A lo largo de los años he asistido a numerosas presentaciones; en jornadas y congresos especializados, pero también durante conmemoraciones y actos culturales para profesionales, usuarios, lectores, escritores, … Del mismo modo, me ha tocado coprotagonizar bastantes y protagonizar algunas (si es que se puede utilizar este verbo cuando la función de los presentadores no es la de convertirse en protagonistas, sino en conductores que realzan lo que presentan, sea esto una idea, un proyecto, etc.).
Una búsqueda en la red proporciona un listado de portales y webs que ofrecen sus servicios y recursos para que el profesional (sea cual sea su rama) consiga realizar una presentación inolvidable, a medida. Teniendo en cuenta que la memoria es frágil y selectiva, que nuestra capacidad de atención se reduce a los pocos minutos de escucha, y que es muy fácil la crítica a posteriori (constructiva, se entiende; la destructiva ni la tenemos en cuenta), parece difícil lograrlo, por mucho que aparezcan palabras tales como encuentro, búsqueda y magia en los resultados de googlear «presentaciones inolvidables». Es complicado, pero me atrevo a decir que el eco de las sensaciones vividas perdura. Por eso hay que esforzarse, hay que ponerle alma. Por muchas presentaciones de comunicaciones, ponencias o mesas redondas en las que participemos. Por muchos actos culturales que presentemos para nuestros usuarios. Por muy rutinarios que nos lleguen a parecer. Hay que tratar de huir, paradójicamente, de la profesionalización y tratar cada acto como si fuese el primero, el único; con el bagaje que nos da la experiencia y con las ganas intactas por aprender y aprender. Todos nos acordamos de alguna en concreto que nos hizo vibrar, sonreír, sentir, que tal vez nos impactó, o simplemente, nos resultó curiosa, atrevida. Por muy interesante que sea el tema y por muy interesado que resulte el auditorio, una presentación lineal con ritmo lento y tono de voz monocorde no logra superar los diez o quince minutos de atención. A partir de ahí, el público contará los segundos que faltan para que el presentador o conferenciante termine, mientras mira al techo con cara de circunstancias o (más fácil) tuitea a saber qué.
Hace unos años, Florencia Corrionero Salinero, subdirectora del Centro de Desarrollo Sociocultural, escribió un artículo (¡Quién me mandaría a mí…! Tribulaciones de una comunicante algo masoca (monólogo). En Mi Biblioteca. Año VII, Nº 25, primavera 2011. Málaga, Fundación Alonso Quijano, 2005, pp. 32-35.) sobre las presentaciones de comunicaciones en los congresos. Todos hemos sufrido (a pesar de las indicaciones de la organización) al escuchar a algún comunicante empeñado en leer (completa) su comunicación, restando tiempo al resto de los colegas de profesión, y sin tener en cuenta que ha de despertar el interés de los asistentes, no hacerles desistir de localizar su texto en las actas del congreso.
Como profesionales que impartimos cursos, presentamos comunicaciones, ponencias y actos culturales en nuestros centros de trabajo, hemos de ejercitar la imaginación, no perder la ilusión, aderezarla con experiencias propias y ajenas (las que salieron bien y las que no resultaron como nos hubiese gustado).
Estos días acabo de llegar de Badajoz, donde se ha celebrado el Décimo Aniversario del Plan de Fomento de la Lectura Un libro es un amigo, de la Diputación de Badajoz y la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. He tenido la suerte de asistir como espectadora y a la vez conocer desde dentro los entresijos de su preparación. Un trabajo hecho con mimo y cuidado en los detalles, hecho con la materia de los sueños cumplidos y de los proyectos por cumplir, hecho con alma.
Un plan sobre ruedas era el título del acto, y así, entre videos de créditos iniciales, making off, taquillajes, cameos de autor (estuvo el maravilloso Gustavo Martín Garzo), cameos de narrador (el siempre inspirador Pepepérez y dos de los músicos de Trako de la Silko, Juanlu Lázaro y Antonio Molinero), de créditos finales, con una extraña y divertida BSO (cuántos kilómetros recorridos, cuántos pueblos, cuántas bibliotecas, cuántas risas y cuántas anécdotas), y hasta un spin off denominado Nubeteca, visualizamos en el hermoso Salón del Pleno de la Diputación de Badajoz una road movie que llevaba detrás muchas horas de rodaje. Muchas horas empleadas en perfilar ideas, en realizar el guión que daba sentido y completaba todas las partes de esta particular película/celebración, en la edición de videos y fotos, en la inclusión de ellos en la presentación final, en la búsqueda de imágenes y música, en la grabación de la voz en off que nos guiaba la mirada y el sentimiento, en los ensayos, en templar nervios, en encender la ilusión.
Para conseguir que el acto emocionase fue necesaria una dedicación muy intensa de parte del equipo del CDS, dirigido por Florencia Corrionero; mis compañeros podían haber pergeñado un acto más tradicional, correcto y adecuado, pero querían que fuese especial. (Atención, esto no es baladí. Este deseo, esta convicción, es uno de los recursos más potentes con los que contamos los bibliotecarios, los gestores culturales. El deseo de generar y propiciar actos especiales).
El público objeto eran los más de cien bibliotecarios pacenses que a lo largo de diez años han albergado en sus bibliotecas exposiciones, sesiones de cuentacuentos o encuentros con autor; así como los responsables institucionales del Plan de Fomento de la Lectura Un libro es un amigo. Se optó por no abrumarles con cifras, ni con una presentación seria; eso no significa que los datos no se recogiesen, se recopilasen y se difundiesen, ni que los responsables institucionales no tuviesen su espacio en el desarrollo del acto. Todo lo contrario. Pero además, asistimos a un evento pensado para el disfrute.
Lo que yo viví como una bibliotecaria más, fue una película de carretera que incluía sentimientos, sensaciones, literatura, música, personas, cultura, tecnología, futuro, narración oral, y la lectura como bandera. Una historia de aprendizaje con pasado, presente y futuro. La hora y media se me fue sin sentir. Fue una presentación hecha con alma. Y eso, que aprendo todos los días. Qué gusto.