La biblioteca infinita, ¿quimera o realidad?

LibrosEn una de mis lecturas de este verano, época en que me gusta probar todo tipo de géneros y temáticas, me he vuelto a encontrar con el relato sobradamente conocido de Jorge Luis Borges  La biblioteca de Babel, todo un clásico tanto para la producción de Borges como para los que nos movemos en el mundo del saber, de las bibliotecas, de la concepción del mundo mediante la palabra escrita. Así que como la ignorancia peca de atrevida, en el post de hoy me voy a aventurar a hacer una reflexión e interpretación totalmente libre de este interesante texto, aunque soy consciente del atrevimiento que supone interpretar a Borges.

En primer lugar hay que destacar la referencia bíblica del texto (cfr. Génesis, 11, 1-9), recordemos el relato en el que se describe cómo los hombres en su intento de dejar su impronta en lo que hacían, construyeron una torre que pretendía llegar hasta el cielo y con ello establecerse y no dispersarse más por la tierra. Pero el Señor vio lo que hacían y no le agradó, temiendo que los hombres nunca dejasen de luchar por conseguir cuanto se proponían, y decidió confundirles, hacer que dejasen de hablar una sola lengua para así dispersarlos y obligarles a hablar en diferentes lenguas y detener la construcción de esa ciudad y de esa torre que pretendía llegar hasta el cielo.

Hasta aquí el relato bíblico, que Borges toma indudablemente como referencia, para hacer su propia interpretación del mundo. Un mundo, o mejor dicho, el universo que no es otra cosa que una Biblioteca. Aquí está la primera comparación importante en Borges, el hecho de referirse al universo como si fuera una biblioteca ya denota la importancia que tiene para Borges el mundo del libro, reunido principalmente en la biblioteca. También desde el inicio del relato se habla del bibliotecario, tanto de manera genérica como concreta. Se podría inferir que en el universo o biblioteca hay numerosos encargados de custodiarla, ordenarla e incluso interpretarla, y esos son los bibliotecarios en el sentido profesional de la palabra. Pero también se refiere al hombre como imperfecto bibliotecario, es decir, a todo hombre como bibliotecario, como potencial habitante de esa biblioteca que es el universo, un universo por un lado indescifrable y por otro lado como una herramienta que explica todo ese universo.

Así que Borges toma como punto de partida para explicar el universo dos realidades que son esenciales para el mundo de las bibliotecas: la biblioteca, como espacio físico, como continente, que además contiene la mayor riqueza que se puede concebir como es el compendio y suma de todo el conocimiento y entendimiento humanos. Pero este lugar, esta biblioteca no es un espacio silencioso, deshabitado, inerte, sino algo vivo, pleno de actividad, custodiado por los bibliotecarios y usado por todos los hombres, a su vez bibliotecarios en busca de dar sentido a su naturaleza, a lo que le rodea, al pasado, presente y futuro de la humanidad. Y aquí tenemos la otra realidad: los bibliotecarios. Borges interpreta que cada hombre es un bibliotecario, alguien que habita y recorre los infinitos hexágonos de la Biblioteca, en busca de su particular interpretación del mundo. Aunque también establece la figura del bibliotecario como custodio de los libros, del saber, como intérprete que sabe descifrar todos los misterios que la Biblioteca encierra en su interior, un funcionario que ha desentrañado el contenido de la Biblioteca infinita que precisa de sujetos que sepan guardarla y a la vez ayudar a los hombres, todos ellos bibliotecarios en fin, a encontrar sentido a todo. Incluso preconiza la existencia de un Hombre del Libro, al que endiosa porque ha encontrado un libro que sea

la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios.

Qué comparación tan absoluta, tan inquietante para los que ejercemos esta profesión, pues equipara el poder que puede otorgar la sabiduría plena al Hombre del Libro, que ha tenido la inmensa dicha de examinar y leer un libro compendio y suma de toda la sabiduría, y por ello poseedor de la felicidad, dicha que se asemejaría a la existencia del cielo, lugar de esa suprema felicidad. ¿Acaso no podemos participar los bibliotecarios de parte de esa dicha al poder satisfacer la infinita ansia de saber, de conocer, de experimentar, de adentrarnos en los misterios de cualquier índole indagando en los libros? ¿No participamos en cierta medida de esta cualidad divina de conducirnos y ayudar a otros a conducirse por la senda de la sabiduría que otorga una pequeña porción de felicidad al encontrar respuesta a los infinitos interrogantes que como hombres nos planteamos sobre nosotros mismos y sobre toda realidad que nos rodea?

Querer es poder, es una frase hecha. Querer acercarse a la Biblioteca, al mundo en su totalidad, es poder conocerla más y mejor. Pero yo añadiría que poder es también querer: querer aquello que se busca, anhelarlo antes incluso de haberlo encontrado, como si fuera un faro en medio de la oscuridad que alienta a todo ser humano a interpretarse a sí mismo y a interpretar toda la realidad. Y este querer y este poder se pueden desarrollar en la Biblioteca, en las bibliotecas, recorriendo un camino que puede durar un instante o toda una vida. Por eso las bibliotecas, la Biblioteca, es infinita dentro de su limitación física, porque jamás dejará de alimentarse de nuevos libros creados por el hombre para explicarlo todo, y tampoco dejará de haber hombres que se aventuren por sus anaqueles dentro de sus espacios hexagonales para explicar todo, y entonces sí que podremos decir que la Biblioteca se ha justificado a sí misma, una Biblioteca que existe desde que el hombre ha empezado a tener conciencia sobre sí mismo y sobre lo que hace y desea.

Será por deformación profesional, por amor al propio trabajo, por pasión, por exageración o por cualquiera de las motivaciones que nos alimentan a los bibliotecarios, pero esta importancia que Borges da a nuestra figura, puede llenarnos a la vez de orgullo y de responsabilidad. Orgullo porque nos considera los agentes idóneos para movernos y desarrollar nuestro trabajo con un sentido pleno. Responsabilidad porque estamos encargados de que cada hombre pueda encontrar las respuestas a sus interrogantes, al ansia de conocimiento que inspira a la humanidad, a encontrar soluciones a todo y para todos, a andar su propio camino, a descubrir, en medio del número infinito de libros, aquellos que pueden dar sentido a la propia vida de cada hombre que busca una explicación a esos interrogantes.

Es muy curiosa la concepción espacial de la biblioteca, compuesta de cámaras hexagonales, comunicadas entre sí, de pozos, escaleras y barandillas, todo un universo dentro de una esfera, pero una biblioteca que es infinita y casi inabarcable. Infinita e inabarcable como el universo, que como se ha dicho se ha equiparado a la Biblioteca. Por esta razón posiblemente Borges establece dos axiomas: la Biblioteca existe ab aeterno, es decir, desde siempre; y el número de símbolos ortográficos es de veinticinco. Es algo aventurado afirmar que la biblioteca exista desde el inicio de los tiempos aunque también es factible afirmar que desde el inicio de la condición humana, se ha tratado de reflejar el mundo, y la concepción que se tenía de éste mediante símbolos, imágenes, figuras que interpretaban y recreaban ese propio mundo: ¿qué otra cosa son si no la plasmación de pinturas rupestres, de los primeros trazos hechos por los hombres para expresar su propia esencia y comunicarse a través de ellos? Así que siempre ha existido esta biblioteca-universo habitada por libros y bibliotecarios, en busca del significado de su existencia y del mundo que le rodea. Siempre el hombre ha sido viajero, buscador, peregrino, inquisidor, destructor, intérprete, descubridor, impío o devoto, pero siempre ha manifestado su deseo de entenderse y de entender y explicar el mundo, el universo, la propia existencia. Es por ello que

la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.

¿Es una quimera o una realidad que la Biblioteca existirá desde siempre y para siempre? ¿Será infinita, inabarcable, luz en medio de la oscuridad del camino vital de cada hombre que busca respuestas, o laberinto en el que perderse sin encontrar ni entender nada? De cada uno de nosotros, como bibliotecarios profesionales y como bibliotecarios-hombres que así sea: que la biblioteca sea espacio y puerta de paso para encontrar el sentido y la explicación a todo, pero sin caer en el afán de ocultar o dificultar la búsqueda. De nosotros dependerá dotar de herramientas adecuadas a cada hombre para entender la compleja e interminable combinación de símbolos ortográficos de que están compuestos los libros, que descansan sobre anaqueles infinitos en cámaras hexagonales a su vez interconectadas e infinitas, para que los hombres consigan desentrañar los misterios de su propia naturaleza y del mundo que le rodea. Todo un reto para nosotros, los bibliotecarios habitantes de bibliotecas muchos más pequeñas, finitas, limitadas y en estos últimos tiempos muy mermadas de medios y de apoyos… Esperemos que siempre nos quede un reducto de lucidez para manternerlas vivas, abiertas, alimentadas, disponible para cualquier ser humano que se aventure a entrar en ellas y descubrir, eso sí, sin ninguna duda, el universo entero que cada una contiene.

Mercedes Carrascosa

Bibliotecaria, filóloga, apasionada lectora. Siempre investigando nuevos caminos para hacer de las bibliotecas lugares fundamentales para el desarrollo intergral de los ciudadanos.

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