Bunkos, bibliotecas de proximidad

Es sorprendente la enorme variedad de acciones y servicios que se llevan a cabo a lo largo y ancho del planeta con un mismo objetivo: promover la lectura y acercar los libros a chicos y grandes. Cualesquiera que sean las condiciones climáticas y orográficas que haya que superar siempre surge una oportuna y eficaz manera de acarrear lecturas, de salvar las dificultades y de hacer llegar los materiales de lectura hasta los lectores. Bien sea a lomos de un burro, experiencia colombiana que se pone al día con el biblioburro digital; ya en grandes alforjas portadas por elefantes como en Laos; o rodando sobre las ruedas de una bicicleta que recorre el altiplano boliviano, la pampa argentina, Burkina Faso o la Costa del Sol española.

Surgen también bibliotecas de cercanía, pequeñas bibliotecas incluso a las puertas de las casas, diseminadas como si de las migas de Pulgarcito se tratase. Es el caso del movimiento Little Free Library, cuyo objetivo es promover la alfabetización y el amor por la lectura mediante la construcción de pequeñas bibliotecas ciudadanas para el  intercambio de libros gratis en todo el mundo. Es este un movimiento que  se inicia en Estados Unidos y que según informa en su página web, más de 28.000 bibliotecas gratuitas se han instalado desde 2010 en 80 países en todo el mundo.

Estas iniciativas se unen a la amplia oferta de extensión bibliotecaria de las bibliotecas públicas en un afán sin fin por romper barreras, trascender muros y brindar la oportunidad de leer a todos los miembros de las comunidades en las que se asientan. Son todas ellas fabulosas propuestas y atractivos pretextos para dejarse llevar por textos e imágenes, para perderse  en un amplio bosque de historias o para saciar nuestra curiosidad con el más variopinto cúmulo de informaciones. Invitaciones, en suma, a leer y a reforzar lazos a través de la lectura, a compartir y fortalecer el sentido de comunidad, incrementar la autoestima personal y promover la socialización que de forma tan única y particular propician las palabras.

Viene todo esto a cuento de una conversación que mantuve recientemente con un amigo escritor, Eliacer Cansino, en la que a raíz de los comentarios sobre la traducción de uno de sus libros al japonés salieron a relucir los Bunkos, una interesante experiencia de apertura a laBunkoJapones comunidad de bibliotecas particulares. No conocía yo estas bibliotecas niponas pero resonaron en mi cabeza ecos de similares iniciativas en otras latitudes, de Este a Oeste, en Argentina y en México, para más señas. Los Bunkos tienen su origen en un episodio particular e íntimo, la muerte del hijo de Hanako Muraoka. Fue esta mujer quien en 1951, en busca de alivio para su pena, abre la biblioteca de su hijo a los niños del barrio, dando lugar al primer bunko.

Y tirando del hilo, a salto de husos horarios afloraron conexiones entre unas y otras experiencias. Un caso similar resonó más cerca de nosotros en 2008,  el de  Juan Francisco Arakama Imaz, el carnicero de Alsasua (Navarra) que tras la muerte de su hijo decidió compartir sus lecturas con sus clientes e instaló una pequeña biblioteca en su establecimiento. En este caso, Juan Francisco decidió compartir con sus clientes su pasión por la lectura, pues este hábito diario le fue de gran ayuda para superar la pérdida de su hijo, muerto en accidente de tráfico en 2005. Hanako Muraoka y Juantxo Arakama partieron de una misma motivación, la ausencia de un hijo, y les alentó un mismo propósito, superar la pérdida compartiendo lecturas, en un caso dirigidas al público infantil y en el otro a lectores adultos. Del caso navarro dio cuenta en su día Conchi Jiménez en un artículo publicado en la revista Mi Biblioteca con el expresivo título «¡Cuarto y mitad de libros, por favor! La biblioteca del carnicero de Alsasua«. Y en cuanto a la personal iniciativa de la mujer japonesa, pronto dio lugar al desarrollo de un movimiento de promoción de la lectura que se multiplicó y extendió por otras partes del mundo.

A través de la International Children’s Bunko Association (ICBA) el movimiento bunko persigue:

  • Compartir libros, ofreciendo lotes de bienvenida al movimiento para la apertura de nuevos bunkos.
  • Conectar familias, abordar el reto en comunidad e intercambiar experiencias entre los miembros.
  • Difundir los textos y promover la lectura con una amplia gama de actividades.

Uno de los países donde la mecha de este movimiento ha prendido con más fuerza es en México, donde IBBY México promueve desde 1993 la creación de pequeñas bibliotecas comunitarias dirigidas al público infantil y juvenil con apoyo de la citada Asociación Internacional de Bunkos Infantiles (ICBA). De esta manera, se han creado en torno a 50 bunkos en comunidades indígenas de la sierra tarahumara, entre los huicholes y los coras de Jalisco o entre los niños chiapanecos y oaxaqueños, así como en ciudades como Toluca, Tlaxcala, Chetumat, altillo y México D.F.

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Según declaran sus promotores, además del acervo de libros, en los bunkos abiertos en México se lee en voz alta, en voz baja, individual o grupalmente y se participa en charlas, actividades de escritura u otras, que relacionan los libros con otras expresiones artísticas. El bunko se concibe como un espacio de libertad, reflexión, conciencia e imaginación que surge en la interacción de los mediadores con los niños y jóvenes. Nuestros bunkos, manifiestan desde IBBY México, buscan crear y ofrecer espacios de lectura para niños y jóvenes con difícil acceso a los libros; sensibilizar y capacitar a la comunidad para promover la lectura; fomentar la lectura gozosa, libre y significativa. Contribuyen a formar personas autónomas, capaces de reflexionar por sí mismas, expresar sus emociones y pensamientos y de escuchar a otros con respeto.

En esta línea, Bárbara Newman, coordinadora del proyecto, afirma que desde IBBY México se quiere con él “que los niños se acerquen a la lectura de forma placentera, que leer sea algo divertido, ameno, de apapacho y cercanía“. IBBY México proporciona a las personas interesadas en poner en marcha nuevos bunkos los elementos básicos para equipar el espacio físico, como un estante, una alfombra de colores y 10 cojines, además de un acervo de 250 a 300 libros y el asesoramiento y capacitación de los responsables durante dos años.

Y de esta manera, de Oriente a Occidente, de Norte a Sur, las redes se entretejen y la lectura cobra vida, se impregna de emoción y sentido a través de acciones sencillas que calan en las personas y en las comunidades en las que se desarrollan.

En una de las obras de Eliacer Cansino, Una habitación en Babel —que acabo de leer con gusto, por cierto—, se dice que no sólo el lector se sorprende con los libros que por extraños vericuetos a veces llegan a sus manos, sino que también los propios libros pueden sentir esta sensación de extrañeza: “(…) nunca sabe el libro quién será su lector, yo he leído libros que no me esperaban”, afirma el protagonista de la novela. Afortunadamente, sea a través de bibliotecas convencionales, de los bunkos o de la simple recomendación de un amigo, las lecturas fluyen y atraviesan latitudes y longitudes … ¡Dejémonos sorprender y sorprendamos a los propios libros!

Luis Miguel Cencerrado

Coordinador de reseñas en BiblogTecarios Bibliotecario, formador, asesor y apptekario navegando en los mares de la lectura analógica y digital, su promoción, las bibliotecas públicas, infantiles y escolares.

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