Viaje y lectura es un binomio difícil de disgregar, es de carácter reversible, conjugable en ambos sentidos, viajar al leer o leer al viajar; aunque en este caso el orden de los factores sí altera el producto. La lectura como viaje es una metáfora recurrente, y el viaje en sí, por otro lado, es tema o recurso literario compartido por muchas obras. En un plano más concreto, el viaje como desplazamiento entre un punto y otro brinda también muchas oportunidades a la lectura.
Y si por algo está marcada esta época del año es por el ir y venir de gentes, empleadas en trayectos cortos y largos, ocupadas en saltar de un sitio a otro, afanadas en buscar nuevos lugares y personas, quizás también en huir de algunos. Cierto es que no siempre los papeles de viajero y lector coinciden a pesar de los denodados esfuerzos que muchas bibliotecas hacen por hacerlos coincidir cruzándose en el camino de tanto trotamundos en marcha como hay en verano. Unas bibliotecas son más de agua y en su incesante quehacer por acercarse a los lugares de ocio estival nos invitan a darnos un chapuzón de lecturas en bibliopiscinas o tentadoras biblioplayas. Mientras otras bibliotecas tienden más al aire y se instalan en otros espacios muy transitados en esta época, los aeropuertos, en los que se ofrece al pasajero la posibilidad de realizar un vuelo doble, embarcándose en una lectura antes o durante el despegue del avión.

Son singulares bibliotecas en tránsito, ubicadas en ese micromundo que conforman las terminales aéreas. ¿Quién no ha pasado en un aeropuerto una cantidad considerable de tiempo sin saber qué hacer más que deambular por los pasillos, echar un vistazo a las tiendas y esperar? La presencia de espacios y servicios de lectura públicos en medio de esas esperas es sin duda bienvenida, bien sea para hacer más llevadero ese tiempo detenido, bien para hacer acopio de lecturas que leer entre las nubes. Una opción, desde luego, que va más allá de la lectura de los paneles informativos que con furtivas y repetidas miradas leemos de forma obsesiva para comprobar la situación de nuestro vuelo con el temor de que la espera se demorare más allá del tiempo previsto.
Ciertamente este tipo de oferta no es aún muy común en las innumerables terminales de nuestro país pero esperemos que cunda el ejemplo de las experiencias que surgen en otros aeropuertos y en los patrios se brinde también a los viajeros la oportunidad de solazarse con historias leídas complementarias al viaje. Ejemplos atractivos y variados podemos encontrar en diversas latitudes, aunque de forma más nutrida en los aeródromos norteamericanos.
Despegue de las bibliotecas de aeropuertos
Aunque pudiera parecerlo, las bibliotecas en las terminales aéreas no son un invento reciente. Prueba de ello es que ya en 1962 la biblioteca pública de Nashville, la capital del estado de Tennessee, inauguró una filial en el aeropuerto internacional de esta ciudad estadounidense. A pesar de ser pionero, este servicio no tuvo un largo recorrido y echó la trampilla siete años después de su apertura en 1969.
Del papel a la nube
Las más recientes iniciativas que bibliotecas públicas han puesto en marcha en diversos aeropuertos brindan a los pasajeros frecuentes u ocasionales la oportunidad de leer en formato impreso o una edición digital. Así estos servicios de extensión bibliotecaria aprovechan las ventajas que ofrece el hecho de que son muchas las personas que actualmente viajan con su smartphone, e-reader, tableta u otros dispositivos móviles.
Acomódense en sus butacas y abróchense los cinturones que está a punto de despegar este vuelo de reconocimiento que a través de cinco escalas nos permitirá acercarnos a otras tantas experiencias de bibliotecas dirigidas a los pasajeros de las terminales aéreas.
Iniciamos el recorrido e el oeste de los Estados Unidos, en la Boise Library’s Digital Airport Branch. En la ciudad Boise, capital del estado de Idaho, la biblioteca pública en colaboración con el aeropuerto de la ciudad hizo posible el despegue de una filial de la biblioteca que ofrece un área de lectura y estudio en sus salas de espera. El espacio dispone de cubículos con ordenadores y la posibilidad de conectar los equipos de los propios pasajeros. Se ofrece acceso a Internet mediante servicio Wi-Fi gratuito con objeto de que los viajeros puedan consultar su correo, hagan búsquedas o lean la prensa en línea, así como una colección de libros electrónicos para adultos y niños. Como complemento, pero solo en el caso de los habitantes de la propia ciudad, se pueden descargar ebooks a los dispositivos personales para su lectura en vuelo.
Y despegamos nuevamente para aterrizar ahora más al Este, en la Philadelphia International Airport Virtual Library, abierta en el aeropuerto internacional de la ciudad norteamericana de Filadelfia. Este servicio ofrece de forma gratuita conexión Wi-Fi de alta velocidad y dispone de una plataforma en Internet que facilita el acceso a una colección de libros electrónicos a disposición de los viajeros. La experiencia es fruto de la colaboración entre los servicios bibliotecarios locales y las autoridades aeroportuarias. Esta oferta se complementa con exposiciones en torno a libros y escritores locales u otros temas que pueden resultar de interés para los usuarios del aeropuerto.
Un vuelo trasatlántico nos acerca ahora a Europa, más concretamente a la biblioteca del aeropuerto Schiphol de Amsterdam. En este caso, el servicio bibliotecario se dirige preferentemente a los pasajeros de vuelos intercontinentales, que son los que emplean mayores tiempos de espera en el aeropuerto para sus conexiones de vuelo. Otra peculiaridad de esta biblioteca es la dedicación especial de sus colecciones multimedia a la cultura holandesa. La biblioteca se entiende como una efectiva plataforma para dar a conocer la cultura y el país a los numerosos viajeros que utilizan la terminal en tránsito. Para ello ofrecen un conjunto de obras literarias holandesas traducidas a treinta idiomas, vídeos y fotomontajes acerca de la cultura holandesa y música de autores del país.
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Una oferta para toda la familia, como se ve en el vídeo, enmarcada en un atractivo espacio, moderno y lleno de color del que, no obstante, los pasajeros no podrán disfrutar este verano pues la biblioteca se encuentra cerrada por reformas en sus instalaciones.
Embarcamos de nuevo y un vuelo no muy largo nos lleva a otro punto más a sureste de Europa, con destino la biblioteca del aeropuerto deTallinn, la capital de la República de Estonia. Esta biblioteca está operativa las 24 horas en régimen de autoservicio y se rige bajo el principio de la confianza en sus usuarios. Entre sus fondos ofrece obras de literatura en ingles, estonio, ruso y otras lenguas, además de una colección de libros infantiles. Una de sus secciones, “From passenger to passenger”, está dedicada a los libros compartidos que otros viajeros deciden donar o que ceden empresas o firmas comerciales. Los pasajeros pueden elegir un libro de los estantes para leerlo en el tiempo de espera hasta el embarque; en el caso de pasajeros con billete de ida y vuelta también pueden tomar una obra en préstamo para leerla a bordo del avión y devolverla a su regreso, incluso cabe la posibilidad de ampliar el plazo del préstamo si no la hubieran terminado al finalizar su viaje.
Tras un vuelo de largo recorrido la nave aterriza en el último destino de este periplo de bibliotecas a pie de pista, que termina en la e-library at Taiwan Taoyuan International Airport. Hace cuatro años que este servicio de biblioteca digital echó a andar en el aeropuerto de Taiwan con 400 libros electrónicos que se ofrecían a los pasajeros para hacerles más ameno su paso por la isla. Además del fondo digital se ofrece a los lectores alrededor de 2000 libros impresos en chino e inglés. La biblioteca dispone también de una treintena de dispositivos móviles, la mitad tabletas iPad y la otra mitad dispositivos específicos de lectura de tinta electrónica. Los dispositivos se prestan a los pasajeros pues no se pueden descargar los libros electrónicos a los dispositivos propios. La biblioteca la gestionan las tiendas duty-free que trabajaron conjuntamente con el gobierno taiwanés en la puesta en marcha del servicio.
Servicios Low cost: máquinas expendedoras de contenidos digitales
Otras ofertas complementarias que amplían las posibilidades de lectura en los aeropuertos las constituyen los dispensadores de contenidos digitales. Es el caso de los kioskos instalados por la San Antonio Public Library en el aeropuerto de la ciudad estadounidense de San Antonio, terminales de acceso gratuito que ofrecen la posibilidad de acceder a más de 15.000 títulos en edición digital y de los que se da detallada cuenta en Universo Abierto.
También en Xataca encontramos información acerca de una oferta similar puesta en marcha por la firma Digiboo. En esta ocasión se trata de servicios de adquisición o alquiler de contenidos digitales, libros y películas, que está presente en algunos aeropuertos de Estados Unidos y Canadá.
Esperamos que este vuelo de lecturas haya sido de vuestro agrado y que el verano os depare muchas y buenas historias para disfrutar en cualquier lugar, a cualquier hora, a solas o en compañía… Porque como bien decía la campaña de AELE «Si no lees, no pasa nada… ¡Deja que te pasen cosas!»
Otras fuentes consultadas:
Bakas, Harriet. Nothing to read? Airport libraries to the rescue. En: USA TODAY, 23/08/2013.
Chant, Ian. Libraries Partner with Local Airports. En: Library Jorunal, 26/07/2013.
Lecturas de altos vuelos. En: Lectura Lab, 04/04/2011.
Inklebarger, Timothy. Digital Books Are Up in the Air. En: American Libraries Magazine, 11/02/2015.