La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir. Y el momento justo de la acción es tan confuso, tan resbaladizo y tan efímero que lo desperdicias mirando con aturdimiento alrededor. Rosa Montero. La carne. Alfaguara, 2016.
He tenido la suerte de dedicar los diecisiete últimos años de trabajo en el Centro de Desarrollo Sociocultural de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, a la hermosa tarea de fomentar la lectura; y digo suerte y digo bien, porque quizás no haya otra labor más apetecible para una lectora irredenta que tramar estrategias, diseñar proyectos, imaginar planes… planes, proyectos y estrategias que parecen difíciles de realizar, casi utópicos.
Si vuelvo la vista atrás y busco, con la debida atención y la memoria exacta, seguro que encuentro varios propósitos fallidos: deseos de hacer en los que se invirtió tiempo e ilusión y por causas del azar de la vida o del trajín de la profesión, quedaron inconclusos. Nos ha ocurrido a todos y no pasa nada; de lo que pudo ser y no fue, de lo que se imaginó y no sucedió, en lo que se trabajó y no perduró… de todo eso queda el rescoldo, el aprendizaje. Las ganas de seguir proyectando actividades que parecen difíciles de realizar, casi utópicas.
Sin embargo, hoy quiero destacar una herramienta que no solo ha perdurado a lo largo de los años, sino que se ha reinventado, mutado y adaptado, al lector del siglo XXI. Esta herramienta ha demostrado ser eficaz, útil y con muchas potencialidades por descubrir, aún hoy. Me refiero al club de lectura.
En el Centro de Desarrollo Sociocultural llevamos desarrollando, durante diecisiete años, diferentes clubes de lectura que ponen la mirada en el lector; de ellos voy a destacar los siguientes:
Leo para ti, el club de lectura solidaria, formado por lectores que leen en voz alta a personas que no pueden leer por sí mismas debido a su avanzada edad o a condicionantes físicos o psíquicos. El club de lectura TLeo, destinado a paliar las brechas generacionales y tecnológicas, une a personas de entre 6 a 80 años, para leer, cantar, jugar y soñar… juntos. Los clubes de lectura Leer para conversar y Leer para profundizar, acompañan, complementan y propician el gozo y el disfrute de leer y conversar sobre textos de todo tipo: clásicos, poesía, novela contemporánea.
Cuando se lee para conversar en un club de lectura, se lee de manera distinta; hay que fijarse en el detalle, en el giro, en la trama secundaria, en el matiz del comportamiento de un personaje… porque luego se comparte en las reuniones. En ellas, cada lector expresa el sentimiento y/o el conocimiento adquirido en el proceso de la lectura; el mayor disfrute para un lector es el de comunicar esas sensaciones: la desazón, la alegría, el rechazo, la curiosidad, el hastío, la tristeza. Por ello, en un club de lectura es tan importante la obra que se lee como la conversación que suscita: tanto es así que, en alguna ocasión, un debate interesante ha salvado la lectura de una obra que no estaba gustando en demasía. El intercambio de opiniones ha de darse en un ambiente de respeto, amigable y cálido, en el que los participantes se sientan acogidos y se acerquen unos a otros.
¿Cómo unimos la tecnología a la lectura? Leyendo en dispositivos electrónicos que permitan realizar búsquedas, subrayar, anotar y compartir citas, pensamientos, etc. en las RRSS; y leyendo todo tipo de obras, desde un concepto inclusivo de la lectura: libros interactivos, apps, películas, música, ilustraciones… Desde hace siete años, en el CDS se han puesto en marcha distintos clubes de lectura en la nube, algunos de ellos junto con la Diputación de Badajoz, enmarcados en el proyecto Nubeteca. A través de una plataforma específica, a través de blogs, de Twitter y de grupos en Facebook, se ha experimentado en diversos medios para desarrollar estos clubes en los que los lectores leen la obra en la nube, una obra enriquecida con enlaces a recursos audiovisuales, textuales y fotográficos proporcionados por el autor y la biblioteca, en complicidad con la editorial. ¿Bibliotecas, editoriales, empresas tecnológicas y autores trabajando juntos en pro del lector? ¿Utopía?
¿Son estos clubes de lectura aptos para la generación bisagra, para los desconectados? ¿Hay vida más allá del nativo digital? Sí, con rotundidad. Los clubes de lectura son espacios privilegiados de formación y la excusa perfecta para conectarse y adquirir competencias específicas. ¿Nacen los nativos digitales enseñados? No, con rotundidad. El trabajo con públicos de todas las edades, nos ha demostrado que también necesitan formación, compañía e instrucciones para saber leer en digital: las aplicaciones, las potencialidades de los dispositivos, las plataformas. ¿Se pierde feeling en los clubes de lectura en la nube? No, siempre y cuando los lectores y el coordinador del club estén perfectamente identificados, y conozcan y estén de acuerdo con las reglas del juego: una voz que coordina, múltiples voces que aportan y se respetan y el autor, en el centro del club, conversando con sus lectores con el respaldo de la Biblioteca. ¿Es mejor tener un grupo de lectura con mil lectores o con veinte? Calidad frente a cantidad, es lo que podemos aportar desde la Biblioteca Pública. Calidad de conversaciones con lectores y autores. No es deseable reunir un grupo ingente de seguidores a los que no conozcamos, sino un grupo interesado y participativo. No somos Zuckerberg e, igual, no queremos serlo.
¿Y qué papel han de jugar los profesionales de Biblioteca Pública en el proceloso mar de la lectura, la educación y la tecnología? El de guías y formadores, el de dinamizadores y mediadores, el de animadores y moderadores.
Leer, a veces, me ha procurado una casa hermosa, un abrigo contra las inclemencias del vivir; otras, me ha dejado aterida, al borde del acantilado, a merced de las olas. Como escribe Rosa Montero:
La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir. Y el momento justo de la acción es tan confuso, tan resbaladizo y tan efímero que lo desperdicias mirando con aturdimiento alrededor.
Y, pese a todo, al leer se palia un poco la nostalgia de aquello que no tocará en suerte vivir, por azares y trajines. Y, por unos instantes, al conversar en un club de lectura, el pequeño espacio de luz que es la vida, se agranda. ¿Una bibliotecaria que cree en la utopía? Siendo lectora, no puedo ser de otra manera.
Texto con el que participé en la tertulia Utopia, tecnología, lectura y educación , del pasado 26 de septiembre, enmarcada en la línea FOLIO Educa, dentro del Festival Literario Internacional de Óbidos (Portugal).