No sé qué nos pasa a la mayoría de las personas cuando crecemos y nos hacemos adultos. Se nos va la chispa, la gracia, la curiosidad; nos da apuro reír a carcajadas y miramos, extrañadas, a alguien que canta mientras camina, olvidado del mundo y de sí mismo. (No exactamente: en los últimos días ha llegado a España Pokémon Go y ya casi no extraña ver a los cazadores de estos bichillos, movil en ristre, correteando tras Pikachu). De parecida manera, hay adultos que se instalan en el cómodo lugar del ya estoy de vuelta de todo, en el sitio donde van a parar los que creen que los cuentos son para niños, como si esa falsa creencia fuese suficiente para justificar la apatía y el desinterés. ¿Y qué ocurre si el adulto es bibliotecario que atiende a público adulto?
Por fortuna llevo tiempo observando un cambio de tendencia, alentada quizás por la crisis del feroz materialismo de la posesión en oposición al disfrute sin complicaciones. Se vuelve a lo sencillo, al genuino placer de sentir el aire y el sol en el rostro; al puro gozo de escuc har a un niño parlotear feliz sobre la piscina, las chanclas azules y el helado de chocolate. Se vuelve… se debería volver.
Lo digo muchas veces en las acciones formativas que imparto a otros bibliotecarios, en las charlas formales e informales… lo digo muchas veces y lo seguiré diciendo todas las que hagan falta, como una niña empeñada en desvelar la maravilla del azul del cielo a un adulto incrédulo: la Biblioteca Infantil, los profesionales que trabajan en las bibliotecas infantiles, tienen en sus manos un potente caudal creativo e innovador que los bibliotecarios que trabajamos con adultos deberíamos apreciar en su justa medida, trasladando algunos de sus proyectos a nuestro público. ¿Quieres decir, una actividad de animación a la lectura para niños, María Antonia? ¿Para niños? Sí.
Aprovechando que estamos en plena canícula de julio, voy a contarles un cuento… o, mejor, voy a hacerles una Mermelada de cuento. No pasaremos calor, no teman, porque lo haremos en frío, sin necesidad de encender los fogones. Las Mermeladas de cuento fueron una actividad de animación a la lectura en la Biblioteca Infantil del Centro de Desarrollo Sociocultural, creo recordar que en época navideña. Tráigase un tarro de cristal con su tapa, debidamente limpios; recopilen objetos que hagan referencia al tradicional (y efectivo) cuento de Hansel y Gretel: un bastón de caramelo, una escoba diminuta de bruja, unas piedrecitas, unas gominolas, un poco de chocolate… Necesitamos un hilo conductor que una cada elemento, e intercalándose, fragmentos escritos en pequeñas cartulinas: Allá a lo lejos, en una choza próxima al bosque vivía un leñador con su esposa y sus dos hijos: Hansel y Gretel… Únanse debidamente textos y objetos con el hilo (que puede ser de algodón, de lana…), introdúzcanse en el tarro de cristal, ciérrese bien, y procédase a su etiquetado. Pegamos una bonita etiqueta adhesiva en la que rece: Mermelada de Hansel y Gretel, y, vóila, tenemos una mermelada jugosísima de realizar y degustar. (Aderécese esta receta con la visión de un par de bibliotecarios enfundados en mandiles blancos, guiando a una treintena de niños en la elaboración de las Mermeladas. Todo, en plena Sala infantil convertida en cocina literaria).
Pues bien, tomando como ejemplo esta Mermelada de cuento infantil, en 2008, en el Taller de escritura para adultos del Centro de Desarrollo Sociocultural, los participantes se vieron en la tesitura de elegir un recuerdo preciado. Selección, escritura y elaboración de una Mermelada de recuerdos. Hubo quien escribió sobre un viaje de juventud, quien lo hizo sobre su luna de miel, quien recordó cómo se cayó a la fuente vestidita de domingo, quien rememoró el encuentro con su primer amor o cómo fue su primer día de trabajo. Los participantes, una veintena de lectores de entre 45 a 75 años, 18 mujeres y 2 hombres, tras escribir sus recuerdos, hubieron de elegir objetos, rescatar algún verso de amor, recrear en uno de muñeca aquel vestido infantil que se echó a perder con el agua… Recuerdo con especial cariño la tarde en la que, cargados con sus tarros transparentes, debidamente etiquetados, los abrieron uno a uno, para compartir con sus compañeros sus textos, sus recuerdos, sus Mermeladas. Y luego, una exposición en la Sala de adultos con sus tarros y la receta estándar.
Hay alimentos que cunden y recetas a las que se les puede sacar el máximo provecho. En el 2013, tuve la oportunidad de dinamizar la experiencia Leer para conversar: Club de lectura digital con personas mayores, puesto en marcha por Casa del Lector. Este club se dividió en dos partes, primero una acción formativa con los dispositivos y los lectores, y luego, una lectura conversada de la novela Entra en mi vida de Clara Sánchez (Destino). Soy de la opinión de que la participación del autor en el club de lectura es un valor añadido que aporta sorpresa y emoción, pero también creo que esta implicación ha de ser medida, diseñada y coordinada desde la Biblioteca. En este club de lectura, tuvimos la suerte de contar con la escritora al final de nuestra lectura conversada (nos reuníamos una vez por semana, durante hora y media y cinco semanas, en un aula de Casa del Lector). Pues bien, tras pensarlo mucho, lo decidimos: íbamos a crear la Mermelada de Entra en mi vida para, en este caso, sorprender a la autora y a los lectores. En este video pueden ver su reacción, además de escuchar algunas reflexiones sobre los clubes de lectura, cómo organizar encuentros con autor, etc, nacidas del trabajo en el Centro de Desarrollo Sociocultural (CDS) de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca).
Este verano de 2016, en la Biblioteca Infantil del CDS se está realizando la animación a la lectura Un verano fantástico. Navegando entre cuentos; muchas historias maravillosas que serán narradas por mi compañera María Ángeles Redondo. Lo hará desde la PDI, desde la tableta, desde los álbumes en papel; y, inspirándose en estas narraciones, un montón de actividades creativas que combinan el arte manual con la tecnología del Bolígrafo y las Gafas 3D, a los que se sumarán los drones y la impresora 3D, herramientas que ya se utilizaron en el verano del 2015. La fórmula es cristalina: Historias increíbles + Actividades divertidas = Un verano fantástico y, para llegar a ella, se realiza una muy buena selección de Literatura Infantil, y se propicia la imaginación y la creatividad de los niños.
Lo digo, como una niña emperrada en convencer a un adulto escéptico de que pruebe un bocata de chorizo con chocolate, la Biblioteca Infantil, con su espontaneidad, su frescura, sus ganas de experimentar, su fuerza para el aprendizaje sin miedo a fallar, es un vivero de innovación del que deberíamos tomar nota. Bajar a la Sala infantil (perdonen mi subconsciente, en el CDS, la Biblioteca Infantil está en la planta baja del edificio) y escuchar cuentos, observar a los niños, echar una mano en alguna actividad o taller, interesarnos por la magia, despojarnos del cinismo de los mayores. Nunca es tarde para descubrir, para imaginar, para crear. A los mayores también nos gusta jugar, me dijo hace años una usuaria adulta. Pues eso.