera mítico vocalista de Black Flag y hoy controvertido activista.

Más allá de las apariencias, comparten la similitud en que ambos requieren ser autogestivos, autodidáctas, combativos. Los punks pusieron de moda la filosofía “Hazlo tú mismo” (Do it yourself o DIY, por sus siglas en inglés) y las bibliotecas son el mejor escenario para poner en marcha esa actitud.

Esto no parece estar reñido con la práctica clasificatoria a la hora de disponer las colecciones personales de libros. Anárquica tal vez por los contenidos, que reflejan su pluralidad de gustos, las bibliotecas en el domicilio de Olvido Gara y Mario Vaquerizo —tanto la personal de la musa de la movida como la que comparte con su marido, integrante de Nancys Rubias— son un claro ejemplo de ordenación sistemática que tal vez responda a una simple necesidad, pero que en cualquier caso encaja a la perfección con la vocación frustrada a la que alude en estas declaraciones a una televisión mexicana, trufadas de clichés:

Mario Vaquerizo
Mario Vaquerizo anunció con esta foto su matriculación en los estudios para el Grado deInformación y Documentación

Que a Mario Vaquerizo le hubiese gustado ser bibliotecario no era ningún secreto. Licenciado en Periodismo —con matrícula de honor, que no es poco—, tal vez mientras estudiaba se veía en el futuro trabajando en el archivo fotográfico de algún medio, pero su vida profesional tomó otros derroteros. Sin embargo, con el comienzo del curso académico anunció a bombo y platillo —primero en Instagram y luego en su blog— su matriculación en la Universidad Complutense de Madrid para cursar el Grado de Información y Documentación; porque “quiero ser bibliotecario y archivero”, afirma con rotundidad. Si logra vencer su frustración, lo veremos en los próximos años. Tal vez entonces algún bibliotecario tenga la oportunidad de trabajar codo con codo con todo un personaje de la cultura popular mainstream en España. Mientras tanto, sus declaraciones —que parecen probar que lo suyo no era una simple pose— pueden proporcionar una visibilidad a nuestra profesión entre la gente joven que difícilmente podríamos pagar (cerca de 17.000 “me gusta” lleva acumulados la fotografía en cuestión en tres semanas). Así que, como de bien nacidos es ser agradecidos, ya sabes dónde nos tienes si necesitas una mano, Mario.

Nota. Fue el atrevimiento de Javier Leiva, al tener la osadía de mencionarme —junto con otros buenos amigos— en su comentario a la foto de Mario Vaquerizo, el que me impulsó a escribir este post. Más allá del más que evidente tono humorístico de ese comentario, supone un reconocimiento a todas luces inmerecido.

Rafael Ibáñez Hernández

Colaborador en BiblogTecarios Bibliotecario en la Biblioteca Municipal. Curioso de las nuevas tecnologías (aunque ya no sean tan nuevas), pero empeñado en mantener los pies sobre el suelo.

2 respuestas a «Mario Vaquerizo va camino de cumplir su sueño»

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