Hace un par de días mi habitual visita diaria a blogs culinarios me llevó a descubrir el movimiento “Things I’m afraid to tell you” o, en español, “Cosas que me da miedo contar” de la mano de Biscayenne. Los que se han adherido a la iniciativa (en Twitter se identifican con el hashtag #cosasquemedamiedocontar) postulan que la mayoría de los blogs escritos en la actualidad (especialmente dentro del mundo de la cocina, la decoración y las tendencias) venden una vida de color de rosa muy alejada de la realidad. Ello redundaría supuestamente en detrimento de la satisfacción con nuestra propia existencia, lo cual me lleva a una serie de reflexiones al respecto.
Por un lado, vivimos una segunda edad de oro de las bitácoras, y quienes proclamaban la inminente muerte de los blogs a mano de las redes sociales se han equivocado totalmente. Esto queda totalmente patente al comprobar su capacidad para influenciarnos y avivar debates como el que nos ocupa, así como la cantidad de blogs que se adhieren a las diferentes causas.
Por otra parte, el blog transmite nuestra imagen, nuestras motivaciones, inclinaciones e inquietudes. Es nuestro reflejo, nuestra presentación ante el mundo virtual. Se han convertido además en una interesante herramienta de información y, sobre todo, de promoción, tanto para empresas como para profesionales. La imagen nos interesa. Es nuestra razón de ser. ¿Debería ser la única?
Delante y detrás de un blog
Para este caso vamos a diferenciar dos tipos de blogs: los de empresas e instituciones y los personales. Los primeros ofrecen imagen de marca, varían sus contenidos entre noticias de actualidad y de publicidad propia y, en general, se comunican de manera formal sin buscar una implicación emocional profunda.
Los segundos dependerán del tipo de emisor. Esto es, si se trata de un profesional que quiere darse a conocer como tal, o de una persona anónima que simplemente pretende compartir sus pensamientos o conocimientos con otra gente. Para el profesional, el blog significa conseguir contactos personales, nuevos conocimientos y posibles trabajos. Compondrá un espacio de reflexión, de diálogo y debate para todos aquellos interesados en el tema que aborde. Para el bloguer amateur supone un lugar de intercambio, amistad y, porqué no decirlo, exhibicionismo.
Mantener un blog conlleva mucho tiempo y esfuerzo, no nos engañemos. Años de perfeccionamiento para captar seguidores, para conocer el medio. Esto se hace aún más complicado teniendo en cuenta la gran competencia existente en la actualidad, la cual ha obligado a lanzarse a laprofesionalización. El objetivo: venderse y aportar algo al ámbito de conocimiento elegido. Para los profesionales de un sector es lógico pensar que si no transmiten una imagen seria, coherente y profesional no serán tomados por eficientes en su campo. Sin embargo, ¿debería ocurrir lo mismo en los blogs personales?
Afirma Doctor Muerte que no es tan sencillo ser un «bloguer pro», de esos que saben manejar todas las herramientas de optimización y control de datos. En este punto me acuerdo de la selección natural: sobrevivirán únicamente aquellos que sepan adaptarse al medio. Es decir, los que controlen todos los aspectos técnicos, llamen la atención a los lectores y digan algo original. Estos serán leídos. Esta es la razón de ser de encontrarnos preciosos blogs bien diseñados. A menudo se ha contratado el trabajo de un profesional, con fotos bien iluminadas, fruto de horas y horas de cursos de fotografía. Para algunos aficionados la promoción y la estética han terminado por convertirse en una obsesión.
Dada la frustración general de algunos blogueros por no ser como “deberían ser”, se han sincerado y han publicado sus propios manifiestos de personalidad con el título general de “Cosas que me da miedo contar”. El objetivo es el de dar a conocer a la persona que hay detrás, que no es perfecta ni lo pretende ser. Reivindican lo natural y reniegan de preciosismos como el de las fotos de Pinterest o de todos aquellos que han hecho de su pequeño nicho en internet un rincón suave, dulce y rosa.
Y yo me pregunto…
¿Exageran? ¿Es precisa tanta queja?¿La red no es tan rosa como la pintan?¿Debemos tener tan en cuenta el trabajo de los demás? ¿Importa tanto que existan blogs clónicos? Curiosamente la mayoría de los blogs que he leído manifestándose de esta manera mantienen una estética cuidada, con contenidos interesantes y originales que les aporta personalidad. De nada han de avergorzarse. Si bien alegan que a veces caen en la tentación de la moda. Esa moda imperante que nos obliga a “ser perfectos” y que ha llegado del mundo real para quedarse en el virtual. Pero esto, ¿no nos lo exigen ya de por sí nuestros lectores? Creo que es preciso ser justos con ellos y ofrecerles calidad en la medida que nos lo permitan nuestras posibilidades. La agradecen, les gusta y los animará a seguirnos.
Al mismo tiempo, un blog personal es un reflejo de la misión que cada uno se ha marcado y ha de ser sincero con ella. Lo que hagan los compañeros de afición no debiera afectarnos. Bien es verdad que, a pesar de la multitud de posibilidades que nos brinda la red, nos encasillamos en modelos establecidos y estéticas uniformes.
Sin embargo, lo que más me ha llamado la atención es comprobar cómo los lectores consideran a todas esas personas virtuales en razón de lo que externalizan. Y aquí volvemos al principio, a la idea de que el blog es nuestra imagen y, tal y como sea de cuidada, así nos verán.
Para cerrar os dejo una infografía muy graciosa de los tipos de bloguers y cómo han ido evolucionando 😉