Nos sentaron para ver una proyección muy similar a la que os había enseñado en la experiencia de los Archivos Nacionales.
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Library of Congress Vistor Experience from Ryan Hensley on Vimeo.
Nuestro guía nos llevó a una sala aparte y nos explicó la historia de la Biblioteca. En 1800 se traslada oficialmente el gobierno a Washington y se decide crear una biblioteca “con tantos libros como sea necesario para uso del Congreso”. La colección inicial, 740 libros y 3 mapas, se guardaba en el Capitolio, aún por terminar.
Tras un ataque de las tropas británicas, cuyo objetivo era la ciudad de Baltimore -la tercera más grande de USA en aquella época-, la biblioteca y el edificio del Capitolio ardieron en 1814. En 1815, Thomas Jefferson, uno de los Padres Fundadores, autor de la Declaración de Independencia, tercer presidente de la nación y que en aquel momento estaba arruinado; ofreció su colección de 6487 libros que se compró por el nada módico precio de 23950 dólares.
Se decidió separar la biblioteca del Capitolio y construir un edificio propio por la falta de espacio y por haberse producido dos incendios en poco tiempo. Así es como el 1 de Noviembre de 1897 se inauguró el edificio de la Biblioteca del Congreso. Como decía el guía bromeando, se consiguió algo que hoy en día ya es una rareza: se terminó a tiempo y dentro del presupuesto.
La biblioteca fue el primer edificio con luz eléctrica de la ciudad. El interior del edificio tiene mucha ornamentación relacionada con el conocimiento y sus diferentes ramas. El Gran Hall está inspirado en el Renacimiento. Mármol blanco por todas partes. El techo tiene vidrieras de colores y hay bóvedas con nombres de grandes pensadores. A los lados del hall hay dos escaleras con niños tallados en el mármol cada uno representando un oficio o una afición.
Si se atraviesa el arco uno se encuentra con una Biblia de Gutenberg y una Biblia manuscrita de Mainz (Alemania), ambas de entorno a 1450 y pintura de Elihu Vedder que representan a un “buen gobierno” (paz y prosperidad) y a un “mal gobierno” (corrupción y anarquía).
En la planta superior tenemos acceso a un mirador a la Sala de Lectura Principal. Para entrar pasamos por delante de un bonito mosaico de Minerva, también del mismo artista, que defiende su entrada. Desde el mirador vemos un mural en la cúpula de Edwin Blashfield, con los nombres de lugares, culturas o épocas que contribuyeron a la formación de la cultura occidental. Los cristales tienen los nombres de los 45 estados y tres territorios que formaban parte de la nación en 1897. Y alrededor del balcón desde el que observamos la sala, hay 16 estatuas que representan figuras destacadas en algún campo (Colón, por ejemplo).
Detalle del mural en la cúpula de la Sala de Lectura Principal, Library of Congress
Además en esta planta nos encontramos con todo tipo de pinturas y salas con varias exposiciones por las que no nos llevará la visita guiada.
Cuando estuve allí, había una exposición de la colección de Thomas Jefferson. Uno podía ver el ejemplar por fuera, en una estantería, a través de un cristal y utilizar una pantalla táctil para seleccionarlo dentro de una réplica digital. El libro entonces se abre delante de nosotros y podemos pasar las páginas.
Una exposición sobre los libros que han conformado Estados Unidos; en la que te invitaban a comprobar cuántos habías leído. Simplemente se veía un ejemplar antiguo con un breve resumen. Si queréis comprobar cuántos habéis leído, aún podéis ver la lista completa y revisada.
Una exposición llamada “Exploring the Early Americas” sobre las culturas precolombinas, la llegada de los exploradores y los cambios culturales tras el encuentro. Y otra exposición sobre la tradición literaria en Armenia conmemorando los 500 años de su primera imprenta y la elección de Yerevan como la Capital del Mundo del Libro en 2012 por la UNESCO.
En la visita también tiene uno la posibilidad de crearse un «pasaporte del conocimiento», que se recoge y sella en la recepción, y se introduce en alguna de las múltiples pantallas que hay a lo largo de las diversas salas y que nos permite registrarnos, guardar algunas imágenes de lo que hemos visto (las fotos en el interior de las salas están prohibidas) y comprobar los conocimientos que hemos adquirido jugando.
La verdad, una visita que merece la pena si se tiene la ocasión aunque se dé más peso a las colecciones y menos a las explicaciones sobre el trabajo que se realiza en la Biblioteca en comparación con las explicaciones en los Archivos Nacionales. Quizá por eso me quedé con ganas de más.