Escribo este post metida de lleno en la revisión del proyecto de dinamización de la última novela de Luis Landero; será la segunda experiencia de club de lectura en la nube que albergará la plataforma Nubeteca, una herramienta desarrollada por la empresa ODILO y la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, junto con la Diputación de Badajoz. Proyectar es imaginar y me encanta imaginar.
Situémonos.
Setenta y dos lectores: cincuenta y dos pacenses, diez salmantinos y diez chilenos (merced al convenio entre la Fundación y el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas (SBNP) de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) de Chile), socios de bibliotecas públicas. Setenta y dos lectores a los que, en las próximas semanas, guiaré en la lectura de la hermosura que es El balcón en invierno (Tusquets). Y un autor, Luis Landero, al que apoyaré, propiciando su encuentro con los lectores. Todo esto: actividades, propuestas, relaciones, intercambios escritos, basados en un trabajo de deconstrucción y rigurosa lectura (e innumerables relecturas), del texto. Todo esto, basado en la experiencia de algunos años ya, desde2010, cuando empezamos en el Centro de Desarrollo Sociocultural a experimentar la lectura digital, en torno a los clubes de lectura en la nube, en el marco de Territorio Ebook.
Situémonos.
Zuckerberg o Mr. Z, un buen día, según se enfunda los vaqueros y su sempiterna camiseta gris (así no desperdicia el pensamiento en cosas inanes, tiempo después el inefable Sheldon Cooper le imitará con desiguales resultados), se dice: qué importante es leer. A leer todo el mundo. Y abre un club de lectura en su red social (como si nadie nunca, mucho menos una biblioteca pública, hubiese pensado en ello), y hala. En menos de una semana, 180.000 seguidores que, potencialmente, podrían incrementarse hasta los 30 millones (igual ya los tiene). Y es que no. No somos Zuckerberg.
El pasado 15 de abril, impartí junto con Florencia Corrionero, subdirectora del Centro de Desarrollo Sociocultural de la Fundación en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca), un Taller sobre Lectura social en la nube. Fuimos de la mano de Biblogtecarios, por empeño personal de su director Rafael Ibáñez, quien en una conversación telefónica me confesó: «a ver si es posible que la lectura y la biblioteca entren en iRedes«. Sí, era la quinta edición de este Congreso Iberoamericano; y si nos fijamos en su versión última del mapa de redes sociales y otros servicios en la nube, vemos el impacto de la lectura. Sí, fíjense. A la izquierda, abajo, con el epígrafe Literatura. Librarything y Goodreads. No, no somos Zuckerberg.
Y es que, para un influencer de primer orden como es Mr. Z, conseguir setenta y dos lectores en un club de lectura debe resultar cosa (casi) de risa. Pero hete aquí, que no. Que las bibliotecas públicas y los bibliotecarios de biblioteca pública no somos Zuckerberg. A mí me gustaría ver a Mr. Z moderando un debate sobre la literatura, la vida, el refugio del corazón, la culpa o la alegría. Me gustaría ver cómo intenta que los lectores participen. Y luego, que desarrollen aportes con sentido, relacionando sus sentires al leer con la obra. Y, si la dinamización va viento en popa y los lectores comienzan a confiar en el mediador, lograr que profundicen en los distintos niveles de lectura, que buceen más allá de la trama principal en pos de motivaciones, contextos y temas implícitos de la narración.
Es difícil, ya se lo digo yo Mr. Z. Es difícil, pero tremendamente inspirador cuando, conversan, proponen, aportan un enlace, una foto, un párrafo (y comentan por qué) y luego, preguntan al autor por este personaje o por esta escena, y debaten con él sobre la intención, por ejemplo. Sí, se trata de un club de lectura en la nube sin seguidores: porque todos son lectores.
En iRedes no me cansé de decirles a los quince participantes (nótese que fueron 400 los asistentes al congreso) que no éramos Zuckerberg. Al mismo tiempo, en el auditorio principal se producía un encuentro con youtubers, y claro, a ver quién es el que no se va a verlos y se queda en un taller (gracias a los que eligieron el Taller de lectura social: valientes. Nota al margen: a mí también me hubiese gustado verlos). Esta es una realidad con la que tenemos que lidiar desde las bibliotecas públicas. Busquemos la calidad en las conversaciones, frente a la cantidad. Recuerdo que en un descanso del congreso, una bibliotecaria me comentó que lo habían intentado y que habían desistido (leer y compartir en la nube desde la biblioteca pública no es crear una cuenta en una red social y venga, que nos sigan y a seguir. Ya saben, no somos Mr. Z). Y es que aparte de trabajar con una metodología rigurosa, hay que buscar a los lectores casi uno a uno, conversar con el autor muchas veces, trabajar la obra, tener un buen proyecto que dé cabida a la flexibilidad, pero que sea nuestra brújula. Interesarnos por los que conversan y por los que no participan: día a día, hora tras hora.
Me gustó la experiencia de estar en iRedes (nos gustó, me permito aquí incluir a Florencia Corrionero); siempre es interesante conocer foros en los que los bibliotecarios no solemos estar; y es importante empezar a adentrarnos en ellos. A fin de cuentas, el mundo está hecho de belleza, de moda, de salud, de educación, de información. Recordando las intervenciones en las mesas redondas, cómo no señalar la de Carlos Matallanas: «se nos está olvidando que esto no es Matrix, que la vida es de carne y hueso, de flor y cristal, de cansancio y alegría, de lágrima y besos.«
No, no somos Zuckerberg. La biblioteca pública tiene otras funciones que no pasan por hacer bestseller una obra (así ocurre con todo lo que recomienda Mr. Z). No tenemos fórmula mágica ni contamos con un marketing agresivo; la labor de crear lectores es una labor callada, concienzuda, que precisa de innovación lenta. Tiempo y paciencia. Sutileza y cuidado de las emociones. Profundidad de análisis y metodología experimentada en la práctica.
Llegados a este punto, tengo un deseo (cómo me gusta imaginar). Estaría más que bien que en la sexta edición de iRedes hubiese una mesa redonda en torno a la lectura en las redes sociales, en la que participasen bibliotecarios de biblioteca pública (y no nos hagan la faena de programar un encuentro con booktubers a la vez, hagan el favor. Otra nota al margen: un encuentro con booktubers estaría genial).
No quiero terminar esta reflexión sin dar las gracias a Cristina Pérez Villegas, de la organización de iRedes (por todo), y a Rafa Ibáñez (por el empeño). Y no. Ni las bibliotecas públicas, ni los bibliotecarios de biblioteca pública somos Mr Z. E igual, no queremos serlo.