A la hora de escribir este primer artículo tuve mis dudas. No en la orientación; en la descripción de este blog ya detallé sobre qué me propongo reflexionar, hacia dónde dirijo la mirada. No puede ser de otra manera, si desarrollo mi labor en un centro cultural que aspira a (re)construir la identidad de su comunidad sobre las bases de la memoria, la realidad, lo contemporáneo y lo global; con programas y proyectos que ponen el foco en el lector, en el ciudadano. Aún así, la elección del tema se resistía. ¿De qué hilo tirar, qué acción o proyecto cultural seleccionar?
Tenía claro que quería escribir sobre la participación activa de los vecinos en el devenir de la biblioteca. Participación y creación de contenidos para ser compartidos, difundidos, expuestos a las sensibilidades globales más diversas. Para producir presente. Y futuro.
Y el 3 de mayo, un correo electrónico me decidió. El mensaje, dirigido a la lista profesional IWETEL, llevaba un asunto sucinto: Biblioteca Ágora en A Coruña, iba firmado por Cristina Ameijerias y explicaba el proyecto (cito literalmente) que busca afianzar la relación con los barrios del área de influencia, e intervenir, desde un punto de vista sociocultural, en la realidad de estos barrios. (…) Seguía una relación de las necesidades detectadas, así como las líneas de trabajo clave. Me detengo en una: Trabajar propuestas alrededor de los conceptos de diversidad e identidad, lo que desde la biblioteca se entiende como un proceso participado, plural y construido desde la alianza de voluntades, intereses y experiencias.
En la red, se presenta Suma Ágora 2.0 que se vertebra en un blog (intercambio de pareceres, experiencias y retroalimentación), y en un expositor virtual en Pinterest, desde el que leer y pinear prensa antigua, fotografías de muchachas bellas y sonrientes, grupos de amigos festejando, trabajadores en plena faena, matrimonios de paseo, familias completas, jóvenes en la playa… Documentos gráficos aportados por los vecinos, listos para ser compartidos, reinterpretados, contemplados. Un ejemplo de recuperación de memoria: no se puede mirar adelante sin recordar lo que fuimos.
Sí, está claro. Ese correo de Ameijeiras fue el disparadero de este artículo. Y es que desde las bibliotecas públicas, desde los centros culturales, siempre se han potenciado los proyectos de recuperación de publicaciones, de objetos, de fotografías antiguos. Actualmente, estamos asistiendo a movimientos ciudadanos en este sentido: se crean múltiples grupos en Facebook para compartir fotos de una familia, de una localidad. El escaparate y las posibilidades de difusión e interacción son cuasi infinitos.
Desde el Centro de Desarrollo Sociocultural de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez en Peñaranda se ha venido trabajando desde 1989 en distintas acciones que tienen que ver con la memoria y la identidad, y que han implicado la colaboración de los ciudadanos: el banco de recursos más potente con el que cuenta cualquier institución cultural. Exposiciones de fotografías, publicaciones históricas, montajes audiovisuales… primero en espacios expositivos y soportes físicos, después en discos compactos, en la web, en las redes sociales.
¿Y ahora?
En Mogarraz, un pueblo salmantino de la sierra de Francia, las calle y las casas son el espacio expositivo del proyecto artístico de Florencio Maíllo. Una apuesta del Ayuntamiento de Mogarraz, que ha sabido asomar el pasado a un balcón de futuro. Un ejemplo de recuperación de fotografías para construir en común ; donde el pintor, que recientemente ha sido nombrado Serrano del Año, ha pergeñado una obra que (re)construye identidad. Un paseo por Mogarraz, a estas alturas, no se hace sin cámara fotográfica, sin pararse en el bar de la fuente para inquirir sobre un rostro o una mirada, sin observar a los turistas y a los hijos que vuelven, y enseñan, orgullosos, lo que fue y lo que es. Y sin hacerse preseguntas.
¿Recopilamos para atesorar o para evocar el pasado de una manera más o menos fiel? ¿Dónde queda la vivencia compartida? Cada vez más los ciudadanos recopilan y difunden todo tipo de documentos a una velocidad extraordinaria, fácil e instantánea, entonces, ¿qué podemos aportar nosotros como gestores culturales, como bibliotecarios? ¿Qué valor añadido podemos ofrecer desde el centro cultural?
Desde hace más de dos años, la Fundación Cerezales Antonino y Cinia ha puesto en marcha en la comarca leonesa de Condado-Curueño Territorio Archivo, un proyecto que recupera la memoria a través de los relatos de sus protagonistas.
Territorio Archivo localiza los archivos familiares de fotografías, vídeos, postales, etc., que se custodian en los hogares; no se trata de que los vecinos traigan los archivos a la biblioteca, no. La biblioteca, el centro cultural, va a sus casas a charlar con los conservadores domésticos que sacan de los álbumes familiares, de las cajas de lata o madera las fotografías que desean compartir.
Luego, llega la identificación de los documentos sobre la mesa camilla o sobre la mesa de la cocina, con el aroma del café aleteando. Con ese capital conversado (originales, audios, fotos del momento) se genera un archivo en web que se describe minuciosamente.
Es interesante reparar en la figura del conservador doméstico con un poco más de detalle. Custodio de la historia familiar, al formar parte de Territorio Archivo, se responsabiliza no solo de la buena conservación de los fondos, sino de notificar mudanzas, reveses, incrementos o cambios de titularidad del archivo. Ya es historia comunitaria.
Todo este archivo ha producido, produce y producirá diferentes activaciones (muestras expositivas, filandones, intercambio de pareceres, visualizaciones gráficas, vídeos…) a cargo de diversos artistas.
Recientemente, el Centro de Desarrollo Sociocultural de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez ha firmado un convenio de colaboración con la Fundación Cerezales Antonino y Cinia para desarrollar conjuntamente Territorio Archivo. Con la réplica adaptada de Territorio Archivo en la ciudad de Peñaranda, se persigue abrir miradas sobre lo que fuimos, explorar nuevas formas artísticas y comparar los territorios de Condado-Curueño (León) y Tierra de Peñaranda (Salamanca) para entender mejor nuestras semejanzas y nuestras diferencias. Ha comenzado el proceso de trabajo para adaptar el archivo a las peculiaridades de Peñaranda, así como la conversación con diferentes conservadores domésticos y, llegado el momento, se explorará la vertiente más artística.
Porque necesitamos (de)construir nuestra identidad con apoyo de sensibilidades artísticas que nos ayuden a encontrar nuestra esencia; y desde el centro cultural rural es hora de propiciar esa (re)construcción permanente; sin obviar la confrontación con las nuevas identidades digitales de los territorios y las personas que los habitan. Estos proyectos abren nuevas perspectivas que entrecruzan ambas, al configurarse en un espacio físico territorial y en un espacio digital propio, compartido y global.