Cine, bibliotecarios y bibliotecas

EstereotiposAbogados, periodistas, policías, arqueólogos, médicos o, en los últimos tiempos, superhéroes. Estas suelen ser algunas de las profesiones predominantes en la gran pantalla. Pero, ¿y nosotros? ¿y los bibliotecarios? ¿porqué no se muestra nunca a bibliotecarios, archiveros y demás familia informacional viviendo asombrosas aventuras? ¿acaso la biblioteca no es un lugar tan apasionante como juzgados, comisarías o salas de operaciones?

El cine, el gran medio de comunicación de masas de nuestro tiempo, da a la gente lo que pide. Y la gente por lo general pide acción, no catalogación. Por supuesto que no todas las profesiones anteriormente mencionadas son emocionantes las veinticuatro horas del día. No hace falta la veracidad total si cabe una remota posibilidad de que la ficción suceda.

Desgraciadamente en nuestro caso es más que improbable alguna situación más allá del aparentemente monótono trabajo diario. Tal vez sea ésta la razón de que estemos tan poco representados y, cuando así es, obedezca al estereotipo que la sociedad se ha formado de nosotros a través de las propias películas: bibliotecarias solteronas, con moño y gafas. Menos mal que las bibliotecas aparecen de vez en cuando, siempre como lugares de conocimiento y de gran ayuda para resolver misterios e investigaciones.

* Entre paréntesis os remito a algunas de las escenas que comento.

De gafas, moños y libros

La figura del bibliotecario  

The Ugly Truth (La cruda realidad, 2009)

You have to be two people.
The saint and the sinner. The librarian and the stripper.
(Has de ser dos personas.
La santa y el pecador. La bibliotecaria y la stripper)

Comencemos analizando la imagen femenina, la más representada. Cuando la bibliotecaria es la protagonista se tratará de una muchacha gris, triste y muy sosa que se transforma en cisne al encontrar el amor. Esto le ocurre a Barbara Stanwyck en Forbidden (Amor prohibido, 1932), donde la pobre chica es el hazmerreír del barrio donde trabaja debido a su apariencia aburrida. Hasta que da rienda suelta a sus sueños, lo deja todo, se viste bien, se va de crucero y consigue un amante. La evolución de bibliotecaria a mujer está servida. Por el contrario en Navy Blues (1937) no es la tímida bibliotecaria la que corre en busca del amor, sino el amor el que llega a su encuentro. Unos marineros hacen una apuesta: conseguir una cita con la nada atractiva bibliotecaria. Una vez que “el chico” la conoce, y que le gusta, comienza a sugerirle una serie de cambios externos que conseguirán que sus compañeros marineros la vean de otra manera. Los que idearon Betty la fea le deben mucho a este tipo de películas (película completa).

En todos los casos, sin ese amor o ansia de amor, la vida de la bibliotecaria sería otra. Sino que se lo digan a la mujer de James Stewart en It’s a Wonderful Life (Qué bello es vivir, 1946). Éste observa asombrado cómo habría sido el devenir de los habitantes de su pueblo si él no hubiera nacido. Alguna gente habría muerto, otra habría enfermado, y su mujer habría terminado como una taciturna bibliotecaria marchita, asustadiza y solterona.

En otros casos la bibliotecaria no precisa ayuda alguna para parecer atractiva puesto que ya es bonita, inteligente y culta. Así atrae tan fácilmente al amor en Adventure (Aventura, 1945). Y sin embargo, sigue siendo preciso para que el público la asocie con su profesión, aunque sólo sea un instante, que se muestre con gafas dentro de la biblioteca, al igual que en The music man (Vivir de ilusión, 1962), el único musical protagonizado por una bibliotecaria, profesora de piano en sus ratos libres. Marian Paroo luchará contra la moral intransigente y la ignorancia de las grandes damas de la ciudad, quienes consideran que sólo guarda obras inmorales en su biblioteca (escena en la biblioteca).

También existen por suerte largometrajes que se olvidaron por completo del cliché anterior y las chicas son bonitas, sin moño y sin gafas como en Interlude (Interludio de amor, 1957) (vídeo de ejemplo)  o en The FBI Story (FBI contra el imperio del crimen, 1959)  donde el protagonista se enamora de la bibliotecaria y, para demostrarse mutuamente su amor, se esconderán entre las estanterías ocultándose de las miradas del resto de la biblioteca (escena de la declaración). También en No man of her own (Casada por azar, 1932)  la bella Carole Lombard despertará la curiosidad de Clark Gable, quien la perseguirá hasta su lugar de trabajo hasta acorralarla entre las estanterías mientras ella le explica cómo ha de localizar los libros que precisa (persecución completa). En Wonder man (Un hombre fenómeno, 1945) se invertirá la persecución y será la bibliotecaria la que quiera conquistar de entrada al tímido personaje de Danny Kaye, un excentrico investigador.

En las antípodas de toda esta tropa de bibliotecarias dulces y buenas he sabido de una película perdida, Lily of the Dust (1924)  donde la vampiresa de los años 20, Pola Negri, interpreta a una inocente bibliotecaria según comentan en IMBD. Yo no me lo creo, pero que quedaré con las ganas de saberlo hasta que algún día se localice la cinta en algún ático. Tampoco he sido capaz de conseguir Storm Center (1956) un aparentemente interesante drama acerca de la censura en las bibliotecas. En él la gran Bette Davis es una bibliotecaria acusada de comunista por no ceder en retirar un determinado libro de propaganda de esa ideología de las estanterías, a pesar de que ella misma no simpatiza con este pensamiento. En los tiempos en que se rodó el filme la situación en Hollywood era tensa debido a la “Caza de brujas” y éste supuso un primer claro ejemplo de oposición a la censura ideológica en la meca del cine.

En cuanto a la imagen masculina, es mucho menos socorrida. Encontramos un ejemplo en You’re a big boy now (Ya eres un gran chico, 1966)  donde un joven excesivamente dependiente de su madre y de pocas luces es puesto a trabajar en la biblioteca que dirige su padre.

Y aún a pesar de estos ejemplos, no nos engañemos: para el público en general la figura del bibliotecario es un personaje secundario que ronda la biblioteca, presta libros y se asocia específicamente a señoras mayores, solteronas de cabellos blancos peinados con un moño que nos miran mal por encima de las gafas. Hasta cuando se trata de fantasmas, como en Ghostbusters (Los cazafantasmas, 1984) nos mandan callar si hablamos excesivamente en alto (vídeo del fantasmagórico shh). En Be kind, rewind (Rebobine, por favor, 2008)  ruedan una reinterpretación de esta película ante la mirada confundida de usuarios. En esta ocasión la bibliotecaria está viva y no le afectan los rayos de colores de sus oponentes (parodia completa). A veces no hace falta que sean fantasmas para vivir épocas pasadas. La bibliotecaria de The Philadelphia Story (Historias de Filadelfia, 1940) utiliza un inglés arcaico, raramente usado, del que se burlará uno de los protagonistas imitando sus expresiones (diálogo completo con subtítulos en inglés).  A menudo no somos más que meros personajes de relleno como en Shadow of a doubt (La sombra de una duda, 1943) . La protagonista precisa un documento de la biblioteca, que ya está cerrada, pero llama insistentemente hasta que la bibliotecaria le abre y la riñe quejándose de que si hace una excepción a esas horas, vendrán pronto más como ella (escena de la entrada inadecuada).

Las bibliotecas 

All about Eve (Eva al desnudo, 1950)

Peace and quiet is for libraries!
(¡Tranquilidad y calma es para las bibliotecas!)

Lo primero que viene a la cabeza al pensar en bibliotecas es el silencio, la paz, la tranquilidad que se precisa para leer y analizar la información que contienen los volúmenes que custodian. Der Himmel über Berlin (El cielo sobre Berlín, 1987) nos muestra lo diferente que sería si pudiéramos escuchar los pensamientos de todos los usuarios allí sentados. En esta escena onírica, los ángeles recorren la abarrotada biblioteca escuchando y ayudando sin que ellos se den cuenta. Años más tarde, su remake City of Angels (1998)  también utilizaría el espacio de la biblioteca para una escena renovada.

Sin embargo, la biblioteca de Seven (1995) es un lugar lleno de conocimiento y vacío de gente, ya que Morgan Freeman accede a ella cuando ya sólo quedan los guardias de seguridad jugando a las cartas (escena completa). Su personaje localizará la valiosa información que precisa para atrapar al asesino que anda buscando, al igual que Humphrey Bogart en The Big Sleep (El sueño eterno, 1946). Y todo esto cuando no se encuentra el cadáver en la biblioteca privada como en The body in the library (Un cadáver en la biblioteca, 1984) típica historia de asesinatos protagonizada por Miss Marple.

Pero las bibliotecas en las películas no sólo se relacionan con el crimen. Como estamos hartos de saber, son suscriptoras de numerosas revistas científicas útiles para la investigación. Lorenzo’s Oil (El aceite de la vida, 1992)  nos cuenta la historia de los padres de un niño gravemente enfermo incapaces de darse por vencidos en la lucha contra la muerte. Con ayuda de la biblioteca y todos los recursos que ponen a su alcance gratuitamente, entre los que se encuentra la visualización de microformas, adquirirán los conocimientos necesarios para encontrar la cura para su hijo. Audrey Herpburn también se servirá de la biblioteca en Breakfast at Tiffany’s (Desayuno con diamantes, 1961). Una vez decidida a casarse con un sudaméricano, acude a ella a por la información precisa que la ayude a comprender la nueva cultura en la que se va a sumergir. Sin embargo, en medio de su estudio, es descubierta por George Peppard quien le declara su amor. Ella no quiere escucharlo y le manda callar al modo bibliotecario ya que es una biblioteca y no se puede hablar (negativa en la biblioteca).

Un caso curioso, aunque la escena no dure más que unos minutos, es el de Apt Pupil (Verano de corrupción, 1998). Me maravilla que un joven alumno de instituto localice tal cantidad de información acerca un criminal nazi que, casualmente, se esconde desde hace décadas en su vecindario en la biblioteca del pueblo. Con todo lo que ha encontrado allí podrá hacerle chantaje.

The Shawshank Redemption (Cadena perpetua, 1994)  es un precioso ejemplo de cómo montar una biblioteca útil para la gente. Después de años de solicitar fondos para la biblioteca de la cárcel, abandonada, desordenada e infrautilizada, se recibe un gran cargamento de libros que el protagonista habrá de organizar (escena de la catalogación). Su insistencia ha dado frutos. Gracias a este nuevo espacio los presos podrán estudiar y tendrán más oportunidades al salir de la cárcel. Porque con voluntad, se consigue todo. Aunque no todos somos como Matilda (1996), la niña que aprende sola a leer y precisamente se lee toda la biblioteca ante la mirada confundida de la bibliotecaria, sí podemos tener la ilusión que muestra la niña de A Tree Grows in Brooklyn (Lazos humanos, 1945). Su intención es leerse todos los libros porque quiere aprenderlo todo. Porque la biblioteca es un tempo de sabiduría, como admiten los marineros perdidos espiritualmente en Adventure (Aventura, 1945) que acuden a ella en busca de las respuestas que ayuden a uno de ellos a encontrar su alma perdida (escena de elogio de la biblioteca). Dentro de la idea de biblioteca como custodia del saber, encontramos a las bibliotecas antiguas, como la Der Name der Rose (El nombre de la rosa, 1986)  o la mítica biblioteca de Alejandría que reconstrulleron para Ágora (2009).

Y junto a tanta sabiduría se puede combinar la fantasía de The pagemaster (El guardián de las palabras, 1994) donde un chico bastante torpe y aburrido comienza una gran aventura por la biblioteca ayudado por unos libros que se convertirán en sus compañeros y guías. Una fantasía diferente, de libros animados, está presente en Ex Libris (1983)  donde montan su propia fiesta dependiendo del tema que traten.

Y a pesar de toda esta veneración las bibliotecas no se salvan de las gamberradas ni en la gran pantalla. En Regarding Henry (A propósito de Henry, 1991)  Harrison Ford es un hombre que ha tenido un grave accidente, ha olvidado toda su vida anterio y ha de aprender a comportarse de nuevo. Su hija se lo lleva a la biblioteca para que lo acompañe mientras estudia. Ella le explica cómo funciona aquel sitio y se sienta a hacer sus deberes. Pero él se aburre en un lugar tan silencioso, no se entretiene y se dedica a tirarle pelotitas de papel a la niña (no se habla en voz alta). Algo más vándalos son los protagonistas de Breakfast at Tiffany’s (Desayuno con diamantes, 1961). George Peppard es un escritor novel que le enseña a su nueva amiga que el libro que publicó está en la biblioteca municipal. Buscan en el catálogo, le piden el libro a la bibliotecaria y él lo firma, como si fuera un autor reconocido, acción que no sienta demasiado bien a la encargada. Mucho más violento es lo que ocurre en Elephant (2003). La biblioteca escolar se convertirá en el punto de partida de una masacre a través de todo el instituto, mientras que en la mediateca escondida de la escuela de cine de Tesis (1996) Ana Torrent descubrirá unas cintas espeluznantes con las que no parará de soñar. Es una de las pocas veces que una mediateca aparece en el cine.

Todo la anterior eran películas de ficción, pero creo que es merecido un recuerdo a algunos documentales interesantes. Toute la mémoire du monde (Toda la memoria del mundo, 1956), del reputado Alain Resnais,  nos adentra en el mundo de la biblioteca nacional francesa en 21 minutos. The librarian (1946)  es un simpático documental que presenta de manera cercana el trabajo en la biblioteca (ver vídeo). Toca todos los aspectos de la biblioteca, qué fondos contiene y la importancia de cara a la sociedad de cada tipo de ellas. Un documental muy completo de apenas 10 minutos. The Adventures of the Special Librarian (1964) que hace un recorrido en algunas de las tareas de un documentalista de una empresa en su búsqueda de información en los años 60 (ver vídeo).

Archivos y centros de documentación

Menos tratados que las bibliotecas tenemos algún que otro ejemplo de archivos. El más recordado es aquel que aparecía en Citizen Kane (Ciudadano Kane, 1941), un archivo personal al que acude un periodista para investigar acerca de la vida de Kane, extremadamente custodiado, con medidas de seguridad que harían enrojecer a cualquier encargado de biblioteca. Pero entendemos que dichas medidas sean precisas para evitar que tipos como Jack Nicholson en Chinatown (1974) mutilen libros de registro para resolver un asesinato.

Pero el caso que más me ha fascinado siempre es Desk Set (Su otra esposa, 1957). Protagonizada por la gran Katherine Herpburn, encabeza un equipo de documentalistas de un canal de televisión, todas mujeres, que compiten con un ordenador manejado por Spencer Tracy por desempeñar el trabajo de una manera más eficiente. El la clásica lucha entre los seres humanos y la máquina, las profesionales con todos los datos en sus cabezas frente al gran ordenador lleno de fichas con información.

Bibliotecas privadas

Un pequeño apartado aparte se merecen las bibliotecas privadas. Aunque en rigor no pertenecen a nuestro ámbito de actuación, nos interesa la forma en que son utilizadas como espacio ya que hay similitudes en su utilización con las bibliotecas públicas. Suele tratarse de la parte más silenciosa de la casa, la menos concurrida y la más propicia para conspiraciones.

Lo primero en que nos hemos de fijar es que todas enormes. Por humilde que sea el personaje, siempre tendrá más libros que nosotros en la vida real. El profesor alemán de Little Women (Mujercitas) en cualquiera de sus versiones, pobre como una rata, siempre está rodeado de ellos, y la biblioteca que tiene Bestia en Beauty and the Beast (La bella y la bestia, 1991)  está situada en una enorme estancia con estanterías que cubren todas las paredes hasta el techo y multitud de escaleras para llegar a ellas (la biblioteca más grande del mundo). La envidia de todos nosotros, a no ser que nos encontráramos en una sociedad temerosa del conocimiento como en Fahrenheit 451 (1966) donde los bomberos queman los peligrosos libros y arrestan a todo aquel que los posea. En una escena encuentran una biblioteca privada y se alegran de poder sacar los libros a la calle para destruirlos. Hacía años que el jefe no había visto nada igual.

Las que sí que nunca se han visto son las de The Ninth Gate (La novena puerta, 1999). Johnny Depp rebusca entre libros antiguos e increíblemente valiosos. En su búsqueda se encontrará con bibliotecas repletas de libros de magia, de hechizos de magia negra, de invocación al diablo. Los dueños de dichos libros son capaces de vivir en la absoluta miseria por completar su colección y no deshacerse de ninguno de sus volúmenes.

En estos espacios tan amplios y poco frecuentados también es posible dejarse por la pasión desenfrenada, incentivada por la placidez de los libros, como hacen los protagonistas de Atonement (Expiación, 2007) (escena tórrida de pasión). También Scarlet se esconde en la biblioteca en Gone with the wind (Lo que el viento se llevó, 1939). Primero para convertirla en escenario de una emotiva escena de declaración de amor y rechazo, para a continuación transformarla en el centro de una acalorada discusión con Reth Buttler, quien ha visto todo y se burla de ella divertido por la ridiculez de su comportamiento (escena completa de discusión doble).

Conclusión

Pienso que la sociedad, y en consecuencia el cine, no demuestran poseer una idea tan equivocada como pensábamos en cuanto a las bibliotecas se refiere. La concepción que se tiene de ellas es positiva, siempre se encuentra algo útil en ellas, allí encontraremos todas las respuestas y todos los libros.

No puedo decir lo mismo en cuanto a nuestra profesión, siempre bajo los mismos patrones tan manidos. El cine nos ve como esas “ratas de biblioteca” asociales, viejas, tímidas y, por lo menos, con cultura en la mayoría de los casos. ¿Porqué insisten? Deberíamos darnos cuenta de que en la época en que se forjó esa imagen tan poco favorecedora, la profesión, al igual que en la actualidad, estaba plagada de mujeres, y la mayoría de ellas abandonaban su trabajo una vez que se casaban. Así que las que quedaban solteras continuaban trabajando hasta la jubilación, mientras iban perdiendo vista como todo el mundo y debían utilizar gafas, y llevar moño porque las mujeres mayores no se dejan nunca la melena al viento. Cosas de la moda.

Bibliografía

Por supuesto que estas no son todas las bibliotecas y bibliotecarios que han aparecido en películas . He preferido limitarme a cintas que he podido visualizar por lo menos en lo que a su parte bibliotecaria se refiere. Todas ellas las considero de una relativa importancia debido a la imagen que dan de la profesión o por el interés que supone en la historia la biblioteca o los bibliotecarios.
Para un estudio más exhaustivo es recomendable la lectura de una serie de artículos que menciono a continuación, algunos de ellos sugeridos amablemente por mis compañeros en Biblogtecarios:

María Benitez

Bibliotecaria, documentalista y community manager en formación constante. Me apasiona navegar por la red en busca de noticias y nuevos datos acerca del mundo del libro, la edición, las bibliotecas y las redes sociales. A través de este pequeño espacio trato de transmitir mis inquietudes y descubrimientos. Siempre a la caza de aquello que me resulta más llamativo, más curioso y poco conocido.

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