La sonrisa de Adan Griego

Adan GriegoNombre

Adan Griego.

Biblioteca en la que disfruta

Green Library, la biblioteca central de Stanford, sería el equivalente a la de Filosofa y Letras de alguna universidad española. Tiene una sala de lectura con revistas de todo el mundo. Como a eso de las 3 de la tarde bajo de mi despacho a consultar el diario local, un poco anticuado ya que para esa hora las noticias han dejado de ser «news». Suelo competir con un usuario de 70 y tantos que a veces me gana. Me recuerda el primer encuentro en la hemeroteca de la universidad donde hice mis estudios de licenciatura, aunque era mucho más pequeña, en ese momento me pareció espectacular.

Lo que más te gusta de tu trabajo es…

El apoyo que recibo de mis jefes y mis colegas. Puedo experimentar con nuevas tecnologías (Facebook como aula virtual). Es posible asistir a Ferias de Libro, que me permite adquirir material único-raro-curioso (éfemera, libros de artista, manuscritos) para la biblioteca. En cuanto a colegas y compañeros, son un gran equipo (me corrigen el inglés cuando suena muy hispanizado¡!). Si hay que sacar adelante algún proyecto, todos le damos «duro».

De no ser bibliotecario, te hubiera gustado ser…

Cuando recién llegué a los Estados Unidos (1972) y descubrí la biblioteca pública, me apasioné por la música y el baile. Gran ironía porque NO sé cantar y de bailador no heredé ese buen don que tenía mi padre. En la biblioteca me dejaban llevar a casa obras de consulta como un diccionario de ópera. Ser un buen baila’or que de vez en cuando pudiera cantar boleros mexicanos como: Piensa en mí,  o  Aquellos ojos verdes, eso me hubiera gustado ser. Ya casi tengo nombre de galán, ¿no?

Si se pierde, le encontrarían en…

En una librería, definitivamente. Tengo la buena fortuna de vivir en San Francisco donde todavía quedan varias librerías independientes. Vivo muy cerca del barrio gay y hace tiempo cerró una de los sitios pioneros (así como Berkana en Chueca, [Madrid]) que era mucho más que librería. Yo iba allí un par de veces a la semana, algunas a hojear libros, o simplemente a «ojear». Hay otra, no muy lejos,  que tiene una de las mejores selecciones de libros nuevos (y usados) en la ciudad. ¡Todo a mitad de precio! Hay días que no voy y siempre temo perderme alguna novedad. Más de una vez he hecho una visita a último momento y encuentro algo interesantísimo.

¿Qué le provoca una sonrisa?

Cuando pido a los estudiantes (después de una clase de orientación a los recursos que tiene la biblioteca) que me digan que han aprendido después de 45 ó 60 minutos. En inglés y en español, el encuentro con estos nuevos usuarios me indica que lo que nos parece simple a nosotros como profesionales (búsquedas avanzadas, cómo limitar los resultados de una búsqueda, cómo evaluar lo que hay en la web, etc.) es algo nuevo para la gran mayoría de los estudiantes.  Seguimos teniendo un papel fundamental en los encuentros con estos nuevos usuarios.

Maria José de Acuña

Me interesa compartir contigo a través de este blog contenidos relacionados con un tema que me apasiona: los futuros del libro. Hablo en plural porque así lo creo: cada uno de los integrantes de la cadena de valor de ese artefacto, que hasta ahora hemos llamado libro -y ninguna tecnología ha logrado desterrar-, ha de ir encontrando su modelo de negocio. De hecho, asistimos a esos ensayos que para algunos son excesivamente tímidos. En efecto: nos encontramos en una fase de transición en la que predomina la prueba-error para los diferentes implicados en el proceso de edición y comercialización del libro, sobre todo para los que se atreven a innovar. Pero que conste que soy una gran defensora del papel y estoy segura de que, como soporte, convivirá mucho tiempo con formatos electrónicos. Leeremos y consumiremos contenidos de manera también diversa, por lo que en mi ánimo no estará la confrontación ni la defensa a ultranza de un futuro enteramente digital. Ese es un debate para mí agotado.

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