La transformación de las antiguas Licenciaturas y Diplomaturas en Grados ha supuesto un aluvión de cambios para los actuales estudiantes universitarios. Tal vez el de mayor calado sea la obligación de presentar un Trabajo Fin de Grado o Fin de Máster (TFG/TFM) que muestre los conocimientos y destrezas adquiridos a lo largo de titulación aplicados a un tema o proyecto concretos. Este tipo de trabajos académicos eran ya comunes por ejemplo en Ingenierías, pero no en Humanidades. Mis clientes y los asistentes a mis talleres me hacen las mismas preguntas: “¿Por dónde empiezo mi trabajo académico?” «¿Cómo selecciono la información?” En este post daremos pautas sencillas para abordar esta tarea con eficacia.
Empecemos por el principio. Podemos definir la comunicación científica como el proceso de presentación, distribución y recepción de la información científica en sociedad. Implica el estudio de cómo los académicos de cualquier disciplina, utilizan y difunden a información a través de canales formales e informales. La redacción científica debe tener tres cualidades inseparables:
- Precisión: Utilizar las palabras justas con el significado adecuado dentro del campo de estudio. Se suele preferir el plural mayestático, más propio de un registro de lenguaje formal.
- Claridad: Lenguaje directo, sin riesgo de equívoco, ambigüedad o doble interpretación y desprovisto de florituras literarias. Esto no es incompatible con una redacción cuidada.
- Brevedad: Las Universidades suelen limitar la extensión (en páginas o en palabras), así que la concisión es siempre un valor seguro
La facilidad para la expresión escrita puede tener cierto componente innato, pero dominar técnicas para buscar y usar información científica es algo que se puede aprender. Os propongo 5 estrategias concretas para ello:
- La inspiración tiene un nombre: plan de trabajo. Si planificamos un viaje, un cumpleaños o una boda, ¿por qué no hacer lo mismo con un trabajo académico que va a ocupar tiempo en nuestras vidas? Es imprescindible plasmar por escrito los puntos básicos y formular un par de objetivos generales de la investigación (¿qué pretendemos analizar? ¿con qué herramientas?). La redacción debe comenzar por el cuerpo de la investigación. Introducción, conclusiones y título se perfilan siempre hacia el final, ya que de otro modo no tendríamos perspectiva suficiente para abordar estos epígrafes con equidad y realismo. El resumen/abstract debe ser la guinda final de todo el proceso.
- Google (no) es vuestro (único) amigo. Toda búsqueda de información necesita de una estrategia. Hay que tener claras las palabras clave de nuestro tema, para buscar rápidamente documentos de nuestro interés con el menor ruido documental posible. Google Scholar es una base de datos bastante completa, pero hay más. Es un error obcecarse en un solo recurso. Dialnet, E-revist@s o los repositorios digitales de las universidades son otras posibilidades. ¿Y si no encontramos nada útil o nos bloqueamos durante la búsqueda? En la biblioteca universitaria o CRAI, vuestro bibliotecari@ de cabecera puede sacaros del atolladero mientras os regala una sonrisa.
- Todo navegante lleva brújula. El faro que impedirá que nos estrellemos contra el hipertexto será siempre nuestro plan de trabajo. Ha de ser lo suficientemente consistente como para marcarnos el camino, pero también flexible para admitir ligeros cambios si vemos que nos estamos metiendo por senderos muy trillados. El gran enemigo de las búsquedas documentales actuales es la dispersión. Ante tanta información, es fácil perder de vista los objetivos. Si los tenemos por escrito, nos ayudarán a enderezar el rumbo de la búsqueda. También hay que tener cuidado con las fechas de publicación de los recursos. Suele ser recomendable hacer un filtrado cronológico. A no ser que estéis elaborando una revisión bibliográfica o analizando en perspectiva histórica, no es conveniente utilizar material demasiado antiguo (seguramente ya habrá sido superado por otras investigaciones).
- Fair play. ¿Imagináis a un universitari@ actual vociferando a los cuatro vientos que ha descubierto la bombilla, la rueda o las declinaciones latinas? La investigación científica avanza a paso lento porque para descubrir algo nuevo, primero tenemos que empaparnos de lo que han hecho otr@s y ser honestos con sus contribuciones a la disciplina que nos han traído hasta aquí. Por eso la contextualización, marco teórico o state of the art es tan importante en un trabajo académico. Toda afirmación ajena debe ir acompañada de una cita (ya sea textual o parafraseada). El lector del trabajo debe tener siempre muy claro cuándo habláis vosotr@s y cuándo tomáis ideas de otros autores que ya han tratado el tema (para ampliarlas, confirmarlas o refutarlas con argumentos). Una vez elegida la norma de citación (APA, Harvard, etc.), debe aplicarse homogéneamente a todo el trabajo y al listado de referencias bibliográficas.
- Andad con cuatro ojos. Redactar es un proceso complejo y absorbente. Una vez realizada la primera versión, conviene descansar un par de días y buscar la opinión crítica de un compañer@ o colega. No se trata de desvirtuar la idea original ni de sacarle defectos. Una segunda opinión os ampliará la perspectiva de vuestro propio trabajo: dejará de ser un ente abstracto que solo existía en vuestra mente, para convertirse en una creación externa, con sus posibilidades y limitaciones. Solo así podréis pulirla y valorarla en su justa medida.
Buscar bien os ahorrará tiempo y quebraderos de cabeza. Diseñar una estrategia y abordarla de forma organizada es una de las claves del éxito académico, independientemente del tema o disciplina científica de la que se trate.
Excelente articulo, tomaré todas las recomendaciones al pie de la letra,
Muy agradecido, Laura Novelle
Muchas gracias Luis. Encantada de poder servirte de ayuda