En mi anterior post mencionaba la creciente obsolescencia tecnológica como uno de los problemas vinculados a la brecha generacional entre nuestros usuarios (y aún entre los profesionales), en la medida en que novedosas tecnologías desarrolladas a lo largo del pasado siglo han quedado rápidamente relegadas al olvido. Hoy me voy a ocupar de otra tecnología que, afectada igualmente por la aceleración de la obsolescencia, tuvo que afrontar además otros problemas que han provocado su práctica desaparición de las actuales unidades de información, pese a la popularidad de la que gozó hace no tanto tiempo, puesto que:
- requería especial cuidado en el manejo, uso y conservación de los documentos, susceptibles de sufrir con facilidad de un deterioro que afectaba a la calidad de la reproducción e incluso provocase la pérdida irreparable de la información
- la disparidad de formatos incompatibles y las agresivas políticas comerciales de las patentes podía llegar a exigir un enorme parque de equipos reproductores, desproporcionado para la información contenida en los soportes documentales.
El libro tradicional, tal como hoy lo conocemos, es fruto de la confluencia a lo largo del tiempo de diferentes conocimientos y tecnologías desarrollados en distintas civilizaciones y ámbitos culturales: la escritura en el Creciente Fértil , la evolución del soporte de la escritura en el Mediterráneo, la creación del papel en China, la invención de la imprenta con tipos móviles de plomo… Este fenómeno responde a la lógica del progreso y la evolución cultural, por lo que es igualmente propio de la tecnología de la que hoy me ocupo. Sin duda alguna, el hombre ya se percató en la más remota antigüedad de las propiedades electroestáticas del ámbar o de la capacidad de la magnetita para atraer el hierro, de lo que dejarían constancia escrita algunos autores de la Grecia Clásica y, aún antes, de la antigua China. Pero no será hasta mucho más tarde cuando se encuentre la primera aplicación práctica a estos fenómenos, cuando a comienzos del segundo milenio el sabio Shen Kuo describa la posibilidad de señalar direcciones mediante una aguja debidamente imantada, si bien algún autor ha sugerido que los olmecas ya conocían la brújula geomagnética hacia el año 1000 a.C. Ya en el siglo XVI el médico británico William Gilbert distinguió la magnetostática de la electrostática y describió las propiedades de atracción/repulsión de los polos magnéticos. Pero será Michael Faraday quien, al referir el procedimiento para generar magnetismo a partir de una corriente eléctrica (inducción electromagnética), ofrezca la posibilidad de idear nuevos soportes documentales mediante la grabación magnética.
Grabación magnética analógica
Este sistema de grabación se comenzó a emplear para registros sonoros, transformándose las vibraciones del aire (de las que también se ocupó Faraday) en variaciones de voltaje de idéntica intensidad, amplitud y frecuencia mediante un transductor electroacústico, ideado en 1876 por un viejo amigo nuestro, Emile Berliner, precursor del micrófono. Aplicadas estas variaciones de voltaje sobre un electroimán, éste reorienta las partículas del material ferromagnético que cubren la superficie del soporte documental, “memorizando” de esta manera la información sonora original. Lógicamente, la reproducción recorre el camino opuesto.
En 1898 el ingeniero danés Valdemar Poulsen patentó el telegráfono, mecanismo precursor del contestador telefónico automático, que registraba el sonido de una llamada telefónica en ausencia del receptor mediante un hilo de acero que se desplazaba sobre un electroimán. De su presentación en la Exposición Universal de 1900 en París nos ha quedado la grabación magnética más antigua que se conserva, correspondiente a la voz del Emperador Francisco José de Austria. Aunque Poulsen derivó posteriormente sus investigaciones al campo de la radio, sus aportaciones en el ámbito de la grabación magnética no cayeron en el olvido. La empresa alemana AEG comercializó los primeros magnetófonos de alambre de acero en 1933, aunque su gran éxito llegaría de la mano de la multinacional química BASF, que desarrolló una cinta flexible de acetato de celulosa cubierta con una laca de óxido ferrosoférrico. Mucho más resistentes que las cintas de papel —con las que experimentó el propio Poulsen— y más ligeras que el alambre, estas cintas permitieron la fabricación de magnetófonos más pequeños y baratos, características que se sumaron a su capacidad de reproducir inmediatamente los sonidos captados, lo que supuso una revolución técnica en el ámbito de la radiodifusión. La primera grabación pública sobre cinta magnética en bobina abierta tuvo lugar en 1936, durante una visita a Alemania de la Orquesta Filarmónica de Londres, que interpretó la Sinfonía n. 39 de Mozart bajo la dirección de Sir Thomas Beecham. En la década de los 60 BASF presentó las llamadas cintas de ferro-cromo, formadas por una doble capa: en la superior, de dióxido de cromo o similar quedan registradas las altas frecuencias, mientras que la inferior, de óxido férrico, se graban las bajas frecuencias, lo que en definitiva redunda en una mayor calidad sonora.
Básicamente, las cintas de bobina abierta pueden tener diversos espesores:
- cinta Estándar (SP): con un espesor de 50 µ, pueden grabar 33 minutos sobre una bobina de 25 cm de diámetro a la velocidad de 15 pulgadas por segundo
- cinta de larga duración (LP): con un espesor de 35 µ, pueden grabar 48 minutos
- cintas para magnetófonos multipista: su dimensión depende de las pistas que pueda grabar, de modo que una multipista de 4 pistas será de ½ pulgada (12’7 mm), una de 8 pistas tendrá 1 pulgada y una de 16 o 24 pistas alcanzará las 2 pulgadas.
Obviamente, atendiendo a la configuración de las pistas, encontraremos diferentes tipos de magnetófonos de bobina abierta:
- Magnetófono monoaural: graban la señal sobre todo el ancho de la cinta
- Magnetófono estéreo o de media pista: cada una de las pistas ocupa aproximadamente la mitad de la cinta.
- Magnetófono de 4 pistas: permite la grabación en estéreo alternando pistas impares pistas pares, de modo se puede hacer uso de la cinta en ambos sentidos —como si tuviese dos caras— o para otras tareas técnicas tales como el doblaje o el soundtrack internacional.
- Magnetófono multipista: en el que las pistas se numeran en orden ascendente desde el borde superior de la cinta; The Beatles utilizaron uno de los primeros magnetófonos de este tipo para editar su disco Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band, cuyo éxito sirvió de escaparate publicitario para este sistema de grabación.
Las dificultades de transporte y manejo del magnetófono y los cuidados que requiere la bobina abierta justifican la invención de la pletina o casete compacto por la casa Philips en 1963, aunque el nuevo inventó no adquirió relevancia hasta un tiempo después, entre otras razones porque la drástica reducción de tamaño de las cintas de casete con respecto a la cinta de bobina abierta se tradujo en una calidad mucho más pobre de sonido. Las mejoras en la calidad de sonido y la incorporación en los aparatos reproductores de la capacidad de grabación favorecieron con el tiempo su aceptación por parte de los usuarios, que se universalizaron en la década de los 80 con los walkman (pequeños casetes portátiles con auriculares) de la casa japonesa Sony, que permitían al usuario escuchar su música en cualquier momento y en cualquier lugar, hoy sustituidos por otros reproductores.
El casete se compone una tira de plástico flexible y alargada, de una anchura de 3,81 mm, protegida por una caja rectangular y plana de plástico que tiene dos bobinas con capacidad de giro a velocidad permanente, 4’75 cm/s. Dependiendo de la longitud de la cinta, el casete permite diversas duraciones de grabación: la más pequeña (C5) permite 5 minutos, dos minutos y medio por cara, mientras que la más larga (C120) tiene capacidad para dos horas de grabación. Su principal problema está en que a mayor longitud son más delgadas las cintas, lo que dificulta su adaptación a las guías del propio cartucho y puede originar que la cinta se enrolle y enganche con facilidad.
Si el sistema de casete ideado por Philips fue el que finalmente triunfó en el mercado, tuvo entre sus competidores el cartucho de ocho pistas introducido en 1965 por la empresa norteamericana Lear Jet. De mayor tamaño que la casete, utiliza cinta de 6,35 mm, funciona a una velocidad de 9’5 cm/s —es decir, doble que la de la casete— y ofrece mejor respuesta a altas frecuencias. Contenía una cinta sin fin enrollada en un único carrete del que se extraía por el centro. Estas cintas disponían de 8 pistas grabadas, o bien 4 pistas si eran estereofónicas, y un sistema de relés que marcaba el lugar exacto en que comenzaba y acababa cada grabación. Utilizado inicialmente para reproducir música pregrabada de forma continua en aparatos no grabadores, especialmente en los automóviles, en las emisoras de radio se emplearon para la emisión de cuñas y cortinillas de forma rápida, sin necesidad de tener que posicionar cada uno de los cortes.
Por otro lado, la capacidad de emitir imágenes por televisión aumentó la necesidad de grabarlas. En 1966 la empresa Ampex desarrollará el disco magnético de vídeo para la videograbadora HS-100, que giraba a 1800 rpm y apenas tenía capacidad para grabar 30 segundos de imagen, por lo que se emplearía para la grabación y reproducción televisiva de jugadas de fútbol (la famosa “repetición de la jugada”). Pero diez años antes los ingenieros de Ampex habían presentado un magnetoscopio para la grabación en carrete abierto de cinta magnética de 2 pulgadas de ancho, llamado Quadruplex, que fue el inicio de lo que hoy conocemos como vídeo. En los primeros tiempos la cinta magnética de vídeo Quadruplex se cortaba para realizar el montaje igual que se hace con la película cinematográfica, método que pronto se abandonó para realizar la edición de vídeo electrónica. En 1971 los japoneses de Sony comercializaron el sistema U-matic LB (Low Band o Baja Banda) que con sus ¾ de pulgada permitía equipos más compactos y ligeros. Con él nació el periodismo electrónico (ENG – Electronic News-Gathering).
Pero esta tecnología no llegó al gran público hasta que en 1972 la marca Philips lanzó al mercado el primer magnetoscopio doméstico, basado en su propio formato VCR (Video Cassette Recording), que empleaba grandes carcasas cuadradas con dos carretes coaxiales, uno sobre otro, y una cinta de dióxido de cromo de ½ pulgada. Se comercializaron modelos de 30, 45 y 60 minutos, pero los problemas técnicos de este formato y la competencia comercial impulsaron a Philips a lanzar un nuevo formato de cinta de vídeo en colaboración con Grundig. Nació así en 1979 el VCC (Video Compact Cassette), más conocido posteriormente como Video 2000 o V2000. De apariencia similar a las casetes sonoras desarrolladas por la propia Philips, se trataba de un sistema reversible que podía alcanzar un total de 8 horas de grabación. Comercializado exclusivamente en Europa, este formato desapareció en 1988.
Mayor fortuna tuvo el formato de cintas de vídeo lanzado por Sony en 1976, Betamax, que permaneció en el mercado hasta 2002. Este sistema ofrecía más líneas de definición, lo que se traducía en mejor calidad de imagen, y sus grabadores permitieron desde un principio grabar programas de televisión mientras se veía otro canal. Sin embargo, como la grabación se efectuaba por medio de un disco magnético que escribía con un brazo en el interior de la carcasa, las cintas no podían superar una duración de más de hora y media, lo que lo situaría en desventaja frente al sistema que finalmente dominaría el mercado doméstico. Y es que las estrategias de mercado y la alianza con los distribuidores cinematográficos convirtieron al formato VHS (Video Home System) en el estándar comercial de las cintas de video domésticas, hasta que dejaron de producirse a gran escala en 2004. Este sistema, inicialmente denominado Vertical Helican Scan, fue lanzado por JVC en septiembre de 1976. Físicamente parecido a las casetes de audio, su carcasa es de mayor tamaño porque la cinta es mucho más ancha (½ pulgada) y la zona de lectura es accesible por una puerta que se abre automáticamente merced a un mecanismo muy simple cuando es introducida en el reproductor/grabador.
Grabación magnética digital
Todos los procedimientos hasta ahora descritos presentaban en mayor o menor medida deficiencias de calidad en la grabación de los datos y en su posterior reproducción. En su búsqueda de soluciones, los ingenieros dieron con la conversión de la señal analógica en otra cuyos valores no fueran continuos sino discretos, esto es, pertenecientes a un rango de valores fijos predeterminados. Tales valores fijos se tomaron del sistema binario (descrito ya en el siglo III a.C. por el matemático indio Pingala), de modo que la señal original —cualquiera que fuera su origen: sonoro, luminoso, electrónico…— se convierte en una sucesión de ceros (0) y unos (1), a la que en nada se parece. Esta señal digital cuenta entre sus ventajas con menor sensibilidad a las interferencias, mayor facilidad para el procesamiento de la señal y su corrección y regeneración; pero a cambio precisa de un mayor ancho de banda para su transmisión y una perfecta sincronización entre transmisor y receptor.
La digitalización de la señal fue el último avance de los magnetófonos multipista. Puesto que la información binaria requiere un ancho de pista inferior para contener la misma cantidad de datos, las bobinas magnéticas digitales no superan el ¼ o en todo caso la ½ pulgada de anchura. De este modo, el primer magnetófono multipista digital podía grabar hasta 360 minutos en un carrete de 18 cm. Estas cintas conservan tres tipos de datos:
- datos PCM (Pulse Code Modulation – Modulación por Código de Pulsos), esto es, la señal de audio codificada
- datos de sub-código, señales inaudibles de control que facilitan la localización de contenidos (aunque sea de forma secuencial)
- patrones ATF (Automatic Track Following – Seguimiento Automático de Pistas), señales inaudibles de alineamiento para las cabezas y la identificación de las pistas.
Los dos formatos de bobinas digitales más difundidos (aunque ambos ya hayan desaparecido del mercado) fueron ProDigi, con hasta 32 pistas de audio, y DASH (Digital Audio Stationary Head – Audio Digital de Cabeza Estacionaria), con hasta 48 pistas de audio y otras 4 de datos auxiliares; en ambos casos con frecuencias de muestreo de 44,1 o 48 KHz y una resolución de 16 bits.
Como es lógico, también la tecnología digital se aplicó a las casetes sonoras. El primer formato de casete digital, comercializado en 1986, fue el DAT (Digital Audio Tape), desarrollado conjuntamente por Philips y Sony. La casete DAT contiene una cinta de metal de alta coercitividad [http://es.wiktionary.org/wiki/coercitividad] de 3’81 mm de anchura y un grosor de 13 µ, que permite la grabación de hasta cuatro pistas. Su desarrollo dio lugar a dos formatos diferentes, aunque ambos destinados al uso profesional, con resolución de 12 o 16 bits y frecuencias de muestreo de 32 MHz, 44,1 MHz y 48 MHz:
- S-DAT (DAT de cabeza estacionaria): 130 m de longitud, hasta 90 minutos de duración, 20 pistas lineales paralelas de 65 µ cada una, con separación de seguridad, dos caras, carcasa sin tapa y sin posibilidad de regrabar la información de sub-códigos
- • R-DAT (DAT de cabeza rotatoria): 60 m de longitud, hasta 120 minutos de duración, pistas diagonales con grabación helicoidal, 1 cara, carcasa con tapa, sin posibilidad de borrado, aunque sí de sobreescritura
La incompatibilidad de estas casetes DAT con las analógicas llevaron a la empresa Philips a comercializar en 1992 el casete compacto digital o DCC (Digital Compat Cassette), aunque lo retiraría del mercado apenas cuatro años más tarde. En una carcasa del mismo tamaño que las casetes analógicas se albergaban 6’35 m de cinta para 60 minutos de grabación, con 16 pistas helicoidales de audio —8 por cara— y una más de control para los sub-códigos de localización secuencial de contenidos.
Por otro lado, la denominación MiniDV fue otorgada a uno de los más conocidos formatos de vídeo digital grabado magnéticamente en una cinta de casete de metal evaporado con una anchura de 6,35 mm, que puede albergar hasta 120 minutos de imágenes, con una resolución horizontal de 530 líneas. Durante algún tiempo, Sony comercializó el formato MicroDV, basado en la compresión MPEG-2, con un ancho de cinta igual a una cuarta parte de la MiniDV.
Además, la cinta magnética digital y la casete compacta digital fueron empleados durante un tiempo en los equipamientos informáticos para la reemplazar los primitivos sistemas de las tarjetas y cintas perforadas. Sin embargo, sus dificultades de manejo y transporte impulsaron la investigación en busca de otros formatos. Éste es el origen del floppy disk o disquete, formado por una pieza circular fina y flexible con material magnético encerrado en una carcasa para su protección. El primer disquete, desarrollado por IBM a finales de los años 60 del pasado siglo, tenía un diámetro de 8 pulgadas, inicialmente no permitía la sobreescritura y su capacidad se reducía los 160 Kb. Ya en los años 80 se generalizó el disquete de 5¼ pulgadas, que alcanzó una capacidad de hasta 1,2 Mb. Finalmente se comercializaron los disquetes de 3½ pulgadas, con una capacidad de 1,44 Mb y mayor protección, pues cuentan con una carcasa rígida y una pestaña deslizante que cubre la zona de lectura. Empleados para la conservación y transferencia de datos, los disquetes han caído hoy totalmente en desuso —como sus sucesores, los discos Zip de Iomega, con una capacidad de hasta 750 Mb, que no lograron implantarse de manera universal—, desplazados por otros soportes como las modernas unidades de memoria móvil USB y otros procedimientos de almacenamiento desarrollados con la universalización de Internet.
La calidad sonora de las cintas magnéticas es extraordinaria, por algo se siguen fabricando, por algo los mejores y músicos más importantes siguen grabando en cinta magnetofónica, caso de nada más ni nada menos que el mejor músico del mundo: PAUL McCARTNEY, luego también KEITH RICHARDS, el ex Nirvana Dave Grohl, luego una banda no tan buena, de mi país, Argentina, El Bordo, y cada vez más están volviendo a grabar en cinta magnetofónica. Así que, de obsoleto NADA, SÍ DE CLÁSICO Y MODERNO.
Muy buenas tardes,
Alguien sabría decirme dónde conseguir cintas de carrete abierto de media pulgada (8 pistas) ?
Gracias!!
Supongo que se refiere a cintas vírgenes, lo que es realmente complicado. Es lo que tiene la obsolescencia tecnológica. Tal vez no quede otra que recurrir a portales como ebay para conseguirlas.
¡Suerte!