Cómo entender la labor de selección desde la biblioteca

No es la primera vez que dedico la atención desde esta palestra a la labor de la biblioteca como espacio de recomendación y orientación de lecturas, a su papel como mediadora entre los usuarios y los contenidos, los lectores y las obras. Tampoco es nuevo encontrar entre mis escritos aquellos dedicados a ponderar y destacar el valor de las colecciones de materiales y recursos que desde las bibliotecas se entretejen y ofrecen a toda la sociedad.

Pero como este es un aspecto de nuestra profesión que me atrae sobremanera, me aproximo de nuevo a dichos territorios aun a riesgo de repetirme. Lo hago ahora destacando el papel que el personal bibliotecario ejercemos como analistas, evaluadores o críticos, en el proceso de la selección de materiales y recursos de lectura o de corte informativo, sean de la tipología o género que sea y cuyos contenidos se envuelvan en papel o se incrusten en las pantallas.

Ejercer la crítica bajo unas determinadas coordenadas

Como bibliotecario, quede claro por otra parte, que al destacar esta labor crítica que ejercemos no pretendo suplantar ni asimilar nuestro perfil al del crítico profesional, que tiene cabida y sentido en otra dimensión. Para ello trazo unas coordenadas claras de navegación que delimitan y dan sentido a este ejercicio de análisis, evaluación y emisión de juicios de valor en el marco de actuación de la biblioteca y con el nítido propósito de orientar y recomendar a chicos y grandes para facilitarles, a su vez, su propia navegación en los inmensos mares de la producción editorial, por un lado, y de la variada y amplia oferta del gran contenedor que es la red de redes. 

Una labor de información y guía que persigue además aportar elementos de estímulo, motivación y refuerzo a los lectores de manera directa e indirectamente a través de otros mediadores en el entorno familiar, escolar, bibliotecario y otros, ya sean padres, madres, docentes, bibliotecarios, libreras u otros agentes que buscan promover la lectura entre distintas audiencias.

Por tanto, en esta reflexión me sitúo en la perspectiva del mediador y lector crítico más que en la del crítico literario propiamente dicho.

La selección en función de un proyecto de biblioteca

En el marco en el que nos situamos, valorar una obra tiene se contempla con el objetivo de dar sentido cabal a la conformación y mantenimiento de una colección equilibrada y de calidad. Calidad que afecta a todo tipo de contenidos, ya sea referida a la dimensión estética y literaria de las obras de ficción, ya sea en relación con la veracidad, pertinencia y objetividad de los contenidos de carácter informativo.

En su función de promoción de la lectura, la biblioteca ha de preguntarse por el valor que tienen las obras de cara a definir estrategias para acercar a los lectores e identificar aquellas que ha de destacar y promocionar.

 En este sentido, entendemos la selección como un proceso que persigue como resultado:

  • Emitir valoraciones sustentadas en razonamientos argumentados que aporten consistencia a la resolución y la alejen de las meras consideraciones subjetivas.
  • Proporcionar los juicios de valor necesarios para tomar la decisión de escoger una obra frente a otra.

Como premisa, la selección parte de la sólida creencia en la necesidad de establecer niveles de calidad en la oferta de la biblioteca y se asienta en el firme propósito de cultivar una actitud selectiva frente a los textos e informaciones que se ponen en manos de los niños y niñas, jóvenes, personas adultas y mayores.

A la hora de darle sentido al quehacer de la evaluación y la crítica en la biblioteca resultaría conveniente, en primer lugar, pararnos a pensar cómo las personas que trabajamos en las bibliotecas leemos las obras sobre las que vamos a emitir un juicio. Se trataría, al cabo, de evitar no cercenar por una mala lectura las buenas que la obra permite y propone; o para no dejarse llevar por la falsa ilusión de creer que estamos leyendo literatura superior frente a una obra de atractiva apariencia y falsa eficacia que no sobrepasa los límites del puro consumo.

Heptacálogo de la crítica en la biblioteca

Vaya esta suerte de hábeas corpus como una herramienta con la que «evitar arrestos y detenciones arbitrarias», lo que trasladado al ámbito bibliotecario podría definirse como evitar las descalificaciones o los encumbramientos caprichosos y no argumentados de las obras que pasan por nuestras manos o nuestras pantallas.

Con esta enumeración de principios se busca asegurar los derechos básicos de las obras, el derecho de cada una a ser tenida en cuenta y leída con atención y sin prejuicios. Tenerlos en cuenta a la hora de ejercer nuestra labor de crítica en la biblioteca puede alertarnos y evitar los posibles abusos en los que por acción u omisión podamos incurrir, tanto por estrechar el embudo en demasía como por un exceso de mangas anchas.

A saber, enumeremos estos siete principios:
  1. Procedimiento vs proceso
  2. La curiosidad y el modo interrogativo
  3. La Mirar con dos ojos
  4. Presunción de inocencia y justa lectura
  5. Mirar atentamente al lector
  6. Argumentada sanción
  7. Honestidad
Entendidos cada uno de esta manera:

1.- La crítica no es un mero procedimiento, sino un proceso. Su finalidad principal es rescatar y hacer visibles las obras de calidad pero también identificar tendencias y señalar lagunas en la colección de la biblioteca. Este proceso dará como resultado un conjunto de materiales y recursos equilibrado y compensado en calidades que estará en la base de las estrategias y acciones de promoción de la lectura que la biblioteca implemente y desarrolle.

2.- La curiosidad como motor y el modo interrogativo como método… preferir las preguntas y no obsesionarse por encontrar respuestas. Preguntarse por cómo están hechas las obras, ver su impacto, la manera como dialogan con el lector, cómo forjan imágenes en él, despiertan sus emociones, apelan a su espíritu crítico y le proporcionan información veraz y disfrute.

3.- Mirar con dos ojos. Es el consejo que Elizabeth Fitzgerald Howard dirigiéndose en concreto a los mediadores que seleccionan lecturas para el público infantil. Actitud y modo de actuar perfectamente extrapolable, en todo caso, a otros destinatarios. Ella recomienda leer con dos ojos y dos mentes. Con un ojo, leer con un espíritu receptivo, anhelantes y sin prejuicios, inconscientemente convirtiéndonos en el niño que todos llevamos dentro. Pero con el otro ojo, sobrepasar nuestro propio deleite para comprender lo básico, por qué y cómo nos encanta este libro y qué podría convertirlo en una fuente de deleite para los lectores.

4.- Presunción de inocencia y justa lectura. Las cualidades que se piden al texto apelan al autor pero para que surtan realmente efecto precisan correspondencia del otro lado, del lector. Esa “bondad” que ofrecen las obras de calidad debe ir acompañada por buenas lecturas, cuestión que a los mediadores nos afecta doblemente, como lectores personales y como lectores intermediarios, analistas, evaluadores o críticos que van a valorar un texto; nuestro juicio sobre una obra, al recomendarla o desestimarla, depende también mucho de cómo nosotros nos enfrentamos al texto. Así, no será lo mismo si lo hacemos de una forma serena y juiciosa o por el contrario, se hace de manera precipitada y prejuiciosa.

5.- Mirar atentamente al lector. Ver en qué medida una obra responde a sus intereses y necesidades, se adecua a sus niveles de competencia y enriquece sus capacidades y cualidades como lector. En este sentido, asumimos el compromiso de elevar sus expectativas y ofrecer un amplio abanico de lecturas que les hagan crecer como lectores, proporcionándoles:

  • Libros que dejen huella sin negar la lectura por puro entretenimiento.
  • Que cuestionen posiciones individuales y colectivas, determinadas concepciones, etc. y aporten posibles salidas.
  • Que refuercen la seguridad del niño, adolescente, joven, adulto o mayor pero no la autocomplacencia y el engaño.
  • Que muestren la realidad sin maquillajes ni falseamientos.
  • Que aporten una dimensión estética del lenguaje y de la imagen.

6.- Argumentada sanción. Basar los análisis en un procedimiento sistemático, con criterios objetivables que eviten los tintes subjetivos y personalistas en las síntesis valorativas. Como expresa Valeriano Bozal, el gusto es un valor que aporta fuerza y verdad pero también un caballo desbocado que hay que aprender a domar. También implica ir más allá de lo emocional para determinar los niveles de calidad de las obras; como decía Emili Teixidor, primar los textos poliédricos, abiertos a diferentes significados ante diferentes lectores frente al texto transparente, plano, insulso y desprovisto de encarnadura literaria.

7.- Honestidad en el desarrollo del doble papel de lector y mediador, conscientes de nuestra función de orientar e impulsar lecturas de calidad. Es esta, por otra parte, una cualidad que debería estar presente en toda la cadena de creación, distribución y difusión de las obras: desde quien escribe o ilustra, quien edita, las personas que ejercen la crítica, quienes trabajan en la escuela, la librería o la biblioteca, hasta los propios lectores y lectoras.

Y no dejemos nunca de preguntarnos …

¿Es realmente la lectura que hacemos los bibliotecarios y bibliotecarias una lectura privilegiada? ¿Qué papel tiene hoy la crítica? ¿Por qué es necesaria? ¿Qué impacto tenemos los mediadores en los lectores? ¿Qué buscan hoy los lectores, de quién se fían, a qué recomendaciones atienden?

 

Luis Miguel Cencerrado

Coordinador de reseñas en BiblogTecarios Bibliotecario, formador, asesor y apptekario navegando en los mares de la lectura analógica y digital, su promoción, las bibliotecas públicas, infantiles y escolares.

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