E-books en bibliotecas

eBooks en bibliotecasDenso e intenso estudio sobre la situación de los libros electrónicos que aspira a contestar cuantas dudas despierta la nueva y todavía muy cambiante situación, aunque en algunos casos las respuestas no puedan ser absolutas o susciten nuevas preguntas a los lectores, ya sean profesionales del libro o la biblioteca, o meros curiosos interesados en las tecnologías emergentes. Sus páginas abordan el ecosistema de los eBooks desde múltiples perspectivas (comercialización, dispositivos, aplicaciones, plataformas…), aunque centrando su incidencia en las bibliotecas, uno de las eslabones de la cadena tradicional del libro y —tal vez— el que más está acusando los cambios de esta revolución, que no es simplemente tecnológica. Según se avanza en la lectura, se adivina cómo su contenido se estructura fundamentalmente en tres partes no expresamente delimitadas: una introductoria que se ocupa del canal del libro, el lector y los dispositivos; una central sobre la presencia y tratamiento de los eBooks en las bibliotecas; y una concluyente sobre las nuevas posibilidades que los libros electrónicos abren a las bibliotecas. Como buen manual, incluye además unos apéndices que recopilan buscadores de libros electrónicos, bibliotecas digitales, iniciativas para encontrar libros electrónicos gratuitos y software libre para eBooks.

Tal vez sea éste el manual más completo existente en lengua española sobre este asunto, un compendio que tanto los bibliotecarios en activo como los aspirantes encontrarán imprescindible para comprender la situación en la que nos encontramos. Sin embargo, pese a la actualidad de su temática, se resiente de la rápida obsolescencia de los datos manejados o las referencias legislativas, lo que no es achacable tanto a los autores como a la propia situación que describen, puesto que los eBooks no son todavía un producto suficientemente asentado y el mercado está sometido a grandes fluctuaciones que incluso en ocasiones parecen excesivamente contradictorias. A esto se suma la sobreabundancia de datos extranjeros frente a pocos españoles, lo que obviamente es debido a que la aceleración del eBook en España no alcanzó para que los autores pudiesen acceder a los incipientes indicadores.

No parece que haya quedado aspecto o hito alguno libre de la intervención de los autores. Así, por ejemplo, hacen hincapié en la convulsión que ha supuesto la incorporación de la tableta como dispositivo de lectura móvil —que va camino de desterrar a los dispositivos dedicados o eReaders—, pues permite la lectura integrada o transmedia, una experiencia potenciada con la aparición de los libros-aplicación (que no deben confundirse con las aplicaciones para libros electrónicos. Pero, obviamente, el núcleo de la obra gira —como rotundamente se afirma en el título— en torno a los eBooks en las bibliotecas, un panorama en el que resulta evidente el desencuentro entre editores y bibliotecarios. Como denuncian los autores, los grandes grupos editoriales aprovecharon la fuerza del oligopolio para homogeneizar las prácticas de consumo y, temerosos de que las bibliotecas perjudicasen su modelo de negocio en torno al eBook, articularon sistemas de comercialización en abierta contradicción con la esencia de los modernos servicios bibliotecarios, llegando a modificar el uso que pueden hacer los usuarios de sus fondos. Es cierto que existen multitud de editores con prácticas más independientes; pero su propia debilidad y la escasa iniciativa de las bibliotecas en esta materia han impedido avances significativos al margen de los dictados de la gran industria editorial.

A lo largo de las páginas de este volumen se hacen patentes los no pocos problemas a los que se enfrenta el negocio editorial en formato electrónico: la ausencia de normalización —que, entre otras cosas, ha generado diversidad de formatos—, la resistencia al cambio en los hábitos de lectura de la población, la dificultad de acceso a los dispositivos y la necesidad de conocimientos para su manejo… En el caso de las bibliotecas, a esto se suman los escollos para la integración de los libros electrónicos en la colección, la disparidad de pautas a la hora de la descripción, la reducida oferta de libros disponibles para los usuarios —lo que se traduce en un déficit de alfabetización—, la pérdida de presencia del lector en sus instalaciones, los problemas de preservación a largo plazo —caducidad de licencias, obsolescencia de formatos, desaparición de proveedores de acceso, daños en servidores…—, la necesidad de modificar las rutinas de adquisición y gestión respecto a los libros impresos… De estas complicaciones, acaso en las que mayor hincapié hacen los autores sean las relativas a la selección y adquisición de fondos. De una parte, porque mientras las bibliotecas públicas utilizan modelos basados en distribuidores con catálogos más bien poco flexibles, las bibliotecas científicas continúan fieles a modelos de paquetes cerrados; de otra, porque estos modelos impuestos por los proveedores implican que las políticas de desarrollo de las colecciones no sean en realidad decididas por la biblioteca. De ahí que señalen la iniciativa de aquellos centros que han comenzado a organizarse tomando parte activa en la gestión de contenidos independientemente de las plataformas y describan con cierto detenimiento el cuadro de puntuaciones (Scorecard) del ALA Content Working Group (DCWG) para evaluar las variables de los contratos de adquisición de licencias de libros electrónicos (p. 274-284).

La organización de los eBooks en la biblioteca y su visualización es otro de los grandes retos a los que se alude en esta obra. Y es que la práctica más común fuerza la consulta de los eBooks desde las plataformas de los proveedores, mientras que la experiencia bibliotecaria se reforzaría mediante la integración de esos registros en el OPAC. Algunos proveedores proporcionan gratuitamente los registros MARC, generalmente enriquecidos con el resumen, la cubierta, algunas notas de contenido y el enlace al texto; pero esto provoca el solapamiento con los registros de la obra impresa y la necesidad de su retirada al quedar cancelada la suscripción. De ahí que resulte imprescindible la creación de interfaces que combinen los diferentes catálogos y permitan la correcta gestión de las colecciones electrónicas, como la diseñada por la New York Public Library sobre BiblioCommons.

Inevitablemente, los aspectos legales de la comercialización de eBooks —que tanta incidencia tienen en la prestación de los servicios bibliotecarios— merecen la atención de los autores, quienes parten en su análisis de una premisa que nos sitúa a los bibliotecarios ante un panorama muy diferente del que hasta ahora conocíamos y más próximo al modelo de negocio de la industria del software: en el caso de los eBooks, ya no se venden ejemplares sino que se comercializan derechos de uso de copias digitales (p. 362-363). Este nuevo modelo se apoya en medidas tecnológicas y de gestión (DRM) que, en su fórmula actualmente habitual, resultan a juicio de los autores claramente perjudiciales, por cuanto —además de contradecir los ideales de formatos abiertos como el ePub y no resultar absolutamente seguros— las condiciones acceso a la obra son establecidas directamente por los proveedores, habitualmente empresas estadounidenses sometidas a una legislación diferente de la de muchos países en que se comercializan los contenidos, reduciendo las posibilidades de proliferación de copias legales justificadas por el fair use (preservación, superación el plazo de derecho de autor, usos docentes, cambio de formato para usuarios con discapacidades…). Estas críticas no significan una defensa de la libre disposición absoluta de los eBooks que sólo favorecería el pirateo indiscriminado —haciendo más prescindibles a las bibliotecas—, pero sientan las bases para el impulso del DRM social, al que acaso no se presta la suficiente atención en las páginas que comentamos, más allá de mencionar la experiencia de SoopBook, basada en la plataforma Social Open Book (libro social abierto), en la que el libro es creado por diversos usuarios de forma colaborativa hasta culminar la mejor versión posible con las opiniones de los usuarios del sistema.

A pesar de estos claroscuros, los autores reconocen “que los libros electrónicos tendrán un alto potencial en el futuro” (p. 413) merced a factores como el incremento de la autopublicación, el crecimiento de la lectura de libros electrónicos en el sector infantil, la expansión de los roles de proveedores —difuminándose las líneas entre agentes editoriales— o la aún tímida pero progresiva integración de elementos multimedia en los libros. Ante este escenario que se percibe en el horizonte, la biblioteca debe asumir nuevos papeles. No bastará con la simple transformación de antiguos comportamientos para proporcionar visibilidad y promocionar el libro electrónico. Desde estas páginas se aboga por la oferta de servicios editoriales —asesoramiento para la edición digital, herramientas propias de edición, acuerdos con editores locales…— y de librería digital —con la incorporación de un botón de compra directa (buy it) en el catálogo—, que además pueden proporcionar algún tipo de ingreso directo a la biblioteca.

Un estudio tan completo como éste de los E-books en bibliotecas aún merecería más espacio para llamar la atención sobre otros muchos de sus contenidos. Pero baste lo dicho para alimentar la curiosidad del lector, a quien me atrevo a alertar sobre tres ideas fundamentales, destiladas de entre sus páginas:

  • Con el eBook se hace más que evidente que un libro es básicamente el contenido, aunque precise de la técnica para su manifestación plena.
  • Innegables ventajas del libro electrónico como su flexibilidad, accesibilidad, inmediatez, movilidad y buscabilidad, plantean sin embargo nuevos retos y dificultades especialmente a las bibliotecas.
  • Estos retos abren nuevas posibilidades a las bibliotecas, que deberán aventurarse con esfuerzo para su explotación.

Hablando con el autor

Contactamos con Julio Alonso Arévalo, quien amablemente responde —en nombre del equipo de redactores de esta obra— a nuestras preguntas.

  • ¿Cómo ha sido el procedimiento de trabajo utilizado para redactar esta obra? ¿Os habéis repartido los contenidos o habéis aportado en todos los capítulos?

Fundamentalmente sí. E-Lectra somos un Grupo de Investigación Reconocido, que llevamos trabajando en el tema de lectura digital desde hace más de 8 años, prácticamente desde que apareció el primer dispositivo de tinta electrónica, el PRS 500, y hoy es un referente en este campo en nuestro país, y e incluso más allá de nuestras fronteras. Todos estos años hemos venido estudiando el fenómeno del libro electrónico y la lectura digital desde todas las perspectivas, incluyendo todos y cada uno de los elementos que tienen que ver con la lectura como tal: la parte técnica, la parte empresarial, la parte comercial, el uso… En esta trayectoria casi siempre habíamos abordado de forma tangencial  la cuestión del libro electrónico en la biblioteca como parte de los modelos de negocio propuestos por las editoriales. Así que tocaba de alguna manera recoger todo el trabajo de estos años, plantear un estado de la cuestión y hacer un estudio centrado en el libro electrónico en las bibliotecas. Así nació E-books en bibliotecas, una visión desde de los modelos, los sistemas, el uso, la técnica, jurídica y los aspectos comercial-empresarial del libro electrónico en la biblioteca, un compendio de 600 páginas en torno al tema, que esperamos y deseamos sea del interés de quienes lean la obra.

  • ¿Cómo podemos valorar la evolución del ebook (y también su relación con las bibliotecas) en España en comparación con los ámbitos norteamericano y europeo?

Estados Unidos es el mercado de referencia en todos los sentidos, aunque no fue el primer país que empezó a disponer de un modelo de negocio orientados a bibliotecas, ya que en Suecia las bibliotecas llevan prestando libros electrónicos en bibliotecas desde hace más de una decada a través de la plataforma eLiB, con un modelo de negocio basado en el pago por uso, un modelo que si es exitoso es poco sostenible a medio plazo. De hecho las bibliotecas suecas han empezado a limitar el número de préstamos que un usuario puede llevarse al mes, algo no deseable, por lo que están buscando alternativas al modelo que no satisface ni a usuarios, ni a bibliotecas. Sin embargo Estados Unidos es el modelo a imitar. En aquel país más del 90% de las bibliotecas prestan libros electrónicos, Overdrive es la plataforma a por definición en cuanto a capacidades y servicios, si bien (como ocurre con otros grandes sistemas) se basan en un concepto propietario muy fuerte en lo referido a los contenidos que una biblioteca puede incorporar al sistema, o lo relativo a la portabilidad de los mismos, es decir que aunque la biblioteca compre contenidos a una plataforma pueda incorporarlos a otra cuando cese el contrato; si bien recientemente apareció una noticia donde parece ser que están intentando dar cierta apertura a que las bibliotecas puedan incorporar a la plataforma contenidos locales. Ante estas presiones, algunos consorcios bibliotecarios como Douglas, Marmot, Califa (California) o Carolina del Norte han optado por buscar alternativas más abiertas a través de plataformas autogestionadas, y ha sido la empresa española Odilo la que con su buen hacer se ha ganado la confianza de algunos de estos consorcios y está trabajando como socio tecnológico en algunos de ellos. Esto desde el punto de vista de los modelos y la parte técnica.

Referente al uso, acaba de publicarse la estadística del primer año de eBiblio. Se trata de datos que hemos de tomar con prudencia, ya que es el primer año, y además en nuestro país —como en casi todos de Europa— el préstamo digital ha llegado con cierto retraso, todavía no se dispone de una colección suficiente, y mucha gente está enseñada a leer contenidos de manera alegal, con lo que muchos han seguido en esta inercia. Pero estoy convencido, tal como ocurre en otros países, que si se perfila un buen sistema que facilite el uso del libro por parte de la gente a través de un modelo de préstamo digital desde la biblioteca beneficiará a todos: a usuarios, a biblioteca y a los propios editores. En aquellos países que existe un modelo de préstamo digital dese hace más años las tasas de piratería son más bajas. Por ejemplo en el caso de Suecia está en torno a un 9%, mientras en el caso de España según los datos del Observatorio contra la Piratería la cifra ronda el 70%.

En la parte comercial, la biblioteca es un modelo de uso necesario e ineludible para el mundo editorial. Se calcula que una cuarta parte de lo que se edita lo asumen las bibliotecas. Por lo tanto bibliotecas y editores somos socios colaborativos necesarios. Hemos de sentarnos, consensuar acuerdos y llegar a modelos viables para unos y para otros, y tener en cuenta que el libro, digital o impreso, es más que un producto, es un servicio, y por lo tanto tiene que tener unas características distintas de las de cualquier otro productos eminentemente comercial.

  • ¿Será posible que las bibliotecas españolas cumplan en un futuro próximo los nuevos  roles (punto de venta, visibilidad y promoción del ebook) que ya desempeñan algunas en otros lugares?

Desde luego que sí. España ha progresado en muchos sentidos más que muchos de los países de su entorno. A nuestra universidad, y concretamente a nuestra Facultad de Traducción y Documentación de la Universidad de Salamanca, a veces vienen alumnos, investigadores y docentes de otros países como Francia, Italia, o Alemania; y te sorprende que en España en las Facultades de Información y Documentación se tenga una visión más a la vanguardia en cuanto a los contenidos formativos que estos países, donde aún la prioridad se basa en una visión de la biblioteca técnica o conservadora de contenidos. Si bien llegar a lo que se está haciendo en Estados Unidos requiere un cambio de mentalidad importante, y que el bibliotecario se implique con su comunidad, que esté atento a lo que ocurre en su entorno y sea capaz de conectar con las necesidades y exigencias de sus usuarios. Ésta será desde mi punto de vista la clave de la subsistencia de la biblioteca en la sociedad digital.  En el momento actual casi todas las bibliotecas de Estados Unidos tienen un catálogo digital que ofrece libros electrónicos, en las que además de sus colecciones de grandes distribuidores están apostando firmemente y ofreciendo muchos títulos de autopublicación, especialmente de autores locales. Ésta es una de las grandes líneas de crecimiento de la colección digital en las bibliotecas de Estados Unidos: prácticamente todas bibliotecas y consorcios disponen de este tipo de obras. Por ello las bibliotecas públicas están mostrando cada vez más interés en el mundo editorial, no tanto como compradoras de contenidos sino como productoras o autoras de los mismos. Bajo la premisa de que si varias organizaciones sin experiencia en el mundo editorial se están convirtiendo en editores, ¿por qué las bibliotecas no podrían hacer lo mismo con la experiencia acumulada en torno al mercado editorial?  De este modo, como plantea Jamie LaRue, se cierra un proceso en el que la biblioteca ha formado al futuro escritor como lector, y cuando acabe el libro, la biblioteca le habrá ayudado a escribirlo, la biblioteca le ayudará a conseguir la revisión final. La biblioteca le ayudará a proporcionar al autor información sobre un cierto nivel de protección de copia para el archivo. Le asesorará sobre cuestiones de copyright. La biblioteca mostrará su obra y la hará accesible a la comunidad local. La biblioteca va a comprar copias múltiples basadas en la demanda del título. Y finalmente la biblioteca hará posible su descubrimiento para que otros puedan comprar la obra desde el catálogo de la biblioteca.

  • ¿En qué medida benefician (o no) la expansión del ebook en el ámbito bibliotecario servicios como eBiblio, con sus actuales características técnicas, administrativas y de gestión?

En países como Estados Unidos, donde el libro electrónico es un hecho asumido, las bibliotecas han contribuido a la expansión del libro electrónico como ninguna otra institución, han sido el motor para la expansión del libro electrónico. Allí el ebook no se plantea como una confrontación entre lo analógico y lo digital, si no que se considera más un complemento que viene a enriquecer las capacidades de la lectura con nuevas y sorprendentes posibilidades. El beneficio es evidente en cuanto a los lectores finales. Así cualquier persona desde su domicilio tiene abierta la biblioteca 24 horas al día durante todo el año. En un mundo donde por desgracia cada vez tenemos menos tiempo libre, disponer de un sistema de préstamo digital facilita acudir a la biblioteca sin movernos de nuestro domicilio, o desde cualquier otro lugar, facilita acceder a o que estamos leyendo desde cualquier dispositivo, y que estos contenidos estén sincronizados. Además puedo acceder desde el móvil mientras estoy en la consulta del dentista a la página exacta donde dejé mi lectura cuando leía en casa desde la tableta. También leer de forma reticular, poder consultar una definición in situ, un hecho en la Wikipedia, ver una foto del lugar, o también algo que siempre quisimos hacer con los libros de la biblioteca:  anotarlos, subrayarlos, y disponer de esas anotaciones aún después de devolver el libro, y tenerlas de nuevo cuando lo volvamos a solicitar en la biblioteca, incluso compartirlas desde el interfaz con nuestros amigos en redes sociales. Esto me parece maravilloso.

Estos son los beneficios; luego están esas otras dificultades que tendremos que ir solucionando progresivamente como las que tú planteas con respecto a eBiblio, lo relativo a precios, disponibilidad de títulos, sistemas DRM, cuestiones técnicas, modelos de negocio que aún dejan mucho que desear, pero que con el tiempo deberán adecuarse. Así está sucediendo en Estados Unidos, donde se está produciendo un desbloqueo de la situación. Habrá cosas a las que hemos de renunciar unos y otros en beneficio mutuo de nuestros lectores. Porque, como antes recordaba, el libro no es sólo un producto, es un servicio, y la lectura es un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y quienes mejor hemos articulado a lo largo de toda la historia este derecho hemos sido las bibliotecas. La biblioteca es probablemente el organismo público que mejor ha contribuido a la democracia, a la igualdad y a la inclusión social de todos los ciudadanos. Es inimaginable una sociedad de progreso sin bibliotecas.

  • ¿Hasta qué punto son verdaderas bibliotecas aquellas instalaciones que sólo ofrecen recursos electrónicos y digitales, que han desterrado el uso del papel en sus servicios?

Lo son. Perfectamente. El formato es sólo eso formato. Nuestro amor a la lectura ha hecho que tengamos un amor casi fetichista por los elementos contextuales del libro. Los amantes de los libros impresos siempre ponen de relieve cuestiones como el olor, el tacto… Yo también lo valoro y amo; lo material me aferra al mundo más tangible, porque el formato códice ha sido y sigue siendo una tecnología perfecta para contener las ideas de los hombres desde hace más de 500 años. Pocas tecnologías han tenido esta perdurabilidad a lo largo del tiempo. Pero, por otra parte, cuando lees en digital te das cuenta que una historia que te emociona te va a emocionar por igual independientemente de dónde la leas. Hay que perder los complejos, y los prejuicios al respecto. Nadie te obliga a leer en analógico o digital, tu puedes elegir libremente, transitar de un tipo de lectura a otra, que en el fondo es lo que hacemos casi todos, ya que datos de Pew Research dicen que los lectores que leen exclusivamente en digital sólo son un 6%. Y además también cambian las circunstancias en las que leemos en uno u otro formato en función de lo que resulta más práctico: la gente lee en digital mientras se desplaza en el transporte público, o cuando tiene que leer muchos libros a la vez, como cuando haces una investigación, y prefiere el libro impreso cuando lee en la cama o cuando quiere contar una historia a un niño. Yo soy muy aficionado a la música, como muchos sabéis: tengo un programa de música en la radio, “Con la música a otra parte”; leo muchas biografías de músicos y me gusta leerlas en digital, porque me permite resolver cualquier duda en cuanto a un nombre, poder oír mientras leo una canción de la que me están hablando desde el propio dispositivo. Esto es impagable, mi lectura se enriquece considerablemente. Sin embargo soy coleccionista de vinilos; cuando voy a una ciudad lo primero que busco es dónde comprar vinilos de segunda mano. Esto es un buen ejemplo de buscar lo mejor de cada tecnología y de pensar en plena compatibilidad.

Con respecto a las bibliotecas sin libros, son muy pocas, más bien experimentales. La gran mayoría son bibliotecas híbridas con libros en papel y en digital. Pero una biblioteca es cada vez menos importante por los libros que contiene, y más por las experiencias que se desarrollen en su espacio, tal como dijo Sari Feldman, presidenta de ALA, hace unos meses. Las bibliotecas se están reimaginando, replanteando su misión y estrategia, se están convirtiendo en un espacio integrador entre lo analógico y lo digital, en ese “tercer espacio de aprendizaje” informal, flexible y alternativo que dice Gammer. Nuevamente esto nos demuestra que el espacio real y el digital no son antagónicos, sino complementarios. Precisamente lo que mejor puede ofrecer una biblioteca  en un mundo en que todo está digitalizado es  su espacio físico, un lugar para desarrollar experiencias de aprendizaje, un lugar que proporciona y promociona la idea identidad, solidaridad, igualdad de oportunidades para todos…

Referencia bibliográfica

Alonso Arévalo, Julio; Gómez Díaz, Raquel; Cordón García, José Antonio. E-books en bibliotecas : gestión, tratamiento y aplicaciones. Buenos Aires : Alfagrama, 2015. 441 p. ISBN 978-787-1305-80-3

Para más información

Rafael Ibáñez Hernández

Colaborador en BiblogTecarios Bibliotecario en la Biblioteca Municipal. Curioso de las nuevas tecnologías (aunque ya no sean tan nuevas), pero empeñado en mantener los pies sobre el suelo.

Una respuesta a «E-books en bibliotecas»

  1. Estoy totalmente de acuerdo. En mis clases de Gestion Bibliotecaria y Gestion de Informacion, siempre insto a los estudiantes a no perder la facultad de con «muñeca» contemporizar los avances tecnologicos con lo tradicional respetando a aquellos que aun, aunque parezca que no, tienen dificultades no solo de acceso sino de interpretacion de las TICS. Es indudable y maravilloso el aporte de los avances en todos los ordenes pero al decir de Alberto Manguel «No culpemos a la tecnologia de las estupideces que rondan por ahí…» Todo esto lo estoy contactando a traves de la tecnologia pero no por ello voy a dejar abandonadas obras de la creacion universal porque, por ejemplo esten en formato papel o perder el contacto humano con el que desea acercarse al conocimiento
    Bueno aqui estoy, en CHubut (Argentina) dispuesta al dialogo.
    Cordialmente
    Graciela Murro de Pacheco
    Profesora en CIencias de la Informacion

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