Hace justo un año, el blog Anatomía de la edición publicó un documento en el que sus autores habían logrado reunir las opiniones de una muestra muy representativa del sector editorial, integrada por 16 sellos de diferente perfil, léase, editores pequeños, pertenecientes a grandes grupos, exclusivamente digitales, etc. A todos ellos les formulaban las mismas preguntas sobre su posición ante el cambio de paradigma y, en concreto, sobre estos cuatro temas:
- Aprovechamiento del mercado potencial de libros electrónicos desde su editorial.
- Influencia de la Web 2.0 en sus planes de comunicación y marketing.
- Grado de actividad en las conversaciones generadas con sus lectores en la Red.
- Posibles cambios que experimentará el editor, como integrante de la cadena de valor del libro, en los próximos años.
El trabajo de campo fue realizado por Alberto Vicente y Silvano Gozzer, autores del blog, durante los últimos meses de 2010. Me llamó entonces la atención el que entre los participantes de 64 respuestas. Editores y estrategia digital, título del referido documento, figurara Ganso y Pulpo, empresa nacida en julio de ese mismo año y a cuyo creador y director tuve el placer de conocer en la edición 28ª edición de la Feria Internacional del Libro LIBER (Barcelona, 29 de septiembre-1 de octubre de 2010).
Pablo Barrio (Ganso y Pulpo) era el primer editor exclusivamente digital con el que he tenido oportunidad de conversar y fue difícil resistirse a saber más de su apuesta editorial: un proyecto de carácter marcadamente independiente, tan independiente que aseguraba no tener ánimo de lucro, tal y como luego comprobé que rezaba en su biografía de Twitter y ha venido poniendo en práctica: “somos un proyecto no lucrativo y huérfano de mecenazgo [no remunerado]”, afirmaba hoy al cierre de este post. Desde entonces, no he dejado de seguirle y de recomendar sus servicios.
#grupoedi
Hoy son varias las iniciativas editoriales que han apostado por incorporar a su modelo de negocio una estrategia exclusivamente digital; junto a Ganso y Pulpo, forman el Grupo de Editores Digitales Independientes. Son muchas las voces que coinciden en la opinión de que, en gran medida, están marcando el camino de la nueva industria editorial en España. Aunque varios de ellos sean proyectos muy incipientes, su denominador común es la manera de enfrentar los nuevos retos que plantea el mercado, teniendo en cuenta sus escuetos diseños empresariales y las amplias competencias profesionales que todos ellos reúnen. Su participación activa en la Red, a través de debates sobre el sector, es otra característica que les delata. Para comprobarlo, sólo hay que seguir en Twitter el hashtag #ebookspain, los jueves por la mañana, y #edigital, los martes por la tarde.
Como referí en este mismo blog hace ya unos meses, el encuentro anual de profesionales del sector del libro y la edición celebrado el pasado año en Madrid, marcaba un antes y un después al estrenar la sección LIBER digital, espacio físico dedicado a la digitalización que ocuparon empresas que prestan servicios relacionados con el mundo de la edición. Durante los tres días de feria se desarrolló un intenso programa de formación e información acerca de muchos de los aspectos que preocupan al sector. Como no podía ser de otra manera, los autodenominados Editores Digitales Independientes, protagonizaron una de las mesas redondas de mayor expectación que fue moderada por José Antonio Millán (Libros y Bitios); él mismo resumió en su blog algunas de las conclusiones vertidas en la mesa. Me permito reproducirlas a continuación, dado el carácter marcadamente clarificador de las mismas:
- Son muy jóvenes.
- Tienen proyectos en fase de inicio.
- Están por todas partes: Barcelona, Madrid, Valencia…
- La mayoría editan sólo digitalmente (Minobitia lo hace también en papel, por ejemplo).
- Muchos están en la edición digital porque la ven como la única salida para publicar.
- Se mueven entre la apertura más completa de la obra (gratuita y sin DRM en el caso de Ganso y Pulpo) y el uso de canales cerrados y de pago (apps para iOS, en el caso de La Tortuga Casiopea), pero tienen por lo general una política anti DRM.
- Abarcan un abanico amplio de géneros: de infantil a narrativa y ensayo, pasando por clásicos.
- Algunos (Editorial Intangible) apuestan por géneros poco extensos, no aptos para una obra impresa.
- Editan para un abanico de formatos y plataformas: web, iPhone/iPad, e-readers, …
- Muchos de sus proyectos quieren llegar al público más allá de las fronteras del Estado español.
- No se fían de las distribuidoras digitales generales, por lo que venden por lo general desde sus propias webs.
- Algunos buscan complicidades en librerías y bibliotecas.
- Tratan de llegar al público a través de las redes sociales, pero se quejan de que esto no les genera ni muchas ventas ni comunicación con sus lectores.
- Tienen dificultad para dar visibilidad a las obras que editan.
- Fijan el precio de venta procurando que sea bajo, aunque teniendo en cuenta con los deseos de retribución de sus autores (Musa a las 9).
- El porcentaje para sus autores oscila entre el 10 y el 40%.
- Su formación pocas veces es específicamente editorial.
- Tienen estructuras empresariales mínimas o inexistentes.
- La edición no es para ellos su fuente de ingresos primaria.
- Y, sobre todo, tienen muchas ganas de editar, de probar procedimientos y caminos nuevos.
Aunque muchos de estos nuevos editores, por el momento, no cifren sus mayores beneficios económicos en esta actividad profesional, es indudable que parte de su compromiso pasa por contribuir a la construcción de una cadena digital del libro, dada las intermediaciones actuales. Y, para qué engañarnos, ante un mundo sobresaturado de información, es lógico que traten de dar con la clave que les permita hacer rentable un negocio de pago por contenidos.
De entre todas las características comunes relacionadas por José Antonio Millán en su post, me gustaría detenerme en la que quizás sea más interesante para los lectores de BiblogTecarios. Me refiero al hecho de que algunos de estos editores digitales independientes estén buscando complicidades no sólo en librerías, sino también, y sobre todo, en bibliotecas. Aprovechando el convencimiento de estas últimas de que la creación y digitalización de contenidos ofrece y hace necesarias nuevas posibilidades de trabajo y les ayuda a replantear sus servicios, algunos editores digitales ya trabajan -o proyectan hacerlo, como Ganso y Pulpo-, en el replanteamiento del concepto de colección y de tipos de préstamo animados por la recepción positiva de las nuevas formas de lectura. Es incuestionable su proactividad en la exploración y acercamiento a la nueva sociedad lectora y su esfuerzo en dotarla de una oferta editorial interesante y compatible con los nuevos dispositivos electrónicos cada vez más extendidos entre los usuarios de las bibliotecas. Es más, muchos usuarios están teniendo sus primeras experiencias de lectura en dichos soportes, precisamente, gracias a la biblioteca.
Como dijo Fernando Juárez Urquijo en su artículo “Edición y gestión digital en la Biblioteca Pública”, publicado en el Anuario ThinkEPI 2011, “abordar una estrategia bibliotecaria de edición y gestión digital es plantearse cómo se generan y distribuyen contenidos que a uno como usuario le interesan”. Aquí es donde, en mi opinión, reside la fuerza de estas pequeñas editoriales digitales frente al poder de los grandes grupos en relación al manejo de la producción y el intento de marcar las pautas de consumo.
Este es un tema para mí de sumo interés y sobre él seguiré trabajando durante los próximos meses. Sirva este post de mera introducción. Aunque hayamos estrenado gobierno coincidiendo con la supresión de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas y desmembración en dos direcciones generales —Política e Industrias Culturales y del Libro, por un lado, y Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas, por otro—, considero que, de una manera u otra, el mundo del libro y la biblioteca irán siempre de la mano. A algunos ejemplos internacionales me remito para reafirmarme en esta postura, si bien, e independientemente de ello, creo acertada la consideración del libro como industria cultural, dado que, hasta ahora, la industria editorial española (libros y prensa) ha venido ocupando el cuarto puesto a nivel mundial. Sea desde la instancia que sea se debe seguir trabajando en el empeño de mejorar ese ranking o, cuando menos, en mantenerlo.
Desde Rayo Verde Editorial, a la hora de redactar este post, Laura Huerga me comenta que, a medio plazo, pretenden hacer préstamos y donaciones a bibliotecas. “Nuestros libros tienen un alto valor cultural y los pensamos imprescindibles para una biblioteca, nada nos gustaría más”. Por su parte, Aharon Quincoces Lorén, responsable de la Editorial Intangible, también se muestra muy interesado en estrechar lazos con las bibliotecas, no sólo públicas, sino también con las escolares y universitarias, “desarrollando ideas que cubran un espectro amplio: divulgación del ebook, marcos de colaboración, préstamo de libros además del préstamo de e-readers”. Para Amalia López, de Sinerrata, su posición con las bibliotecas es de colaboración plena. “Tenemos toda la intención de que nuestros libros estén en las bibliotecas que gestionen contenidos digitales pues nuestra prioridad como editores es la difusión de la literatura y la promoción de la lectura, y nadie mejor que ellas para hacerlo. Además, creemos que desde estos espacios culturales se puede hacer una labor pedagógica, enseñando a los lectores/usuarios qué son y cómo se leen los libros electrónicos (como ya se hace, de hecho, desde «Territorio ebook«).
En cuanto a la gestión digital de los fondos bibliográficos, aunque ya hayamos visto muy interesantes en Estados Unidos, a Laura Huerga no le parecen la solución última. “De momento garantizan el cobro a la editorial por cada lectura, pero no creo que eso sea lo más importante. Lo más importante es la lectura y el lector, a los que la biblioteca debe garantizar una exquisita selección de lectura y la disponibilidad de formatos, por supuesto”. Pero para ello se necesitan recursos, y la falta de éstos es precisamente el principal obstáculo para avanzar en el proceso, en opinión de Aharon Quincoces, a lo que, en el caso de las bibliotecas públicas, hay que sumar el hecho de que están blindadas por una fase oficial de experimentación. Para Pablo Barrio (Ganso y Pulpo) queda mucho por hacer en este aspecto, sobre todo en lo referente a la homogeneización de los metadatos, “y no me refiero al lenguaje informático (por supuesto que habría de ser de código libre, sin propietarios), sino al modo en que editores y bibliotecarios incluimos el nombre de un autor, la fuente de un recurso, la categorización temática y de motivos literarios, etc”.
La gestión digital de los fondos bibliográficos es, en opinión de Amalia López, “no solo posible, sino absolutamente beneficioso (y casi que inevitable) para las bibliotecas y para los lectores. Es indudable que requiere un esfuerzo considerable en formación del personal y adaptación de los procesos y recursos, pero a medio plazo supone una buena cantidad de ventajas para todo el ecosistema bibliotecario: facilidad de almacenamiento y conservación de los fondos así como de la gestión en sí misma, posibilidad de aumentar estos de forma casi ilimitada, abaratamiento de costes en la adquisición de los contenidos y en su mantenimiento, acceso universal para los usuarios, que podrían acceder a los fondos desde cualquier lugar y en cualquier momento. Obviamente esto representa una serie de retos para las bibliotecas -prosigue la editora de Sinerrata-, no solo en el aspecto de adopción de la tecnología, sino también repensando su papel en el fomento de la lectura, generando actividades en sus espacios físicos que estimulen la asistencia de los usuarios y su interrelación”.
Tal y como se concluyó en el V Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas (Gijón, 3-5 noviembre de 2010), en la relación con la industria editorial, las bibliotecas deben trabajar en promover su valor como servicio fundamental para la promoción y distribución de libros electrónicos, ya que son las principales difusoras de su existencia, y promocionan sus contenidos y el acceso a los mismos. En ese sentido, por tanto, parece clara la necesidad de cooperación para negociar conjuntamente, pero, ¿cómo aunar los intereses de la industria (editorial), por un lado, y del servicio (biblioteca), por otro? Esta parece ser la pregunta obligada y en punto sobre el cual insistiré en una próxima entrada sobre el tema que nos ocupa.
De momento os invito a quedaros con la sugerente reflexión que ha compartido conmigo Laura Huerga, de la editorial Rayo Verde, a quien le auguro a partir del mes de marzo un gran éxito en su proyecto:
Houellebecq dijo que todo se ve cada vez más evaluado por criterios económicos o númericos, parece que es lo único que importa. Quizás no se pueda medir todo éxito de la misma forma, y menos el de las bibliotecas, que son un servicio público.