La becas se dirigen (en teoría) al aprovechamiento por parte de estudiantes o recién titulados que buscan una primera oportunidad para arrancar en el mundo laboral. El sistema se fundamenta en elegir a los profesionales más cualificados pero no necesariamente con experiencia previa. En la administración pública, a parte del expediente académico se valoran cursos en la materia, seminarios, congresos, etc. En algunos casos es precisa una entrevista, sobre todo cuando se trata de una beca en la empresa privada.
“Eso es, hace más de cinco años que acabé la carrera y ahora he conseguido por fin una beca de formación. Qué suerte, voy a trabajar”. Hace años esta afirmación podría haber resultado cuanto menos sospechosa. Actualmente no hace más que recordarnos la triste realidad en torno a la posibilidad de trabajo en bibliotecas y demás centros de información.
Porque debido al panorama desolador que nos rodea ya no nos importan las situaciones precarias como la de que se ofrezca una baja compensación económica, que no se asegure una continuidad en el tiempo o que se trate de una manera barata de cubrir una baja. En estos momentos, muchos de nosotros, hace tiempo en el paro, suspiramos por una del tipo que sea.
Así el sentido originario de las becas se ha desvirtuado totalmente y el problema es doble. Por una parte se encuentran titulados de larga duración, con cientos de cursos, congresos, publicaciones y másters a sus espaldas que, incapaces de encontrar trabajo, se aferran a las becas desesperadamente como única posibilidad de trabajar en su campo. Por otra, las nuevas generaciones, sin apenas curriculum, incapaces de competir en su mayoría con gente que les lleva años de ventaja y que por tanto no tienen demasiadas posibilidades de entrar en el selecto club de los elegidos. Últimamente, aunque sólo en algunos casos, la administración pública está limitando las becas por año de promoción o a su disfrute una única vez. En cualquier caso, bendición para unos, tormento para otros.
Para muchos representan el último y único asidero al que agarrarse antes de la debacle. Y así es que la la beca “de formación” se ha convertido en “de subsistencia”. Porque, si tienes suerte, tal vez consigas paliar la crisis a base de becas. Pero creo que tampoco hay tantas.