Bibliobibicletas – Bibliocicletas – Bibliocletas: bicicletas y servicios bibliotecarios

Paseo de la Quinta (Burgos, España)La imagen que abre este post corresponde al camino que recorro en bicicleta todas las mañanas de verano cuando me dirijo a la biblioteca en que trabajo, en Burgos. Ciertamente, atravesar el bosquecillo del Paseo de la Quinta burgalés a horas tan tempranas, iniciar la jornada con un mínimo ejercicio al aire libre en este paraje, con la casi exclusiva compañía de unas ardillas que en ocasiones cruzan raudas la pista que discurre paralela al río y alguna lechuza que nos advierte su presencia con su característico canto, resulta sumamente estimulante, pese a que no llegue a compensar las horas sedentes de la jornada laboral.

Un bibliotecario en bicicleta… Aunque, bien pensado, el binomio biblioteca/bicicleta no es algo que debiera sorprendernos. Es verdad que a primera vista los mundos del bibliotecario y el ciclista son muy diferentes, pero no por eso han de ser antagónicos, sino que en muchos casos resultan complementarios. Así lo cree Krissy, la apasionada Bibliotecaria Ciclista. Pero los organizadores de la ruta Cycling for libraries, que transcurrió entre Copenhague y Berlín desde el 28 de mayo al 7 de junio pasados —y en la que participaron varias decenas de bibliotecarios-ciclistas alemanes, daneses y finlandeses, además de media docena procedentes de Letonia, para asistir al 100. Deutscher Bibliothekartag—, van bastante más allá:

[…] las bicicletas y las bibliotecas representan exactamente los mismos valores. La democracia, la accesibilidad, la igualdad, el pragmatismo, la eficiencia, el humanismo, el individualismo, el mantenimiento, la sostenibilidad. Y el movimiento, por supuesto.

Los principios de operación de las bicicletas y las bibliotecas son evidentes para cualquier observador, sin magia oculta Ambas son herramientas prácticas de viaje, para la ampliación de los alcances del cuerpo y la mente.

Curiosamente, especialmente las bibliotecas públicas también comparten una historia política con las bicicletas. Ambas han sido importantes herramientas en los procesos de emancipación de los trabajadores, las mujeres y otros grupos oprimidos. Son las herramientas de la igualdad.

Es fácil simpatizar con las bicicletas y las bibliotecas. Si habla con cualquier persona en el mundo, sin duda amará bicis y bibliotecas… ambos conceptos son universales y fáciles de entender. Cualquier persona sensible puede imaginar la conexión entre el ciclismo y la bibliotecología.

O sea, que —en realidad— no debería ser noticia que un bibliotecario como Helen Scholtz haya decidido ir en bicicleta a su trabajo. Aunque resulta gratificante saber que el equipo Biblio bike —compuesto por tres bibliotecarias— participó en el evento Mit dem Rad zur Ar­beit organizado en el verano de 2010 por la Universität Hamburg para fomentar el uso de la bicicleta entre sus empleados.

A estas alturas de la supuesta «revolución ciclista” parece que la relación más simple entre bibliotecas y bicicletas debería ser un asunto más que resuelto, de modo que noticias como la instalación de unos simples aparcabicis a la puerta de la Biblioteca Provincial de Huelva no llamarían nuestra atención si no fuera porque esto ha ocurrido después de que los usuarios hayan pasado más de diez años reclamándolo.

Servicios bibliotecarios en bicicleta

Pero lo que de verdad nos interesa ahora son las experiencias de servicios bibliotecarios realizados en bicicleta. Y es que este vehículo permite extender estos servicios hasta donde se encuentra el ciudadano. Así lo ha comprendido, por ejemplo, el Ayuntamiento de Estepona (Málaga, España), cuya Delegación de Juventud ha puesto en marcha un nuevo servicio al servicio de lugareños y turistas: dos bibliobicis que recorren el Paseo Marítimo de la localidad ofreciendo en préstamo obras para leer en las horas de ocio playero. Más curioso parece el proyecto Lectura en la línea puesto recientemente en marcha en el puesto fronterizo de Tijuana. Las bibliobicis de este servicio —coordinado por el Instituto de Cultura de Baja California (ICBC), el Programa Nacional de Salas de Lectura, así como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta)— ofrecen a los automovilistas que pretenden atravesar la frontera con Estados Unidos —con un promedio de entre 30 minutos y dos horas de espera— el préstamo de libros, principalmente de autores bajacalifornianos, para su distracción durante ese tiempo.

En ocasiones los proyectos de servicios bibliotecarios en bicicleta están vinculados a otras actividades culturales (o no) y su objetivo entra más en el campo del marketing que en el de la extensión bibliotecaria. Es el caso de MOBIL, un servicio activo en tres de los principales parques de Lisboa (Portugal) como actividad paralela del ciclo de exposiciones de arte contemporáneo Estados-Gerais que se desarrolló entre abril y julio de 2009. Sobre un vehículo construido con materiales reciclados, su fondo estaba compuesto por publicaciones portuguesas e internacionales dedicadas al ámbito de las artes visuales (diseño, arquitectura, política, filosofía…).

Book bike en un parque de Chicago (Estados Unidos)Por lo general, estos servicios suelen partir de la iniciativa privada, que pretende de esta manera cubrir algunas carencias que la Administración no satisface. Es el caso del proyecto BookBike@thebookbike en Twitter—, puesto en marcha en julio de 2008 por iniciativa del editor Gabriel Levinson, que ha distribuido durante los fines de semana por los principales parques de Chicago (Estados Unidos) más de 4.000 libros de editoriales independientes. Además de acercar la lectura a los ciudadanos que disfrutan de esos espacios verdes, el objetivo de este proyecto —que subsiste mediante donativos— es difundir los fondos de esas pequeñas editoriales marginadas por los principales canales de comercialización. O el del servicio establecido en Colonia Caroya (Córdoba, Argentina) por iniciativa de un grupo de jóvenes para promover la bici y la lectura, que con la financiación de una Fundación privada. Pero ello no es óbice para que algunos servicios de bibliobici hayan contado con el impulso de las autoridades, como parece ser el caso del existente en la delegación de Coyoacán (México D.F.), cuyas bibliocicletas ofrecen préstamo quincenal, o el que desarrolla su actividad en los barrios céntricos de la amazónica ciudad de Maués (Brasil), que cuenta con un fondo de 20.000 títulos. Sin embargo, en otras ocasiones estos servicios han surgido no ya por la incapacidad de las autoridades para crear nuevas bibliotecas sino incluso frente a su empeño por cerrar las existentes. Tal es el caso de la bibliobici que recorre los barrios de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), idea que surgió como vindicación del bibliotecario Eduardo Quiller cuando se cerró su biblioteca en el Centro Cultural Guaracal/La Morita y que hoy cuenta con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI).

BibliocicletaPese a la imagen que puedan ofrecer algunos de los ejemplos mencionados, lo cierto es que los servicios de bibliobicis parecen encontrar su principal caldo de cultivo en las zonas más deprimidas. Hace ya ocho años que APROCOL (Association pour la Promotion des Connaissances livresques), en colaboración con las escuelas, estableció un servicio de bibliocicletas con préstamo semanal para fomentar la lectura entre los niños de los barrios desfavorecidos de Uagadugú (capital de Burkina Faso), donde el libro es un producto de lujo. Los primeros libros eran donaciones de libros usados procedentes de Suiza y Francia, pero afortunadamente hoy su depósito se ha convertido en el germen de una pequeña biblioteca de barrio.

Aunque existen en otros lugares, es en Brasil donde hemos encontrado más referencias de servicios bibliociclotecarios. Algunos, por sus limitaciones, como el ideado por Augusto Leal en Simões Filho (Bahía), no gestionan préstamos domiciliarios, mientras otros combinan posibilidades y servicios. Así, el servicio de bicicloteca impulsado por Robson Mendoça —fundador del Movimento Estadual de População em Situação de Rua— surgió de la necesidad de reintegrar a las personas sin hogar e impulsar medidas para la movilidad y la sostenibilidad en São Paulo. Pero, yendo un poco más allá, incorpora un servicio de registro para facilitar la búsqueda de familiares perdidos, algo muy común entre las personas que viven en la calle de aquella urbe. En el extrarradio de la misma ciudad existe otro servicio de bicicloteca que nació en el transcurso de una de las caminatas de Donde Miras Expedición Cultural por América Latina, en la que participó Robinson Binho Padial, hombre inquieto que ya había creado una pequeña biblioteca en su bar del barrio de Campo Limpo. Se dio una suerte de intercambio de ejemplares entre la bicicloteca que Binho construyó para la ocasión y los lectores de las zonas que visitaban. Espontáneamente, las mismas gentes que aceptaban el regalo ofrecieron a su vez donaciones, con lo que el fondo de la bicicloteca fue creciendo. Luego el proyecto se asentó en una favela de São Paulo y reciben donaciones de ropas, muebles o juguetes que ofrecen como incentivo a las personas que leen los libros; cuenta con su propio blog.

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Afortunadamente, parece que los servicios bibliotecarios en bicicleta van expandiéndose poco a poco gracias al éxito de algunos de estos proyectos. Así ocurre en Chile, donde el servicio de biblioteca móvil Bibliocicleta amarilla : lectura sobre ruedas puerta a puerta de la Biblioteca nº 113 “Juan Schleyer Brandt” (Comuna de Freire) ha sido el germen de un más desarrollado servicio de bibliobús y modelo para otros proyectos similares.

Actividades de extensión y promoción

Bibliocicleta de Cidade de Deus (Rio, Brasil)En otras ocasiones, estos servicios son una extensión de bibliotecas estables, creados con la intención tentar con la lectura al ciudadano para que se acerque a la biblioteca. Así concibió la escritora Manuel Dias el servicio que la Central Única das Favelas (CUFA) ofrece en el barrio Cidade de Deus de Río de Janeiro (Brasil) desde abril de 2010, cuya base de operaciones se encuentra en la sala de lectura que mantiene esta entidad, aunque con el objetivo declarado de conseguir una verdadera biblioteca para zona.

Y es que las bibliocicletas no se limitan a los servicios de consulta o préstamo bibliográfico. En el municipio de Gennevilliers (Francia) existe un servicio de ciclolectura que lleva a las calles las actividades de animación infantil que habitualmente se programan en las instalaciones bibliotecarias.

En España cuentan con cierto renombre las ciclobibliotecas de la Asociación Cultural Papaventos que —cargados con libros sobre medio ambiente—, recorren plazas y playas realizando diferentes actividades para promocionar el cuidado de la naturaleza y el compromiso solidario. Además, en colaboración con la ONG Bicis por la Paz, este proyecto participa en la entrega de bicicletas y material bibliotecario en 23 países de América, Asia y África. Ése es el origen, por ejemplo, de la bibliobicicleta de Tarata (Cochabamba, Bolivia).

¿Cómo nos hacemos una?

Si en momento determinado nos animamos a poner en marcha un servicio similar a los mencionados, las necesidades a las que habremos de hacer frente no son excesivas. Para “urbanitas” como yo, quizá lo más complicado parece que es conseguir un vehículo apropiado, capaz de transportar a pedales 200 kg de libros. En la mayoría de los casos citados, los vehículos han sido construidos de manera artesanal, aprovechando incluso viejos triciclos o bicicletas a las que se adosa un remolque. Pero quienes no tengamos especial habilidad para estos menesteres podemos contar con el modelo diseñado por Augusto Leal, seleccionado para participar en el IF Concept Award 2011. No hay más que seguir los pasos indicados en el siguiente vídeo:

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Bibliocicleta personalClaro que, si queremos algo más sencillo y personal, para llevar cómodamente nuestras lecturas cuando salimos a pasear en bici, posiblemente nos baste con este modelo, un conjunto de alforjas sencillo y práctico a la par que hermoso.

 

Revoluciones

Mencionaba más arriba la supuesta «revolución ciclista» que está teniendo lugar en los últimos tiempos. ¿Es posible que, a rebufo de su avance, pudiésemos asistir también a una «revolución bibliotecaria»? Parece ser que hay quien lo cree posible. Es el caso de la Unión de Grupos Culturales, la Asociación de Ciclistas Urbanos, la organización Lectores de a pie y la Fundación SEPA, organizadores de la 1ª Caravana de Bibliobicis que irrumpió en la XI Feria Internacional del Libro de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) en mayo del pasado año.

En cualquier caso, resulta evidente que no es tan difícil compaginar ciclismo y lectura.

Rafael Ibáñez Hernández

Colaborador en BiblogTecarios Bibliotecario en la Biblioteca Municipal. Curioso de las nuevas tecnologías (aunque ya no sean tan nuevas), pero empeñado en mantener los pies sobre el suelo.

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