Clubes de lectura

Cubierta de "Clubes de lectura" de Óscar CarreñoEn un país con índices de lectura tan bajos como el nuestro, no deja de sorprender el éxito de los clubes de lectura. Fomento del debate sobre la obra literaria, socialización del ejercicio de leer, materia troncal en la elaboración de estrategias de promoción de la lectura, todo esto es un club de lectura.

Esta obra es un intento de captar los elementos esenciales que lo constituyen (libro, lector y conductor) y las dinámicas que establecen sus actores, intentando, en palabras de su autor, «conjugar el rigor con el disfrute lector».

Crítica personal:

Y a fe que lo consigue. Porque no nos encontramos ante un manual —siquiera introductorio—en torno a los clubes de lectura, ni ante un catálogo de técnicas y procedimientos de animación, ni un estudio historiográfico sobre su evolución. De todo esto tiene porque, efectivamente, se trata de una obra de obligada lectura para quien se plantee organizar una actividad de este tipo, en la que encontraremos algunas pistas para su funcionamiento y referencias a su origen en las prácticas tertulianas de comienzos del siglo XX y sus antecedentes de la Ilustración y hasta de la Grecia clásica. Pero la obra de Carreño es, sobre todo, un ensayo que gira en torno a una idea central, una definición con tonos bíblicos de club de lectura:

«Y en el principio hubo un encuentro regular de lectores que, guiados por un conductor, se reunían para debatir sobre un libro que previamente habían leído.»

En tal definición se identifican con toda claridad los elementos esenciales de un club de lectura, con los que Carreño construye su enjundioso a la par que ameno discurso, que comienza ocupándose del libro, que impone el guión del club y condiciona el papel de los participantes. La selección de los títulos —que no debe buscar la unanimidad para no abortar el debate y el contraste de pareceres— determina la orientación del club de lectura. Ahora bien, Carreño advierte que no existen los libros que garanticen el éxito de un club. Por otro lado, los títulos seleccionados pueden en ocasiones ejercer el papel de señuelo para atraer lectores de un determinado perfil, pero Carreño coincide con H. R. Jauss al opinar que «ninguna lectura puede ser igual para dos lectores diferentes ni un mismo lector hará dos lecturas iguales», puesto que la interpretación de una lectura depende del bagaje cultural y la experiencia vital del lector, condicionantes que además varían con el paso del tiempo.

Con todo, la clave del éxito de un club de lectura está en el conductor, intermediario entre el libro y los lectores. Carreño enumera sus funciones (presentación de la obra, animación del debate…), pero sobre todo describe literariamente las que deben ser sus cualidades:

  • la pasión (no vehemencia) para entusiasmar a los participantes en el club con la lectura del texto, para lo que recurre a la imagen de Gian dei Brughi
  • la memoria, alimentada con muchas lecturas previas, para trazar una hipertextualidad que enriquezca la experiencia lectora de la obra de que se trate, conforme la figura de Ireneo Funes
  • la empatía para hacer creer a los participantes en el club que no hay opiniones más autorizadas que otras, según el perfil de Leonard Zelig

Al aceptar la comparación —por otra parte, tan recurrente— entre un blog literario y un club de lectura, Carreño señala las diferencias que le hacen preferir el club presencial. Porque es cierto que el club virtual de lectura ofrece más comodidad y más privacidad al lector, pero a cambio de pagar un alto precio en comunidad, ritmo y pasión, exigiendo una mayor secuencialidad en la lectura para no desordenar el debate, con lo que se obtiene como resultado un contacto excesivamente frío. Tampoco cree que los nuevos soportes y canales resulten fundamentales para el enriquecimiento los clubes de lectura, lo que no significa que no alabe determinadas experiencias. Viene con ello a poner algo de sensatez en este momento en que las nuevas tecnologías parecen querer adueñarse de todo, incluso de algo tan privado como es la lectura.

Conociendo al autor:

Te ruego que me disculpes la impertinencia: ¿en qué grado el cuaderno de bitácora de Carmen G. responde al tuyo personal o es autobiográfica la experiencia de Carlos K.?

No se deben las disculpas. Empiezo por Carlos K: no es una experiencia autobiográfica, ni siquiera es una experiencia biográfica concreta. La experiencia que vive sí es real, pero Carlos K es un arquetipo de los lectores que participan de esa experiencia de lectura juvenil. Su devenir futuro es ficticio y la sugerencia final que quizás sea él el autor del ensayo, un argucia formal que intenta reforzar la narratividad del texto con el objetivo de hacerlo más atractivo, más efectiva la trasmisión de las ideas que contiene.

En cuanto a la bitácora de Carmen G: la elección para el libro de esos títulos y no otros sí que me compete como autor, también es responsabilidad mía utilizar unas sesiones y no otras, pero fíjate que en la más larga de ellas y posiblemente la más controvertida, la dedicada a La sombra del viento, Carmen G recoge todas las opiniones: las favorables y las adversas. Mi intención al incorporar esos comentarios de la bitácora de Carmen G era ofrecer una amalgama muy amplia de diferentes tipos de lecturas.

¿Cuál es, a tu manera de entender, la valoración que debe hacerse de la expansión de los clubes de lectura a otros ámbitos distintos de la biblioteca?

Muy positiva. Tal y como afirmo en el libro la misma esencia mercurial de los clubes de lectura hace que la propuesta pueda adaptarse a muchos y muy diferentes escenarios. Se trata de encontrar un espacio físico de diálogo sobre la obra literaria, esa es la esencia, y esa esencia no se ve perturbada si el escenario es una biblioteca o una librería que pretende a su vez vender ejemplares del libro comentado o un Museo que busque una actividad complementaria en un club de lectura donde se comenten libros relacionados con su programa de exposiciones temporales…

¿De verdad crees que, a la hora de comentar una lectura, no existen unas opiniones más autorizadas que otras o simplemente se trata de una estratagema para equilibrar el protagonismo entre todos los participantes en un club de lectura?

Estoy convencido. No existen opiniones más autorizadas que otras. El mismo bagaje vital de cada lector es una herramienta clave a la hora de significar y valorar un texto literario, de ahí las referencias a los teóricos de la Recepción y sus propuestas de horizonte de expectativas y horizonte de experiencias a la hora de valorar el texto literario por parte de cada lector. El canon existente responde únicamente a los gustos e intereses del mundo académico. Un ejemplo: por qué el canon establece La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza o la obra de Vázquez Montalbán como piezas literarias  fundacionales de la Transición española, obviando la obra de renovadores como Aliocha Coll o Miguel Espinosa. La insistencia en pontificar sobre ese canon hace que las obras de los dos primeros se reediten continuamente, mientras que la de Coll permanezca en el olvido de las reediciones, no así la de Miguel Espinosa que continua reeditándose al amparo de su calidad y su riesgo formal, en pequeñas editoriales (Alfaqueque Ediciones), aun cuando buena parte de su producción continua inédita.

Otra cosa es que además del intercambio de opiniones de los lectores de un club de lectura, éstos valoren las aportaciones del conductor, pero volviendo a los argumentos que esbozo en el libro, me gusta pensar que esa valoración responde más a la amplitud del horizonte de expectativas que no a la voz de autoridad, propia del mundo de la docencia.

¿Hasta qué punto las cualidades del conductor de un club de lectura deben también formar parte del bagaje del bibliotecario?

Las cualidades del conductor de un club de lectura son adquiridas, fruto del trabajo previo a las sesiones. El trabajo paulatino y sostenido a lo largo del tiempo es lo que crea ese poso que determina el Factor Funes del que se habla en el libro. Doy por supuesto que la pasión lectora, la curiosidad y el gusto por la obra literaria deberían formar parte de la sensibilidad del bibliotecario (ahí está el Factor Dei Brughi). Creo pues que esas cualidades habrían de formar parte de su bagaje como agente activo de la difusión de la lectura.

¿La participación en un club de lectura incrementa la pasión personal por la lectura o, por el contrario, el asistente a un club de estas características ya suele ser un lector apasionado (en busca, quizá, de determinadas referencias o de disciplina lectora)?

Mi experiencia me dice que de todo hay. Existe el lector apasionado que busca romper la soledad de la lectura con el comentario compartido de las virtudes y defectos de lo leído. Pero también aquél que se acerca a los clubes de lectura para ejercer de manera regular el hábito de leer o aun aquel otro que llega a los clubes como acicate a la lectura. La habilidad que tenga el conductor para hermanar esos intereses divergentes contribuirá decisivamente en la creación de un grupo plural que enriquecerá el debate.

En la frase introductoria, que se repite en cada una de las partes esenciales de la obra, no se alude a lo que, sin embargo, sostiene al comienzo del texto (p. 27-28): «los clubes de lectura ponen de manifiesto la necesidad de recuperar un espacio físico de conversación». ¿Estás así certificando la posibilidad de un «espacio virtual», pese a que no pareces muy partidario de los clubes virtuales de lectura?

La frase introductoria es un guiño bíblico, genésico, con la que ofrecer una definición lo más sencilla posible de un club de lectura. Creo que buena parte del éxito de los clubes de lectura reside en dar respuesta a esa demanda de espacios físicos de conversación. El espacio virtual multiplica las posibilidades de los clubes, de hecho los blogs literarios más seguidos son justamente clubes de lectura, donde el administrador del post elige una lectura y lanza elementos de debate implícitos, que son confirmados o rebatidos por sus seguidores, y sería erróneo negar esas posibilidades. Pero es cierto que yo echo en  falta en las experiencias virtuales de los clubes, el ritmo de lo presencial y ciertos elementos de cohesión grupal.

Editorial: Editorial UOC
Autor: Óscar Carreño
Referencia bibliográfica: Carreño, Óscar. Clubes de lectura : obra en movimiento. Barcelona : Editorial UOC, 2012. ISBN 978-84-9029-238-9

Rafael Ibáñez Hernández

Colaborador en BiblogTecarios Bibliotecario en la Biblioteca Municipal. Curioso de las nuevas tecnologías (aunque ya no sean tan nuevas), pero empeñado en mantener los pies sobre el suelo.

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