¿Sientes que los usuarios de la biblioteca, tus alumnos o tus hijos se muestran desafectos hacia la lectura? ¿Te dicen que leer está pasado de moda, que les resulta difícil o aburrido o lo consideran una pérdida de tiempo que no les aporta nada?
¡Ojo!, porque detrás de estas manifestaciones y comportamientos pueden esconderse los síntomas de desacertadas recomendaciones de lectura. Quizás ellos sean víctimas de presiones y orientaciones inducidas por alguno de los 7 errores capitales en los que podemos caer las personas que ejercemos como mediadores de la lectura, tanto en la biblioteca o la escuela como en la casa.
Para despertar el interés por las historias y la lectura en los niños, jóvenes o adultos no hay recetas mágicas, son múltiples y diversos los caminos, así como las estrategias y actividades que poner en marcha. Ante todo, se trata de un proceso que hay que iniciar cuanto antes, que necesita de grandes dosis de estímulo y que requiere apoyo y refuerzo constante.
También a lo largo de esta senda acechan contratiempos y amenazas que pueden dejar en el lector un mal sabor, que siembren en él el desánimo y hasta que trunquen el proceso antes de haber adquirido un sólido hábito de lectura.
El objeto de esta nota es precisamente alertar acerca de los posibles efectos adversos que sobre el lector pueden tener determinadas maneras de actuar de padres, madres, docentes o bibliotecarios. Ser conscientes de estas actitudes que a veces tomamos los promotores o mediadores de la lectura y que acarrean negativas consecuencias nos ayudará a corregir y prevenir situaciones no deseadas. Así, para evitar dañar seriamente la relación del potencial lector con los libros conviene tener en cuenta estos errores capitales y, en consecuencia, evitar actitudes y comportamientos como los que siguen:
- Presentar la lectura como fuente de placer inmediato es una forma de llamar la atención y de despertar el interés hacia este hábito, sin duda. Pero conviene no olvidar que la lectura requiere también esfuerzo, concentración y ánimo para afrontar los retos que las obras lanzan al lector. La comprensión y el disfrute de los textos, imágenes o locuciones que entretejen una lectura no siempre se alcanzan de igual manera sino que depende del tipo de obra, de su enjundia y carácter. Esta diferencia en su construcción hace que cada una, sea ficción o no ficción, se presente más o menos exigente ante el lector. Conseguir un sólido hábito de lectura requiere dedicación y tiempo de inmersión, por lo que debemos estar bien atentos para reconocer y compensar los esfuerzos del lector, apoyarle y animarle en su proceso y aportarle elementos que le hagan más fuerte.
- Centrar nuestra atención en las cantidades puede hacer que nuestro foco se desvíe de lo fundamental, que es fomentar la lectura comprensiva y crítica. Lo importante no es cifrar el valor de un lector en el número de obras que lee ni conviene estar obsesionados por las cifras de los materiales que salen en préstamo de nuestras bibliotecas. A la postre, no se trata de fomentar el ansia y la glotonería, sino de fomentar el crecimiento de lectores competentes, eficaces y críticos; de reforzar nuestra tarea de formación, de crear espacios de expresión y comunicación en torno a las lecturas y de esmerarnos en configurar una oferta de calidad que cubra las necesidades de los destinatarios y sirva también para enriquecer y elevar sus expectativas respecto a la lectura y el disfrute cultural en su conjunto.
- Primar el enfoque utilitarista de una lectura limita y reduce las posibilidades que una obra nos ofrece, no solamente las literarias o de corte reflexivo, también las obras de información y conocimiento. Recomendar o desechar una obra bajo el prisma único de su utilidad o inutilidad, del provecho tangible que le vamos a sacar, resulta igualmente empobrecedor para el lector. Una determinada situación requerirá, sin duda, la lectura de una guía, un manual de uso u otra obra concreta y específica que nos ayude a resolver un caso, del tipo que sea. Pero esa mirada un tanto avara y egoísta de la lectura constriñe sus plurales fines. Por el contrario, debemos invitar a los lectores a trazar sus propios itinerarios de lectura, especialmente a los que empiezan, para que ellos mismos puedan descubrir nuevos sabores, cultivar su paladar lector, forjar criterios de elección propios y asentar sus gustos.
- Dar el mismo valor a todas las lecturas es un error que también debemos evitar en el desarrollo de nuestra tarea de promoción de la lectura. La pereza puede empujarnos a bajar la guardia a la hora de conocer y evaluar el conjunto de la oferta de materiales de lectura que vamos a ofrecer y recomendar. Esta actitud abre las puertas a desajustes en la elección de las obras y recursos, con el peligro de que no se adapten a la audiencia a la que se pretende atender, que no alcancen los estándares de calidad que deberían tener o que no resulten lo suficiente motivadores o de interés. Frente a ello, conocimiento de la oferta, directo o a través de otras fuentes contrastadas y de confianza. Ello nos permitirá determinar el valor de cada material y en función de ello, optar por lo que más se adapte a los destinatarios de nuestra labor y a la estrategia que pretendamos desarrollar con ellos.
- Imponer las lecturas puede desencadenar la ira de aquellos a los que pretendemos animar a leer, provocar efectos contrarios a los perseguidos y causar daños irreversibles en su proceso de acercamiento y profundización a la lectura. Es obvio que como parte del aprendizaje, el desarrollo de las competencias de lectoescritura es un aspecto fundamental y básico en la formación del individuo. Más allá de ello, el desarrollo de los hábitos lectores requiere de grandes dosis de persuasión y márgenes de libertad para experimentar sin cortapisas todos los terrenos que aborda la lectura en relación con sus múltiples funcionalidades: el ocio y la diversión, el disfrute estético, la necesidad de saciar la curiosidad, de informarse, de encontrar argumentos para opinar, de conocer otras realidades, así como a los otros y a uno mismo, y de aprender todo a aquello que brinda una obra.
- Encapsular la lectura y aislarla de otras actividades no resulta sano y puede desatar la envidia hacia todo aquello a lo que se enfrenta. La lectura ha de formar parte de la vida de cada uno y acoplarse en la vida del lector sin estar reñida con otras actividades que realiza. Leer forma parte del crecimiento y enriquecimiento personal, académico, laboral y social desde edades tempranas y a lo largo de toda la vida. Además, no se puede entender el libro fuera del conjunto de las manifestaciones culturales. Ni la literatura, ni el ensayo, ni las obras de no ficción son ajenas a otras formas de expresión y creación como la música, la plástica, el teatro, el cine, la televisión, ni tampoco a los videojuegos, como queda patente en el desarrollo de nuevas narrativas digitales. La lectura, por tanto, se inserta en el desarrollo integral de la persona y el hábito lector se ancla en el despertar de un conjunto de inquietudes culturales y vitales que le aportan pleno sentido al hecho de leer.
- Pensar que las lecturas que a nosotros nos gustaron gustarán a todos es una actitud que rezuma cierta soberbia, aunque sea bienintencionada. Hay que tener en cuenta que nuestro gusto personal lo hemos ido labrando poco a poco, con aciertos y rechazos, y que es propio. Sin duda resulta bueno compartirlo con otros pero siempre conscientes de que las lecturas que a nosotros nos impactaron, nos hicieron reír, llorar o pensar quizás no conecten con nuestros hijos, alumnos o usuarios por múltiples razones. Por ello es importante saber a quién nos dirigimos, sus capacidades e intereses, acercarse y compartir lecturas y abandonar actitudes de superioridad que nos lleven a negar o infravalorar su cultura.
Con este número cabalístico se cierra esta serie de advertencias que formuladas en positivo entroncan con los derechos del lector, como bien nos recuerda Daniel Pennac en su obra Como una novela. Este decálogo fue en su día objeto de otro post de nuestra compañera Laura Novelle que conviene releer de vez en cuando para no perder el rumbo: 10 mandamientos para reconciliarse con los libros
Creo que es un buen artículo, lo peor de un promotor o promotora de lectura puede tener es encerrase en sus propias convicciones acerca de la lectura y el placer de la lectura y no acerptar nuevas sinergias.