14 de abril: Bibliotecas y República

En el día en que se cumple el 83º aniversario de la proclamación de la IIª República Española, nada más apropiado que acercar a nuestros apreciad@s lectores la actividad bibliotecaria bajo este régimen.  Nos han precedido ya compañeros de andadura biblogtecaria: Laura Martínez ha tratado aquí la figura de la gran María Moliner (pieza clave en la política bibliotecaria republicana), y Chema Lera se ha acercado a las bibliotecas escolares de las Misiones Pedagógicas. Quien esto escribe también ha bordeado el tema al viajar por la Historia del Libro. Vamos a verlo  hoy en su conjunto y con cifras, sin ánimo de exhaustividad.

La IIª República construyó un elevado número de escuelas y de bibliotecas. Su compromiso integral con la cultura tal vez sea uno de sus rasgos distintivos, rompiendo con prácticas elitistas propias de épocas anteriores. Los intelectuales se sintieron comprometidos política y culturalmente con los  proyectos republicanos. Un mes después de producirse el cambio de régimen, en mayo de 1931, se creó el Patronato de las Misiones Pedagógicas cuyo antecedente era la  Institución Libre de Enseñanza como gestora de una nueva concepción de la cultura y de  la educación. Con la actividad del Patronato quedó plasmado el gran interés que evidenció  el Gobierno republicano por la biblioteca pública. Tuvo como presidente a Manuel Bartolomé Cossío. Una de las misiones de esta institución fue la creación de bibliotecas. Basándonos en datos aportados por Rosa San Segundo (2000), entre 1932 y 1935 se pusieron en marcha más de 11.000 bibliotecas, además de establecer por decreto la implantación de una biblioteca en todas las escuelas primarias, al servicio de l@s niñ@s pero también de los adultos en zonas rurales que careciesen de ella.

Biblioteca móvil años 30Otra de las medidas que emprendió el Gobierno de la República fue la creación de  Bibliotecas Circulantes: dotación de una sección circulante en todas aquellas bibliotecas que  dependieran del Ministerio de Instrucción Pública, y que es antecedente de nuestros queridos bibliobuses (ver foto). De esta forma se evitaban dos peligros importantes: la discriminación en el acceso a la cultura por  motivos de residencia y la pérdida de habilidades lectoras por falta de libros. Pensemos que los niveles de analfabetismo en estos años eran todavía muy altos, y el gobierno republicano intentaba reducirlos dentro de sus posibilidades.

En noviembre de 1931 se creó la Junta  de Intercambio y Adquisición de Libros para Bibliotecas Públicas, que multiplica por  veinte el presupuesto destinado a la adquisición de libros para las bibliotecas, en relación al periodo anterior. Pese a todo, las bibliotecas existentes eran  pocas, de acceso casi exclusivo para unos usuarios muy eruditos, especializados y universitarios. La presidencia la ocupó el director del Patronato de la Biblioteca Nacional,  Antonio Zozaya. Se establecieron distintos tipos de bibliotecas según el número de habitantes. Las bibliotecas situadas en pueblos con menos de 1.000 habitantes recibían 150 volúmenes, los pueblos que tenían entre 3.000 a 10.000 habitantes  recibían 300 libros, y a pueblos o ciudades de más de 10.000 habitantes se destinaban más de 500 libros. Sin embargo, plasmar de la teoría a la realidad esta política no era tarea fácil en los pueblos pequeños: si el cacique local se oponía a la instalación de una biblioteca pública, su desarrollo era muy difícil. Debemos sumar a esto el altísimo grado de abandono educativo y cultural del rural español en el primer tercio de siglo.

Como vemos, el esfuerzo bibliotecario republicano fue muy intenso. Sus cifras no tienen parangón  con ninguna otra época anterior. Otra cosa es que ciertas circunstancias asociadas al largo plazo y difíciles de erradicar (caciquismo, analfabetismo…) lastrasen sus efectos. Pero desde luego, sentaron un precedente importante, del cual se iban a beneficiar todos los regímenes españoles  posteriores, independientemente de su signo. La IIª República comprendió que sin cultura no hay ciudadanía, y sin libros no hay cultura.  Porque las bibliotecas son el alimento del alma y del intelecto. No es poco mérito.

FOTO: Extraída de La libreta de Anele
PARA SUMERGIRSE EN EL TEMA: MARTÍNEZ RUS, A. (2004): La política del libro durante la II República: socialización de la lectura. Tesis Doctoral. Disponible en PDF a texto completo aquí

Laura Novelle

Documentalista, consultora, formadora e investigadora. Licenciada en Historia y Especialista en Gestión documental. He ejercido como docente en universidad pública y como documentalista (tanto en centros públicos como privados). Nací con discapacidad, por eso en este blog encontraréis aspectos relacionados con la accesibilidad, pero también sobre el libro y las bibliotecas, el proceso de edición, las fuentes de información y en general, sobre todas las implicaciones sociales de esta maravillosa profesión.

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