Llega el verano, con él las vacaciones escolares y otra rutina distinta a la del curso académico para docentes, familias y alumnado. Y en la biblioteca escuchamos con una frecuencia mayor a la habitual una frase típica de nuestros usuarios, recomiéndame algo…
Si acudimos al diccionario de la Real Academia Española, una de las acepciones que contempla para el verbo recomendar es la de “aconsejar algo a alguien para bien suyo”. Pero… yo me pregunto ¿a priori quién puede predecir con certeza que una lectura es buena para el lector o lectora a quien se lo recomendamos? ¿Son todos los libros que hemos leído y consideramos imprescindibles susceptibles de ser prescritos a cualquier persona?
El arte de recomendar lecturas es una tarea compleja que conlleva un alto grado de responsabilidad, por ello desde las bibliotecas debemos desempeñar esta tarea con pasión y conocimiento. Personalmente me gusta pensar que los profesionales bibliotecarios somos, en cierta medida, faros que iluminan el camino al usuario en su búsqueda. Y para llevar a cabo esta labor de orientación y guía son cinco los puntos que considero clave.
Pasión por la lectura
Decía el psicólogo estadounidense Burrhus Frederic Skinner (Susquehanna, 1904 – Cambridge, EE UU, 1990) “Mucho más importante que recomendar libros es fomentar el amor a la lectura”, frase que suscribo totalmente.
La prioridad no es recomendar libros a destajo, no es alimentar nuestro ego cada vez que recetamos el libro adecuado a un usuario, no es imponer nuestro listado de obras de «lectura obligada» a los demás. Lo primordial es contagiar el entusiasmo por la lectura y solo aquellas personas que viven los libros, la palabra escrita y la literatura con pasión, pueden acercar al usuario la magia de leer.
Escuchar al usuario
La base de una buena recomendación es la escucha activa puesto que esta nos permite conocer los gustos de nuestros usuarios, su evolución e incluso su estado anímico. Cada vez que conversamos con el usuario recibimos un feedback valiosísimo que debemos aprovechar.
Si escuchamos activamente, sabemos si nuestro usuario necesita algo ligero para distraerse o algo con más enjundia que le permita encontrar respuestas o le invite a reflexionar. Si escuchamos, sabemos si ese día está abierto a probar otro tipo de género o lecturas distintas a las que lleva habitualmente. Si escuchamos, nuestra recomendación irá en sintonía con lo que va buscando a la biblioteca, aún cuando ni siquiera el propio usuario lo sepa a nivel consciente.
Conocer el panorama literario
Además de la pasión y la escucha activa, es fundamental conocer la tradición literaria, el mercado editorial, estar al tanto de las novedades bibliográficas, de los nuevos formatos y de las nuevas formas de lectura. Si no tenemos un buen conocimiento de nuestros fondos y del mercado editorial difícilmente podremos realizar recomendaciones de libros que se ajusten a las necesidades de nuestros usuarios.
También es imprescindible para un buen desempeño de la prescripción lectora, crear lazos y redes de colaboración estables con autores, editores y libreros, especialmente con aquellos más cercanos al área de influencia de la biblioteca.
Utilizar distintas herramientas
Resulta imprescindible adaptarse al medio en el que vamos a recomendar y conocer las distintas herramientas y técnicas que podemos emplear.
No es lo mismo que una institución educativa o asociación solicite a la biblioteca recomendaciones de libros como entidad que un usuario a título individual pida que se le sugiera una obra en mostrador de préstamo para disfrute personal. Así como tampoco requiere el mismo tipo de actuación una recomendación para público adulto como una para público infantil.
La intervención será también diferente si hablamos de recomendaciones que se realizan en el espacio físico de la biblioteca y cara a cara con el usuario que si las hacemos utilizando el espacio virtual, bien sea a través de página web, de un blog o de redes sociales. En el primer caso echaremos mano de nuestros conocimientos literarios y de técnicas de atención al público -especialmente escucha activa y empatía- mientras que en el segundo caso, además, deberemos saber las peculiaridades de cada canal y adaptar la recomendación al mismo.
Sea cual sea el medio -físico o virtual- debemos poner atención y cuidado a cada detalle. Y aquí me permito compartir con vosotros una breve anécdota. Con motivo del Día Mundial de la Poesía en las Bibliotecas Municipais da Coruña recomendamos en nuestro perfil de Instagram la obra «Cien mil millones de poemas«. Unos días después se presentó una usuaria -estudiante del Grado en Educación Primaria- en mostrador de préstamo solicitando el libro que habíamos recomendado en Instagram porque le había encantado y quería trabajar la poesía con ese material. A priori no podemos calcular el impacto real de nuestras actuaciones, por ello es importante hacer las cosas deliberadamente bien, con intención, con pasión, con esmero.
Invitar al usuario a recomendar
La compañera Sofía Moller ya hablaba en su post «La prescripción es cosa de todos» del concepto de usuario como prescriptor de lecturas. En mi opinión, se trata de aprovechar el feedback que recibimos por parte de nuestros usuarios en el mostrador de préstamo para que tenga un alcance mayor en el área de influencia de la biblioteca o incluso más allá de la misma, bien animándolo a hacer sus recomendaciones en el espacio físico habilitado para ello o bien invitándolo a compartirlas a través de redes como Instagram o Twitter con un hashtag específico que nos permita recuperar todo lo que nuestros usuarios recomiendan. Quizás al principio sólo se animen dos o tres, pero como decimos aquí en Galicia…paseniño paseniño faise o camiño!