En torno a la colección hemos configurado gran parte de nuestros procesos en la biblioteca, desde la selección, la catalogación, clasificación y preparación física, para su presentación en el espacio tangible de la biblioteca, de forma organizada, y de manera atractiva, clara y accesible.
Nutrir los catálogos ha llevado siempre buena parte del tiempo de dedicación a la biblioteca, pero sin duda en estos tiempos hay preguntas que resuenan de forma recurrente y que nos invitan a reflexionar sobre el sentido de la colección de la biblioteca hoy, de su carácter, conformación y accesibilidad.
Hoy se hace más patente que la colección óptima de una biblioteca no es el resultado de un proceso de acumulación sino de un proceso de selección asentado en la reflexión y guiado por unos criterios y procedimientos establecidos. Y en el que seleccionar no quiere decir restringir, sino que, como acertadamente precisa Geneviève Patte, significa valorar, elegir en función de la calidad de los materiales y de su adecuación a las necesidades de información y de lectura de los usuarios.
Ciertamente, la colección debe estar orientada a atender las necesidades de todos y cada uno de los miembros de la comunidad en la que se asienta o a la que se dirige la biblioteca, de los potenciales usuarios de sus servicios. Y su valor reside esencialmente en la calidad de las lecturas y de las informaciones que contienen los documentos que la conforman, pertenezcan éstos al terreno de la ficción o formen parte de la categoría de los materiales informativos, estén en papel o en otros soportes, organizados en estantes físicos o alojados en servidores propios o ajenos.
Conformar la colección hoy, sea en la biblioteca púbica, la escolar o la universitaria, sigue siendo una labor decisiva y apasionante, aunque es tarea que también resulta inquietante y escurridiza por los matices que adquiere en razón de que está sujeta a constante revisión y siempre inmersa en procesos de cambio. El interés de los fondos de las bibliotecas radica hoy precisamente en esa caracterización que adquieren como colecciones híbridas de materiales y recursos de diversa tipología, soporte, ubicación y accesibilidad.
Hablar hoy de libros y de materiales de lectura en general, sean ficción o no ficción, es hablar de cambio, de transición, de nuevos soportes y de nuevas formas de leer y de acceder a los textos e imágenes, a las lecturas, a la información. Obviamente, este contexto líquido de los objetos culturales, como diría el profesor Manuel Area, marco afecta de lleno a las bibliotecas, y de forma específica y particular a sus colecciones.
Por tanto, se hace preciso revisar los principios básicos de la conformación y desarrollo de la colección de la biblioteca a la luz del contexto actual que presenta el mundo del libro y la lectura y la sociedad en su conjunto a raíz del impacto del desarrollo tecnológico. Y, sobre todo, reflexionar sobre su sentido y su valor.
Lo cierto es que en esta coyuntura de tránsito “Hay más interrogantes que respuestas, y de las respuestas, muy pocas son seguras”, como diría San Agustín, pero ello no impide dar pasos adelante y explorar nuevos caminos y posibilidades, que sin duda, nos harán crecer. La gran baza y fortaleza de la biblioteca es su capacidad de adaptación y transformación. Esta es, sin duda, la clave fundamental de su permanencia en el tiempo.
En este sentido, conviene iniciar esta reflexión partiendo de una pregunta básica:
¿Cuál es el sentido de la colección de la biblioteca pública?
La respuesta a esta cuestión enlaza con el camino andado hasta la fecha y nos sirve de puente entre el pasado, el presente y el futuro. Pues no es otra que satisfacer las necesidades del usuario en lo que concierne a educación, información y desarrollo personal, tal y como consta en las directrices para bibliotecas públicas de la IFLA.
¿Y cómo conseguir este objetivo? También en el documento aludido se apuntan los pasos, indicando que para ello “la biblioteca pública debe proporcionar una amplia gama de materiales en diferentes formatos y en cantidad suficiente para satisfacer las necesidades e intereses de la comunidad.” Conclusión de ello es que las bibliotecas públicas deben mantenerse al día en relación con los nuevos formatos y las nuevas vías de acceso a la información de cara a asegurar que el acceso de cualquier usuario a toda clase de lecturas e informaciones sea lo más fácil y ágil posible, independientemente de su formato.
Estos materiales y recursos de distinta índole conforman la oferta documental de la biblioteca, sobre la que se asientan la mayor parte de sus servicios y a través de la cual las bibliotecas desarrollan sus principales funciones. De su valor, interés y adecuación dependerá el grado de aceptación que consiga, de lo que dependerá también el uso que de ella se haga.
La definición y constitución de la colección de la biblioteca siempre ha sido un elemento eje de la labor bibliotecaria, una tarea crucial para la organización y un reto que cada biblioteca asume al definir el carácter y el alcance de sus fondos. Por esta razón, para definir y mantener la colección debemos reflexionar acerca del papel que la biblioteca quiere jugar en la comunidad en la que está inscrita. Construir y alimentar una colección va más allá de una mera sucesión de decisiones de carácter meramente técnico. Es un proceso, por contra, que implica tomar decisiones de política cultural, educativa y de índole social, todas ellas adoptadas a la luz del compromiso que la biblioteca adquiere con las personas que integran la comunidad a la que sirve.
Un paso adelante: Ampliar el alcance de la oferta
El proceso de profunda transformación que experimentan los materiales de lectura, sean obras de ficción o de información dirigidas al público adulto o a niños y jóvenes, hace que la tarea de conformar el fondo de cualquier biblioteca resulte hoy más compleja. En el marco de mutabilidad del entorno del libro y la lectura, las colecciones de las bibliotecas adquieren un carácter poliédrico, a tono con el devenir de la edición, el desarrollo de materiales y recursos digitales, y en concordancia también con las necesidades y demandas que los usuarios presentan hoy en relación con la lectura y la información.
Para adaptarse a estos cambios, las bibliotecas necesitan contar con colecciones híbridas, compuestas por una gama completa y actualizada de materiales y recursos que cubran el conjunto de las tipologías documentales, independientemente de su soporte, ubicación y vía de acceso. Corresponde a cada biblioteca determinar el punto de equilibrio entre el plano analógico y el digital de sus colecciones, en función de su realidad y de las necesidades de la comunidad de usuarios a la que se dirige.
Los hábitos de los niños, jóvenes y adultos, sus necesidades y sus preferencias en relación con la lectura, experimentan un profundo proceso de transformación al que la biblioteca no puede ser ajena y ante el cual tiene mucho que aportar con sus colecciones, servicios y programas.
Este tiempo de cambio afecta de manera directa a los contenidos de los que la biblioteca pública hace acopio y a los procedimientos que rigen la labor de seleccionar materiales y conformar la colección. El contexto, en el que lo digital reafirma día a día su presencia en todas las esferas, personal, académica o laboral, es en el que se mueve la comunidad a la que la biblioteca pretende atender, el que modifica sus necesidades de información y lectura, el que condiciona su percepción de la biblioteca y el que genera nuevas expectativas respecto a sus contenidos y servicios.
Al hilo de lo comentado, hay tres aspectos en la última edición de las directrices IFLA para bibliotecas públicas que resultan especialmente significativos:
- Que el desarrollo de la colección no es un fin en sí mismo.
- Que una colección grande no es sinónimo de una buena colección, especialmente en la era digital.
- Que la pertinencia de la colección respecto a las necesidades de la comunidad es más importante que su tamaño.
Sobre estas cuestiones conviene detenerse pues por obvias que puedan parecer no siempre se las tiene presentes a la hora de definir, construir y mantener vivas las colecciones de las bibliotecas públicas.
Una cuestión de fondo …
Ante el cometido de iniciar, de enriquecer o de revisar en profundidad la colección de una biblioteca, surgen preguntas que hay que responder claramente antes de ponerse manos a la obra; cuestiones de diversa índole que afectan en distintos planos a la labor planteada:
- Las que están en la esfera de los porqués y los para qué, muy relacionadas con la misión, funciones y objetivos de la biblioteca. Las respuestas a estas cuestiones nos permitirán formular una definición global de la colección y establecer las directrices marco.
- Las que tienen que ver con el qué, con los componentes y las cualidades que los materiales deben reunir para formar parte del fondo.
- Las que aluden al cómo, a los procedimientos que hay que aplicar y a los criterios que hay que tener en cuenta para modelar la colección de acuerdo con la expectativa de servicio que de ella se espera.
A la luz de las respuestas a este conjunto de preguntas la colección toma cuerpo como un conjunto coherente de materiales e informaciones útiles para los usuarios a los que se va a destinar. De esta manera, la documentación y recursos varios que la biblioteca selecciona, organiza y ofrece al lector, es producto de una reflexiva toma de decisiones orientadas a determinar su alcance y calidad.
Y este compromiso con el presente nos lleva a formular finalmente una serie de aspectos que ayudarán a la colección a mantener el paso y que contribuirán a que la biblioteca siga pisando fuerte.
En este sentido, no hay que olvidar que el valor de la colección, en definitiva, vendrá determinado por el uso que sea capaz de generar y ello dependerá en buena parte de:
- Que sea adecuada a los usuarios: los materiales de la biblioteca deben responder a las necesidades del conjunto de niños, jóvenes o adultos que forman parte de la comunidad a la que se dirige y contribuir a la compensación de las desigualdades que presentan en su entorno sociocultural.
- Que despierte interés: que conecte con el presente y la vida de la comunidad y de los individuos que la componen, aspecto que afecta tanto del plano de contenidos como de su presentación material.
- Que sea rica y pertinente: construida siguiendo estándares que aporten calidad y fiabilidad, y que cuiden la exactitud, autoridad, objetividad, actualización y cobertura de las informaciones que contiene y cuyas obras de ficción sigan parámetros literarios de valoración. La biblioteca no es un intermediario neutro entre el lector y el documento, el personal del servicio es el que valida su oferta documental e informativa.
- Que esté abierta a todos: en diálogo permanente con la comunidad para responder a sus necesidades particulares y cambiantes de información y lectura; así, la colección debe reflejar la diversidad social y atender las necesidades específicas de determinados colectivos y grupos de población.
- Que sea variada: el fondo debe caracterizarse por su heterogeneidad en razón de múltiples aspectos; variada en tipología documental, en temática y géneros, en soportes y fuentes, así como en niveles de lectura, con textos que posibiliten diversas formas de leer.
- Que sea equilibrada: tanto en su composición cualitativa y en su dimensión cuantitativa; equilibrio entre materiales informativos y de ficción, de lectura y consulta, materias, etc.; y en la ratio de volúmenes por usuario.
- Que sea ergonómica: los contenidos han de estar adaptados a los niveles de competencia de los usuarios atendiendo a la ergonomía del conjunto y de sus partes; los soportes tienen que ser manejables por el sector de público al que se dirigen, y los sistemas de clasificación e indización se adecuarán a los niveles de comprensión de los usuarios (adaptación de clasificaciones, centros de interés, etc.).
- Que sea accesible: los materiales deben ser fáciles de identificar y localizar, a través de catálogos y sistemas de señalización adecuados a los niveles de comprensión de los usuarios; y deben adaptarse a los tramos de edad y capacidades que presentan los usuarios para que ellos los puedan manejar, consultar y leer.
- Que sea viva: con un crecimiento sostenido que asegure la vigencia de sus componentes y arbitrando mecanismos de revisión y expurgo que la nutran y permitan mantenerla viva y actualizada.
- Que sea dinámica: los fondos no deben ser estáticos sino sujetos a movilidad para estar allí donde surja la necesidad o donde se presente la ocasión de despertar interés o curiosidad por ellos. La difusión de novedades, exposiciones, centros de interés, guías, etc., redundará en un mejor conocimiento y uso de la colección.
- Que sea una labor de equipo: la colección debe ser el resultado de una tarea de un equipo que comparte unas metas, asume unos criterios comunes de análisis y valoración de los materiales, pone en marcha unos procedimientos establecidos y participa a distintos niveles del proceso de selección.
La calidad del contenido de una colección o soporte soportes documentales tanto impresos y digitales y sus servicios de información deben de responde al perfil o necesidades y expectativas de la comunidad de usuarios diversos del sistema de información y conocimiento integral y globalizado.
Ciertamente, Francisco, el usuario real y potencial es la razón de ser de la biblioteca pública, de la escolar, de la universitaria y de otro tipo de unidades de información. La colección, los servicios, programas y actividades deben poner su foco en la comunidad, por tanto, con objeto de satisfacer sus necesidades e intereses, responder a sus expectativas y ampliarlas en muchos casos. Y no sólo ofreciendo de manera unidireccional la oferta documental y de servicios sino construyendo todo ello junto a los usuarios, codo a codo y cómplices todos de la tarea de construir y hacer avanzar la biblioteca en su conjunto, también en cuanto a sus colecciones. Gracias por compartir tu opinión.